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Italia
Claudia Pinelli: “No se nos permite saber qué ocurrió en la comisaría aquella noche”
Claudia Pinelli es la hija de Pino, Giuseppe Pinelli, el anarquista que fue elegido como chivo expiatorio por las cloacas del Estado italiano para cargar con la responsabilidad del atentado de Piazza Fontana, hace 50 años. Pino cayó de una ventana de una comisaría tras interrogatorios extenuantes y obviamente sin resultados. Sobre el caso siempre ha planeado la sombra del crimen de Estado.
Los días en torno al cincuenta aniversario de Piazza Fontana —atentando mortal perpetrado el 12 de diciembre de 1969 en el centro de Milán— coinciden con la historia de la “ventana en la masacre” —título del famoso libro de Camilla Cederna publicado en 1971— o, lo que es lo mismo, la muerte del anarquista Giuseppe Pinelli, chivo expiatorio desde el primer momento, detenido ilegalmente en la comisaría de la calle Fatebenefratelli, desde cuya ventana del cuarto piso caerá tras tres días y tres noches de interrogatorios extenuantes y obviamente sin resultados.
La historia de la “sospecha anarquista” está unida a la tragedia de la familia Pinelli, de la esposa Licia y de las hijas Claudia y Silvia, que durante cincuenta años han resistido y no han permitido que las mentiras de Estado se impongan. “Sobre la muerte de mi padre no nos interesa la ‘memoria compartida’. Lo que queremos es dialogo y disponibilidad para buscar la verdad”, dice Claudia Pinelli.
La “sospecha anarquista” sobre la masacre de Piazza Fontana representa no solo uno de los casos más flagrantes de manipulación e intoxicación de investigaciones policiales en la historia italiana, sino también y sobre todo la persistencia de una cultura y una mentalidad en la magistratura, fuerzas del orden y aparatos de seguridad del Estado (además de en los grandes medios y el imaginario colectivo). ¿Por qué crees que esa cultura está tan enraizada y se resiste tanto a morir?
La “sospecha anarquista” se organizó y decidió antes de que explotase la bomba en las oficinas bancarias de Piazza Fontana, antes de que se produjeran las detenciones de jóvenes inocentes que pasarán más de 18 meses en la cárcel por atentados anteriores en la feria de muestras, el 25 de abril de aquel año, y en la oficina de cambio de la estación central, en agosto de 1969. Esa “sospecha” fue completamente desmontada ante el juez, pero los policías que realizaron falsas acusaciones utilizando un infiltrado recibieron alabanzas y premios económicos a pesar de que se desmoronase la teoría que habían construido artificiosamente, arriesgándose incluso a ser encausados ellos mismos. No soy yo la que tiene que explicar por qué este tipo de cosas siguen pasando con esquemas ya vistos anteriormente. Son los responsables institucionales los que deberían hacerse preguntas y darse respuestas.
Por un lado, está quien ejecutó, ordenó, manipuló, y por otro lado está quien sufrió la violencia, incluyendo acusaciones injustas y difamatorias. Unos tenían todo el poder, otros ninguno
¿Nos puedes resumir la historia procesual de la “sospecha anarquista”, desde las acusaciones a Pinelli y Valpreda hasta el último juicio del juez Salvini?
Las acusaciones contra los anarquistas enjuiciados no generaron ni una sola condena, ni siquiera cuando se unió la línea de investigación contra ellos a aquella contra los nazifascistas. El proceso judicial se archivó en 2005 y ninguno militante anarquista estaba ya imputado, mientras que se identificaron responsabilidades concretas y documentadas hacia activistas de la organización fascista Ordine Nuovo [Orden Nuevo]. No obstante, el tribunal decidió que las pruebas no eran suficientes y que las personas consideradas como responsables materiales [del atentado de Piazza Fontana] ya no eran condenables porque habían sido absueltas en procedimientos anteriores. Para mi padre no hubo ningún proceso judicial, solo sobreseimientos, excluyendo el iniciado por el comisario Calabresi contra Lotta Continua [Lucha Continua] que se interrumpió como consecuencia de la recusación del juez por parte del abogado del comisario, y del asesinato de este último poco después [por miembros de Lotta Continua, organización que lo consideraba responsable del asesinato de Pinelli, N. del T.].
