Escraches
Escraches: de Argentina a España

A seis años de la campaña por la dación en pago del movimiento antidesahucios, ponemos el foco en la herramienta colectiva contra la impunidad y la injusticia inmanentes a las estructuras de poder.

Pah Escrache Rato
La PAH realiza un escrache ante la sede de una de las empresas vinculadas a Rodrigo Rato, en mayo de 2014 Dani Gago
4 mar 2019 16:18

Este mes de febrero ha hecho seis años de la campaña de movilización social, organizada y activa, para conseguir la aprobación de la dación en pago por ley. Fue parte de la historia del movimiento por el derecho a la vivienda en España que lleva gritando en las calles, durante décadas, “ni casas sin gente, ni gente sin casas”.

Aquel mes de febrero, dentro del contexto de los años álgidos de la resistencia al ajuste, a las políticas de austeridad neoliberal, en la circulación de inteligencia colectiva de los movimientos sociales que se activaron entre 2011 y 2015, y por aquello del aprendizaje fluido e internacionalista de los métodos de protesta de los movimientos sociales, se confirmó un diálogo potente, en el que se “pone el cuerpo”, con una de las experiencias de lucha de los años 90 en Argentina. Se puso en práctica una herramienta plebeya asumida como método de protesta por los organismos de derechos humanos argentinos: el escrache.

Escraches Argentina 1
El escrache fue una herramienta útil para el movimiento de los derechos humanos en Argentina para señalar la impunidad en la que vivían los responsables de crímenes de lesa humanidad.

En España no se conocía generalizadamente que su práctica había significado una forma de superar la impunidad institucional del terrorismo de Estado, practicado sistemáticamente por la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983).

Una manera de romper esa impunidad, tomada como injusticia, en el terreno donde estaba la gente. En el terreno “de la gente”, en aquello que también quieran privatizar, la calle. Para que fuera desde lo público, desde la opinión y juicio de las personas en colectivo, sin mediaciones, donde el beneplácito de la impunidad no pudiera, no pueda, darse. Poniendo en cuestión críticamente la división dominante entre lo público y lo privado, como parte necesaria para modificar estructuras de poder, tal y como nos enseña también el feminismo. Trasgrediendo el refugio de lo privado, no entendido como derecho, sino como isla ficticia de un sujeto social responsable y culpable del sufrimiento de otros sujetos, tanto en sus dimensiones públicas como en las privadas, por una posición estructural de poder que no cuenta con tales límites en su ejercicio. Porque en estas luchas se manifiesta que “lo personal es político”.

El escrache pone en cuestión críticamente la división dominante entre lo público y lo privado, como parte necesaria para modificar estructuras de poder, tal y como nos enseña también el feminismo

Por tanto, merece la pena recordar en este momento de reacción ofensiva de las derechas y el capital para asegurar su acumulación en este capitalismo tardío convulsionado, en estos tiempos de lucha feminista potente que el escrache es un acto político de denuncia y visibilización (señalar donde todos los ven), de evidenciar una vergüenza como tal, una responsabilidad ocultada (o normalizada), de incomodar al impune que lo es por su poder, por su posición social.

Y es que el escrache maneja algo tan ancestral en nuestras culturas como la evidencia de la vergüenza, de lo vergonzoso como indigno, ante todos: para que el Rey desnudo no pueda seguir en su mentira y todos seamos el niño que descubre la verdad frente a su falacia grotesca que esconde como decía Benjamin un ‘documento de barbarie’, y que es reproducida por todos hasta ese momento de verdad, gracias a su poder.

La Academia Argentina de Letras define al escrache como una “denuncia popular en contra de personas acusadas de violaciones a los derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos tales como sentadas, cánticos o pintadas, frente a su domicilio particular o en lugares públicos”.

