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Italia
La oscuridad tras Macerata
Recapitulamos una historia de odio racista, que ha concluido con una penosa retractación y una condena por asesinato múltiple con la agravante por odio racial, no sin antes haber infectado la opinión pública y marcado la cita electoral de marzo.
“Ciudad de la paz” reza el cartel que anuncia la entrada a Macerata. Bajo el nombre, alguien ha añadido con spray negro el adjetivo “eterna”. El sábado 3 de febrero de 2018, Luca Traini, 28 años, pasa la mañana conduciendo su Alfa Romeo 147 negro por las calles de la ciudad con una Glock empuñada. Dos cargadores, seis heridos, todos de piel oscura, y un disparo a la sede local del Partido Democrático, que en aquel momento se encontraba vacía.
A la hora de comer, los carabinieri consiguen detenerlo: lo encuentran delante del Monumento a los Caídos, envuelto en una bandera tricolor italiana. Girándose hacia la plaza, Traini saluda a los militares con el brazo en alto, gritando “Viva Italia”. La foto de reconocimiento que le hacen en el cuartel muestra a un chaval corpulento, sin pelo, con el símbolo de Tercera Posición (movimiento neofascista fundado en Roma en 1978) tatuado sobre la ceja derecha, y la mirada ida de quien cree haber vivido un momento de gloria. Ocho meses después, el miércoles 3 de octubre de 2018, el Tribunal especial para delitos graves de Macerata condena a Luca Traini a doce años de prisión por homicidio múltiple con la agravante por odio racial.
Un fascista de provincias
Los periódicos describen sistemáticamente a Traini como “un chico difícil”. Francesco Clerico, el propietario del gimnasio en el que se entrenaba, lo dice con toda claridad a los muchos cronistas que lo entrevistan: “Había ido a un psiquiatra, que por lo que él decía le había considerado borderline”. También describe a Traini como “ignorante y tonto” y con “una situación familiar desastrosa”. Y añade Clerico: “El padre se marchó cuando él era pequeño y la madre lo había echado de casa hacía poco. Luca vivía con su abuela”. Y aún más: “Le han inculcado ideas equivocadas, ha cambiado. Había empezado a tener actitudes cada vez más extremistas, hacía el saludo fascista y chistes racistas. Al final lo hemos echado del gimnasio”.Tal y como se reconstruiría más tarde, Traini había empezado a frecuentar organizaciones neofascistas y, tras un tiempo, había encontrado su hábitat natural en la Liga de Matteo Salvini. Muchas fotos lo inmortalizan en los mítines del actual ministro del Interior y, en junio de 2017, Traini llegó a presentarse como candidato en la lista del partido para las municipales de Corridonia. Obtuvo cero votos, tras una campaña electoral que pasó explicando un programa que preveía, entre otras cosas, el “control de los extracomunitarios”.
Pamela MASTROPIETRO
El 29 de enero de 2018, Pamela Mastropietro, una joven de 18 años de Roma, abandona el centro de rehabilitación Pars de Corridonia, en el que reside desde hace algunas semanas para intentar combatir su drogodependencia. Dos días más tarde, se encontrará su cuerpo despedazado en dos maletas abandonadas en el arcén de una carretera no lejos de Macerata.Las pruebas comprometen a tres nigerianos. La última reconstrucción indica que Pamela murió de sobredosis, y que más tarde los tres sospechosos habrían decidido deshacerse del cuerpo desmembrándolo. Un caso de crónica negra horrible que se convierte en material para la campaña electoral de la derecha: no se les escapa la nacionalidad de los tres investigados.
Desde los primeros minutos tras su arresto, Traini motivará su particular caza al africano como una venganza por aquel suceso: su objetivo eran los camellos que le habían vendido la muerte a la joven romana. Camellos que él había reconocido por el color de la piel.
Macerata odia
Mientras la policía investiga, los periódicos de la derecha lo tienen claro: en Macerata existe un grupo de la mafia nigeriana que controla la venta de heroína. Una emergencia en toda regla que “tan solo los buenistas no ven”. ¿Una excusa para Traini? Como poco, un móvil. Los nigerianos venden droga y nadie les para. Apoyando esa tesis, una lluvia de fake news: “A Pamela la han matado durante un rito vudú”, “Se han comido el corazón de Pamela”, “Es un homicidio por canibalismo”. Todo ello desmentido, primero por la autopsia y más tarde por las investigaciones: se trata de una historia de droga que acaba en tragedia.En el país en el que viven y prosperan cuatro mafias —la siciliana Cosa Nostra, la napolitana Camorra, la calabresa ‘Ndrangheta y la pullesa Sacra Corona Unita—, la criminalidad organizada nigeriana se convierte en la emergencia de las emergencias, y no importa que todas las estadísticas indiquen que en la ciudad de Macerata se consume heroína al mismo nivel que en el resto de Italia.
Traini dispara y en Facebook y Twitter muchos parecen casi complacidos: aparecen grupos que invocan una “venganza por Pamela”, hay quien propone hacer una colecta para pagarle los costes legales a Traini, quien lo querría libre inmediatamente e incluso como candidato a las elecciones.
