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Investigación
Proyecto Salamanca: la pesadilla del sueño nuclear español
Después de estafar por valor de 2.500 millones a la empresa pública francesa del uranio, los tres ejecutivos responsables del fraude se instalaron en Berkeley, una compañía que pretende abrir en Salamanca la mina de uranio a cielo abierto más grande de Europa. Estos tres empresarios, que repitieron la operación con la estatal del uranio española, ya están fuera de Berkeley, pero pervivió su estilo de hacer negocios, más enfocado en la especulación en bolsa que en la extracción minera.
En una concentración en contra de la minera Berkeley, Rosa M. terminó hablando con un veterano del sector, un hombre que llevaba décadas trabajando en diferentes empresas mineras. Le arrojó tres nombres y un dato inquietante que ella, al igual que la mayoría de los asistentes, ignoraba: la minera Berkeley estaba íntimamente relacionada con UraMin, una empresa que había estafado al Estado francés unos años antes causándole pérdidas de 2.500 millones de euros.
Rosa M. apuntó los nombres en un papel: Ian Stalker, Stephen Dattels y James Mellon. Semanas después tropezó con el apunte y decidió darle una oportunidad.
Lo que encontró era mucho más grande de lo que podía esperar. Una trama de fraudes, estudios de viabilidad amañados, sobornos y movimientos especulativos que trazaban líneas desde el desierto de Namibia al Campo Charro de Salamanca, de Australia a Canadá, de Bruselas a París, de la Ciudad de Panamá a León, pasando por Ciudad del Cabo y Madrid, líneas que unían a la minera con altos cargos de la Junta de Castilla y León, con Miguel Arias Cañete o con el exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid Manuel Lamela.
Los responsables de la estafa a Francia intentaron repetir la operación con la empresa estatal española de uranio, quedándose “en una especie de privatización encubierta” con reservas estratégicas de uranio del EstadoRosa M. comenzó a sistematizar la información, la montaña de documentos y una avalancha de nombres cruzados, fechas y posibles líneas de investigación. Durante un año, utilizó las mañanas libres que le dejaba su trabajo vespertino para llegar finalmente a una conclusión: los mismos ejecutivos mineros australianos y canadienses que habían estafado a Areva, la empresa estatal de uranio francesa, desembarcaron poco después en Salamanca, donde intentaron repetir la operación con la empresa estatal española de uranio, Enusa, quedándose “en una especie de privatización encubierta” con reservas estratégicas de uranio del Estado.
Todo ello, según cuenta Rosa M. a El Salto, siendo “una pequeña empresa financieramente débil, sin experiencia en uranio ni en extracción minera en general, cuyo único objetivo declarado era cotizar y generar ganancias en la bolsa”.
Para organizar todo el material del que disponía —memorias anuales de la Berkeley, comunicados de bolsa, notas y artículos de prensa, informes de diversas compañías— tuvo que elaborar una cronología detallada de 33 páginas, con cientos de links. No hicieron falta filtraciones. Toda la información es de dominio público, está a disposición de quien quiera mirar y atar cabos. Lo que hizo Rosa M. es unir las líneas y darle sentido a todo lo que había detrás del Proyecto Salamanca.
Los orígenes
Antes de lanzarnos al inicio de esta historia, nos quedamos unos instantes más en el presente para comprender la dimensión de este escándalo. Si miramos hacia el distrito financiero de París podremos ver cómo el 28 de noviembre de 2017 la policía francesa allanaba la sede de la empresa estatal de uranio, Areva, una compañía en graves problemas económicos después de pagar un precio desorbitado por unas minas de uranio en África que no tenían ningún valor.En Francia, el caso lleva años acaparando titulares, se han escrito libros y centenares de artículos en todos los medios. También en Canadá. En España, la trama apenas ha trascendido. Mucho menos se conoce que en el caso de Salamanca se repiten no solo los responsables sino también el modelo de negocio.
En Francia, el caso lleva años acaparando titulares, se han escrito libros y centenares de artículos en todos los medios. También en Canadá. En España, la trama apenas ha trascendido
La primera parada de esta historia es una reunión en un bar de Notting Hill en 2005. En este local londinense, el banquero canadiense Stephen Dattels y su amigo James Mellon decidieron iniciar una nueva aventura: invertir 50.000 dólares cada uno y comprar concesiones de uranio en África, según relató el propio Mellon en una entrevista. Como directivo y socio, se unió Ian Stalker, “otro conocido de las empresas mineras junior: las que compran y venden concesiones pero no explotan las minas”, según explica Rosa M. Así nació UraMin Inc.
