Italia
Milán, cuando la ciudad de las oportunidades se hace inaccesible

Ya quedan pocos talleres, farmacias, peluquerías o papelerías de barrio en Milán, y el precio de la vivienda aniquila su población originaria.
Coronavirus -Milán
Milán, durante la cuarentena parcial como consecuencia del Coronavirus. Foto de Alberto Trentanni.
23 nov 2024 05:28

“Tenéis sólo la niebla” cantaba la gente para burlarse de Milán. Este fue durante muchos años en Italia, el lema más representativo de esta ciudad, una frase que quería poner en evidencia la contradicción de un lugar que sigue siendo el motor económico y la “capital moral” de Italia, destino histórico de muchas personas migrantes, pero también espacio inhóspito por antonomasia, humanamente fría, excluyente y elitista.

Sin embargo, durante el último decenio todo ha cambiado, a través de una eficaz campaña de marketing puesta en marcha por el Ayuntamiento y, en cascada, seguida por muchas empresas privadas, Milán encabeza en Italia el concepto de ciudad cool, joven y, por supuesto, global. Destino principal de los migrantes con gran poder adquisitivo, la ciudad acabó dirigiendo sus esfuerzos en complacer las necesidades de gente que se quedará unos años, a veces unos meses, para luego moverse hacia otros destinos parecidos. Ya quedan pocos talleres, farmacias, peluquerías o papelerías, y el precio de la vivienda aniquila su población originaria.

La atmósfera de esta ciudad durante muchas décadas se distinguió por su inaccesibilidad, en la cual residía todo el exceso de las élites ciudadanas: eran los años de la “Milano da bere”, la fiesta tenía que sustituir la lucha de los setenta, las drogas y el capital habían definitivamente destrozado lo que quedaba del compromiso político anterior. En esos años claves para la sociedad italiana se desarrollaron todas esas peculiaridades que, tras años de impunidad, explotaron en el trienio 1992-1994 con el proceso “Mani Pulite”. La corrupción política que caracterizó la primera República italiana desbordó, matando los partidos constitucionales de la época y dejando espacio a nuevas figuras, entre todas, Silvio Berlusconi.

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Es durante esos años que las ideas del entonces alcalde de centroderecha Gabriele Albertini, apoyado por Berlusconi, empiezan a proliferar basadas en la necesidad urgente de una “recalificación” moral e infraestructural de la ciudad.

Durante los últimos veinticinco años de gobiernos, en que se han alternado juntas de derechas y de izquierdas, el plan de gestión de la ciudad ha supuesto una línea de continuidad hacia las políticas de Albertini, que ha interpretado el papel de esta ciudad como modelo internacional en los proyectos de “ciudad global”.

Todo empezó en 2004, con el proyecto de recalificación de la estación de Porta Nuova, gestionado por la empresa inmobiliaria Hines Italia y de su responsable Manfredi Catella, fundador y actual director del fondo de inversión Coima; esta zona vio surgir en diez años un nuevo polo futurístico en el corazón de la ciudad, caracterizado por rascacielos (Torre Unicredit, Torre Solaria y Torre Diamante) y arquitecturas “sostenibles”, como el notorio Bosco Verticale, que ya son símbolos de la vanguardia milanesa.

El proyecto transformó ineluctablemente el barrio, que vio desaparecer rápidamente comercios locales y servicios destinados a la ciudadanía, que fueron sustituidos por locales turísticos, nuevas terrazas, centros comerciales y hoteles.

Estos proyectos coincidieron con la asignación oficial de la Exposición universal en la ciudad del 2015, evento que representó la posibilidad de colocar Milán en la cumbre de las ciudades más influyentes de Europa. La oportunidad no se desaprovechó.

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En efecto, si la candidatura a Expo fue responsabilidad de la alcaldesa, Letizia Moratti (2006-2011), representante del centroderecha milanés, la gestión del evento cayó en las manos de Beppe Sala, comisario delegado de Expo2015, ya director general del Ayuntamiento de Milán durante los años del gobierno Moratti. Sala, empresario por Pirelli, Tim y A2A, es, desde 2016, el alcalde de la ciudad y el último responsable de la transformación que la ciudad lleva a cabo.

La figura de Beppe Sala es sin duda contradictoria. Por un lado, se declara de izquierdas y progresista, cercano a los derechos LGBT, al antifascismo y al feminismo. Por el otro, es uno de los máximos promovedores de las políticas “publico-privado” y el responsable del liberalismo más salvaje en ámbito urbanístico.