La etimología del término lo une a su naturaleza popular desde el francés al lunfardo (jerga de Buenos Aires). En las lenguas romances de la zona de la actual república francesa, desde el siglo XI hasta el XVI, escrachar era “cabrearse”, “enrabietarse”. También tenía acepciones vinculadas a las maldiciones medievales, referidas a “sanciones de la conducta humana”. A partir del siglo XVI comienza la acepción de evidenciar y mostrar lo recubierto, lo oculto, significando también “pelar”, “descascarillar”. Del 1700 en adelante significa “reprochar con malos modos”, “enfrentar”, “hacer burla y escarnio”, “echar en cara algo que da pesadumbre”, “insolencia”. En italiano scaracio (escarachio) es escupitajo. Así vemos el vínculo estrecho con lo popular y lo plebeyo.

Su otra acepción antigua completa las características de la protesta de las organizaciones de los hijos de detenidos-desaparecidos por el Estado argentino durante la dictadura militar de Videla, ejercida contra la impunidad y la vida tranquila, como ‘hombres de bien’, de los represores, torturadores y asesinos de sus padres. Me refiero al significado de “fotografía”.

La imagen personal ha sido fundamental en Argentina, tanto para dar identidad a los desaparecidos y a sus hijos apropiados, como para identificar a los represores portando sus fotos como medio de identificación de esa “cara fea” —otra acepción del término—, la de ese represor que vive tranquilo hasta que, frente al sistema de poder que le da inmunidad y perpetúa su impunidad dentro de la sociedad, la gente toma autonomía, se empodera, y protesta en forma de denuncia pública directa para evidenciar lo que son, lo que han hecho, “su vergüenza”, su responsabilidad en el sufrimiento de la gente que los escracha.  

Por último, antes de la acepción de los años 90, a principios del siglo XX en el lunfardo porteño, escrachar quería decir “esperpento”, “escarnecer públicamente, haciendo hincapié en el ridículo de los sujetos a escrachar”. En definitiva, el escrache es una forma de protesta bien arraigada en las culturas populares, como lo eran los clásicos abucheos de la plebe contra los responsables del “mal gobierno” y por la justicia, en sus múltiples estratos y sentidos, poniendo en el centro según los casos la penal o la social. 

El escrache es una forma de protesta bien arraigada en las culturas populares, como lo eran los clásicos abucheos de la plebe contra los responsables del “mal gobierno”

Pues bien, esta legitimidad de larga data no deja de ser problemática en la visión encorsetada dentro de la democracia liberal y, por ello, es muy usada por las máscaras de ‘la ley y el orden’ que responden no sé si del ‘caos’ sistémico pero, desde luego, del sufrimiento masivo (considerando en esas masas a todas las personas como tales y no sólo al ciudadano de bien, con arquetipo mundialmente establecido). Ahí está la, tramposamente patrimonializada por las elites y sus voceros, idea del ‘republicanismo institucional’ a la francesa, casto, puro, neutro y meritocrático; o el término de ‘populismo’ como un apelativo exclusiva y simplificadamente peyorativo, en sus significados y significantes hegemónicamente circulantes.

Escraches Argentina 2
Los escraches frente los lugares de trabajo o la vivienda de los represores pronto se extendieron para señalar a los responsables de la crisis argentina de 2001.

En el caso argentino, las organizaciones de HIJOS decidieron usar el método tomando de ejemplo las acciones que se habían hecho para identificar a nazis ocultos, muchos en Argentina, que “vivían como si nada hubieran hecho”.

De ahí que uno de los cánticos de las organizaciones de derechos humanos sea “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”. Por eso escuchar a las derechas españolas y a los medios de comunicación masivos hacer paralelismos entre la práctica del escrache y las acciones nazis de persecución social contra el pueblo judío, en tiempos de progromos modernos, de los guetos, de la antesala a la Shoah, es un agravio mentiroso e intolerable.

Una vez más, en tierras ibéricas, entre finales de octubre y principios de noviembre del año pasado, antes del ciclo de giro a la derecha, volvían a ejemplificarse las tensiones existentes en la legitimidad impoluta del sistema democrático liberal en esta coyuntura.