Su concesión más valiosa era la mina de Trekkopje, situada en pleno desierto de Namibia. Un terreno rocoso explotado durante más de 40 años por diversas multinacionales, abandonado por su escasa concentración de uranio y los altísimos costes de extracción. Las negociaciones entre UraMin y la francesa Areva comenzaron en 2005 y se intensificaron en 2006.
Las contínuas buenas noticias —nuevos hallazgos que supuestamente triplicaban el uranio extraíble, avances en los permisos, estudios de viabilidad favorables— hicieron que el valor de las acciones de UraMin, que entonces tenía más direcciones fiscales que empleados —algunas de ellas en paraísos fiscales— se multiplicara por seis.
Cuando en 2007 la empresa francesa de uranio Areva compró el 100% de las acciones de UraMin por 1.800 millones de euros, defendía públicamente que Trekkopje se convertiría en la mina de combustible nuclear “más grande del mundo”. De hecho, llegó a pagar cinco veces más de lo hablado un año antes. James Mellon, personificado en la entrevista como un millonario de éxito, excéntrico y rockero, cuenta que lo celebró junto a sus socios a 123 metros de altura en el restaurante de la Torre Eiffel de París. No era para menos.
Cuando se dieron cuenta de que habían sido estafados y que la mina comprada en Namibia no tenía ningún, la compañía francesa se había gastado cerca de 2.500 millones de eurosPara poder extraer el uranio de la mina de Namibia, Areva construyó una desaladora y una tubería para llevar agua desde el Atlántico a través de 50 km de desierto. Para cuando se dieron cuenta de que habían sido estafados, la compañía francesa se había gastado cerca de 2.500 millones de euros.
El 12 de diciembre de 2011, la dirección de Areva anunció que se retiraba del proyecto: las minas de UraMin contenían menos de la mitad del uranio esperado, los costes de explotación habían sido infravalorados y los estudios de viabilidad realizados por la consultora minera SRK estaban amañados. El diputado del Partido Socialista francés Marc Goua, miembro de la comisión de investigación creada para el caso, expresó su sorpresa por que Areva se hubiera fiado exclusivamente de un informe elaborado por SKR y pagado por la propia empresa UraMin. ¿Que qué tiene que ver todo esto con la Berkeley y el Campo Charro? La misma empresa, la consultora SRK, participó en la elaboración del estudio de viabilidad del Proyecto Salamanca cuando los mismos directivos que timaron a Francia intentaban repetir la misma jugada en España al frente de Berkeley. Pero no nos adelantemos.
“Es una historia fantástica. Nunca nos hubiéramos imaginado semejante recorrido. Empezamos en 400 millones [dólares de valor bursátil], y terminamos en 2.500 millones”, se jactaba Mellon
Después de conocerse que la mina de Trekkopje no era rentable, la cotización de la recién adquirida UraMin se descalabró en un 80% y el Estado francés se vio obligado a rescatar a Areva, por supuesto, con dinero público. Por parte de la compañía francesa, la investigación señala a la entonces directora, Anne Lauvergeon, por una posible connivencia. El hecho de que las acciones de UraMin duplicaran su precio días antes del anuncio de la compra aumentó las sospechas por parte de la comisión de que había una complicidad y un enriquecimiento ilícito también en la cúpula de Areva.
Los responsables de la venta fraudulenta y de preparar los informes todavía no han sido imputados. El medio francés Mediapart recogía la expresión eufórica de Stephen Dattels: “Es una historia fantástica. Nunca nos hubiéramos imaginado semejante recorrido. Empezamos en 400 millones [dólares de valor bursátil], y terminamos en 2.500 millones”. El modelo de negocio de estos tres ejecutivos se ha repetido en España en el Proyecto Salamanca.
