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Migración
Amenaza híbrida: un paso más en la guerra contra las personas migrantes
Si hay un consenso claro en la Unión Europea en los últimos años, es la preocupación entorno a las migraciones, y en concreto, la utilización de todo los mecanismos posibles para detener la llegada de flujos migratorios no deseados al continente. En este marco, España, como frontera sur de la unión, dejó clara constancia de esta voluntad la semana pasada en la cumbre de la OTAN, empujando la inclusión de la “migración ilegal” como una de las amenaza híbridas a enfrentar con el apoyo de la alianza militar. Si bien el anuncio de que Madrid apostaría por esta iniciativa llegó semanas antes de la celebración de la cumbre, por vía del Ministro de asuntos exteriores, Jose Manuel Albares, la aceptación de este planteamiento se efectuó durante el encuentro de la semana pasada, en los días posteriores a la masacre de Melilla, en la que al menos 37 personas migrantes murieron en la frontera sur como consecuencia de la actuación de las fuerzas de seguridad marroquí y española, en lo que fue descrito desde el ejecutivo español como un “asalto violento”, y un “ataque a la integridad nacional”.
La demanda de introducir la migración irregular como una amenaza híbrida se inserta en un contexto en el que los objetivos y funciones de la Alianza Atlántica se han ido redefiniendo. “La OTAN es una organización militar que se creó para proteger el modo de vida occidental de la amenaza que consideraban comunista. En el momento en el que esta amenaza desaparece se adapta a este nuevo contexto de caída de la Unión Soviética y en lugar de disolverse apunta a todo este marco de securitización en el que se incluyen conceptos como las amenazas híbridas o la guerra híbrida”, explica Ainhoa Ruiz, investigadora del Centre Delàs. En esta tendencia, problemáticas sociales complejas y amplias pasan a ser reenmarcardas en la agenda de seguridad y afrontadas con las herramientas de la seguridad militar, alerta.
Pero, ¿es la migración un problema de seguridad? Claramente lo es para las propias personas que se ven forzadas a desplazarse. Lo que es problemático son “las herramientas y el enfoque”, desde el que se habla de seguridad. Una lógica en la que se afianza, según Ruiz, “una perspectiva militar y bajo los intereses de los estados miembros”. Un proceso que avanza en el marco de una Unión Europea donde “se han creado espacios de gobernanza pública donde se deberían de decidir los problemas de seguridad desde una perspectiva democrática y se ha dejado a la industria armamentística que entre en estos espacios porque se le considera un actor político relevante a la hora de construir la seguridad, cuando en realidad es un actor económico que lo que quiere es vender sus productos”, alerta Ruiz.Asistimos así, con el beneplácito de la UE, y la entusiasta participación del gobierno progresista español a un escenario en el que a los intereses de la industria armamentística se suma la necesidad de la OTAN de “legitimar su existencia e imponer su visión de seguridad mundial”. Una visión, explica Ruiz, que profundiza en la “desregularización jurídica de la guerra: ya no tenemos manera de controlar dónde se está metiendo la OTAN y donde no”. En la difusa lucha contra las variadas amenazas híbridas ni siquiera los insuficientes mecanismos de control de la guerra clásica sirven y es difícil fiscalizar que las actuaciones sean acordes a la legalidad internacional, explican desde el Centre Delàs.
