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Memoria histórica
Fermi Cañaveras, autora de 'Putas de campo': “La indiferencia es el exterminio de la memoria”
Entrevistamos a Fermi Cañaveras, investigadora y licenciada en Geografía e Historia, aprovechando su paso por Extremadura para presentar en La Enredadera de Mérida su libro Putas de campo, de la editorial Molinos y Gigantes. La obra, que ya va por la segunda edición, nos aproxima desde la ficción a la espantosa realidad del campo de concentración de Ravensbrück y a las vidas de mujeres españolas que lo padecieron, prostituidas y usadas como cobayas humanas, escribiendo una de las páginas más negras entre todas las que recoge el universo concentracionario del Tercer Reich.
¿De dónde nace este libro?
Este libro nace gracias a tres mujeres. Cuando estaba preparando mi trabajo de fin de carrera, que trataba sobre la organización en la clandestinidad del Partido Comunista en Madrid, Carmen, una de las militantes que entrevisté, me contó lo que sucedió en Ravensbrück, un campo de exterminio a 90 kilómetros de Berlín, solo para mujeres. No solo me hablo de torturas, experimentos, vejaciones, maltratos. También me habló de abusos sexuales, de prostitución y de cómo en aquel infierno se desarrolló una red de prostíbulos utilizando a las reclusas. Las más jóvenes y aparentemente sanas eran las elegidas para ser las “putas de campo”. Y que ella misma había conocido a algunas compañeras supervivientes que tuvieron la mala suerte de pasar por el infierno. Me proporcionó muchos nombres y muchas historias, muy duras y dolorosas, pero la que más me llamó la atención fue la historia de una española que vivió en la calle Atocha que, por desgracia, terminó en Ravensbrück y fue obligada a ejercer la prostitución. Puedes imaginar como me sentí en ese momento; Ravensbrück es el campo tabú, como a mí me gusta llamarlo, el que debe olvidarse, del que nunca se habla...
Es una novela cargada de significados, tenía muy claro lo que quería transmitir: un grito que busca concienciar sobre la violencia ejercida a las mujeres. Es un homenaje a todas las que permanecen en la sombra, a las grandes perdedoras
Por eso no podía dejar esta historia, se me enganchó, no podía dejar de pesar en todas aquellas mujeres y lo que les hicieron. Me comprometí tanto que se convirtió en un deber. Al principio no se me había pasado por la cabeza escribir un libro; el tiempo, los viajes, las horas buscando en los archivos, las entrevistas... fue por pura pasión y por el respeto que le tengo a la memoria. Con el tiempo fui consciente de lo que había descubierto y de que era demasiado importante para dejarlo y no compartirlo, fue por eso por lo que decidí darle forma a toda la información recabada y convertirla en una novela.
¿Qué acogida, qué recorrido está teniendo? Comentabas en nuestra conversación previa que había sido un proceso creativo doloroso...
La verdad es que es increíble lo que está sucediendo con la novela. La editorial Molinos y Gigantes nació casi a la vez, es una editorial que busca obras que sacudan conciencias, busca romper el silencio y dar voz a las injusticias. Obras que no son recomendables, sino necesarias. Como autora tenía muy claro lo que quería y Molinos y Gigantes era la mejor opción para este proyecto. En poco más de un mes y medio se agotó la primera edición, la segunda ya está en la calle y cada vez son más los lectores que están interesados por conocer lo que vivieron las mujeres allí, lo que hicieron con sus cuerpos y sus mentes, y no solo a las mujeres, también a sus criaturas.
El proceso fue muy doloroso. Cuando me hablaron de Isadora, la mujer de la foto de la portada de la novela, no podía dejar de pensar en ella, se me engancho y ya no pude dejarla ir. Cuatro años he dedicado a esta investigación. He llorado mucho escribiéndola, intentando siempre hacerlo desde el respeto, con una mirada neutra, consciente y única. He querido describir los hechos de forma minuciosa, emocional. Es una novela cargada de significado en la que tenía muy claro lo que quería transmitir: un grito que busca concienciar acerca de la violencia ejercida sobre las mujeres. Es un homenaje a todas las que permanecen en la sombra, a las grandes perdedoras.
