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Minería
El bosque de tejos herido que pudo haber sido un parque natural
La misma historia repetida mil y una veces. Un ejemplo más, como los de las Gándaras de Porriño, la Mina de Touro, la fábrica de Alcoa, Las Encrobas o los Parques eólicos. Esta vez, las empresas pizarreras destrozan el patrimonio natural gallego en la zona de Carballeda de Valdeorras, A Veiga, Viana do Bolo, Manzaneda y O Bolo.
Contextualizando: el Estado español es el máximo exportador de pizarra del mundo, con 600.000 toneladas de media al año, seguido por China, que exporta 250.000. Concretamente, el noroeste peninsular es donde más encontramos explotaciones de esta piedra. En el año 2018, el Estado español exportó el 85% en el cómputo global de la pizarra. La pizarra natural de Galicia supone un 60% de ese total. La comarca de Valdeorras, en la provincia de Ourense, es el mayor distrito pizarrero del mundo, con unas 70 explotaciones activas y 281.000 toneladas de pizarra exportadas en 2020, según el Clúster de la Pizarra de Galicia.
La misma organización empresarial indica que las empresas dedicadas la este tipo de explotación, facturaron casi 180.000 millones de euros en 2020. La compañía más grande es el CUPA Group, un holding empresarial del fondo americano Carlyle —con el 95% de las acciones— que agrupa a 12 sociedades. Venden una de cada tres pizarras para cubierta usadas en el mundo. Según ellos mismos, el 80% de su facturación viene del exterior, sobre todo de Francia y del Reino Unido.
Los impactos medioambientales
Una actividad económica y empresarial de tal calibre no iba a afectar en vano al ecosistema natural. La extracción de la pizarra es a cielo abierto, por lo que afecta directamente al paisaje. Además, se sitúa cerca del monte del Teixadal, uno de los bosques de tejos más importantes de Europa segundo a UE y la apenas 10 metros de Pena Trevinca, la montaña más alta de toda Galicia, declarada Lugar de Interés Común (LIC) y incluida en la red natura 2000.
Según el estudioDescripción de la industria gallega de la pizarra y de su impacto medioambiental , hecho por María Teresa Barral, Remigio Paradelo y Víctor Cardenes, investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela y Gante, “la superficie afectada probablemente supere las 1.200 hectáreas”. Una de las peores cosas, “es que hay que hacer una excavación y retirar las rocas durante varios metros de profundidad”, explica Remigio Paradelo, uno de los investigadores. “Se modifica la superficie para extraer y para depositar los materiales que no sirven; de este modo, la existencia de una explotación elimina un uso anterior o alternativo, como podría ser el agrícola”, prosigue el biólogo. “Se dificulta la recuperación de la superficie: donde hiciste un agujero de kilómetros de ancho, ya no se puede recuperar el uso anterior”.
La degradación del paisaje es evidente. “El Impacto llega hasta los sistemas fluviales, hay riesgo de que desaparezcan, como ya pasó con los cauces de los ríos de Casaio y Casoio”, lamenta Serafín González, de la Sociedad Gallega de Historia Natural, quien en total calculan la desaparición de 6 kilómetros de ríos. “Es típico que se modifiquen los cauces en las explotaciones mineras”, confirma el biólogo Paradelo.
Según las fuentes consultadas, del total de la extracción, solo se aprovecha el 5% de todo el material que podrían en los movimientos de tierras y un 80% de los residuos se producen en la fase de la extracción. “Donde se ponen los materiales sin interés —las escombreras— también es difícil recuperar la calidad de la tierra, porque el suelo donde se dejó quedó muy modificado por las rocas sin moler, es muy difícil reutilizarlo con un uso natural”, expone Paradelo. “Los materiales de las piedras soy demasiado gruesos y la tierra fértil está enterrada. La vegetación no puede colonizar la montaña y las lluvias sumadas a las pendientes, crean un problema de erosión y desplazan los escombros”, explica.
En el proceso de extracción de la pizarra no hay una contaminación química, ya que es un proceso físico. Por el contrario, “el polvo en suspensión en las zonas de la explotación sí contamina”, detalla Paradelo. “Pasa algo semejante con el agua: aumenta la turbidez por el polvo y los escombros”.
Desde Amigos da Terra, Antón Lois añade que “no solo contamina el proceso de la producción en sí, sino todas las actividades a su redor, como el aumento y paso de vehículos por la zona”. En cuanto a las escombreras, “hace años ya cayeron escombros en una casa en Sobradelo de Valdeorras, dejándola destrozada”, señala Antonio Fernández, ‘Cholo’, de los montañeros de Pena Trevinca. “La zona parece un campo de bombas después de una guerra”.
