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Ilustración
Joan Turu: “Mis hijos son mis maestros, me hacen de espejo continuamente”
Los dibujos de Joan Turu recogen la sensibilidad de muchas familias que tratan de ser menos autoritarias de lo que fueron sus padres.
Ilustra, pinta murales y escribe cuentos. Estudió en la Escola d’Art de Manresa y también la carrera de Magisterio. Cuando ilustra, combina sus aprendizajes formales con la forma que tiene de ver el mundo. Siempre irreverente y siempre tierno, los dibujos de Joan Turu recogen la sensibilidad de muchas familias que tratan de ser menos autoritarias de lo que fueron sus padres.
Pocas personas se dedican exclusivamente a la ilustración infantil. ¿Cómo terminaste en este mundo?
Poco a poco me hice un hueco en las redes sociales y las editoriales empezaron a contactarme. Mi estilo se vincula al mundo infantil, aunque cuando dibujo una ilustración con mensaje, en realidad me dirijo más al adulto que a las criaturas.
Muchas escuelas te contratan para que pintes murales en las paredes de los centros y, en ellos, planteas a menudo un cambio de mirada hacia la sociedad en la que vivimos. ¿Por qué?
Por trayectoria vital, supongo. Mis orígenes son los movimientos sociales. Cuando era joven, en mi pueblo quisieron hacer un proyecto urbanístico en el monte. Algunos nos encadenamos a los árboles y hacíamos acciones de protesta. Muy pocas personas siguieron percibiendo como un problema que construyeran el centro comercial y, tras meses de protestas, asumí que quejándonos no cambiaríamos la percepción de nuestros vecinos. Creo que las dos herramientas más importantes para transformar la sociedad son el periodismo y la educación. Pero con la sobresaturación de información en la que vivimos, y el boom de las fake news, ni siquiera el periodismo puede inducir a un cambio de chip, por lo que considero la educación como la herramienta más potente que poseemos.
¿Y cuál es el rol que debería ocupar la escuela?
Hay muchas escuelas, no podemos generalizar, pero muchas educan de cara al mercado laboral. Una parte de la vida es el trabajo, pero no lo es todo. Hay muchas más cosas.
¿Por eso en alguno de tus murales pintas “Al pati també aprenem” (“En el patio también aprendemos”, en castellano)?
¡Es donde más se aprende! En el patio es donde interactúan, donde deciden a qué jugar, donde surgen los conflictos. Cuando recojo a mi hija, lo que más me explica es qué ha hecho durante el recreo. Pero desde la escuela se suele establecer el horario de aprendizaje mediante asignaturas. Ahora se aprende, ahora no. ¡Todo es aprendizaje! Y el patio es un momento brutal para aprender. Sin embargo, en cuatro años de carrera de Magisterio nadie me planteó cómo resolver los conflictos del recreo. O si son necesarias las escuelas…
¿Pintas con los niños los murales?
La mayoría. Planteo tres opciones: que pinten ellos y les acompaño en el proceso, pintamos un mural con sus personajes y los míos, o pintar solo con mis personajes y ellos colorean. En los tres casos, cada niño y niña hace su dibujo a partir de una idea que les damos e intento recoger todas sus propuestas y elaborar una que tenga coherencia con todos los dibujos. La escuela es suya.
En mi escuela ideal, los adultos acompañan a los niños a aprender a vivir. Los contenidos están ahí, pero en la escuela también aprendemos cosas que poco tienen que ver con ellos
¿Cómo es para ti una escuela ideal?
Podríamos estar hablando hora, pero básicamente se resume en ratios mucho más bajas, mínimo dos adultos por aula y educación emocional. También creo que la formación del profesorado debería ser distinta. En mi escuela ideal, un profesor se habría mirado hacia adentro hasta entrever los traumas que arrastramos desde que somos pequeños y, así, poder transformarse y acompañar al alumnado en su crecimiento. Porque en mi escuela ideal, los adultos acompañan a los niños a aprender a vivir. Los contenidos están ahí, pero en la escuela también aprendemos cosas que poco tienen que ver con ellos. Deberían ser más una comunidad de aprendizaje que un centro donde estudiar un compendio de contenidos para luego vomitarlos en el examen. Y las familias deberíamos participar más, todas tenemos algo que aportar.