Por un lado, la llamada crisis del Tribunal Supremo que dejó al descubierto las falacias del relato legitimador de división de poderes por fuera de los entramados de las corporaciones oligárquicas, a través de la evidencia del funcionamiento sistémico y sistemático de interrelación entre los poderes fácticos y los institucionales. Volvía a evidenciarse la desnudez del rey: los intereses de los bancos asegurados por el poder legislativo durante años, eran defendidos por el poder judicial cuando el control de esa reproducción encontraba una falla en el sistema, por un juez que no había sido disciplinado a priori en su sentencia.

De nuevo los bancos, las hipotecas, el poder judicial y el poder político. Recordemos que el Consejo Superior del Poder Judicial tras suspender una sentencia de una de las cámaras del mismo tribunal, falló finalmente en contra de la sentencia a favor de la gente hipotecada, perpetuando el pago del impuesto hipotecario al cliente.

Las organizaciones de HIJOS decidieron usar el método tomando de ejemplo las acciones que se habían hecho para identificar a nazis ocultos, muchos en Argentina

Conclusión de una reunión de dos jornadas, que aprobó la continuidad del interés bancario pese a la crisis de credibilidad del propio Tribunal Supremo, por diferencia de dos votos, entre los que finalmente se encontró el del entonces presidente de ambas instituciones, elegido por acuerdo entre los partidos del bipartidismo del ‘régimen del 78.

El escándalo siguió con el pacto PP-PSOE para los nombramientos de un nuevo Consejo y se completó con la renuncia del juez que había sido acordado para su presidencia por unas filtraciones del WhatsApp del portavoz del PP en el Senado, en las que se hablaba de la ventaja para el PP en el resultado de la negociación con dicho nombramiento. Para rematar, recordemos que dicho magistrado, el juez Marchena, que rechazó el nombramiento sólo tras desvelarse los equilibrios de poder entre ambos partidos en cuanto a este órgano judicial se refiere, hoy preside el tribunal que encara el juicio al ‘procés’. 

Así, una vez más, el drama del derecho a la vivienda en España se hace presente como resultado de la connivencia de los poderes del Estado con los intereses de la oligarquía global con cotarro local. Mientras después de la burbuja inmobiliaria que se pinchó en la crisis, estamos viviendo una burbuja del alquiler.

Por otro lado, tenemos presentes las reformas de excepción y control que la derecha del PP en el gobierno estableció y que el gobierno ‘sociata’ no derogó: la Ley Mordaza aprobada en 2015. Es decir, la profundización de la castración progresiva de las libertades que precisamente, como nos dijeron, hacen a la democracia liberal, y que están siendo violadas legislativamente por sus mismos voceros, sin aspavientos de los sectores de poder ni de los mass media, supuestamente garantistas. Sufrimos acusaciones por delitos “de odio y de ultraje a los símbolos de España o sus Comunidades”, al jefe del Estado o a los sentimientos religiosos, tenemos presos políticos y presos de conciencia por razones de naturaleza política. Además, con el próximo 8M a la vuelta de la esquina, tenemos muy presente las sentencias de la justicia patriarcal, con un sin fin de ejemplos y con el caso paradigmático de la violación de La Manada.

Así las cosas, volvemos a declarar: no, nunca renunciaremos voluntariamente a nuestras herramientas de protesta como pueblo en la calle, señalando en el ámbito público de nuestros territorios a los responsables del daño de “los de abajo” en los sistemas de poder. No renunciaremos, por tanto, al escrache para contribuir precisamente al cambio de esas relaciones de poder y los desequilibrios de fuerza que establecen.

