We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Minería
Mi litio
La estulticia y el narcisismo están separados por una finísima línea que muchas veces impide ubicar a quien está a un lado o a otro. Algo de eso parece que ocurre con Ramón Jiménez Serrano, el CEO de una empresa de 3.000 cochinos euros y que se está creyendo el rey del mambo. Calvo, pero rey del mambo, aunque no puede ponerse la corona si no es con alcayatas.
El tal Ramón llegó a Cáceres, una capital de provincia provinciana, con unos empresarios provincianos, y su halo estrellado, o bien su calva, proyectó la imagen del mesías de los empresarios.
Minería
Mina de Valdeflores: el bueno, el CEO y el malo
Rendidos a sus pies, a su brillante trayectoria, de la que él presumía en linkedin, no tardaron en ofrecerse como vírgenes al sacrificio. Ramón, curtido en mil trampas, aprovechó la ocasión. Se ofrecía como apóstol predicando en el desierto mental de Las Capellanías, y cautivó a quienes eran ya cautivos de, más que de su desesperanza, de su analfabetismo.
De nada sirvió que, apostado en una humilde pero diáfana cerca de pared de piedra seca, se conocieran las más que sombras del currículum del que tanto presumía. De nada sirvió que se conociera que un juzgado de Murcia lo tenía procesado en espera de juicio por corrupción. Había llegado para ser nuestro corrupto, parecían decir los empresarios ciegos por su fulgor.
Ni que decir tiene que ese fulgor que desprendía para ellos Ramón no era más que detritus, que abono pestilente para regar la mediocridad de sus nuevos amigos.
Cuando tuvo que enfrentarse Ramón a los ciudadanos, a cuerpo abierto, su fracaso fue notable. Ya se le había destapado su pasado de corrupción en la corrupta Murcia del Partido Popular
Ramón, fichado por una empresa minera australiana cuyo único negocio conocido es la especulación en la bolsa de Sidney, comenzó a cazar adeptos después de tener cautivos a muchos empresarios. A partir de ahí comenzó una nueva aventura: la de comprar voluntades, empezando por los “medios de comunicación”, por prensa y radio, mediante anuncios bien pagados, pertrechado tras un estratégico grupo de periodistas con experiencia en los despachos del gobierno regional (de cuando Monago).
Cuando tuvo que enfrentarse Ramón a los ciudadanos, a cuerpo abierto, su fracaso fue notable. Ya se le había destapado su pasado de corrupción en la corrupta Murcia del Partido Popular. Pretendió vender su robusto proyecto a un grupo de ciudadanos, no más de 25, que lo vapulearon de lo lindo, tanto mostrando las carencias de lo robusto como atando esas carencias a las longanizas de Murcia que llevaba en el portafolio.
Minería
La cena que vale más que mil palabras
En aquella ocasión, Ramón y su adlátere David presumieron ante esos 25 ciudadanos de contar con financiación suficiente para desarrollar el proyecto sin recurrir a ayudas públicas. Entonces les pregunté, sin obtener respuesta, que si eran autosuficientes, para qué coño necesitaban el Decreto del litio.
Pero estos días me ha llamado la atención que un medio digital, un libelo pagado por fascistas venezolanos vecinos del barrio de Salamanca de Madrid, le haya dado voz a Ramón. Está bien claro que a esos fascistas venezolanos, bajo la hégira de Paloma Quinteros, les da igual el pasado corrupto. Porque seguro que la información que publican no es periodismo (en ese libelo nada es periodismo) sino otro anuncio pagado.
Además de reclamar ayudas públicas cuanto antes (sin tener aprobado el proyecto), amenaza con llevarse la “potente” empresa a EEUU, así sin más, porque allí todo es más fácil
Y con esta historia de estrellato en los cortos empresarios, los mal llamados periodistas locales, Ramón ha sacado la pata de la estulticia o del narcisismo. O las dos cosas.
Porque además de reclamar ayudas públicas cuanto antes (sin tener aprobado el proyecto), amenaza con llevarse la “potente” empresa a EEUU, así sin más, porque allí todo es más fácil. ¡Pues, coño, vete ya, Ramón!
El delirio (o la desesperación) de una mente que se engaña a sí misma, creyéndose el más alto, el más guapo, el más mejor y es efectivamente el más calvo, se atreve a hablar de “su litio”. Dice que si le ponen trabas “mi litio no va a ser tan competitivo como el que se produzca en EE.UU”.
Su litio, dice Ramón, porque en ese delirio de creerse el dios de los CEOs cree ser ya poseedor no solo de las voluntades de quienes, ahítos de no se sabe qué se han postrado a sus pies, sino de la voluntad de toda una ciudad que sabrá ponerle en su sitio… si antes no lo hacen en los juzgados de Murcia.