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Historiador e investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
El pasado 5 de junio La Razón de Bolivia publicó, en la sección Animal Político, una entrevista a Juan Carlos Monedero, en ella el cofundador de Podemos reflexiona sobre los problemas de la izquierda a partir de una valoración de los sucedido durante la década ganada en América Latina, el suyo es un llamado a “dejar de pensar en el éter”. Sin embargo, el intelectual español lejos de seguir su propio consejo ha realizado afirmaciones sobre la conformación del Estado-nación en Venezuela que distan precisamente de estar aterrizadas en la historia de éste país, y por el contrario, desde el éter asume la tradicional interpretación eurocéntrica españolista.
Monedero realiza dos afirmaciones bastante problemáticas, la primera que “Venezuela es un país que nunca tuvo minas; al no tenerlas, en la Colonia no fue un virreinato, solo una capitanía general; en el siglo XX, cuando se empieza a armar el Estado, aparece el petróleo. Así, es un Estado caracterizado por obtener la plusvalía no de dentro y, por tanto, sin confrontación política, sino de fuera”.
Se le olvidan algunas cosillas, e ignora otras, solo así se puede justificar semejante afirmación, de lo contrario me es inexplicable cómo es capaz de decir que el Estado venezolano se constituyó en ausencia de conflicto político. Vale recordar, en este sentido, que la Provincia llegó a transformarse administrativamente en una Capitanía General en el marco de las políticas de centralización y concentración del Imperio Español, las llamadas Reformas Borbónicas; tendría que saber Monedero que a la par se instituyó la Compañía Guipuzcoana, cuyo objetivo era controlar y centralizar aún más el monopolio comercial impuesto por la metrópolis, evitando así el comercio desde la otrora provincia con Inglaterra.
Carente de análisis sistémico-estructural y con absoluto desconocimiento de la historia de Venezuela, Monedero ignora precisamente que la reestructuración de la administración colonial avivó el conflicto político, a tal punto que se enumera en una de las causas que sumarían a al proceso independentista a una de las fracciones de la elite (los que vivían del comercio con Inglaterra), hay un desconocimiento total de lo que fue la rebelión popular de Juan Francisco de León en el siglo XVIII, levantamiento producto de las tensiones entre la Guipuzcoana y los productores de cacao. Por cierto, tendría que enterarse de igual manera que quien fuese dueño de unos de los medios de comunicación involucrados en el golpe de estado a Hugo Chávez en 2002, y actual prófugo de la justicia venezolana, se ufanaba por esos años de su origen colonial, y de la vinculación de su apellido (Zuloaga) con la Compañía Guipuzcoana, es decir, la continuidad histórica de las familias que Herrera Luque llamó los amos del Valle.
Pero hay aún más que agregar, desde 1830 (el año en el que Venezuela se separa de Colombia tras una conspiración promovida por los ingleses) a 1903 en la nueva república se contabilizan más de 160 revueltas armadas, entre ellas la Guerra Federal en la que se estima una pérdida de población de alrededor del 10%. Las tensiones que van a producir estas revueltas están imbricadas a los conflictos asociados a los intereses económicos entre una elite que antes se dividía entre patriotas y realistas, conflicto que se traduciría mutatis mutandi durante los primeros años de la república en la disputa entre conservadores y liberales.
La aparición del Estado en Venezuela requiere explicarse desde el paso de una economía formalmente colonial a una economía dependiente y eso no fue precisamente un proceso libre de conflicto
Siguiendo la ruta del intelectual eurocéntrico, en un buen ejemplo de sociología de las ausencias niega la existencia de conflicto político en Venezuela desde su condición de colonia española, de esta manera no tiene necesidad de detenerse para explicar cómo los conflictos que enfrentaron a las distintas fracciones de la oligarquía venezolana están atravesados por cómo una parte de esta se subordinada a los intereses del nuevo hegemón durante el siglo XIX (Gran Bretaña), y también cómo se defendió la fracción de la élite que se beneficiaba de su participación en la administración colonial española y su correspondiente monopolio, y por supuesto, mucho menos tener que explicar cómo estos conflictos constituyen parte de la dinámica estructurante de la relación entre Capital, Estado y Nación en la naciente república.
Para Monedero, el Estado venezolano es una emanación del petróleo, una discontinuidad surgida de la nada, de tal manera que ignora que la lógica oligopólica cuasi monopolística de la economía venezolana no puede explicarse exclusivamente por el inicio de la industria explotadora de petróleo a inicios de siglo XX, la aparición del Estado en Venezuela requiere explicarse desde el paso de una economía formalmente colonial a una economía dependiente, y eso no fue precisamente un proceso libre de conflicto. La negación del conflito político en la Capitanía General no solo es históricamente insostenible, sino que además parece un intento de lavarle la cara al colonialismo español, el argumento no esta lejos de aquel que esgrime la extrema derecha a ambos lados del Atlántico cuando pretenden vender la idea de que América Latina estaba mejor cuando era parte de la Corona.
