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Gobierno de coalición
España y Portugal: tácticas diferentes, problemas parecidos
Entre 2015 y 2019 la llamada Gerigonça, es decir, el gobierno del Partido Socialista de Portugal con apoyo parlamentario externo del Bloco de Esquerda y la Coalición Democrática Unitaria (Comunistas y Verdes) fue la envidia de la izquierda española. Portugal estaba de moda y los medios progresistas españoles ensalzaban un día tras otro los logros sociales del pacto alcanzado en Lisboa.
Por primera vez, quizá desde la Revolución de Abril de 1974, en el altivo vecino del Este se miraba con atención y admiración lo que hacía el vecino pobre del Oeste. Y es que mientras el histórico acuerdo a tres bandas de las izquierdas lusas permitía la reversión de algunos de los recortes impuestos por la Troika, España vivía sumida en una inédita crisis política que solo se resolvería tras dos mociones de censura y cuatro elecciones generales.
Hoy, sin embargo, las tornas han cambiado y algunos en la izquierda portuguesa agitan la subida del salario mínimo español y el reciente acuerdo entre PSOE y UP para derogar la reforma laboral de 2012 como arietes para reprochar al socialista Antonio Costa que siga aferrado a las políticas de austeridad de su predecesor del derechista PSD.
La subida salarial y la legislación laboral heredada del gobierno de derechas han dinamitado las ya muy deterioradas relaciones entre los exaliados de aquella Gerigonça rota en 2019
Esta semana, el eurodiputado del Bloco José Gusmao elogiaba en Twitter el pacto PSOE-UP y reprochaba al PS que prefiera fabricar una crisis política a “meterse con las leyes que nos dejaron Passos Coelho y la Troika”. No por casualidad, han sido precisamente estos dos temas, la subida salarial y la legislación laboral heredada del gobierno de derechas, los elementos que han dinamitado las ya muy deterioradas relaciones entre los exaliados de aquella Gerigonça rota en 2019, cuando el PS arrasó en las elecciones generales y se encontró con las manos libres para gobernar sin hacer apenas concesiones al Bloco de Esquerda y al PCP.
Elecciones anticipadas con sabor a incertidumbre
Portugal irá a elecciones anticipadas el 30 de enero de 2022 y, gane quien gane, hay algo que todo el mundo apunta como seguro: la extrema derecha, el partido Chega!, obtendrá con toda probabilidad un buen resultado. También en eso Portugal ha dejado de ser una excepción: las elecciones municipales de septiembre han confirmado que los ultras han venido para quedarse.
El Presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, ha apretado el botón de la convocatoria electoral tras la negativa del Gobierno de Antonio Costa a renegociar los presupuestos de 2022 con Bloco y comunistas. Tanto unos como otros reclamaban el pasado mes de octubre a los socialistas algún gesto de buena voluntad para apoyar las cuentas del Estado. Alguna victoria social para presentar a sus bases. O lo tomas o lo dejas fue la respuesta de Costa.
En opinión del profesor de historia contemporánea de la Universidad de Oporto Manuel Loff, el PS buscaba chantajear al PCP y el Bloco, pero quizá pensando que estos finalmente cederían ante la amenaza de unas nuevas elecciones para las que no están preparados. ¿Error de cálculo o decisión consciente? ¿Qué permitió a Costa venirse arriba de esta manera?
La Gerigonça dejó un buen sabor de boca que el primer ministro y el PS capitalizaron en solitario. En las elecciones de octubre de 2019, el Bloco se quedó como estaba y la CDU, la fórmula electoral de los comunistas y verdes, bajó cinco escaños. Liberados del contrapeso de las izquierdas antineoliberales, los socialistas se olvidaron de sus anteriores promesas de revertir las políticas más agresivas del Gobierno de Pedro Passos Coelho.
Recordemos que a los problemas de la inflación, la precariedad laboral y los recortes en los servicios públicos se añade en Portugal una subida del precio de la vivienda sin precedentes, sobre todo en Lisboa y Oporto, antaño ciudades baratas, hoy muy caras para vivir como consecuencia de la rápida turistificación y la entrada de grandes fondos de inversión internacionales en el sector inmobiliario. Los partidos de izquierdas, cada vez más críticos con el devenir de Costa y su retorno a la senda neoliberal de la que Portugal pareció desviarse un poco durante la Gerigonça, reclamaron un cambio de rumbo en la política económica para apoyar las cuentas de 2022. El Bloco, en concreto, ofreció nueve condiciones que podían resumirse en dos grandes demandas: más presupuesto para el sistema público de salud y la recuperación de los derechos laborales arrebatados durante la anterior crisis. El Partido Socialista Portugués no manifestó mucho interés en sentarse a negociar con sus exaliados de izquierdas, y el Presidente de la República vio en la maniobra de Costa, tensar la cuerda para doblegar al Bloco y el PCP, la oportunidad perfecta para forzar una convocatoria electoral que puede dar a las derechas la victoria. Un detalle importante: tampoco en Portugal existe un cordón democrático a la ultraderecha. Spain is not (tan) different. De hecho, en las islas Azores, la derecha tradicional ya gobierna con el apoyo externo de Chega!.