El desembarco en españa
En 2006, la minera Berkeley había llegado a España buscando alianzas y comprando concesiones. En julio de 2008 firmó un preacuerdo con la empresa estatal de uranio, Enusa, el equivalente español de Areva, para hacer prospecciones en Salamanca y Cáceres en las reservas de uranio del Estado. La propia Enusa había abandonado esas minas en el año 2000 por su falta de rentabilidad.Berkeley era una empresa desconocida, sin experiencia en minas de uranio, que contaba con un único aval: una pequeña participación de Areva, la gran empresa francesa, que poseía el 3% de las acciones de Berkeley, una participación de la que no tardó en deshacerse sin explicaciones cuando comenzó a conocerse el escándalo UraMin y que los responsables del fraude estaban instalados en la Berkeley.
Desde noviembre de 2008 hasta abril de 2009, cuando el Consejo de Ministros español aprobó el acuerdo definitivo entre la minera y Enusa, los rumores y noticias en medios hicieron crecer su valor en bolsa un 700%. Al igual que en el caso de UraMin, se produjo una “revalorización especialmente aguda” en los días previos a la firma del acuerdo con la estatal española, algo que llevó a los reguladores bursátiles a pedir explicaciones a Berkeley, según contó entonces el periódico económico Expansión.
Los tres ideólogos de la operación que vació la empresa pública francesa se hicieron con el control de la minera Berkeley en marzo de 2009 a través de Polo ResourcesAunque ya tenían una pequeña participación en Berkeley, los tres ideólogos de la operación que vació la empresa pública francesa —Stehen Dattels, James Mellon y Ian Stalker— se hicieron con el control de la minera en marzo de 2009 a través de Polo Resources. El 15 de mayo de 2009, Dattels se convirtió en director de Berkeley. Unos meses después, en noviembre de ese año, cedió su puesto en la cúpula de la compañía a su socio Ian Stalker, quien había dirigido UraMin hasta su venta a la empresa estatal francesa.
Desde un principio, remarca Rosa M., el acuerdo entre Enusa y Berkeley fue “desfavorable” para España: “Estamos en la misma época en la que se firmó el Proyecto Castor, cuando regalaban todo. Teníamos a Miguel Sebastián en el Ministerio, con una posición muy pronuclear y querían volver a abrir las reservas del Estado”.
Los estudios encargados por la propia empresa duplicaban las reservas de uranio con respecto a los estudios propios de esta sociedad española, todo gracias a “nuevas técnicas de exploración”
Fueron años de intensa actividad para Ian Stalker. Noticias de compras y acuerdos inminentes con Kepco, la principal compañía eléctrica de Corea del Sur, o con la minera rusa Severstal hicieron que las acciones siguieran su camino ascendente, pese a que todos estos supuestos acuerdos se quedaron en nada. La tarea de realizar el plan de viabilidad del proyecto recayó, al igual que en la mina de Namibia, en Ian Stalker. Para ello contó con una serie de empresas con las que ya había trabajado en la mina de Trekkopje: la consultoría SRK, Mintek y Turgis/Bara Consulting. Este plan sirvió de base para el informe de viabilidad definitivo, lanzado en 2016. Según cuenta Rosa M., este último informe réplica “casi en su totalidad” el esquema del trabajo coordinado por Stalker.
Los estudios encargados por la propia empresa duplicaban las reservas de uranio con respecto a los estudios propios de esta sociedad española, todo gracias a “nuevas técnicas de exploración”. Y afirmaban que los costes de extracción del uranio de Salamanca “era de los más bajos del mundo”.
La meta de los exsocios de Uramin, afirma esta activista, “era llevar a cabo una operación parecida a la de UraMin con Berkeley que culminara en una venta increíblemente ventajosa para los directores y accionistas”.
Pero esta vez no sería tan fácil. En marzo de 2011, el accidente de Fukushima enterraba toda posibilidad de que el uranio fuera a remontar su precio. Y a principios de 2012, Enusa anunciaba que rompía al acuerdo al no considerar creíbles los planes de viabilidad de Berkeley.
“Tras analizar el último estudio de viabilidad presentado por Berkeley, Enusa concluye que no se ha acreditado que la explotación del Dominio Minero del Estado en la provincia de Salamanca resulte viable y sostenible en el tiempo”, decía la empresa estatal en su comunicado del 17 de abril. La empresa encargada de suministrar uranio a las nucleares españolas añadía que había encontrado en las cuatro versiones del plan “deficiencias en la mayoría de los parámetros requeridos para los estudios de viabilidad según estándares generalmente aceptados por expertos internacionales en minería”.