¿Por qué crees que la literatura infantil es un género poco reconocido?
En general, todo lo relacionado con la infancia es poco reconocido. Cobra más un maestro de universidad que uno de P3. Para mí es un gran error. El mensaje que transmites es “esto es de niños y no es importante”, cuando la mayoría de los recursos deberían invertirse en las primeras etapas.
Creo que uno de los mejores libros publicados estos últimos años lo has escrito y dibujado tú: Un corazón muy grande. Reivindicas el amor, el respeto, la ternura y la diversidad, y haces pensar al lector. ¿Cómo se te ocurrió escribirlo?
Es el libro del que estoy más contento, pero cometí el error de querer decir muchas cosas, porque no sabía si volvería a publicar uno. Para mí es muy difícil hablar o dibujar algo que no vivo.
Todo libro es una recopilación de interpretaciones del mundo por parte de su autor y muchos ofrecen una visión machista y poco diversa de la sociedad en la que vivimos. En tus libros, murales y dibujos, las niñas y los niños, las maestras y los maestros, las madres y los padres ocupan un rol no machista. ¿Cómo de importante es para ti y tu familia el feminismo?
Es básico. Como hombre me siento cero representado en la masculinidad que nos ofrece la sociedad, que es frágil pero se supone que debe ser todo lo contrario: una masculinidad dura. A los doce años dejé de jugar a fútbol porque cada partido terminaba en insultos hacia los compañeros del equipo contrario y eso me disgustaba. Así que me apunté a voleibol, y el entrenador de fútbol me preguntó delante de mis compañeros si era gay, comentario machista y homófobo. Reivindico los hombres que lloramos, mostramos los sentimientos y reconocemos nuestra vulnerabilidad y, como niño, me costaba encontrar referentes masculinos. Ahora que tengo una hija y un hijo, eso me ha hecho pensar en mil cosas más.
¿Por ejemplo?
Sobre lo adecuado de vetar ciertos contenidos u ofrecer herramientas y hacerles frente. En casa escogimos no vetar nada y darles una mirada crítica, para que cuando tengan 14 o 16 años la sigan manteniendo.
¿Cómo lo lleváis a cabo?
Este fin de semana hemos visto con la mayor Frozen 2 y le hemos preguntado si considera adecuado ir en zapatos de tacón a la montaña. Socialmente, le damos poca importancia a la imagen gráfica, cuando en realidad nos da mucha información.
Muchos ilustradores e ilustradoras de infantil siguen cosificando el cuerpo de las niñas, ¿por qué?
Muchas personas ni se plantean el patriarcado. Solo hace falta ver el programa de la tele de La ruleta rusa. Representan a la mujer florero y les da igual. Las personas que nos dedicamos a generar imágenes tenemos que ofrecer otras imágenes. Es nuestra responsabilidad.
¿Cómo lo plasmas tú?
Dibujando otros referentes. Por ejemplo, con niños con falda jugando a fútbol y niñas con el pelo corto y la gorra echada hacia atrás. A veces, las criaturas se sorprenden, entonces les pregunto ¿y por qué no?
¿Ser padre te convirtió en mejor artista o solo en un artista con más sueño?
No sé si debería decirlo, pero nos han salido dos marmotas… Para mí ha sido muy terapéutico ser padre, porque me ha hecho revisarme cómo soy y cómo me han educado. Tengo una parte muy autoritaria y quien más me la ha hecho florecer es mi hija. Me he visto haciendo cosas que odiaba que me hicieran a mí. Mis dos hijos son mis maestros, porque me hacen de espejo constantemente.
Ya que eres una persona con hijos, déjame que te pregunte cómo concilias vida familiar y trabajo.