Escraches ejercidos de forma consciente, bien alejados de las figuras que los poderes usan para su desactivación imaginaria, deslegitimando la protesta. Inoculando miedo a sucesos como “los linchamientos de la turba” y “la caza de brujas”. Siempre dibujados por fuera del poder institucional, estructural y simbólico, como hechos ajenos a ciertos elementos constituyentes de los mismos, que si miramos con atención están siempre presentes. Nos lo muestra palmariamente el ejemplo del macartismo estadounidense. Tengamos presentes los estudios de Silvia Federici. Recordemos y expliquemos pues que siempre están vinculados a conflictos intestinos atravesados por las estructuras de poder de cada contexto histórico. No nos podemos permitir ser idealistas naif, tenemos suficiente análisis en nuestras manos para burlar la caricatura deslegitimadora y hay que dar esa pelea. Ser autocríticos para dar una respuesta superadora de cara a las víctimas de la manipulación contra el empoderamiento de la protesta. 

El escrache señala en la comunidad, no arrasando con ella, incluso en nuestras sociedades posmodernas.

Toca resistir pensando en las contradicciones, como “nietas de las brujas que no pudieron quemar” y de las que quemaron, reconstruyendo historias y experiencias de lucha

Precisamente por esto último es además una herramienta de resistencia que apela no sólo a lo público sino a lo comunitario y, también por ello, continuaremos ejerciéndolo allá donde nuestra indignación organizada nos señale que el cambio pasa por sacar a la luz lo oculto, lo tácito, respecto a los responsables del sufrimiento del subalterno, consecuencia de la reproducción del ejercicio del poder según las estructuras presentes y la continuidad del rol de los privilegiados. Sea este poder militar, económico o patriarcal.

Por ello, pensemos en los problemas del punitivismo sin negación de los peligros y sin renunciar a nuestras herramientas legítimas, respondiendo de su naturaleza y contexto. Responsabilizarse y renunciar a privilegios para abrir igualdad en la diferencia y derechos en paridad, en definitiva, para ser digno, es parte fundamental del camino y para ello el canto al sujeto tiene que incluir el límite de la complejidad y el conflicto entre el inconsciente, la voluntad y el deseo. Tenemos que empujar para mover, para erosionar las estructuras presentes en los lazos más próximos, íntimos, donde la violencia se deposita en la normalidad de lo cotidiano, también, claro, en los lugares que se relacionan con propuestas alternativas que crean un ficción de excepción a lo que nos atraviesa desde los sedimentos sociales más profundos, y que queremos y debemos transformar juntos y juntas. El curro es mucho y la ofensiva feroz. Toca resistir pensando en las contradicciones, como “nietas de las brujas que no pudieron quemar” y de las que quemaron, reconstruyendo historias y experiencias de lucha, como dijeron los zapatistas hace 25 años: “organizando nuestra rabia”.

Sobre este blog
El blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo. El Salto no comparte necesariamente las opiniones volcadas en este espacio.
Ver todas las entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Escraches
Aclarando la confusión entre el escrache y el acoso

El ordenamiento jurídico español ha decidido hace tiempo que los escraches no son acoso. No legitimemos el acoso llamándolo escraches.

Escraches
Bienaventurados los justos

El día de San Isidro, los candidatos de Partido Popular y Ciudadanos fueron recibidos por decenas de personas que han sufrido en sus carnes el rechazo de estos partidos a la ILP por el derecho a la vivienda.

Hipotecas
Escrache al Supremo: “Algo huele mal en este tribunal”

Más de 200 personas han protestado ante el Tribunal Supremo por la decisión de revisar la sentencia que establece que la banca debe pagar el impuesto de actos jurídicos de las hipotecas.