Memoria histórica
‘Stolpersteine’, una piedra en el camino contra el olvido del genocidio nazi
Rainer Stach trabaja en el Centro de Documentación sobre el Nacionalsocialismo en Colonia. Visita Madrid para participar en los homenajes realizados a víctimas republicanas que huyeron a Francia y fueron posteriormente capturadas por los nazis y llevadas al campo de concentración de Mauthausen.
Ya que has acudido al territorio de la narrativa... ¿Cuál es la historia que nos cuentas?
Putas de campo es una novela histórica que recoge las vidas de varias mujeres en el campo de concentración de Ravensbrück, cuya traducción al español sería el puente de los cuervos. Allí conocieron el infierno. Les tatuaron en el pecho FELD HURE junto a un triángulo invertido negro —el que estaba destinado a las lesbianas y a las putas— y su número de reclusa. El tatuaje era una forma de que nunca olvidaran en qué las habían convertido: en putas de campo.
Ravensbrück es la culminación de un proyecto basado en aniquilar mujeres. Estamos hablando de crímenes específicos de género, como abortos forzados, esterilización, prostitución forzada
Su protagonista es Isadora Ramírez, una mujer de diecisiete años con grandes convicciones políticas pero con unos valores familiares mucho más poderosos que todos esos ideales. Un soplo a finales de julio de 1939 cambia de forma radical y para siempre su vida. Ignacio Ramírez, su hermano, está vivo y en Francia. Ha conseguido cruzar y escapar de los fascistas. Comienza entonces una búsqueda desesperada. Con la búsqueda llega el exilio, la Resistencia, una detención y un viaje. Un trayecto desconocido en un vagón de ganado con un destino incierto.
¿Por qué se crea Ravensbruck? ¿Por qué un campo de mujeres? ¿A qué obedece?
Ravensbrück es la culminación de un proyecto basado en aniquilar mujeres. Estamos hablando de crímenes específicos de género, como abortos forzados, esterilización, prostitución forzada. Es una parte crucial de la historia de las atrocidades del Tercer Reich. Sara Helm, reclusa de este campo, escribió un libro sobre Ravensbrück y el título que escogió es muy significativo, Si esto es una mujer, haciéndose eco de la célebre obra de Primo Levi Si esto es un hombre. Siempre he creído que nada sucede por casualidad. El odio se va generando gradualmente mediante la palabra, los estereotipos y los prejuicios, ese odio lleva a la deshumanización y a la violencia sistemática, a la aniquilación. Fue el único campo destinado casi exclusivamente a prisioneras. Se ordenó construir en noviembre de 1938 y se terminó en abril de 1939. En mayo llegaron las primeras. Fue un campo de exterminio y de experimentación, pero lo más importante y lo más desconocido es que allí fue donde se gestó una red de prostíbulos y donde comenzaron a utilizar a las mujeres para su uso y disfrute.
¿Quiénes componían la población reclusa de Ravensbrück? Es interesante precisarlo...
El factor determinante de los internos era su género. En los primeros meses del campo, había muchas mujeres alemanas, prostitutas de las calles de Berlín engañadas por las falsas promesas de los nazis (mejores condiciones que en la calle y mejor alimentación) y polacas. A medida que la población del campo aumentó, hubo un número considerable de mujeres gitanas provenientes de Checoslovaquia y Ucrania, austriacas, rusas, francesas y españolas y, en menor número, judías. A las judías no les daban la oportunidad de vivir en este infierno. Esto es debido a que fue en Ravensbrück donde el Tercer Reich ideó una red de prostíbulos para todos los campos y la mayoría de reclusas salían de allí. Los nazis no contemplaban la posibilidad de que las putas de campo, como ellos las llamaban, fueran judías.
Les tatuaron en el pecho FELD HURE junto a un triángulo invertido negro —el que estaba destinado a las lesbianas y a las putas— y su número de reclusa. El tatuaje era una forma de que nunca olvidaran en qué las habían convertido: en putas de campo
¿Qué tipo de campo era? ¿Qué es lo que pasaba allí?