Cristina Narbona, exministra de Medio Ambiente y actual presidenta del PSOE, se opuso a la mina de Salamanca desde su cargo de consejera del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). En declaraciones para El Salto, explica que Enusa renunció al proyecto en 2012 “porque el precio del uranio era tan bajo que no había posibilidad de hacer rentables las inversiones”. “Cuando repuntó el precio de este mineral, la empresa australiana Berkeley, especializada en comprar y vender derechos mineros más que en explotarlos, decidió reactivar el proyecto”, apunta.
Leer la entrevista completa a Cristina Narbona: “El proyecto de la mina de uranio podría acabar provocando otro conflicto con Portugal”
Según un artículo publicado entonces por El Confidencial se trataba de una relación “viciada de origen, cuando la compañía pública tuvo que avenirse a reabrir una explotación por mandato gubernamental, pero contra su voluntad”, en referencia a la política pronuclear del entonces ministro de Economía, Miguel Sebastián, “de la mano de una compañía recién nacida cuyo único aval era estar participada por el gigante francés Areva”.
Pese a las malas noticias, los tres ejecutivos que venían de UraMin consiguieron vender más de la mitad de sus acciones cuando todavía no se había roto el acuerdo con Enusa asegurándose enormes ganancias.
Un acuerdo a puerta cerrada
Después de la ruptura con Enusa, “el proyecto quedó muerto entre 2011 y 2012”, cuenta a El Salto este veterano del sector minero. Berkeley cambió de estrategia. Con el nuevo Gobierno, unas buenas relaciones con el PP podían ser de gran ayuda, sobre todo si se acompañaban con una buena demanda judicial.Uno de los directores de la Berkeley en esa época fue un viejo conocido del PP, José Ramón Esteruelas, el exconsejero delegado de la estatal de tabaco Cetarsa en fase de privatización, cargo que compatibilizó con la presidencia de Minas de Almadén y Arrayanes. Esteruelas también estuvo envuelto en un caso de corrupción en su época de director de Correos. Este empresario tenía una fluida relación con la Sociedad Estatal de Participación Industriales (SEPI), entidad pública que aún hoy es accionista mayoritario de la empresa estatal de uranio Enusa, Cetarsa y Correos.
El nuevo equipo se completó con Javier Colilla Peletero, al igual que Esteruelas, muy bien relacionado con el PP, según cuenta este conocedor del sector, y con experiencia en demandas multimillonarias.
“Javier Colilla tenía experiencia en esta clase de negocios: abrir minas ruinosas, con estudios de viabilidad amañados, y cuando les deniegan los permisos, pedir indemnización”, resume Rosa M.
Colilla Peletero, abogado y economista, ejercía desde 1994 como alto ejecutivo de Río Narcea Gold Mines, una minera canadiense que pretendió explotar oro sin mucho éxito —al menos en lo que se refiere a producción de lingotes— en la zona de Salave, Asturias, y demandó al Estado español por 100 millones de euros. Río Narcea es propiedad de la compañía Edgewater, que en un caso similar demandó a la Xunta gallega por 20 millones. Solo en costas judiciales, la Xunta ya ha tenido que gastar hasta la fecha 440.000 euros.
En 2012, Berkeley anunció una demanda a Enusa por valor de 150 millones de euros en un tribunal de arbitraje privado de París por una supuesta violación del contratoEn el caso de Salamanca, el resultado del trabajo de Colilla, “el conseguidor”, fue un acuerdo entre Enusa y Berkeley por el que la minera consiguió “darle la vuelta a la tortilla y recuperar la situación lamentable en la que estaba la empresa”.
En esos meses de 2012, Berkeley anunció una demanda a Enusa por valor de 150 millones de euros en un tribunal de arbitraje privado de París por una supuesta violación del contrato. En una operación que este conocedor del sector califica de “chantaje”, la minera consiguió firmar un acuerdo a puerta cerrada: a cambio de retirar la demanda, Berkeley consiguió una “privatización encubierta” de las reservas del Estado sin pasar por ningún tipo de concurso ni licitación, afirma este técnico.