Sobre este blog
El blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo. El Salto no comparte necesariamente las opiniones volcadas en este espacio.
Ver todas las entradas
Gobierno de coalición
PSOE-Sumar El Gobierno toma nota de la presión social y cambia su discurso sobre vivienda
En la semana en que los sindicatos anunciaron la histórica manifestación estatal del próximo 5A, la ministra Isabel Rodríguez sube el tono.
Madrid
La burbuja del alquiler Sumar, Podemos y sindicatos de inquilinos presionan para convertir en indefinidos los contratos de alquiler
Sumar lanza una propuesta legislativa para transformar en indefinidos los contratos de alquiler, una de las principales demandas de la manifestación por la vivienda del 5 de abril. Una moción de Podemos, rechazada en el Congreso, pedía lo mismo.
Cine
Kamal Aljafari “Palestina está en la raíz de la situación actual del mundo”
Kamal Aljafari lleva toda su carrera trabajando con materiales de archivo, indagando en las imágenes e interviniendo en ellas para preservar memorias en desaparición y para oponerse al proyecto colonial sionista y su falseamiento del pasado.
Líbano
Ocupación israelí Israel incumple el acuerdo de paz y mantiene tropas en el sur de Líbano para “vigilar” a Hezbollah
El Ejército sostiene la ocupación de cinco colinas a lo largo de la frontera tras evacuar sus soldados de decenas de municipios. Miles de civiles regresan a sus casas para descubrir que lo han perdido todo.
Opinión
Derecho a la vivienda Flex Living: el caballo de Troya de la precarización del alquiler
No es una respuesta moderna a las nuevas formas de habitar la ciudad. El ‘flex living’ no es más que la última jugada del sector inmobiliario y los grandes fondos de inversión para maximizar beneficios a costa del derecho a la vivienda.
Opinión
Opinión La unidad del anarcosindicalismo es la acción conjunta
Al hilo de supuestos movimientos desde la CGT hacia la unificación con CNT es necesario diferenciar entre lo que es una relación en clara mejora y lo que sería un proyecto real en marcha.
Galicia
Memoria histórica Cultura, exilio y lucha de las bibliotecarias gallegas durante la Segunda República
Durante los primeros años treinta, las bibliotecas se convirtieron en espacios de trabajo ideales para un modelo de mujer que aspiraba ser independiente y que había manifestado un claro compromiso político. La Guerra acabó con todas sus aspiraciones.

Últimas

Galicia
Galicia La Xunta de Feijóo, condenada por negar visitas a una mujer que murió de cáncer por tener covid-19
La jueza dice que la situación exigía “flexibilizar” las medidas de prevención. Falleció a inicios de 2022 en el Hospital Álvaro Cunqueiro durante los últimos meses de la administración del jefe del PP con Julio García Comesaña de conselleiro.
Egipto
Egipto Ashraf Omar continúa en prisión provisional por dibujar
Ashraf Omar, caricaturista político del medio digital AlManassa, sigue en prisión preventiva indefinida tras ser arrestado violentamente en su domicilio el 22 de julio de 2024.
Comunidad de Madrid
Sanidad Pública Sindicatos piden el cese de la dirección del Hospital 12 de Octubre tras las obras de remodelación
Los problemas con las nuevas instalaciones han cristalizado en una unión sindical que ha reclamado formalmente el fin de la cúpula de dirección tras ser “ignorados” de manera “sistemática”.
Justicia
Justicia Rubiales, condenado por agresión sexual y absuelto del delito de coacciones
18 meses de multa con cuota de 20 euros al día por un delito de agresión sexual. Es la condena al expresidente de la RFEF Luis Rubiales por los hechos ocurrido en la ceremonia de entrega e medallas del pasado mundial celebrado en agosto en Sidney.
Tribuna
Tribuna Verde de ecosocial, verde de educación pública
En nuestras aulas se ha colado una prisa ansiosa, que juzga al alumnado como un gasto, que lo dirige, poco a poco, a un mundo laboral tecnoptimista y completamente atomizador.

Recomendadas

Feminismos
Ana Bueriberi “El activismo tiene que ser colectivo: para contribuir al cambio es imprescindible despersonalizar la causa”
La periodista madrileña Ana Bueriberi reconoce que no sintió la discriminación hasta que llegó a la Universidad. Hoy, desde el proyecto Afrocolectiva reivindica una comunicación antirracista, afrofeminista y panafricanista.
Inteligencia artificial
Militarismo La máquina de los asesinatos en masa: Silicon Valley abraza la guerra
Las fantasías distópicas sobre los futuros usos de las máquinas en la guerra están más extendidas que el relato de lo que ya está pasando en los campos de batalla.