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Han parido engendros los Serrano Súñer
y los tuertos Millán Astray.
Seguimos de mantillas y penitencia
por las bombas del sentido común.
No queda margen ni estrecho
para inventar utopías de colores vivos.
Hay Mad Max en bucle.
500 películas y una serie cutre
de realidades postapocalípticas
que renueva temporada
cada año cristiano.
Yo me cago en los zombies
en los desiertos a los que estamos abocados
virus, robots asesinos y las mentes que los parió.
Duele tanto nuestro tiempo
que se atrinchera en las entrañas.
Los animales son eléctricos,
los nazis ganaron la guerra
y solo nos dejaron la opción
de desarraigar los árboles
para vivir en nidos de topos.
Quisimos agarrar el humo
y hacer Bernini con él;
pero solo nos salen odas al colapso
que nos ha tocado vivir.
Encerrados en ese marco ni vivimos
ni tendremos la forma
más amena de morir.
Se me cansan estos ojos.
Me repatea que no se destile
imaginación útil
en botellas de cristal y sabores fuertes.
Todo es caos y propuesta
de acelerar, de seguir el camino
que marcan los vástagos más crueles
de los Astray y Súñer
para que acabemos todos calvos
para que acabemos en las jaulas
que alguien hizo para nosotros.
Un rastro tétrico de ceniza y melancolía.
Hollywood tiene los guiones escritos;
Madrid es una distopía en prime time;
el bella ciao está en descomposición;
Europa sin gas no puede entrar en calor
con dos buitres a cada hombro.
Esas neuronas atrofiadas exigen
morder con dientes artificiales.
Masticar tuercas porque no arraiga el trigo.
Y que alguien explique
donde acaba la escalera
del sistema de incentivos
donde ponen el techno más oscuro
para ver las ideas mucho más claras.
Que nos cuenten los muros
las torres de vigilancia
y de donde coño sale
este aire tan puramente tóxico
que me trago a bocanadas.
No tengo que moderar mi lenguaje
porque me niego a ser androide
porque las palabras bonitas están secuestradas
y parece que vale mil cuerpos
con riñones y ojos de la cara
rescatarlas de las garras doradas
que marcan como será el porvenir.
Hay cosas que se nos han olvidado.
Hay cosas que no podíamos olvidar.
Que las utopías son oxígeno limpio.
Que funcionamos mejor con miedo,
que la presión y el estrés pueden ser
perro lazarillo del croché al mentón
de esta existencia hosca y mutante.
Que los leones de Bilbao pelean
hasta la última brizna de césped
y que si empezamos a fallecer
desde que comenzamos a ser
solo nos queda mirar más allá del suelo
como los muertos más fríos
que se hunden en sus raíces.
Queda trabajo por inventar
y pocos segundos para la pataleta.
Porque siempre vuelven las olas
y el Taj Mahal de arena
se deshace igual de rápido
que HELP escrito en la orilla.
La esperanza es cara
en la moneda del miedo.
Desde este concepto de la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) nos posicionamos para narrar: creemos profundamente en la investigación de las soluciones imaginarias. Somos la consecuencia de la hipótesis cibernética que destruye la distinción entre ficción y realidad. Bajo esta premisa, este espacio es un experimento de teoría-ficción para intervenir en la realidad mediante el diseño de líneas de fuga a la cibernética y la producción de deseo poscapitalista.
Coordinado por Club Manhattan, colectivo dedicado a la cultura y comunicación digitales.
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Coordinado por Club Manhattan, colectivo dedicado a la cultura y comunicación digitales.