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Consumo
Una pizca de compra pública responsable para esta época navideña
La Compra Pública y el consumo en épocas navideñas son conceptos aparentemente muy alejados. Esta afirmación surge casi de forma automática, y es que, de manera natural, la compra pública está pensada para no caer en el consumo impulsivo típico, que no exclusivo, de la época navideña.
La sociedad del consumo nos induce a comprar en cualquier momento del año y la Navidad es uno de sus mayores reclamos: cada vez un poquito antes, cada vez un poquito más. Con el pistoletazo del Black Friday, seguido del CyberMonday, se nos invade de reclamos publicitarios que nos seducen con bienes y servicios que se presentan como oportunidades imposibles de rechazar.
¿Es la administración pública y su compra ajena a todos estos impulsos?
La administración pública no puede, ni debe, responder a necesidades cortoplacistas, sino que más bien se rige por la racionalidad y la planificación. Hay una identificación de necesidades y se lleva a cabo una previsión, es decir que podríamos afirmar que se trata de una compra proactiva. Siendo así, deberíamos suponer que el consumo de las administraciones públicas es más estable, independiente de la época del año en la que se realice la compra del bien o servicio.
Sí que consume bienes y servicios de tipo navideño, como por ejemplo, la iluminación de la ciudad, el montaje y desmontaje de adornos navideños, campañas de sensibilización específicas u otros productos y servicios afines. Podría ser interesante observar la evolución del gasto público en este tipo de compras, valorar si en los últimos años ha habido un aumento en el gasto que acompañe la vorágine consumista que nos consume como sociedad. Más luces, más adornos, más actividades programadas, etc. Actualmente, no se dispone de un estudio similar que evalúe este gasto, tanto en cantidad de contratos como en volumen de dinero dedicado a ello, así como el nivel de criterios sociales, ambientales y éticos incluidos en los mismos, que nos permita considerar la celebración de unas fiestas con criterios de sostenibilidad.
El acto de consumir individualmente no debe responder ante nadie, cada uno utiliza su dinero como quiere o como puede. En el caso de la administración pública, hablamos de dinero público, del dinero de tod@s y cada acto de compra de bienes o servicios está sujeto a un marco legal estricto (desde normativas europeas a instrucciones locales) para evitar actos arbitrarios discrecionales y poder justificar los gastos realizados ante la rendición de cuentas pública a la que debe someterse el consumo de la administración pública.
Por lo tanto, la compra pública no debería estar sujeta a las modas y las tendencias observadas en otras administraciones, ni a la presión de grandes campañas publicitarias, sino que las políticas públicas nacionales e internacionales deberían ser el eje motriz de dicho gasto, Así, un ejemplo sería el de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el que la meta 12.7 (ODS 12) explicita la promoción de prácticas de adquisición pública que sean sostenibles como base para la consecución de la Agenda 2030.
De hecho, esta necesidad de incorporar criterios de sostenibilidad en la compra pública tiene un punto de inflexión en España con la aprobación de la Ley de Contratos del Sector Público 9/2017 (LCSP) que incorpora los requisitos establecidos en las directivas europeas de contratación del año 2014. Esta normativa detalla, entre otras consideraciones, cómo toda contratación pública deberá incorporar de manera transversal y preceptiva criterios sociales y ambientales que valoren todo el ciclo de vida de los productos y servicios a contratar. Pero, como ocurre habitualmente, la ley, aunque necesaria, no es suficiente para asegurar un cambio de hábitos en la forma de contratar, tanto en épocas navideñas como durante el resto del año. La incorporación de criterios sociales, ambientales y éticos requieren de una mayor inversión en recursos humanos y económicos, así como de la voluntad política para aprovechar el potencial que el marco legal permite, tal y como se recoge en el artículo Compra Pública: un buen tomate!
El papel de la administración pública y la valoración de las necesidades
Cierto es que los regalos inmateriales son cada vez más habituales, unas entradas para el teatro, un paseo con cafecito al sol, una tarde en el parque, etc, reduciendo así la presión sobre los recursos naturales de cualquier producto material. Pero aún está muy arraigada la compra de regalos, sean del Tió de Nadal/Olentzero, de Santa Claus, de los Reyes Magos o en su defecto de un amigo invisible del trabajo, del grupo de amistades o del gimnasio. Bufandas, calcetines, guantes y gorros por doquier hasta llegar a los pongos, aquello que tu no querrías, pero que se acaba regalando. Entre campañas de marketing y seguir la rueda social en estas fiestas entramos en una dinámica consumista poco racional, y sobretodo, que genera impactos ambientales, sociales y de carácter ético significativos.
La respuesta a la pregunta sobre la necesidad es complicada. La necesidad inducida cultural y socialmente hace casi imposible escapar del consumo, pero no se debe tampoco demonizar cualquier tipo de consumo, puesto que vivir sin consumir es prácticamente imposible, pero consumir conscientemente puede ser altamente sencillo siempre que dispongamos de la voluntad, las herramientas, y los recursos e información necesarios.
La compra pública de bienes y servicios está sujeta a un análisis de necesidades que debe ser justificado. Es la primera pregunta que nos debemos hacer para realizar un consumo consciente, y a su vez resulta un ejercicio prácticamente ausente en la mayoría de las acciones de consumo sometidas a la presión de la publicidad y la urgencia.
Aún así, como hemos ido viendo, la administración pública deberá proveer de algunos bienes y servicios durante estos días. No se puede decir tampoco que estas acciones de consumo resulten de una decisión impulsiva si no de la planificación a tiempo vista para poder seguir los procedimientos de contratación pública. Procesos de tramitación que son considerados de manera general lentos, pero, aquí, el tiempo y la lentitud juega a favor del consumo consciente.
Las alternativas siempre existen, sólo hay que encontrarlas… De regalar un pongo a regalar un masaje existe un amplio margen de posibilidades, de igual modo que ocurre en el caso de las administraciones públicas, especialmente en lo que se refiere a la promoción de otro tipo de consumo entre la ciudadanía. Este es el caso, por ejemplo, de la VI Feria de Consumo Responsable y de Economía Social y Solidaria de la ciudad de Barcelona, un ejemplo de cómo es posible crear sinergias y hacer visible este cambio de paradigma hacia un consumo consciente aprovechando las tendencias de consumo navideño.
Vemos cómo la administración pública sí que lleva a cabo un consumo relacionado con la Navidad, pero sus actuaciones no son neutras, forman parte de una política estratégica transversal, y puede no sólo demostrar la racionalidad en el consumo vinculada a la justificación de las necesidades, sino que también cuenta con herramientas para potenciar impactos positivos en sus acciones de compra y contratación.
Podemos por lo tanto, aprender y valorar positivamente la lentitud de la administración pública como un atributo clave para la inclusión de consideraciones sociales, ambientales y éticas en la compra y la contratación pública. Pero es cosa de tod@s continuar trabajando para obtener el mayor rendimiento y quizás así, facilitar nuestras opciones de consumo consciente a nivel individual, tanto para momentos como la época festiva en la que nos encontramos, como para el consumo más importante que llevamos a cabo durante el resto del año.
Felices fiestas a tod@s!