La campaña de Costa, que según los sondeos parte como favorito, se basará en la promesa de recuperación con los fondos europeos, en culpar al Bloco y el PCP, por “intransigentes”, de la repetición electoral y en buscar la mayoría absoluta presentándose como único freno posible a Chega!: o un Gobierno fuerte del PS o el regreso de las derechas, esta vez con los extremistas bajo el brazo. ¿Les suena de algo? Si la jugada le sale bien y concentra en el partido socialista todo el voto de izquierdas, supondrá la definitiva coronación de un político que comparte con Pedro Sánchez la fama de astuto. Sin embargo, no todos dan segura la victoria que auguran las encuestas. El primer ministro ha decidido jugar con fuego. Veremos si se quema o no.
De España ni vientos ni casamientos
¿Estarían dentro del Gobierno en mejor situación el Bloco y el PCP para haber atado en corto al PS? Es jugar a la política ficción ya que la rivalidad entre unos y otros es fortísima y tiene históricos precedentes en el periodo revolucionario de 1974 a 1976, cuando socialistas y comunistas se enfrentaron a cara de perro por el modelo de transición democrática para Portugal. Por otro lado, como en España, el PS sigue siendo un partido culturalmente muy atravesado por muchas de las ideas neoliberales. Su compromiso con una agenda política reformista que vaya más allá de algunos guiños sociales y en materia de derechos civiles es escaso. Tampoco las relaciones entre el Bloco y el PCP pueden definirse como un festival del amor, lo cual dificulta una acción coordinada de las izquierdas a la hora de negociar con el PS. Los socialistas, claro está, son los grandes beneficiados de esto.
La confluencia de comunistas y bloquistas en algo parecido a Unidas Podemos ni está ni se le espera, y supone un problema a la hora de negociar y alcanzar a acuerdos con el PS, ya que ambos partidos compiten a su vez entre sí por el espacio de la izquierda alternativa y cuando hablan con Costa lo hacen mirándose de reojo. Ninguno de los dos quiere parecer el “blando” con los socialistas. Más allá de la efímera Gerigonça, la única cultura de pactos entre la izquierda se da en el plano local, en algunos municipios gobernados por socialistas o comunistas, si bien muy limitada, ya que la elección de las alcaldías en Portugal es directa, y no a través de pactos entre los partidos. El Bloco, por su parte, es una fuerza con una implantación local mínima. Para hacernos una idea, en las pasadas elecciones por fin logró obtener un acta de concejal en Oporto, la segunda ciudad del país.
El sociólogo Boaventura de Sousa plantea en una entrevista concedida al diario Público que se equivocó creyendo que la fórmula española sería más inestable que la portuguesa y que quizá ahora a las izquierdas portuguesas les toque aprender de España e ir a un pacto de Gobierno: “Lo que vemos ahora, es que la opción de articulación política más humilde fracasa y la solución más osada y avanzada sigue en España”.
En la actualidad, solo algunos disidentes del Bloco, el PCP y el PS plantean abiertamente esta posibilidad. ¿Pueden crecer estas voces en los próximos meses? “Es un debate que en Portugal sencillamente no existe”, zanja Manuel Loff.
El gobierno a la española es, por el momento, un tema tabú en Portugal. En cambio, el gobierno a la portuguesa sí estuvo muy presente en la política española
Dice un famoso dicho portugués que “de España ni vientos ni casamientos”, así que no cabe por ahora pensar que vayamos a ver a nadie desde el corazón de los partidos proponerlo. El gobierno a la española es, por el momento, un tema tabú en Portugal. En cambio, el gobierno a la portuguesa sí estuvo muy presente en la política española. Fue, de hecho, el escenario que se dibujó con posterioridad a la moción de censura de junio de 2018.
