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Migración
Pietro Bartolo: “Il dottore” de Lampedusa desembarca en el Parlamento Europeo
Pietro Bartolo, el médico de Lampedusa que lleva más de dos décadas atendiendo a las personas inmigrantes que llegan a la isla, ocupa ahora un escaño en el Parlamento Europeo. Mientras, en su isla, mucha gente se siente abandonada por los partidos políticos y aquellos que votan, lo hacen mayoritariamente por Salvini.
“Con 16 años caí de la barca de pesca de mi padre. En aquél momento entendí lo que es morir ahogado. Lo tuve claro, estudiaría medicina”, explica Pietro Bartolo. Fue el único de siete hermanos de una familia humilde de Lampedusa, isla situada al sur del sur de Italia, más cerca de Túnez que de Sicilia, que pudo ir a la Universidad de Catania. Volvió a ayudar a los suyos y se convirtió en Il Dottore.
Después de más de 30 años como el único médico fijo de la isla, después de haber atendido más de 300.000 refugiados, ha visto como sus vecinos le han dado la espalda a los inmigrantes y han votado en masa por Salvini. Bartolo, confiando en que es desde Bruselas que se puede poner fin al drama, se presentó por el Partido Democrático en las pasadas elecciones europeas y ahora es el vicepresidente del grupo de trabajo para la reforma del tratado de Dublín.
Después de haber atendido a más de 300.000 refugiados ha visto como sus vecinos le han dado la espalda a los inmigrantes y han votado en masa por SalviniA pesar que ahora su despacho está en el centro político de Europa, Bartolo no puede estar mucho tiempo lejos de su isla, igual que en su juventud. Cuando aún era un preadolescente se tuvo que trasladar —como todos los lampedusianos que querían seguir sus estudios— a un instituto de Palermo, desde el que solo pensaba en volver a su casa.
Lampedusa no llega a los 6.000 habitantes, y tiene una superficie de 20,20 km2, en invierno hace mucho viento y es difícil coger un avión o un barco. La tierra es árida y en verano el sol te achicharra. Los precios son más elevados que en Sicilia por el transporte y, las casas despintadas y la calles llenas de baches revelan que los lampeudisanos no gozan de una muy buena economía. Antes malvivían siendo pescadores, y ahora dependen del turismo veraniego. Sin embargo, Bartolo echó y echa de menos la isla.
Con el objetivo de volver cuanto antes como Dottore cursó medicina en la Universidad de Catania. Sus padres solo podían enviar a estudiar a un hijo y apostaron por Pietro, que no decepcionó y sacó buenas notas desde el principio. Allí conoció a la que sería su mujer, a quien al final convenció —no sin dificultades— para quedarse junto a él en la isla. “Los veranos de Lampedusa gustan a todo el mundo, pero los inviernos no. Hay poco que hacer, no puedes ni ir al cine. Por eso viene poca gente a vivir, a mi mujer le costó”, admite Bartolo.
el médico que enterró a demasiada gente
De vuelta a la isla en 1992 retomó la vocación que descubrió al estar a punto de morir ahogado en el mar Mediterráneo. En invierno era el único médico de la isla junto a su mujer, que le ayudaba a tiempo parcial, y en verano le enviaban refuerzos que venían a regañadientes para atender a los miles de turistas que multiplican la población de la isla en julio y agosto. Bartolo, sin embargo, no es un médico más, es “uno de los médicos que ha enterrado a más personas del mundo”. “Tengo un récord muy triste”, lamenta.Bartolo calcula que ha atendido a más de 300.000 inmigrantes. Ha recibido niños que no encuentran a sus padres y padres que han tenido que dejar atrás a sus hijos, embarazadas que no saben ni quién es el padre de su bebé porque han sido violadas por más de un hombre, víctimas de torturas y palizas. Y miles de personas quemadas por la mezcla de gasolina y agua que se remueve por las pateras. No fue hasta el estreno del documental Fuocoammare, de Gianfranco Rosi, —galardonado con el Oso de Oro de la Berlinale 2016— que se conoció la labor de Bartolo y se divisó en él un resquicio de esperanza ante la insensibilidad de la Unión Europea.