Era un campo de trabajo, experimentación y exterminio. Vivían en condiciones deplorables y eran obligadas a extenuantes jornadas de trabajo. En su fase final, mucho después de que se hubiera suspendido el uso de cámaras de gas en el este, se construyó una en Ravensbrück para seguir aniquilando mujeres. Incluso trajeron partes de las cámaras desmanteladas en Auschwitz.
También se pensó como campo de entrenamiento para guardianas de las SS, donde se las adiestraba para matar. Más de trescientas mujeres morían cada día por culpa del hambre, del frío, por el exceso de trabajo y por las vejaciones perpetradas contra ellas. En la documentación guardada por el archivo oficial del gobierno británico sobre el Caso Ravensbrück, se pueden leer las tareas que realizaban las guardianas: ejecuciones, interrogatorios, resumen de entradas y salidas, maltrato.
Cualquier cosa que pudiera molestar a una guardiana era suficiente para atizar golpes en sus cabezas hasta causarles la muerte, violarlas con sus porras, desnudarlas y rociarlas con agua congelada…
Holocausto
Auschwitz, el espejo sin reflejo
En concreto, ¿qué era una feld hure?
Las feld hure eran las mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Cada día llegaban infinidad de mujeres al campo. En el recuento eran seleccionadas y las guardianas decidían lo que se hacía con cada una de ellas. Unas eran mujeres aptas para trabajar, otras las inservibles —como les gustaba llamarla—, siendo estas las mujeres más ancianas, las niñas menores de cinco años y las que llegaban con un avanzado estado de gestación. Las inservibles no eran contabilizadas ni registradas, directamente las enviaba a las cámaras de gas. Por último, estaban las feld hure.
El prostíbulo [... ]era un barracón que contaba con una veintena de habitaciones custodiadas por una guardiana, donde los hombres y los soldados de las SS podían acceder a los servicios a través de un sistema de tickets
Las feld hure —que se traduce literalmente puta de campo— estaban en barracones diferentes al resto, no se les cortaba el pelo y supuestamente tenían mejores condiciones dentro del campo, más comida y menos trabajo. Estos privilegios no eran en ningún caso un gesto de misericordia. Los nazis las utilizaron como un engranaje más de su maquinaria y su vida no valía para ellos más que el resto de las piezas. Eran las mujeres más jóvenes y que aparentemente llegaban sanas las que eran obligadas a ejercer la prostitución en el prostíbulo, que era un barracón que contaba con una veintena de habitaciones custodiadas por una guardiana, donde los hombres y los soldados de las SS podían acceder a los servicios a través de un sistema de tickets.
Muchas contraían enfermedades de transmisión sexual y cuando ya no podían seguir ejerciendo eran pasadas a los barracones de experimentación para practicar todo tipo de aberraciones con ellas: cortar huesos, músculos y nervios e infectarlos con bacterias para probar medicamentos... A las que tenían la mala suerte de quedarse encinta les llamaron las conejas y no solo experimentaban con ellas, también con sus bebes.
A veces los datos nos reflejan con mejor precisión los procesos y sus magnitudes ¿Cuántas reclusas hubo? ¿Cuántas sobrevivieron? ¿Cuántas fueron españolas?
Se dice que solo en Ravensbrück murieron alrededor de 50.000 mujeres, de las más de 130.000 prisioneras que pasaron por el campo, entre las cuales hubo un gran número de españolas. Por desgracia no hay mucha información sobre este campo de exterminio, fue de los últimos que se liberó y mucha documentación fue destruida. Constatadas hay 400 españolas, pero es posible que fueran muchas más.
Hoy más que nunca las ideas que condujeron al genocidio están vivas y me aterra que no seamos conscientes de lo que se puede llegar a gestar
¿Quedan, a día de hoy, supervivientes?