En pocos días, en Macerata se dejan ver el líder de Casapound, Simone Di Stefano, para realizar una prudente rueda de prensa bien protegida por la policía y, más tarde, su homólogo de Fuerza Nueva, Roberto Fiore, que directamente intenta pegar a los policías, en una noche de tensión y disturbios a dos metros de la comisaría. Salvini, más hábil, va a la provincia de Macerata para hacer campaña electoral, primero en Civitanova (ciudad costera a treinta kilómetros de distancia de la capital) y más tarde en las zonas afectadas por los últimos terremotos, saltando intencionadamente la ciudad del tiroteo de Luca Traini.
Macerata resiste
Al otro lado de la barricada, el frente está dividido: el Sisma, centro social de la ciudad, pretende dar una respuesta fuerte y decidida en las calles. Se difunde una convocatoria, las asambleas avanzan. Mientras tanto, la vertiente más institucional de la izquierda está paralizada: el alcalde de Macerata, Romano Carancini, del Partido Democrático, invita a todos a la calma, mientras que la CGIL —uno de los mayores sindicatos italianos—, la ANPI (Asociación Nacional de Partisanos de Italia) y la ARCI (asociación cultural fundada en el mutualismo con presencia estatal) en un primer momento se adhieren a la llamada del Sisma, pero más tarde se echan atrás.Es la “marcha atrás de Macerata”: el ministro del Interior, Marco Minniti, hace saber a las agencias de noticias que hará todo lo posible para impedir una manifestación antifascista y antirracista en una ciudad en la que se acaba de producir un atentando por motivaciones fascistas y racistas. La tensión es altísima: el Sisma mantiene su voluntad de manifestarse, mientras que las bases del Partido Democrático y del gran sindicato están abochornadas.
La prensa mainstream, mayoritariamente en línea con el Gobierno, construye un clima de casi guerra civil: disturbios preanunciados, caos inevitable, “cerrad las tiendas” y el imprescindible tren lleno de black blocs procedente de Alemania.
Al final, mientras la tensión parece destinada a llegar a un punto de no retorno, la FIOM (sección metalúrgica de la CGIL) anuncia su presencia a la manifestación del Sisma. Los demás la siguen, aunque el apoyo oficial nunca no llegará a producirse. Los dirigentes de la CGIL, la ANPI y la ARCI dan luz verde a la participación por parte de la militancia de base. La autorización para la manifestación la firma el cuestor Vincenzo Vuono, que pocos días más tarde será sustituido por Antonio Pignataro, el cual es descrito por fuentes policiales como “hombre de Minniti”.
La marcha antifascista de Macerata
El sábado 10 de febrero, la manifestación es imponente: durante el recorrido circular alrededor de la muralla de una Macerata blindada, la primera línea de la manifestación prácticamente llega a ver a la última. Treinta mil personas que reivindican que Macerata es una ciudad “pacífica, unida y antifascista”.Están todos, desde los anarquistas hasta un heroico señor de una cierta edad que levanta hacia el cielo la bandera con el escudo cruzado de la Democracia Cristiana, “porque los democristianos siempre hemos sido antifascistas”, explica. Obviamente, no se producen disturbios ni tensiones de ningún tipo. No obstante, el Ayuntamiento, el Gobierno y los partidos se niegan a participar. Al final, la lectura política de la jornada tiene algo de surrealista: se trata de la primera manifestación europea contra el terrorismo, organizada al día siguiente de un atentado y en completa ausencia de las instituciones.
En cualquier caso, se dio una respuesta al atentado de Traini, aunque no será suficiente: en las elecciones generales del 4 de marzo, la Liga de Salvini roza el 30% en Macerata, multiplicando por diez el consenso obtenido cinco años atrás.
Epílogo
Mientras tanto, desde la cárcel de Ancona donde está preso, llegan noticias sobre la “gran amistad” que Traini habría supuestamente establecido con algunos presos negros. Su defensa intenta desmontar la tesis del atentado racista. “No está contra los africanos, sino contra los camellos” es la frase más repetida, tanto dentro como fuera de la sala del juzgado.Macerata se cree esta versión de la historia. Traini se ha equivocado, sí, pero de alguna forma ha intentado hacer lo que las instituciones han evitado siempre: combatir la invasión. Los periódicos observan los acontecimientos con tono neutro, casi complacido: semanalmente, las crónicas locales relanzan noticias que describen a Traini como “una persona normal”, “arrepentido” y “con un corazón de oro” porque ha mandado un ramo de flores a la familia Mastropietro el día del funeral de Pamela.
En cualquier caso, la condena a Traini es un hecho inevitable, aunque sus abogados intentan hasta el último momento eliminar el delito de homicidio colectivo, pidiendo que lo condenen por homicidio en grado de tentativa. Se generan supuestos estudios psicológicos que hablan de un Traini “incapaz de entender y de desear” en el momento de los hechos, pero el criminólogo Massimo Picozzi (designado por el juez) hablará abiertamente de un gesto frío y organizado, cerrando el discurso en ese sentido. Los jueces aceptan la acusación de homicidio múltiple con la agravante por odio racial y condenan a Traini a doce años de cárcel.
La mañana después de la sentencia, los periódicos de la derecha admiten que Traini “se ha equivocado”. El matiz no es casual: escriben eso porque saben que a sus lectores les costará dar un juicio demasiado negativo de lo que ha hecho Traini. Por otro lado, si se repite día a día que los africanos son invasores, que la patria está en peligro y que nadie hace nada para evitarlo, es de esperar que antes o después alguien decida tomarse la justicia por su mano. Y así ha sucedido.