Tras este acuerdo a puerta cerrada, la concesión pasaba de 30 a 90 años y Berkeley se quedaba con el 100% de consorcio y una serie de minas no explotadas anteriormente por Enusa. A cambio, Berkeley retiraba la demanda y renunciaba a la planta de concentrados que utilizaba Enusa, fundamental para poder abrir la mina.
El acuerdo, pese a sufrir notables cambios, nunca volvió a pasar por un Consejo de Ministros, algo que es ilegal según denuncia Podemos Castilla y León. “Enusa se va pero les cede lo que ellos querían”, resume este técnico que lleva décadas en el sector de la minería.
La conexión local y europea
El cambio de estrategia se completó con un amplio trabajo de cabildeo en las instituciones europeas, pero también entre las administraciones de Castilla y León. Según cuenta a El Salto el portavoz de Stop Uranio, José Ramón Barrueco, “el que cortaba el bacalao” era el exvicepresidente de la Junta Tomás Villanueva. Este político del PP que facilitó los permisos autonómicos para la mina desde su Consejería de Economía y Empleo falleció en septiembre de 2017, un mes antes de que tuviera que declarar como imputado en el caso Perla Negra por prevaricación, cohecho, revelación de secretos, malversación y blanqueo de capitales; y dos meses antes de que tuviera que presentarse en los juzgados también como imputado por la Trama Eólica.Berkeley se ganó el favor de los medios locales con la contratación de espacios publicitarios. También recabó apoyos de determinados sectores de la población cercana y de muchas de las administraciones locales con promesas de cientos de empleos y con todo tipo de aportaciones económicas: desde subvenciones a equipos de fútbol a patrocinios de eventos; desde contribuciones a pabellones deportivos a dinero destinado a los ayuntamientos “para facilitar la instalación de Berkeley en el municipio”, explica Barrueco. Según este portavoz de Stop Uranio, Villares del Yeltes, donde este activista ejerce como concejal, recibió 19.000 euros. Villavieja, 80.000 y Retortillo, 200.000.
La compra de terrenos fue otra de las técnicas utilizadas por la minera para ganarse favores. En el caso de un terreno de la madre del entonces alcalde de Retortillo (PP), Javier Santamartina, Berkeley pagó el doble de su precio, según denunció la Cadena Ser. De hecho, las oficinas de la empresa minera se han instalado en la finca que antes pertenecía a este alcalde del PP.
El 26 de diciembre de 2014, Manuel Lamela, exconsejero de la Sanidad madrileña, fue contratado como lobbista de la Berkeley en Bruselas. Su misión: convencer a Arias Cañete, comisario de Energía, para que dé luz verde al proyecto, algo que consiguió en pocos meses“Trajeron a personas que establecieron unas relaciones sorprendentemente cordiales con las administraciones públicas, sobre todo con la Junta de Castilla y León. Se ha demostrado que esta gente contrató gente del PP, que está mediando, haciendo de lobby”, dice esta fuente del sector minero. El trabajo de lobby también llegó hasta lo más alto de las instituciones europeas.
El 26 de diciembre de 2014, Manuel Lamela —exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, imputado por su plan de privatización y segundo hombre de Miguel Arias Cañete en el ministerio de Agricultura— fue registrado como lobbista en Bruselas con un único pagador. ¿Ya os lo imagináis? Pues sí, la Berkeley. ¿Y la persona a la que tenía que convencer de que el Proyecto Salamanca era una buena idea? Parece una pesadilla, pero no lo es: nada menos que el mismísimo Miguel Arias Cañete, que había asumido como comisario de Energía un mes antes, según publicó entonces Infolibre y la Cadena Ser.
En mayo de 2015, la Comisión de Energía daba luz verde al proyecto con un dictamen que fue mutilado “a petición de la propia empresa”, según informó la Cadena Ser. Miguel Arias Cañete defendió que el proyecto minero respondía a la “estrategia energética de la Unión Europea” y alabó los “progresos realizados por la empresa”.
La validación de la mina Berkeley se suma a los numerosos casos de irregularidades que rodean la gestión de Cañete. Entre ellos, los conflictos de intereses por su participación en empresas petroleras y por haber aprobado, cuando era ministro, una amnistía fiscal que terminó favoreciendo a su esposa, regularizando la actividad de una empresa offshore que figuraba en los papeles de Panamá. Entre las tantas empresas que utilizaban el despacho de abogados de Mossack Fonseca en la capital panameña para evadir impuestos figuraba, dicho sea de paso, la propia Berkeley.