Tras aquella compleja operación diseñada por Unidas Podemos llegaron unos históricos presupuestos pactados entre el PSOE y UP, la mayor subida del salario mínimo de la democracia y un acuerdo inédito para regular los alquileres. Para una parte importante de UP, este debía ser el camino a seguir: pactos y colaboración desde fuera, con autonomía para ser al mismo tiempo una fuerza de oposición. Iglesias no estaba tan convencido. Quería estar en el puente de mando junto al capitán Sánchez para así fiscalizar el pacto con un PSOE al que había resucitado gracias a la moción a Rajoy. Las tensiones en la Gerigonça española, todavía más complicada debido al factor plurinacional y el necesario concurso del PNV y los partidos independentistas, estaban solo a la vuelta de la esquina. En enero de 2019, UP tumbaba el decreto sobre alquileres del PSOE por considerar que traicionaba lo firmado anteriormente por ambos partidos. Aviso a navegantes: UP no sería una izquierda fácil de contentar. Después de la moción de censura no iba a dar más cheques en blanco al PSOE. El rechazo de los independentistas a los presupuestos de 2019 brindaría a Sánchez la oportunidad de ir a por una mayoría reforzada y una presidencia ganada en las urnas, y no en los despachos, pasillos y maniobras parlamentarias. Lo conseguiría: el PSOE pasaría en las elecciones del 28 de abril de 85 a 123 escaños llamando al voto útil de progresistas y demócratas para frenar el auge de Vox.
El bajón de UP, en plena crisis interna por la salida de Iñigo Errejón, no llevaría, sin embargo, a Podemos a una posición más dócil con respecto al PSOE, sino a reforzar la apuesta de Iglesias por entrar en el Gobierno, aun a riesgo de ir a una nueva repetición electoral. No todos compartían la hipótesis del líder de Podemos. Tanto los Comunes como IU preferían la fórmula portuguesa a seguir tensando la cuerda con Sánchez. Tampoco dentro de la formación morada había unanimidad. Una parte importante del partido temía la repetición electoral. Para los anticapitalistas, ya fuera del barco, y que tienen en el Bloco de Esquerda a uno de sus referentes internacionales, buscar el gobierno de coalición suponía regresar a un modelo de izquierda subalterna del social-liberalismo y atarse de pies y manos a las políticas de Sánchez, con escaso margen de maniobra para dejar un sello propio en el Gobierno. En un sorprendente giro de guion, Teresa Rodríguez se ofrecía, sin embargo, esta semana como aliada andaluza de la vicepresidenta y ministra de Trabajo Yolanda Díaz. Un exdirigente de Podemos ironiza sobre los “izquierdistas” que defendían justamente la opción que prefería el PSOE, el pacto a la portuguesa: “Los socialdemócratas quieren pactar contigo, pero lo que no quieren nunca es darte poder”.
Tampoco Errejón, ya al frente de Más País, abogaba por entrar en el Gobierno, y por el contrario defendía poner el foco en el programa y las medidas. Alguien que estaba entonces en posiciones contrarias a las de Iglesias señala que “Pablo acertó. Hay que reconocérselo. Supo leer mejor la coyuntura política. Estábamos en una situación de reflujo y habernos quedado fuera del Gobierno nos habría dificultado mucho tener perfil propio”.
No solo la polarización habría dejado sin apenas espacio a UP, sino que es muy probable que la espiral autodestructiva de la coalición se hubiera acelerado fuera del Consejo de Ministros. UP no estaba preparada para una larga travesía por el desierto de la oposición. La volatilidad es una gran diferencia de la izquierda española con respecto a la portuguesa, “mucho más sólida y orgánica”, señala Loff. Sin movilización social y con una derecha sobreexcitada y vociferante, UP tenía poco que hacer en el Parlamento, más allá de acuchillarse en grupos y subgrupos de Telegram. La entrada en el Gobierno también ayudó a cohesionar algo a una organización difícil, templando sus pulsiones autodestructivas. Siempre presentes, siempre latentes. Este mismo dirigente apunta también que el liderazgo de Yolanda Díaz “con ADN de Gobierno y gestión” habría sido imposible de no haber entrado en el Gobierno. Algo que costó unas nuevas elecciones en diciembre de 2019 en las que UP logró salvar los muebles y demostrar al PSOE que sus votos eran imprescindibles para gobernar.
La socialdemocracia tira al monte
La presencia de UP en el Gobierno le ha supuesto asumir contradicciones difíciles en política nacional e internacional, que le han desgastado, pero también le ha permitido influir, gestionar y popularizar debates y posiciones que habría sido muy difícil hacer llegar a la opinión pública desde la oposición, con el ruido que a diario generan PP, Vox y sus medios afines.
