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Opinión
¿Para qué sirve el Gobierno de Pedro Sánchez?
¿Para qué sirve el Gobierno de Pedro Sánchez? Esta pregunta posiblemente se la hacen muchas vecinas de Vallecas cuándo este miércoles lluvioso Mariano ha sido expulsado de su casa. La familia Elzaburu ha contado con policía nacional, bomberos, secretaria judicial, juez, ayuntamiento de Madrid y en definitiva con todo el aparataje del Estado español a su disposición para a partir de una factura de agua impagada de 45 euros, abrirle un proceso de expulsión.
Mientras Mariano se quedaba en la calle, a 36 minutos de viaje en la línea 1 de metro, en otro de los pilares del estado, el Congreso de los Diputados, el gobierno del PSOE y Sumar sufría otra derrota parlamentaria, una de las más duras de la investidura para el ejecutivo.
Un gobierno incapaz de sacar adelante si quiera sus propuestas más tímidas
Posiblemente la gran parte de quienes votaron a Sumar en las últimas elecciones generales (candidatura unitaria del Movimiento Sumar, IU/PCE, Podemos, Compromís y Más Madrid entre otras) no lo hacían esperando de ellos encarar a fondo las grandes cuestiones que lastran hoy las vidas de las millones de trabajadoras y trabajadores. Es más, es una evidencia que muchas de quienes votaron al PSOE o a Sumar no contaban con otra motivación más allá de evitar un gobierno dominado por el PP y Vox. Tras un año y medio de constitución del gobierno, el golpe parlamentario sufrido por el gobierno la pasada semana nos obliga a preguntarnos: ¿está cumpliendo el gobierno con estos objetivos? ¿Esta derrota es fruto de la coyuntura o responde a un proceso más profundo?
Para responder a estas preguntas sería simplista echar las culpas de la actual situación únicamente al gobierno del PSOE y Sumar, ejecutivo que solo es la continuación del anterior gobierno de coalición con Unidas Podemos. Decimos continuación porque la matriz estratégica de ambos ejecutivos ha sido sustancialmente la misma, la concertación social como vía para dar continuidad al proceso de modernización del capitalismo español de la mano de las directrices europeas y el estado como garante. Bajo esta batuta, Sánchez es ya el mejor alumno de la Unión Europea y puede presentar con orgullo los mejores datos de crecimiento económico del mercado europeo. Este viene siendo el principal sostén de Sánchez, pero si rascamos la superficie observamos cuestiones que serán decisivas en el futuro político español, el crecimiento del recae principalmente en la inversión pública frente a un capital empresarial que se mantiene prácticamente estancado desde la pandemia. El famoso Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, más comúnmente conocido como “Fondos Next Generation EU”, venía a animar e impulsar una oleada de inversiones privadas en sectores estratégicos como la energía y la digitalización para encarar de manera renovada la transición ecológica. Pero la realidad es que estamos asistiendo a una de las mayores transiciones de dinero público a empresas privadas, sumado al consumo público y el turismo. La culminación de lo que Pablo Iglesias defendió desde el gobierno y Enrique Santiago y Alberto Garzón calificaron de modernización de España.
Curiosamente, la única ley aprobada ese mismo día en el Congreso es la reforma que permite ampliar voluntariamente la edad de jubilación hasta los 72 años
Pero si lo anterior ha sido el proceso de fondo que mueve las placas tectónicas de la política, el salto cualitativo que vivimos en estos meses es la constatación política y social por cada vez más sectores de entre la base social de la izquierda de la incapacidad de los gobiernos progresistas para aprobar simplemente medidas paliativas de las consecuencias más sangrantes. En un rápido vistazo podemos identificar entre los “logros” del gobierno un abono joven para el alquiler que apenas alcanza al 0,6%, mientras los precios del alquiler continúan en crecimiento desaforado y una ley de vivienda completamente testimonial sin efecto alguno; rebajas del transporte público que decaen y vuelven a disparar su precio, subidas de las pensiones incapaces de igualar el IPC y tibios incrementos del SMI que el aumento del coste de la vida engulle año tras año, solo entre el año 2020 y 2023 el IPC se ha situado en el 15,7%, cuatro puntos más que el crecimiento de los salarios, una pérdida considerable en millones de nóminas. Curiosamente, la única ley aprobada ese mismo día en el Congreso es la reforma que permite ampliar voluntariamente la edad de jubilación hasta los 72 años. Una medida que busca incentivar que las trabajadoras extiendan su vida laboral ante pensiones con cuantías generalmente muy bajas. Una medida defendida por el gobierno como resultado del diálogo social, que sale adelante con el apoyo de los grandes sindicatos y las patronales Cepyme y CEOE.
