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Medio ambiente
Verde como el carbón
Nada detiene la espiral de autodestrucción provocada por el devenir bulímico de los ciudadanos consumidores. Basta con asomarnos a cualquier crónica o imagen de hace un siglo, o de hace solo 50 años incluso, para levantar acta de una devastación ambiental pavorosa.
Gasolina verde, petróleo verde, fábricas de coches verdes, constructores verdes de pantanos verdes, canales verdes, grandes vertederos verdes, canteras verdes, térmicas verdes, ciruelas japonesas kilómetro 10.000 verdes, trenes de alta velocidad nuclearizada verdes, hoteles y departamentos turísticos verdes, vuelos verdes a la Conchinchina, humo verde, beneficios verdes, jornadas de medio ambiente verdes, consejerías de medio ambiente verdes, colectivos ecologistas subvencionados verdes y partidos políticos verdes, cumbres contra el cambio climático verdes, gobiernos del cambio verdes, gobiernos de progreso verdes. Todo es verde como el carbón, canta el bardo de Salvatierra.
En los diez años que han pasado desde que un grupo de activistas fundó Sustrai, casi todo ha ido a peor. El aire que respiramos está más envenenado, tenemos más embalses, hay más eutrofización y más ríos agonizantes, las aguas freáticas están más contaminadas, el territorio más metropolizado, hay más hectáreas de transgénicos, más bosques amenazados, más montes perforados por la industria extractivista, se han proyectado más urbanizaciones de lujo, se han construido más kilómetros de autovías, hay más coches por habitante, más ruido en nuestras calles, se dieron más permisos a grandes superficies, son más falsas las denominaciones de origen, hay mas cadenas tróficas quebradas, menos aves en los humedales, más especies en vías de extinción, más basura en los montes, menos nieve en los glaciares. Bienvenidos al planeta basura, con su Navarra sin truchas, sin tortugas, sin nutrias, sin bucardos, sin osos, sin lobos, sin urogallos y sin katamotz.
Las estadísticas oficiales, entre tanto, señalan que la esperanza de vida aumenta sin parar, sobre todo en los tramos altos de la clase media. Geolocalización las 24 horas del día, conversaciones y mensajería intervenidas, coltán por la mañana, coltán por la tarde, coltán por la noche, coltán en el parque infantil, coltán en la water, coltán en la cama, chips, microplásticos, disruptores hormonales y metales pesados en nuestros cuerpos, insatisfacción, neurosis, miedo, medicalización de los malestares sociales. Una pulsión de muerte se propaga por comarcas, valles y montañas.
No hay tregua para nuestros ecosistemas. Nada detiene la espiral de autodestrucción provocada por el devenir bulímico de los ciudadanos consumidores. Basta con alejar el foco lo suficiente y que nos asomemos a cualquier crónica o imagen de hace un siglo, o de hace solo 50 años incluso, para levantar acta de una devastación ambiental pavorosa. Queda la balsa de la medusa de los intransigentes con la mentira, su hilo de voz en el océano de las fake news de liberales y socialdemócratas. Queda, entre otros, que no son muchos, Sustrai.