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Migración
Hipocresía, mentiras y migraciones
La triste realidad que están pareciendo las personas migrantes es que unos estados les disparan directamente y otros, los más "democráticos", encargan el trabajo a segundos países como Marruecos.
Mujeres, homosexuales, sindicalistas, activistas políticos, rifeños, saharauis... nadie se escapa a la represión del monarca Mohamed VI. Estos últimos meses las costas marroquíes se han convertido en el principal punto de partida de las personas migrantes para llegar a Europa —de 41.594 personas que llegaron a España desde Marruecos hasta el 30 de septiembre, tan sólo 6.400 eran marroquíes—. Recientemente, la marina marroquí abrió fuego contra una embarcación que intentaba llegar a las costas españolas, hiriendo a un menor. La mayoría de la tripulación eran mujeres marroquíes y menores, un nuevo ejemplo del carácter "democrático" del régimen marroquí. No es la primera vez que se dispara contra las pateras, parece ser que esta es la nueva herramienta de Marruecos para parar controlar la emigración.
Personas que migran, personas que sueñan con un futuro mejor y que solo encontrarán trabajos precarios, salarios de miseria, marginalidad, explotación, racismo, xenofobia y a veces la muerte. Más de 10.000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo desde el 2014.
Pedro Sánchez, a su llegada al gobierno, prometió acabar con las concertinas de Ceuta y Melilla. Los grupos sociales que trabajan en favor de las personas migrantes siguen esperando que se cumpla esta promesa, pero los días pasan y la valla sigue igual. No es arriesgado cavilar que el gobierno español y Europa están pensando en externalizar la frontera española y llevarla a Marruecos, como ya se ha hecho con Turquía y Libia. El desierto del Sahel puede ser un buen lugar, lejos de las cámaras y de los periodistas para crear centro de internamiento desde donde enviar a su país de origen a los y las migrantes. Hay que parar los flujos migratorios antes de que lleguen al Mediterráneo, de esta forma el problema ya no es europeo y podemos llenarnos la boca con palabras que reclamen los derechos humanos para todas las personas.
Algunos estados como España, Alemania o Francia critican al italiano Matteo Salvini, al húngaro Viktor Orban, o al mismo Trump por sus políticas migratorias racistas y xenófobas. ¿Con que autoridad moral lo hacen cuando Europa y Estados Unidos cierran la puerta a la libre circulación de las personas? Si dispones de dinero, fama o vienes de turismo todo son facilidades, ongi etorri, pero si eres pobre, huyes de la guerra o del hambre... no hay sitio para ti en nuestro mundo. Esta es la triste realidad que están pareciendo las personas migrantes: unos estados les disparan directamente y otros, los más democráticos, encargan el trabajo a segundos países como Marruecos.
No parece que Pedro Sánchez tenga la intención de cambiar la política migratoria española: las expulsiones en caliente siguen produciéndose, conseguir papeles es una odisea imposible, se sigue apostando por enviar más y más fuerzas de seguridad a Ceuta y Melilla para cerrar con candados las fronteras y los medios económicos y humanos para aliviar esta tragedia humana no crecen, sino que el dinero se destina a la represión.
Para solucionar toda esta problemática, en primer lugar, hay que acabar con las causas que obligan a migrar involuntariamente como la destrucción de la naturaleza, el expolio del mal llamado tercer mundo y las guerras neocolonialistas. No es tarea fácil, pues hemos permitido que en estos fenómenos descansen y así sean posibles nuestros “estados del bienestar”. En tanto en cuanto vamos dando pasos hacia ese horizonte de justicia internacional, blindemos el derecho a la libre circulación de las personas, tal y como exige la carta de derechos humanos de la ONU, y exijamos la abolición la ley de extranjería por injusta, inhumana y antidemocrática.