Responsabilidad evitada
En el 1996 la administración de la Xunta de Galicia y la asociación gallega de pizarristas y los explotadores de pizarra firmaron un pacto ambiental. Estos acuerdos son las figuras que permitirían establecer “pautas de adaptación de las empresas a la normativa ambiental y promover estrategias como instrumento orientado a la armonización de posibles conflictos entre valores ambientales e industriales, compatibilizando las medidas correctoras con el principio de viabilidad de la empresa”, según la propia Consellería de Medio Ambiente.
Siguiendo a la misma institución “mediante lo pacto ambiental las empresas se comprometen a realizar una serie de actuaciones en un período de tiempo determinado”, al tiempo que la administración promueve beneficios fiscales para “contribuir a la financiación de las mejoras ambientales”.
Desde la Ley 12/1981 la empresa explotadora es responsable de la restauración del entorno afectado
Así, antes de la Ley 12/1981 de canteras y minas el explotador no estaba obligado más que de manera voluntaria a hacer la restauración del entorno afectado por la actividad extractiva. Tras esta ley, es la empresa a responsable de la restauración del entorno afectado. Además, debe presentar evaluación de impacto ambiental, avales, etc.
Según el BOE 135, de 6 de junio de 2003, la restauración de las áreas afectadas por las antiguas pizarreras de Galicia, corría a cargo en un 80% de fondos públicos (de la Xunta con ayudas europeas) y de un 20% por la Asociación Gallega de Pizarristas. “Que desde las instituciones se destinen fondos públicos para la restauración de ecosistemas para estos fines no dejan de ser subvenciones encubiertas a las empresas, cuando con los avales que ellos presentan ya debería ser su responsabilidad”, critica Antón Lois, de Amigos da Terra. “¿Por qué se tienen tantos millones de euros no restauran ellos lo que destruyen?”, se cuestiona.
En el 2001, hasta diez empresas pizarreras se habían opuesto a la inclusión de Pena Trevinca en la red natura 2000 de áreas de conservación de la biodiversidad. Al final, por presión de los colectivos ecologistas, se denominó Zona Especial de Conservación (ZEC) en 2004 y LIC en el 2006. En virtud de la orden de 19 de abril de 2002 de la Consellería de Medio Ambiente del artículo 7 de la Ley 4/1989 y del artículo 22 de la ley 42/2007, está legalmente prohibida la “realización de actos que supongan una transformación sensible de la realidad física o biológica”, del espacio natural de Pena Trevinca.
Aunque no están modificando Pena Trevinca directamente, sí que lo hacen a escasos 10 metros. “El precio de la pizarra sube porque se agotan los yacimientos y explotaciones que hace 20 años no se planteaban, a partir diera momento se multiplican las amenazas sobre el entorno, que es donde nos encontramos”, indica Antón Lois. “Es el problema de que los recursos ambientales finitos sigan las lógicas del comprado”. Además, “la Xunta no es transparente con las evaluaciones ambientales, si es que las hace”, se interroga.
La pizarra se usa sobre todo para cubiertas impermeables y en techos, por lo que crisis inmobiliaria del 2008 afectó mucho al sector. “Hay empresas que ya no explotan la zona. Los planes de restauraciones no se llevan a cabo porque es costosísimo cuando no hay una explotación que genere dinero”, lamenta ‘ Cholo’, de los montañeros de Pena Trevinca. “Quien debe exigir responsabilidades es la Xunta”, apunta. “Las empresas están cometiendo actos ilegales al no restaurar”, señala Antón Lois. “Nos ponemos el recurso, ellos llevan el beneficio”, concluye.
“Exigimos un mayor grado de protección, que sea un parque natural: el Macizo de Pena Trevinca y el Teixadal, una protección real y efectiva”, demanda Antón Lois desde Amigos da Terra y añade que “la respuesta de la Xunta es la no respuesta”. Desde la Sociedad Gallega de Historia Natural, Serafín González apunta que “les enviamos documentos con evaluaciones de la pérdida de la zona a la Xunta y hasta la UE y nos ignoraron”, asegura.