“Pensar o entender que las personas que huyen de conflictos, de violencia, de miseria y de violaciones de los derechos humanos están constituyendo una amenaza para desestabilizar un país o incluso la soberanía de un país, no tiene ningún sentido”
Que el paradigma de la migración como amenaza alimenta el enfoque securitario es una realidad cada vez más evidente en la UE. “Muchas organizaciones sociales hemos denunciado el Pacto Europeo de las Migraciones porque creemos que refuerza el enfoque de seguridad de las fronteras y la criminalización de la migración, olvidándose completamente de los tratados internacionales que han sido históricamente ratificados y su obligación de garantizar los derechos humanos”, explica Irene Bello Quintana, presidenta de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo (CONGDE)
La CONGDE lanzó un comunicado en ocasión de la Cumbre de la OTAN en el que alertaba contra la iniciativa del gobierno de incluir las migraciones como amenaza híbrida. En el mismo también denunciaban, dentro de la estrategia de combatir las migraciones a toda costa, el uso de fondos de cooperación para el control migratorio, la condicionalidad de la ayuda a cuestiones migratorias, o los acuerdos de asociación con terceros países para detener la migración. Otro ejemplo: “En el 2015 se firmó el acuerdo llamado El Fondo Fiduciario para África, un fondo destinado a contener la migración en los países de origen en África. Para nosotros se trata de limitar el propio derecho humano a la movilidad”, sentencia Bello Quintana. Todas estas maniobras y asignación de recursos se darían, denuncian, en un marco de opacidad muy difícil de fiscalizar.
Así, desde la CONGDE, explica su presidenta, “pensar o entender que las personas que huyen de conflictos, de violencia, de miseria y de violaciones de los derechos humanos están constituyendo una amenaza para desestabilizar un país o incluso la soberanía de un país, no tiene ningún sentido”, no solo eso, considera que profundizar en esta vía supondrá una mayor violación de los derechos humanos de las personas migrantes.
“Habrá que ver la función que se da a las Fuerzas Armadas de los diferentes estados desde esta conceptualización de la migración como una amenaza híbrida, al mismo tiempo que se multiplica el presupuesto de Frontex en un intento de generar una gran policía para el control fronteras”, plantea por su parte Andrés García Berrio de Irídia. Un ensalzamiento de lo securitario, coincide, que solo produce el incremento de muertes en fronteras.
Porque, ¿quién amenaza a quien?, se plantea Fernanda Calleja de Regularización Ya. Desde el movimiento antirracista recuerdan, como explica Calleja, que la guerra ya se la están haciendo a las personas del sur global “nos dicen ¿pero de qué guerra están saliendo o de que bombas están escapando? La guerra nos la hacen con las transnacionales, nos la hacen con la dominación de los gobiernos que han hecho que miles de personas tengamos que salir de nuestros territorios. Nos desplazan cuando en nuestros mismos territorios no podemos tener derechos humanos”. La activista de Regularización Ya, nicaragüense, recuerda cómo lejos de la lógica de la amenaza, “venimos aquí porque queremos darle a nuestra familia derechos básicos como son la alimentación, una casa digna, salud digna”.
Es el racismo, “el que legitima la militarización de nuestras fronteras y el genocidio —que es cuando estás tratando de eliminar a ciertas poblaciones que es lo que está haciendo Europa con las poblaciones del Sur global”, apunta Calleja, que establece un paralelismo: del mismo modo que la ultraderecha alarma al explicitar discursos que ya habitan las políticas del gobierno progresista, la profundización en la securitización en el marco de la OTAN, es legitimar de la mano de una organización global un discurso que ya existía. Y es que la OTAN, recuerda, se creo para salvaguardar la paz “pero la paz de quiénes”, cuestiona Calleja de un organismo que solo incluye una parte minoritaria de los 200 estados que existen en el mundo: “Al final la OTAN está para salvaguardar la supremacía blanca, basta verles: son todos hombres, son todos blancos y son los 30 países que dominan la economía global”.