Cuando Mariona se quedó embarazada, los dos estudiábamos y trabajábamos. Ella tenía un trabajo que no le gustaba mucho y yo tenía uno que me encantaba. Acordamos que intentaríamos que los niños pasaran los dos primeros años de vida en casa y valoramos intentar tirar con mi sueldo. Pero trabajar, trabajamos los dos y, con las cartas que tenemos, hemos hecho lo que hemos podido como equipo. Sabemos que tenemos una situación privilegiada por poder apañarnos con un sueldo, pero tenemos presente que si hubiera una ruptura de pareja, socialmente no se le reconocería su trabajo y que yo he “ascendido” laboralmente y ella no. Por eso dice que cuando vuelva a echar un curriculum, incluirá los cinco años de crianza en él. Feminismo, crianza respetuosa y capitalismo son un temazo.
¿Cómo lo vive Mariona?
La crianza es la crianza, y lo primero que hace cuando llego a casa es enchufarme al pequeño. Es complicado, pero lo que nos ha salvado la relación es cambiar el chip: ya no funcionamos con reproches, sino a base de necesidades. Ya no nos decimos “vaya, te vas a tomar una birra”, sino: “Yo también necesito tomarme una cerveza, ¿voy yo el sábado?”.
Mariona se incorpora a la entrevista por alusiones. Explica que, “de momento, vivo bien la crianza, y reivindico los trabajos de cuidados. Para nosotros, es fundamental revisar constantemente cómo estamos. La comunicación nos permite comprobar si todo el mundo está contento en el lugar que se encuentra ahora y cómo debemos abordar los cambios que experimenta nuestra familia”.
¿Los niños destrozan la pareja?
La destrozan o la unen para siempre. Es muy heavy. Los niños te hacen sacar cosas tuyas que ni siquiera conocías. Y con los niños debes coordinarte constantemente con tu pareja, salen mil roces y, aunque durmamos bien, siempre estamos cansados. Pero si hay ganas de entendimiento, vives muchas experiencias maravillosas.
En El Rei groc escribes y dibujas sobre el proyecto de independencia de Catalunya y la mitad de los beneficios los dedicas a los Comités de Defensa de la República. Parece que hablar a los niños de política es adoctrinar, y parece que solo adoctrina quien no tiene Estado. ¿Cómo abordamos la política, la infancia y los niños?
El Rei groc no habla del proyecto de independencia, pero sí de república. Creo que nos han colado que la educación debe ser neutral. La neutralidad no existe. Como país, deberíamos establecer conceptos de valores y abordarlos en el cole. Si en una clase de bachillerato no puedo hablar de violencia machista o del primero de octubre, ¿eso es neutralidad?
También has ilustrado un libro infantil sobre la PAH, Quan perdem la por, escrito por Lúa Todó y protagonizado por una niña de siete años.
Con mi hija hablo de todo, en los libros también. De la muerte, del amor, de la libertad sexual. Lo que intento es adecuarlo a su entendimiento. Ella pregunta y llega un momento en el que deja de preguntar, cuando tiene suficiente información se queda tranquila. No me gusta esconder temas. Los desahucios son como la sexualidad, a los 12 años cogerán el móvil y, si no han llegado a la sexualidad con tu mirada amorosa, les llegará la información con la pornografía.
Directa o indirectamente, citas a menudo al poeta Joan Brossa en tus murales: “Llegir ens fa més lliures” (“Leer nos hace más libres”, en castellano). Los libros y el fomento de la lectura están muy presentes cuando pintas. Pero qué te hace más libre, ¿leer o dibujar?
Dibujar. Pero leer diversos autores y autoras me proporciona un pensamiento crítico para cuando dibujo. Más que libertad, el dibujo es mi terapia, mi psicólogo. Vivimos reprimidos a muchos niveles y dibujar me resulta liberador. Somos una sociedad muy consumista y, aunque consumir arte, cultura o música, está guay, también está muy bien ser creador. Aunque no se te dé bien.
Ilustración
Joan Turu: “Els meus fills són els meus mestres, em fan de mirall constantment”
Els dibuixos de Joan Turu connecten amb la sensibilitat de moltes famílies que intenten ser menys autoritàries del que varen ser els seus pares.