Neus Català fue la última superviviente española que falleció en 2019, con 103 años. En Europa quedan aún algunas supervivientes dedicadas a contar lo que hicieron en Ravensbrück con las mujeres, como Micaela Hers que llegó con 8 años junto con sus hermanas y su madre. Ellas no tuvieron la oportunidad de vivir en el infierno. Las borraron de la historia nada más llegar. Hoy vive en Suiza y sigue haciendo la Revolución (con mayúsculas), habla frente a los estudiantes para contar lo que sucedió en aquel campo. Micaela tuvo que enfrentarse al miedo, a la pérdida y a experimentar todos los horrores de un campo de concentración. Gracias a mujeres valientes como ella, los jóvenes pueden conocer en primera persona los horrores del Holocausto.
¿Por qué Ravensbrück ha quedado tan en la sombra dentro de los relatos sobre el exterminio?
Mientras que los nombres de otros campos se han convertido en sinónimo del régimen nazi, hasta hace relativamente poco los testimonios de las supervivientes y de quienes fallecieron en Ravensbrück, así como de quienes causaron sufrimiento, han permanecido silenciados. Esto se debe a que, inmediatamente después de la II Guerra Mundial, empezó la Guerra Fría, la cortina de hierro cayó y Ravensbrück quedó al otro lado, escondido, olvidado. Los que estaban en el este no lo olvidaron, pero lo presentaron como un centro de resistencia comunista, de manera que el recuerdo de las mujeres desapareció por completo de la historia. Tampoco ayudo a que la mayoría de sus documentos desaparecieran y los archivos sobre el juicio de Ravensbrück estuviesen clasificados hasta casi los años ochenta.
¿Crees, también, que ha existido una masculinización del relato del universo concentracionario?
Por desgracia la historia de lo que sucedió en los campos, y no solo en los campos, también en la Guerra Civil española, exilios, Resistencia, siempre la han contado los hombres... Creo que es necesario poner voz a las mujeres. Mujeres que sufrieron más que los hombres el horror nazi. Fueron violadas, les arrebataron a sus hijos para asesinarlos, a miles las vaciaron... Siempre se habla de los deportados españoles y muy poco de las mujeres, cuya lucha fue imprescindible para que los demás subsistieran. Mujeres doblemente victimizadas, que padecieron hambre, enfermedades, abortos y terribles experimentos médicos.
Acabar con la memoria de un pueblo mediante la indiferencia y con la estrategia de dejar pasar el tiempo es la manera más burda de mostrar desprecio a las víctimas.
Haciendo una lectura e interpretación desde el presente, ¿qué luz arroja Putas de campo sobre sombras concretas de aquí, de este momento social y político? ¿Lo consideras un libro combatiente?
Comprobamos que hay dirigentes políticos que reverdecen las ideas del odio, de la exclusión al diferente, al pobre, al inmigrante. Creo que hoy más que nunca las ideas que condujeron al genocidio están vivas y me aterra que no seamos conscientes de lo que se puede llegar a gestar. Por eso es tan importante recuperar memoria, porque lo que no se cuenta nunca ha sucedido. La cultura, la historia y la memoria son, desde mi punto de vista, los pilares más importantes de una sociedad sana. Por desgracia, quienes inculcan estas ideas prefieren un pueblo ignorante, más fácil de manipular.
Putas de campo es un libro para concienciar, para conocer y reparar. También lo concibo como una herramienta de ayuda a todas las mujeres que están siendo obligadas a ejercer la prostitución en contra de su voluntad. Por tanto sí que lo considero un libro combatiente.
Putas de campo es memoria pura... ¿Cuál es, a tu juicio, el papel que la memoria está llamada a desempeñar hora?
La memoria es fundamental, es necesario conservarla para preservar nuestra identidad, para la formación de una cultura democrática. La memoria es imprescindible, por muy dolorosa que sea; un país sin memoria no es nada, no vale nada y es muy manipulable, por eso algunos están tan empeñados en que olvidemos. Creo que hoy más que nunca debe estar muy presente el derecho a recordar.
Y, estableciendo un trayecto que se atreviera a dar un paso más allá... ¿Cuál sería el de la indiferencia?
Para mí la indiferencia es como un delito... Es el exterminio de la memoria. Es lo que muchos quieren, interesa que olvidemos. Acabar con la memoria de un pueblo mediante la indiferencia y con la estrategia de dejar pasar el tiempo es la manera más burda de mostrar desprecio a las víctimas.