Fracaso electoral
Después del éxito del film, Il Dottore llamó la atención de varios partidos. Al final fichó como independiente por el Partido Demócrata, que vio en él un buen anzuelo electoral. Los lampedusianos, sin embargo, no picaron y dieron la espalda a Bartolo y a los inmigrantes. Se quedó sin escaño en el Parlamento Italiano. “Me volví a presentar en las europeas, que es desde dónde realmente se puede solucionar este drama”, apunta. Más del 45% de los lampedusianos que fueron a votar (solo un 21%) eligieron Salvini, pero logró un asiento en la Eurocámara al ser toda Italia una sola circunscripción.Los porcentajes de participación en los comicios demuestran el nivel de hartazgo de los lampedusianos con la clase política italiana. En el bar del pueblo, el Amicizia, todos repiten lo mismo cuando se habla de elecciones. “Bah, yo no voy a votar a nadie. Todos los políticos son iguales”, asegura Steffano Calopinto con una birra Peroni en la mano. “El único que me cae bien es Salvini, al menos habla sobre el problema que tenemos en Lampedusa”, añade Salvatore mientras se sirve con una cucharilla cacahuetes en la mano.
Incluso el mítico heladero Vito Fiorino, que rescató el 3 de octubre de 2013 a 47 naúfragos con su pequeño velero, compra parte del discurso de Salvini. “Yo no votaría a Salvini porqué no soy racista, pero es el único que dice que los inmigrantes se tienen que repartir por toda Europa y que ha logrado reducir el número de refugiados que llegan”, afirma. Aquella noche la barca de Vito estuvo a punto de volcar, eran demasiados a bordo, pero iba encontrando a personas en el mar y sabía que si las dejaba allí, pidiendo auxilio, morirían. Aun así, tuvo que dejar muchos atrás. “Mi velero es como Lampedusa, si vienen les ayudamos, ¿qué vamos a hacer? Son personas. Pero nosotros solos no podemos con todos”, reclama.
“Es verdad, los partidos tradicionales han evitado hablar sobre el tema inmigración. Y Salvini tiene razón cuando grita que todo Europa tiene que acoger, no solo los italianos o los lampedusianos. Pero no hace nada para solucionarlo”, asegura Bartolo, que pone de ejemplo que el líder de la Liga se haya negado a asistir hasta seis veces a las reuniones del grupo que ha de reformar el Tratado de Dublín.
Bartolo achaca los resultados electorales a la baja participación, pero está convencido de que Lampedusa, tal y como la bautizaron los medios, es la Isla Solidaria
Bartolo achaca los resultados electorales a la baja participación, pero está convencido de que Lampedusa, tal y como la bautizaron los medios, es la Isla Solidaria. “La gente no es racista, hay algunos que los oyes en el bar diciendo que ya están hartos de los inmigrantes y después los ves dándoles comida y lo que haga falta”, asegura.
Con racismo o sin él, hay mucha gente que no ve con buenos ojos que Pietro se haya convertido con el mediático Il Dottore. “Yo ayudo sin esperar a que me lo reconozcan, como lo ha hecho Vito y muchos de nosotros. No hago libros ni películas, no voy a llorando por los platós”, critica Fabbio, que duda de la solidaridad de Pietro.
Bartolo sabe que el pueblo no ha encajado muy bien que se haya hecho famoso. “No tenía la obligación durante más de 25 años de ayudar a todos los inmigrantes. También he hecho cosas por el pueblo, conseguí que tuviéramos un helicóptero de urgencias sanitarias, por ejemplo. Hice todo eso sin cobrar un euro de más, pero la gente habla sin saber", dice enfadado.
Aunque Il Dottore no se ha ganado la simpatía de sus vecinos, los sectores progresistas de Italia y Europa lo han apuntalado como una figura antagonista a Salvini y opuesta a los acuerdos de la Unión Europea con Turquía y Libia. “Es una vergüenza, Libia no tiene gobierno e Italia le regala cada año 400 millones de euros que acaban en las manos de las mafias para que frenen los flujos migratorios. Sabes como lo hacen?”. Saca el móvil y empieza a pasar imágenes de decapitaciones y torturas que le envían sus propios pacientes.
Finalmente, enseña un vídeo en el que se ve un niño al que “las mafias racistas pelan la piel con un cuchillo como si fuera una manzana para que deje de ser negro”. “Así consiguió Salvini reducir el nombre de inmigrantes, pero eso la gente no lo sabe, solo escuchan sus gritos", se queja.
"Por ese motivo me voy al Parlamento Europeo —continua Pietro—, no para ganar más dinero ni fama, sino para evitar estos acuerdos y solucionar este drama. A diferencia de los otros parlamentarios, sé de primera mano lo que sufren los refugiados. Ha sido mi vida durante más de 20 años". Y concluye: “Aún confío que la política sigue siendo el mejor arte para cambiar las cosas”.