Por el acuerdo a puerta cerrada con Enusa, la minera se quedó con los derechos sobre una serie de reservas del Estado no explotadas en una zona cercana al complejo de Saelices el Chico. Entre ellas, las que tienen una mayor concentración de uranio son las minas de Alameda de Gardón y el Villar, según explica este conocedor del sector. El Proyecto Salamanca se completó con una serie de minas “liberadas”, que ya no pertenecen al Estado, como es el caso de las de Retortillo-Santidad.
Un modelo de negocio, un método que se repite
Pasaron los años de la primera legislatura de Mariano Rajoy, los exejecutivos de UraMin vendieron sus acciones obteniendo grandes beneficios, cambió la directiva de la Berkeley, Javier Colilla Peletero se convirtió en vicepresidente de la filial española, pero lo que no cambió fue “la filosofía de los exdirectivos de UraMin”, denuncia Rosa M.“Hay que crear ilusión y dar buenas noticias, aunque sean de dudosa veracidad, subir las cotizaciones y buscar compradores”, según describe Rosa M. el modus operandi de la empresa: “Las buenas noticias y los estudios de viabilidad positivos van de la mano y abren la puerta a los permisos de las administraciones, que en el caso de Berkeley se han ido obteniendo con una facilidad sorprendente y condiciones más que favorables”.
“Las ganancias de los directivos es y ha sido desde un principio la principal razón de ser de la Berkeley; todo un ejemplo del daño social y ecológico que produce la economía de casino”Cuando más permisos obtenga la compañía, continúa Rosa M. “más cotiza en bolsa”. Para esta activista convertida en investigadora, “las ganancias de los directivos es y ha sido desde un principio la principal razón de ser de la Berkeley; todo un ejemplo del daño social y ecológico que produce la economía de casino”.
Ya a finales de 2012, Berkeley había anunciado su intención de explotar la mina de Retortillo-Santidad y en los siguientes años desplegó un intenso trabajo de relaciones públicas. Las “buenas noticias” que volvían a darle aire a las acciones de la compañía no se hicieron esperar. En julio de 2013, consiguió un informe positivo del CSN. En octubre de ese año, una declaración de impacto ambiental favorable. Y el 25 de abril de 2014, la Concesión de Explotación para la mina de Retortillo. La junta de Castilla y León hablaba en las bases de la concesión de explotación de la “demostrada experiencia minera en varios países” de la empresa Berkeley.
El 25 de septiembre de 2015, el Ministerio de Industria a través de la Secretaría de Estado de Energía daba la autorización para comenzar el proyecto minero.
Una vuelta más de tuerca
Pese a que los creadores de UraMin se alejaron de Berkeley en 2012, pervivieron los lazos entre ambas experiencias.El plan de viabilidad definitivo, presentado en 2016, estaba basado en gran parte en el realizado por Ian Stalker —director de UraMin hasta su venta a Areva— y defendía que los costes de producción de las minas de Salamanca eran “de los más bajos del mundo”.
En la realización de este estudio participaron otros dos viejos conocidos de la estafa al Estado francés. Jim Pooley y Pat Willis habían sido los encargados al frente de Turgis Consulting de ejecutar el plan de impacto ambiental de la mina Trekkopje de Namibia. En 2013, la empresa pasó a llamarse Bara Consulting y participó desde octubre de 2015 en el plan de viabilidad de la mina de uranio de Salamanca, según se puede leer en su propia página web. También estuvo presente en ambos proyectos la sudafricana Mintek, tanto en la mina de la discordia en Namibia, como en el Proyecto Salamanca.
No fue hasta mediados de 2015, cuando las acciones de la filial española de la Berkeley comenzaron a recuperarse tras el batacazo de 2011. Las “buenas noticias” acumuladas resucitaron el interés y las expectativas del “sueño nuclear español” de la Berkeley.
La fórmula de dar “buenas noticias” y espolear el valor en bolsa de la compañía siguió dando buenos resultados. A finales de 2016 y principios de 2017, Berkeley anunció que había firmado un acuerdo con Curzon Resources por el cual esta empresa le compraría parte de la futura producción de uranio. La cotización en bolsa experimentó una gran subida y alcanzó uno de los puntos más altos en la historia de la compañía.