La misma Expo 2015, cuya gestión sigue siendo investigada por el tribunal de Milán por infiltraciones y bancarrota financiaría, permitió la transformación de la zona de la ciudad adyacente al estado de San Siro y del complexo Rho FieraMilano erigido por la ocasión. Estas estructuras, enormes y durante muchos años sin uso, ya serán transformadas en los nuevos polos científicos universitarios MIND, lo que conllevará el traslado de facultades universitarias históricas desde el centro de la ciudad hacía la periferia.

Estos campus, según las declaraciones de los administradores del proyecto, representarán el símbolo de la sostenibilidad y del desarrollo tecnológico, aunque escenifiquen el emblema de la relación de interconexión entre público y privado. Las consecuencias del traslado de todo el organismo académico se manifestarán con la cesión de un lugar público y abierto como eran las facultades de la Universidad Statale de Milán, a unos espacios privatizados y elitarios como esos nuevos campus.

En pocos años han surgido muchos proyectos parecidos. Edificios públicos de propiedad del Ayuntamiento, tras un tiempo de abandono, se han recalificado a través de la “ayuda” de empresas particulares y fondos de inversión. Es el caso de la antigua estación de trenes y su zona adyacente de Lodi TIBB, donde, en 2018, se inauguró la Fondazione Prada, un complejo de museos comisionado por la homónima marca de lujo, realizados por Rem Koolhas.

Es importante destacar que desde el 2019, año de la asignación del evento a Milán, el precio de la vivienda en el barrio de Corvetto ha subido ya un 30%

El concepto de ubicar espacios artísticos privatizados en lugares públicos abandonados tiene como consecuencia una evidente subida del precio de los alquileres en las áreas adyacentes. En el caso de la zona de Piazzale Lodi, el tejido vecindario del barrio padece la desaparición de todos esos servicios públicos junto con un precio de vivienda inaccesible. Esto genera su expulsión de los barrios abriendo el espacio a otras especulaciones.

En 2026, Milán hospedará la XXV edición de los Juegos Olímpicos de Invierno y, aunque las competiciones tendrán lugar en otras zonas del Norte de Italia, en Milán se situará la villa Olímpica, precisamente en la zona de Lodi, extendiéndose hacia los barrios de Corvetto, otro ejemplo de barrio históricamente “popular”.

Es importante destacar que desde el 2019, año de la asignación del evento a Milán, el precio de la vivienda en ese barrio ha subido ya un 30%. Además, la construcción feroz que se está llevando a cabo en la ciudad, en muchos casos, ha encontrado el bloqueo por parte del Tribunal Administrativo Regional de Lombardía a causa de infracciones urbanísticas. Por esta razón, dos figuras políticas supuestamente opuestas como el progresista Beppe Sala y Matteo Salvini, ministro de Infraestructuras y Transportes, están colaborando para activar un decreto estatal que pueda condonar las irregularidades en la edificación y seguir actuando la política del ladrillo.

Después de todo lo dicho, las consecuencias tras los últimos veinte años son evidentes: el “descubrimiento” de Milán hace posible que se vayan organizando eventos y festivales sobre cada tipo de tema: desde la moda y la arquitectura, hasta la comida y la artesanía, y el concepto de la “week”, no se limita a los polos feriales, sino que se va ampliando en muchos espacios urbanos, sobre todo en esos lugares que todavía no vivieron el proceso gentrificatorio.

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La diversidad del capital

Otro caso emblemático es la dinamización de las zonas de Porta Venezia y Viale Monza, lugares que históricamente han representado un punto de llegada para muchas comunidades de migrantes, pero que en la última década se han convertido en el centro neurálgico de la escena alternativa de la ciudad. Aquí el concepto de diversidad se ha capitalizado y se ha hecho glamuroso con el objetivo de atraer, una vez más, a turistas y nuevos habitantes con más recursos.

Como guinda del pastel, en 2022 el Ayuntamiento de Milán aprobó la renovación del famoso Piazzale Loreto, a cargo de Ceetrus Nhood y promovida por la red internacional C40 Cities. Mediante esta subasta, se edificará un centro comercial “sostenible”, que, más que conectar las dos zonas, borrará definitivamente el símbolo político de esa plaza.