“Habrá que ver la función que se da a las Fuerzas Armadas de los diferentes estados desde esta conceptualización de la migración como una amenaza híbrida, al mismo tiempo que se multiplica el presupuesto de Frontex en un intento de generar una gran policía para el control fronteras”
Instrumentalización, mafias y migración ilegal
Considerar las migraciones como una amenaza a la seguridad de los países implica un desplazamiento del foco de las personas migrantes con sus necesidades y derechos, hacia los intereses de los estados, el rol de las llamadas mafias, o el carácter ilegal de los desplazamientos. En los últimos años se ha hecho cada vez más presente la retórica de la migración como herramienta en manos de países limítrofes, desde Turquía a Bielorrusia pasando por Marruecos, una narrativa que se ha visto acompañada por la militarización de las fronteras: como pudimos ver en la frontera griega o en la polaca, o, en mayo de 2021, en Ceuta, cuando el ejército fue el encargado de repeler la llegada de personas migrantes. “El momento en el que se aplican análisis exclusivamente desde la geopolítica y las relaciones entre Estados, se deja de ver a personas. Son deshumanizadas para convertirse en herramientas de los estados para promover sus intereses”, alerta García Berrio.Junto al marco señalado de instrumentalización, se insiste en el termino “migración ilegal”, y en señalar, como se ha oido repetidamente en los últimos días, que la amenaza a combatir son las mafias. “Las personas que al final acaban ejerciendo un movimiento migratorio por vías no legales y seguras lo hacen porque no hay otra opción”, recuerda García Berrio, el planteamiento sin embargo no parece ser abrir estas vías, si no cerrar toda ruta, mientras que pedir asilo se torna imposible. Decenas de personas sudanesas (susceptibles a ser solicitantes de asilo por la situación en su país), están siendo juzgados en Nador por su participación en el salto a la valla. “Se dice mucho: vamos a rescatar a las personas migrantes, a combatir a las mafias, cuando realmente las medidas que se están tomando no son humanitarias para rescatar personas, sino que se está utilizando los mismos medios militares y policiales que usas para combatir el crimen”, enmarca Ruiz esta situación.
“No nos creían, pero ahí está el gobierno progresista, racista como siempre lo ha sido, que aunque no lleva el discurso de la ultraderecha, comparte sus acciones”
Respuesta
Qué hacer ante esta mirada sobre la migración que apuesta de manera cada vez más abierta por la militarización y se aleja a marchas forzadas de cualquier paradigma de derechos humanos. “Creo que el margen de maniobra que tenemos tiene que ver con generar una ola de antirracismo que sea capaz de hacer frente y condicionar gobiernos y considero que estamos ya en el camino”, explica García Berrio, quien aboga por hacer lo posible por sustraerse a la paralización. “Uno de los mayores problemas que nos generan estos marcos distópicos, como calificar a las migraciones como una amenaza híbrida en un marco geopolítico y militar, es precisamente hacernos pensar que no vamos a poder hacer nada”, frente a esto, señala el potencial de las comunidades antirracistas y migrantes auto organizadas, y apuesta por trabajar desde un plano internacional y generar vínculos entre el norte y el sur. Es con movilizaciones antirracistas y en defensa de los derechos de las personas migrantes en Reino Unido, por ejemplo, como se frustró el primer vuelo que estaba destinado a llevar a solicitantes de asilo a Ruanda, en el “distópico” plan que Londres presentó hace unos meses con el que pretende trasladar a este país africano a quienes lleguen a territorio inglés para pedir asilo.
La respuesta a la masacre de Melilla por parte de un movimiento antirracista bien articulado en todo el estado y la rápida adhesión a las demandas de los colectivos en la ciudad autónoma, dan muestras también de este potencial de respuesta y movilización: “Desde las bases más racializadas siempre hemos tenido que estar organizadas para sobrevivir. Venimos de diferentes trincheras y aquí nos encontramos y seguimos luchando. Traemos muchas maneras de organización”, estos precedentes, junto a las facilidades tecnológicas de coordinación, explica Calleja, han posibilitado una respuesta inmediata y amplia. Para esta activista el hecho de que emergiese a la agenda pública la brutalidad de lo sucedido en la frontera —también con imágenes innecesariametne amarillistas, que probablemente no se hubieran mostrado de ser blancas las víctimas, apunta— ha supuesto un revulsivo para movilizar a amplias capas. Lamenta, sin embargo, que haya tenido que pasar algo así para que más sectores sociales reconozcan el racismo en la frontera que desde el antirracismo se viene denunciando. “No nos creían, pero ahí está el gobierno progresista, racista como siempre lo ha sido, que aunque no lleva el discurso de la ultraderecha, comparte sus acciones”.