La historia vuelve a repetirse: buenas noticias con el efecto de subir las acciones y facilitar el acceso a financiación y conseguir más permisos que retroalimentan su valor en bolsaSin embargo, pasados los titulares eufóricos, pocos llegaron a enterarse de que Curzon Resources y su predecesora Interalloys apenas tenían capital y arrastraban desde 2014 pérdidas millonarias. Menos que su matriz, Salkeld Investment Limited, estaba en quiebra y que fue cerrada por las autoridades británicas el 5 de diciembre de 2017.
Para Rosa M. la historia vuelve a repetirse: buenas noticias con el efecto de subir las acciones y facilitar el acceso a financiación y conseguir más permisos que retroalimentan su valor en bolsa.
Cuando parecía ya claro que había sido “otro engaño”, cuenta Rosa M., un nuevo acuerdo milagroso que salvaba a la compañía y al “sueño nuclear español” volvía a darle fuelle a las acciones en bolsa de la Berkeley. En agosto de 2017, la minera anunciaba que había llegado a un acuerdo con el Sultanato de Omán que entraría en vigor el 31 de enero de 2018.
El acuerdo consiste en una inversión de 100 millones de euros que convierte a Omán en propietario del 37% de los derechos de explotación y de la futura producción de estas reservas de uranio del Estado español, con derecho preferente de compra de un millón de libras de uranio.
La inversión podría servir para salvar uno de los últimos obstáculos que tiene la Berkeley para empezar a producir, si es que esa es su intención: construir una planta de procesado del uranio, sin la cual de nada le serviría abrir la mina, cuenta a El Salto Paco Castejón, del Movimiento Ibérico Antinuclear. ¿Se trata de un nuevo movimiento especulativo o esta vez pretenden comenzar a extraer uranio con las implicaciones para el entorno y para la salud de los pueblos y ciudades cercanas?
¿Estafa o desastre medioambiental?
Según cuenta Castejón, la Berkeley tiene actualmente todos los permisos para abrir la mina “mañana mismo si quisiera”. Pero la mina, matiza, no puede operar sin otras dos instalaciones indispensables que no cuentan con permisos de las administraciones: una fábrica de concentrados para procesar las miles de toneladas de tierra que movería la mina y un cementerio para los residuos, altamente tóxicos. Berkeley no solo no tiene estos permisos sino que no ha adoptado las medidas necesarias para obtenerlos, señala Castejón.“¿De qué depende que pongan a trabajar la mina?”, se pregunta Castejón, para dar inmediatamente después la respuesta: “De que sea rentable”. Según el documento emitido por la Consejería europea de Arias Cañete, la mina no sería rentable con un precio del uranio inferior a 56 dólares la libra (0,45kg). Lo que nadie duda es que con el precio actual, de unos 20 dólares la libra, extraer el uranio de las minas de Salamanca es una ruina.
“Incluso el primer país minero de uranio en el mundo, Kazajistán”, relata Cristina Narbona a El Salto, “tuvo que detener gran parte de su producción de este metal radiactivo” por los bajos precios después del accidente de Fukushima. Pero, recuerda, se trata de un mercado de “precios volátiles” en los que en pocos días podría duplicar su precio por una mayor demanda o caer en picado tras un nuevo accidente.
¿Por qué entonces el Sultanato de Omán se mete en unas minas cuya rentabilidad ha desestimado quien mejor las conoce, en asociación con una empresa minera de dudoso pasado cuyos anteriores directivos han engañado ya a dos países europeos?
Rosa M. recurrió a software relacionales para encontrar una de las posibles explicaciones: el responsable de inversión minera por parte de Omán, Timothy (Tim) Keating fue directivo en la misma compañía australiana de exploración minera, Kore Potash, que nuestro viejo conocido Ian Stalker, el exdirector de operaciones de UraMin y Berkeley. ¿Casualidad? Es pronto para saberlo.
¿Se trata de otro movimiento especulativo o el capital que aportaría Omán permitiría construir la fábrica de concentrados que necesita la Berkeley? La intención de China, recuerda Narbona, de llegar a tener 232 reactores operativos en 2030, frente a los 35 que tiene ahora mismo, podría cambiar la situación. Lo único seguro es que con los precios actuales la mina no es viable.