Esto último nos lleva a cuestionar lo que Monedero llama el “segundo problema”, afirma que “El Estado venezolano siempre ha sido profundamente ineficiente, y al serlo ha dejado abierta la puerta a la corrupción. El segundo problema es que la cultura rentista allí no ha permitido hacer una cultura del trabajo, de la investigación, de la innovación, y ahí ha fracasado” Acá hacen falta algunos comentarios generales antes de volver a la especificidad del Estado venezolano.
Frente a la afirmación de que el Estado venezolano ha sido profundamente ineficiente me pregunto en qué consiste la eficiencia del Estado para Monedero, será que cuando habla de la ineficiencia tiene en mente al eficiente Estado español, si la ineficiencia es causa para la corrupción, entonces qué origina la corrupción en España. Será que para Monedero la corrupción no es inherente a la sociedad moderna y sus sistema económico, el capitalismo, sino un problema técnico que se resuelve con instituciones fuertes, más aún será que no haciendo uso de su propio consejo define al estado de manera “etería”, aunque lo que parece tener en mente es la teoría política eurocéntrica.
Y la última guinda del pastel es la típica y condescendiente afirmación racista con la que se explica que parte del problema ésta en que en la Venezuela rentista no hay cultura del trabajo. Este complejo de superioridad españolista no le deja ver a Monedero que la cláusula “cultura del trabajo” es la misma que se argumenta desde Alemania sobre las razones de la crisis en España, y es que parece olvidarse que para los herederos del romanticismo alemán África inicia al sur de los Pirineos, es decir, España no es Europa. Podría enterarse, si así lo quisiera, de la cultura del trabajo que tiene un pueblo venezolano que hace lo imposible por sobrevivir día a día, que ingenía e innova para sostener la reproducción de su vida, pudiera comprender que Venezuela no es un país monoproductor, sino con un amplio sentido del trabajo, que somos un país monoexportador porque contamos con una oligarquía deficiente, mediocre e incapaz de competir en su propio juego (el mercado) y que ha necesitado siempre el patronazgo del Estado, fuese del proteccionismo monopolístico de los Borbones de antaño y de hoy o de su subordinación al imperialismo británico primero, y al estadounidense después.
Al argumento sobre la cultura del trabajo es simplemente racista, le faltó el típico determinismo aquel con el que se describen a lo que les gusta algunos llamar repúblicas bananeras (Monedero prefiere un eufemismo más acorde con la izquierda blanca: estados ineficientes), se trata del típico “no hay cultura del trabajo porque allí las frutas estaban al alcance de las manos, solo bastaba con estirarlas”, o el “no hay cultura de trabajo por lo tanto no hacen uso productivo de la tierra). Y claro, no hay conflicto político, ambas justificatorias de toda la empresa colonial europea. Y es que parafraseando el título de la obra clásica de Eric Wolf, la entrevista podría titularse Europa y la gente sin Política, ya que si la política es precisamente lo contrario a la ausencia de conflicto, pues la ausencia de conflicto sería en consecuencia la ausencia de la política.
Venezuela
Venezuela, más allá de los lugares comunes
Hace tiempo dejó ser una cuestión de ideología o de clase. Venezuela se ha convertido en un Estado mafioso en el cual su cúpula dirigente se enfrenta con una oposición que también responde a intereses claramente espurios, apoyado por unas potencias que continúan con una línea de injerencia y reproducen una historia de siglos de dependencia.
Monedero no se detiene a explicar cómo se insertó Venezuela en el comercio mundial y en la división internacional del trabajo, cómo la relación entre Capital, Estado y Nación representa la fórmula por la que pasan los conflictos políticos que él ignora, mucho menos cómo fue cambiando esta fórmula en la medida que ocurrió la transición del hegemon británico al estadounidense. Lo que significa, en el actual contexto, una reducción absoluta de la situación que ahora mismo atraviesa Venezuela, para él se trata de asuntos internos resultado de no haber podido resolver los problemas de una estado ineficiente, pues claro Monedero no tiene referentes para explicar la naturaleza del conflicto político en dicho país, simplemente ignora incluso que éste existiese.
Quiere cerrar señalando que pasar una temporada en un país no te convierte en experto, si bien vivir y nacer en él tampoco, pero lo que es inaceptable es la actitud de antropólogo del siglo XXI con la que algunos intelectuales siguen visitando el sur global, pasan una temporada, se hacen expertos sin ni siquiera tomarse el más mínimo tiempo para conocer al menos su historia. Y es que al leer la entrevista de Monedero me queda la pregunta sobre cómo se puede asesorar al presidente de un país cuya historia se ignora, mucho menos si ese presidente tiene el profundo conocimiento que Hugo Chávez tenía sobre la historia de Venezuela.
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Suso De Toro
@SusodeToro1
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