Así pues, este modelo da lugar a un círculo vicioso. Si por un lado Milán quiere atraer habitantes short-term y expats con ingente poder adquisitivo, todos los jóvenes que quieren emanciparse o los que, procedentes de otras partes del país, quieren mudarse para estudiar y buscar trabajo sufrirán una escasa oferta habitacional ya que el precio medio de una habitación ronda los 650 euros por mes. Cada vez más gente quiere vivir en Milán, cada vez menos puede quedarse.

Milán representa un caso emblemático, en el que la gentrificación se une a un proceso de turistificación de inversión inmobiliaria y de brandización promovidas por las elites públicas y privadas

“El valor de mi inmueble ha subido” se suele escuchar entre quienes poseen un piso en la ciudad. Esta percepción, en realidad, es falsa, ya que tiene sentido solo para los multiproprietarios. El valor de un piso es aprovechable solo cuando este se vende, pero para encontrar otro piso donde vivir es necesario gastar la misma cantidad de dinero y, en algunos casos, también mudarse hacia la periferia y así renunciar a las comodidades de la comunidad de referencia. Lo mismo ocurre con las actividades comerciales: los servicios antaño a disposición de las necesidades de los vecinos del barrio son reemplazadas, bien por espacios reconocibles universalmente, iguales en Londres, Los Ángeles y Shanghái, bien por servicios que complacen las necesidades de una nueva población cuya permanencia es a menudo de corto plazo.

Aunque la cuestión sea ampliamente debatida, la paradoja es que en Milán no hay una forma real de protesta. El tejido social que suele rebelarse por compromiso social en contra de políticas que debilitan la población ha sido engañosamente silenciado. A través de concursos públicos de aparente participación en la vida de la ciudad, las comunidades más rebeldes pudieron proponer y realizar proyectos que no solo no incomodaran las elites del gobierno, sino que resultaron conniventes a la gradual gentrificación decididas por la junta comunal. Centros okupados así han contribuido, colaborando con entidades privadas y marcas, a la capitalización de la cultura y la expoliación de los barrios.

“Aunque se hable de este tema, es necesario unir la lucha pequeña con la grande” afirma Lucia Tozzi, periodista, estudiosa de temáticas urbanísticas y autora del libro L’invenzione di Milano, cuyo texto cuenta la historia del proyecto que ha transformado la ciudad en las últimas dos décadas. “El caso de Milán se basa en el control de la comunicación que otras ciudades no tienen. El hecho de que los proyectos sean privados afecta las protestas ya que no es posible identificar quien es el responsable”. La privatización absorbe también la vivienda social y el modelo sigue siendo el mismo: las viviendas están en una condición de tal abandono que el ayuntamiento, sin capital para gestionar el problema, ofrece la solución gracias a la intervención del sector privado. La consecuencia inmediata es que todas estas casas reformadas, en primero subirán de precio y, en cuanto también estas sean inaccesibles, serán convertidas en proyectos elitistas de housing social.

Es evidente que no toda la ciudadanía se queda callada frente al abismo que vive la ciudad. Es el caso de Off Topic, un proyecto social de vecinos y vecinas del barrio Isola, ferozmente gentrificado tras la “recalificación” de Porta Nuova. Movimiento Social que trabaja para informar y tejer una red participada y consciente. “Como colectivo nacimos en la época Expo, en 2011”, explica a El Salto Luca Trada, representante de Off Topic.

“Nosotros vivimos en un espacio okupado y nuestra misión es la militancia política. Básicamente intentamos ser útiles a luchas ya existentes o suscitar atención, como en el caso de las Olimpiadas”. La colaboración entre entidades particulares y sociales es fundamental para seguir luchando. Sin el compromiso de estos individuos, la transformación que está viviendo la capital lombarda sigue encontrando el favor de una enorme parte de la prensa generalista italiana, financiada por grupos editoriales, como los medios del grupo Gedi, propiedad del grupo industrial y financiero Exor.

Milán representa un caso emblemático, en el que la gentrificación se une a un proceso de turistificación de inversión inmobiliaria y de brandización promovidas por las elites públicas y privadas. Quien un día habitó Milán, no tiene otra opción que marcharse. La geografía de la ciudad se hace así irreconocible convirtiéndose en lugar de paso. Cada centro urbano, ya sin alma, no puede más que parecerse cada vez más con otros. Y es cuando la capitalización compra el alma de una ciudad, que esta será irrevocablemente inaccesible.

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