“El pacto medioambiental no se está cumpliendo”, censura Serafín González. “No es solo que la Xunta no haga nada y deje impunes a las empresas, sino que los Ayuntamientos de la comarca son cómplices con su silencio”, añade. “Me da igual se los responsables son nacionales o extranjeros, los funcionarios de las consellerías deben hacer que se cumpla la ley que para algo les pagamos con nuestros impuestos”. “Esto afecta mucho a la zona; la pizarrera de San Vicente de Leireia estropeó la única carretera de acceso que va hasta el pueblo y destrozó también el río”.
Un oficio del que vive una comarca
La zona de Valdeorras creció demográficamente de la mano de las pizarreras. En un primero momento, las pizarreras se usaron para el Wolframio de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. En los años 70, cuando comenzó la explotación intensiva del monte en pro de extraer la pizarra, habitaban 9.242 personas a comarca de Valdeorras, según datos del INE. Cuarenta años más tarde, su población llega a las 13.431 personas, segundo la misma fuente, es decir, aumentaron su población en un 45%.
Además, en las pizarreras 4.000 personas trabajan en las empresas pizarreras y casi 10.000 de una manera indirecta. Sin embargo, tenemos una comarca dedicada casi exclusivamente la una actividad laboral.
José González trabajó desde los 12 años hasta los 30 en las pizarras de la zona. “Empecé arrastrando piedras y finalicé de encargado”, relata. Asegura que los problemas, vienen más del pasado que de la actualidad, “mandaban tirar toneladas y toneladas de escombros al río, hoy cuando llueve esas piedras sigue manchándolo”.
Sobre la restauración de la zona, puntualiza que “nosotros me los restauraba alguna zona, pero hay muchos que no lo hacen, eso es así. Mismo los propietarios de las naves no se preocupan de cuidarlas”. El extrabajador, estima que “Un 30-40% de las empresas quebraron con la crisis y dejaron ahí las explotaciones sin restaurarlas”.
“Deberían movilizarse y exigir planes de recuperación económica alternativos; cuando agoten la pizarra toda la comarca colapsará y quedarán sin trabajo”, señala Antón Lois
En cuanto a la respuesta social, asegura que “la gente se queja de cómo está el río, pero nunca vine movilizaciones en contra de las pizarreras como tal”. “La gente sabe que es el único medio de trabajo estable que hay por esta zona”, afirma.
“Deberían movilizarse para exigir planes de recuperación económica alternativos, como hicieron en algunas zonas de la minería de carbón, cuando agoten la pizarra toda la comarca colapsará y quedarán sin trabajo”, argumenta Antón Lois. Por su parte, Serafín González, de la SGHN, cuenta que “no he escuchado mucha queja al respeto, se dejó crecer mucho un problema que ahora tiene difícil solución”.
¿Qué hacer?
“Nosotros no queremos dejar en paro a nadie”, defiende Antonio González ‘ Cholo’, de los Montañeros de Pena Trevinca. “El que pasa es que no se puede poner por delante la economía a la vida”. “Los montes son del mejor del patrimonio gallego y se está destrozando algo que después no va a tener solución”, censura.
Para Antón Lois, lo que es imprescindible “es desarrollar proyectos de alternativas económicas sustentables, la pizarra es la crónica de una muerte anunciada, los recursos son finitos”. Siguiendo el argumentario de que el Teixadal es uno de los bosques de tejos más importantes de Europa, “son un árbol venenosa, mas está en el centro de una rama de investigación sobre el cáncer. El Teixadal de Casaio debe defenderse desde todos los puntos de vista, hasta lo más egoísta de la supervivencia humana”, se cerciora Antón Lois. “Se podrían desarrollar formas de Turismo sostenible o intentar de volver a fertilizar la tierra para la agricultura”, opina ‘ Cholo’.
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Ojo con la traducción compañerxs, por otro lado muy buen artículo, es desolador pasar por un cementerio de escombro de pizarra y, como siempre, privatizados beneficios y socializamos las pérdidas, así cualquiera cree en la meritocracia
La DIA (Declaración de Impacto Ambiental), es otro eufemismo burocrático para dar luz verde a una empresa para que envenene, destroce o contamine el espacio natural donde quiera llevar su fechoría. Los consistorios sacan una tajada económica y a los vecinos se les sigue engañando con los puestos de trabajo y el futuro económico de la zona, cuando terminan la explotación, solamente queda misería y la mayoría de los lugareños que permitieron eso, se quejarán porque se han quedado en el paro, lo sabían pero no les importaba realmente el futuro de la región. No aprendemos y la venda del egoísmo ciega la sensatez. ¡Oh capitalalismo, mi capitalismo!