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Cooperación internacional
La cooperación bajo la tormenta
El apoyo a la cooperación internacional en los PGE 2021 no consigue dejar atrás una década perdida para esta política pública ni la prepara para los desafíos globales que enfrentamos en los próximos años.
Mientras el huracán Eta devasta las costas de Centroamérica, en España llueve sobre mojado. De nuevo, las buenas palabras y los compromisos con la cooperación internacional se disuelven como un azucarillo, arroyados por un torrente de realidades siempre más importantes. Con la que está cayendo, ¿a quién se le ocurre pedir más recursos para luchar contra las injusticias en el mundo?
La Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Ángeles Moreno Bau, desgranó este jueves ante la Comisión de Presupuestos del Congreso, la apuesta del gobierno más progresista de la historia para con esa política. Descontando el efecto porcentual de la inyección presupuestaria europea, los números son decepcionantes. Bien es cierto que, después de la etapa negra del gobierno del PP, cualquier cosa que no sea cerrar la barraca y seguir con vida, es una buena noticia, pero se esperaba mucho más. Sobre todo cuando por boca de la misma responsable no se ha dejado de insistir en todo momento en el compromiso gubernamental, recogido en el acuerdo de coalición entre los dos partidos que sustentan al Ejecutivo, para alcanzar el 0,5% del PIB en cooperación al final de la legislatura. Vayan olvidándose, si se confirman las cifras ofrecidas.
Uno lleva ya algo de tiempo en esto y sabe que esos compromisos son como las casas de techos de palma y zinc de la costa caribeña. Son muy bonitos, te hacen sentir bien, lucen fenomenal enmarcados en cielos azules sin fin, pero salen volando cada vez que el horizonte descarga su furia encima de nosotros. Con los nuevos presupuestos ni tan siquiera se llega a la promesa del 10% de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) dedicado a emergencias, aquel concepto que la ciudadanía de a pie entiende a la primera como irrenunciable en cualquier receta de cooperación. A penas subimos 5 M€ hasta llegar a los 22,9M€, lo que no da ni para pipas en un mundo que no se va a quitar ya el chaleco salvavidas ni va a plegar las tiendas de campaña hasta dentro de varias generaciones. Para que me entiendan: sólo el presupuesto de Médicos sin Fronteras en España, sufragado casi en su totalidad con aportaciones particulares y dedicado a esos menesteres, ronda los doscientos millones de euros. Así no se hace una política pública.
El aumento total de 119M€ anunciado por Sánchez para todas las partidas del programa de cooperación de Exteriores, se queda en 86M€, si descontamos lo que la UE nos subcontrata. Ese ministerio y su programa siguen sin liderar las aportaciones españolas a la AOD, solo suponen la cuarta parte de un total que se dirige desde otros negociados de la Administración General del Estado. No es lo mismo que la cooperación tenga una visión transformadora y un despliegue transparente y compartido con la sociedad civil, que se enroque en un sesgo securitista, externalizando fronteras hasta el Sahel, o supeditada a los secretos y dinámicas comerciales, en una apuesta económica exterior con dudosos efectos beneficiosos para las personas y comunidades más desfavorecidas.
La que en buena lógica debería ser la gran ejecutora de esa cooperación de calidad, la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), solo gestionará 18M€ más, viendo reducido en 2M€ su gasto en personal. Mientras la costa de los misquitos se anega, la AECID sigue ahogada en sus problemas internos, con una perseverante mala gestión de recursos humanos, y no parece que vaya a salir a flote con menos recursos a su disposición.
El 20% de aumento propuesto por Sánchez para la cooperación patria, pasa porque las administraciones autonómicas y locales sigan arrimando el hombro. Es algo aventurado dar por descontado que subirán todavía con más provisiones a ese cayuco en el que se ha convertido en los últimos diez años la acción exterior española, un década en el furgón de cola europeo. Máxime sabiendo que son las que van a tener que desplegar el puerta a puerta de las necesidades de una población exhausta por la pandemia y la crisis. El ‘primero los de casa’ volverá como las oscuras golondrinas, y con estas medias tintas desde Moncloa, será complicado seguir sosteniendo esa cooperación municipalista que tantos embates de la naturaleza y cuñados con pico de oro ha resistido en los peores momentos. Aquí los únicos compromisos que han seguido brillando en la oscuridad y cuando el viento más arreciaba, ha sido un puñado de ayuntamientos y diputaciones. Que conste en acta.
De hecho, el presupuesto que gestionamos las ONG depende casi en exclusiva de la recaudación de la X Solidaria del IRPF y del impuesto de sociedades. ¿Se imaginan que el ejército pasara el cepillo para hacer sus maniobras, y que según lo que juntara en el crowdfunding anual, tantas flechas y balas pudiera comprarse? Ni a Gila se le ocurriría, y el chiste es que lo que no deja de crecer hasta los más de veinte mil millones de euros es el presupuesto militar. No hace ninguna gracia.
Miro la fotos de Bilwi, destrozada, y de tantos otros municipios en esos países con los que hemos intentado trabajar estos años. Miro las fotos de Gervasio Sánchez y las defensoras de ríos y montañas que nos observan en el Arts Santa Mònica de Barcelona. La tormenta crece por momentos y salimos a recibirla en pijama, pensando que cerrando los ojos y pensando muy fuerte, se irán por donde vino y volverá un radiante porvenir.