“Una mina de uranio a cielo abierto es una brutalidad. Estás tratando con materiales radioactivos. Todo el polvo que se libera se distribuye por el medio ambiente”, explica CastejónSi esta supuesta inversión del Sultanato supone el inicio de la explotación de uranio en medio del Campo Charro, se pasaría de un operación especulativa a un auténtico “desastre ambiental”, advierte Paco Castejón.
“Una mina de uranio a cielo abierto es una brutalidad. Estás tratando con materiales radioactivos. Todo el polvo que se libera se distribuye por el medio ambiente. En el caso de Retortillo contaminaría el río Yeltes, y el río Yeltes desemboca en el Duero… y toda la ribera del Duero recibiría la contaminación de la mina”, explica este físico nuclear. Castejón habla de las pruebas realizadas recientemente en los alrededores de las minas francesas de uranio de Níger donde “se ha visto contaminación de uranio a decenas de kilómetros, incluso a 100 kilómetros, en parte movida por el viento y en parte por la acción humana”.
¿Estafa o desastre ambiental? Quizá sea las dos cosas. Ya lo decía en 2012 un artículo publicado en El Confidencial sobre el “sueño nuclear español”: “En cualquier caso, sólo cabía esperar un final extraño para una historia donde todo fue demasiado raro desde el principio”. Solo se equivocaba en una cosa: no fue ese el final de la historia, todavía no sabemos cómo termina este “sueño” convertido en pesadilla.
El 2 de enero de 2018, la empresa española pública de inversión Cofides inició el proceso de selección de una gestora para el fondo de capital riesgo creado en colaboración con el Fondo de Reserva General del Sultanato de Omán.
Cofides aportará un millón de euros con cargo a sus recursos propios y 99 millones de euros con cargo al Fondo para Inversiones en el Exterior, que Cofides gestiona en exclusiva por cuenta de la Secretaría de Estado de Comercio, adscrita al Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
Este fondo promoverá inversiones temporales y minoritarias en empresas españolas o accionistas domiciliados en España que contemplen planes de proyección internacional. Las áreas de interés geográfico de destino del fondo serán preferentemente Omán, países del Consejo de Cooperación del Golfo, África Oriental (especialmente Tanzania, Kenia, Mozambique, Uganda y Ruanda), Sur Asiático (con especial atención en India), Sudeste Asiático (Indonesia, Malasia y Vietnam) e Iberoamérica, si bien también podrá financiar proyectos en otros países.
Los principales sectores objeto del fondo serán los de materiales de construcción, manufacturas, minería, turismo, logística, salud, infraestructuras, energía y agroalimentación.
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Vaya sarta de sandeces. Tres pringaos estafan 2.500 millones al Estado Francés, a inversores, falsifican documentos, estafan a otros estados y administraciones... Y ni les multan. Anda. Hay novelas de conspiraciones templarias más creibles. Como nos gusta ver cosas donde no las hay.
Miles de gracias por tremendo trabajo. Territorios como el País Leonés son hoy presa fácil de tiburones especulativas que se encuentran una región empobrecida, con despoblación avanzada y con una clase política fácilmente sobornable. Ésta clase política siente que sus trapicheos no van a sufrir el azote de una sociedad exigente y con cultura democrática. La región Leonesa sufre justo de este déficit, ese que anima a tiburones y corruptos a campar a sus anchas con total impunidad.
Hoy tenemos la amenaza nuclear de Berkeley, pero también de la macrogranja en Zamora, mientras las inversiones en nuestra región no llegan justo por esa pescailla que se muerde la cola, que es que cada vez hay menos gente y más mayor. Puxa'l País Llionés llibre ya lluchador. Muitas gracias Pol sou testo. Presta asgaya.
Muy buen artículo. Complementario con este otro publicado en Ctxt: https://ctxt.es/es/20180307/Politica/18347/Mina-uranio-salamanca-medioambiente-salud-Oman.htm
Gracias por este artículo. La verdad es que nos dejan ante una elección... ¿preferimos timo o desastre ambiental? Mejor timo, claro, pero vaya tela...
Por reportajes tan bien conectados, perfilados y currados es por lo que soy socio de El Salto.
Enhorabuena!! No cambieis!!