Pensiones
Pensiones públicas El Gobierno y el PP sacan adelante la reforma de las pensiones para incentivar el trabajo hasta los 72 años
La foto de estos días es por lo tanto una buena panorámica de la situación del gobierno de coalición. Si el ejecutivo solo saca adelante medidas aplaudidas por la patronal, ¿de qué le sirve a la clase trabajadora? Esta podría ser una pregunta que muchas vecinas de Mariano se están haciendo hoy al ver el telediario. En lugar de fortalecer, los gobiernos progresistas han debilitado las capacidades estructurales de lucha de la clase trabajadora. Capacidades que parten tanto de dotar de herramientas para encarar el conflicto (dificultar los despidos, prohibirlos en empresas con beneficios, aumentar la participación de los trabajadores en la toma de decisiones), como subjetivas, la izquierda parlamentaria es incapaz de ofrecer a su base social una mínima propuesta por la cual merezca su apoyo.
Un gobierno incapaz de frenar a la derecha
Valorada la primera razón que pudo llevar a depositar en la urna votos a favor de alguna de las opciones del campo progresista, ¿qué pasa con la segunda, frenar a la extrema derecha?
La oposición con el Partido Popular y Vox a la cabeza es plenamente consciente de la debilidad orgánica del gobierno. Curiosamente de todo el bloque progresista, dentro y fuera del parlamento, el gobierno es el eslabón más débil. La derecha lo sabe y va a seguir martillando contra él a lomos de una situación internacional donde las clases medias y las burguesías nacionales buscan asideros ante un mundo en crisis que titubea con la guerra. Con estos vientos a favor, la derecha continúa reforzándose incluso tras acontecimientos como la dana en Valencia, de la cual las encuestas indican que Vox es uno de los partidos más beneficiados. A este bloque le bastaría con ser capaz de movilizar a sus propios votantes para ocupar los puestos de gobierno.
País Valenciano
dana Los municipios afectados por la dana siguen lejos de la normalidad: barrio, rabia y resistencia
Frente a una derecha cada vez más militante, la izquierda progresista va a comenzar a sufrir en sus propias carnes décadas alimentando la paz social. Ya se ve en serios problemas para impulsar movilizaciones reales que permitan defender en la calle lo que no es capaz de ganar en el parlamento, veremos por ejemplo el impacto de las movilizaciones convocadas por las direcciones de CC OO y UGT ante la caída de la “ley ómnibus”.
Posibles escenarios para ensanchar nuestro propia vía
Sánchez puede continuar haciendo gala de su manual de resistencia e intentar alargar todo lo posible una legislatura que va a seguir determinada por su fragilidad. Continuar con la agenda modernizadora marcada por la burguesía europea y la agenda militarista sigue siendo compatible con lanzarse gritos desde la tribuna parlamentaria con la derecha. Sánchez confía en que esto le garantice revertir el principal problema, la desmovilización de su propia base social dominada por el hastío y la pasividad.
Ahora bien, si Junts considera que no puede ganar mucho más y la presión de Aliança Catalana empieza a notarse en la nuca, puede ser el momento de que los de Puigdemont se sumen al PP y Vox para tumbar a Sánchez.
Por parte de los movimientos sociales y sindicales y la izquierda anticapitalista debemos reconocer algunos avances, pero sin duda tímidos y claramente insuficientes. Aspiramos a hacer de la ruptura con el chantaje de quienes han creado esta situación algo más. ¿Pero qué quiere decir esto? En primer lugar reconocer el miedo legítimo ante el avance de la reacción y de la extrema derecha, un sentimiento honesto que no debemos menospreciar. Por lo tanto, si partimos de la constatación de que los líderes progresistas han abierto las puertas a la reacción, lo primero que debemos asumir es colocarnos en primera línea en la defensa de los derechos de la clase trabajadora migrante y la defensa de nuestras libertades políticas. Es una cuestión de necesidad que también nos permite mostrar nuestra utilidad. En segundo lugar, la construcción de la clase como sujeto político no es el principio del camino. Y es que, si bien la hegemonía del reformismo es evidente, nuestra intervención a la hora de impulsar y organizar conflictos cotidianos permite partir de ellos para organizar una fuerza decidida a luchar por derribar la barbarie capitalista. Y en tercer lugar, el gran objetivo de época que la extrema derecha ansía es acabar con los restos del movimiento obrero en nuestras sociedades, formas de resistencia cotidiana que siguen operando. Estas dos grandes tareas que señalo no plantean añorar lo que fue, sino abrir una vía alternativa en el terreno social y político, que combine retroalimentándose la implantación social y la construcción de una alternativa política ecosocialista.