En 2009, Giorgio Napolitano —presidente de la República entre 2006 y 2015— invitó a tu familia y a la del comisario Calabresi a encontrarse y darse la mano, reconociendo así la completa y definitiva inocencia de Pinelli, y auspiciando la construcción de una “memoria compartida”. Este año, Sergio Matarella (sucesor de Napolitano hasta la actualidad) ha completado la “reelaboración” de la historia por parte del Estado, “rehabilitando a Pinelli y Valpreda”, como ha titulado el periódico La Repubblica. No obstante, la memoria compartida debería basarse en la admisión, por parte de ambas facciones, de las responsabilidades recíprocas en la fase violenta y conflictiva de la historia de una comunidad. En este caso, siendo una de las dos partes —Pinelli y con él Valpreda, los anarquistas y la izquierda revolucionaria— únicamente víctimas de un abuso y de una difamación, ¿no se corre el riesgo de retorcer aún más la verdad histórica?
El expresidente de la República, Giorgio Napolitano, reconoció la verdad histórica, reconoció a Pino [Pinelli] como víctima, dos veces, incluyéndolo entre las 18 víctimas de la masacre de Piazza Fontana. El presidente Matarella este año ha querido reafirmar ese reconocimiento añadiendo palabras de responsabilidad de las instituciones por lo ocurrido. Palabras como “memoria compartida” o “pacificación” no nos pertenecen; dialogo y disponibilidad para buscar la verdad, sí. De mi padre ahora se puede hablar, se reevalúa su figura de persona comprometida, sus valores, sus ideales, su ser víctima. Pero la sentencia de sobreseimiento por su muerte no se pone en discusión, el dolor generado por la superación por parte del juez de ambas hipótesis, la del suicidio y la del homicidio, continúa presente; no se nos permite saber qué ocurrió realmente en la comisaría aquella noche.
Lo que está claro es que no hay dos partes contrapuestas. Por un lado, está quien ejecutó, ordenó, manipuló, y por otro lado está quien sufrió la violencia, incluyendo acusaciones injustas y difamatorias. Unos tenían todo el poder, otros ninguno, y solo la tenacidad, la perseverancia de personas valientes como mi madre Licia y periodistas como Camilla Cederna, se ha conseguido rasguñar el muro construido frente a nuestra —y no solo nuestra, de muchos más, sino de todos— demanda de verdad y justicia.
¿Cuáles son las iniciativas, el trabajo político y de memoria realizado en este largo quincuagésimo aniversario de la masacre y de la muerte de Pino Pinelli? En este recorrido, ¿cuáles son las memorias de la masacre que habéis encontrado?
Las iniciativas este año han sido muchas. Por nuestra parte hemos realizado multitud de encuentros tanto en colegios como en zonas de Italia a las que no habíamos ido nunca, para intentar contener a quienes meten las manos en esta historia intentando edulcorarla con versiones cómodas, y también para contener a quienes se consideran los únicos con el derecho a recordar, y olvidan que la persona que habla no debe en ningún caso debe volverse más importante que la persona de la que se habla, porque ésa es otra forma de instrumentalizar la memoria buscando visibilidad personal. Crear fracturas y divisiones en nombre de una presunta “pureza” con argumentos injustificados es síntoma de una autorreferencialidad que solo puede ser negativa. Estoy contenta de que todas las iniciativas hayan tenido una buena respuesta, incluyendo la cadena humana musical [desde Piazza Fontana hasta la comisaría donde se produjo la muerte, N. del T.] en la que hemos participado como familia Pinelli desde que nos la propusieron algunos músicos, y que se ha convertido en un maravilloso canto coral con una gran participación de personas que han cantado y tocado canciones anarquistas para Pino Pinelli, haciéndonos sentir lo muy presente que mi padre está todavía en la memoria de muchas personas.
Esta entrevista, titulada en el original Le menzogne di stato non hanno prevalso, ha sido publicada por Jacobin Italia y traducida por Pedro Castrillo para El Salto.