Un ejemplo de ello es la reforma laboral, cuyo contenido, efectos y calado muchos españoles están descubriendo estos días a pesar de llevar en vigor desde hace casi una década. “Es un debate que nos favorece y donde el PSOE tiene muy complicado justificar que está del lado de la CEOE”, señala un exdirigente de Podemos, que se muestra convencido de que Pedro Sánchez y Nadia Calviño tendrán que aceptar una reforma laboral más ambiciosa de la que tenían en mente. Algunos en UP no entienden muy bien a qué juega un PSOE que creen que se ha equivocado por completo de estrategia en este asunto.
Desde Portugal, Loff no se muestra tan optimista con respecto a las posibilidades de que UP saque partido electoral a su paso por el Gobierno, y cree que los éxitos, si se dan, los capitalizará Sánchez como presidente de Gobierno, mientras que de salir mal la experiencia, la coalición de izquierdas no se librará de culpa ante sus electores. No obstante, para el académico de la Universidad de Oporto las expectativas de la izquierda portuguesa no son tampoco mucho más halagüeñas. Las encuestas hablan de una bajada importante del Bloco y el PCP, a los que las elecciones les pillan con el pie cambiado. En el caso de los comunistas, a punto de un relevo generacional importante: del metalúrgico de 74 años Jerónimo de Sousa, a muy probablemente Joao Ferreira, concejal lisboeta de 42 años, biólogo de formación. Loff cree que el cansancio provocado por la pandemia, el malestar social derivado de la precariedad y la inflación pueden terminar favoreciendo una victoria de las derechas, aunque por ahora todas las encuestas apunten a una victoria del PS.
Según un sondeo publicado este fin de semana por el diario Público.pt, un 54% de los portugueses quiere un gobierno con mayoría absoluta, pero en caso de no ser así, la Gerigonça volvería a ser, por un estrecho margen, la opción preferida: el 25%. Está por ver si el principal partido de derechas, el PSD, solventa sus problemas internos, y si el electorado de izquierdas se moviliza, y sobre todo de qué modo.
El resultado de las urnas portuguesas muy probablemente pesará en Sánchez a la hora de decidir qué hace con las elecciones españolas
El resultado de las urnas portuguesas muy probablemente pesará en Sánchez a la hora de decidir qué hace con las elecciones españolas. PSOE y UP pueden imponerse en unas generales, pero tienen serios problemas a nivel autonómico. Madrid y Andalucía se llaman los dos más importantes, apunta un exdirigente de Podemos.
Adelantar las generales a las municipales y regionales es el mejor escenario para Yolanda Díaz, aliada y competidora a la vez. La ministra y vicepresidenta es una magnífica cabeza de cartel en España, pero por ahora con pies de barro en el nivel autonómico y local, según reconocen incluso en su propio entorno. Por el contrario, hacer las generales en su fecha, a finales de 2023 o principios de 2024, después de las municipales y autonómicas, daría más tiempo a usar los fondos de reconstrucción de las UE y, dato importante que apuntan fuentes consultadas para la elaboración de este artículo, permitiría a Sánchez aprovechar al máximo la presidencia española de la Unión. El semestre de junio a diciembre de 2023 sería un espacio de lucimiento hecho a la medida de un presidente alto y guapo que habla idiomas y al que le fascina la política internacional. Implicaría, sin embargo, el riesgo de un posible descalabro territorial de UP que arrastre consigo a los gobiernos de coalición más frágiles, envalentone a las derechas y debilite la reelección de Sánchez. La doctrina Zapatero, cuidar al aliado de izquierda pensando más en la suma total que en el resultado individual, sigue sin generar consenso en el PSOE.
Un buen resultado de Costa podría animar en el PSOE a acelerar la búsqueda de un escenario de “manos libres”. La decisión se tomará en un sentido u otro atendiendo a la marcha de la economía y de las encuestas. “Lo hará por sorpresa y sin atender demasiado a los intereses de los barones socialistas”, señala alguien que conoce el estilo Sánchez.
En política, las estrategias y los discursos son importantes, pero la coyuntura siempre pesa más, y esta nunca se elige. Con lenguajes y hojas de ruta muy diferentes, las izquierdas ibéricas crecieron la pasada década al calor de las movilizaciones contra la Troika y los recortes, agravados en España por la corrupción, la crisis territorial y de la monarquía. Lo hicieron aprovechando el descontento de muchos exvotantes socialistas, desencantados por la gestión de la crisis por Zapatero en España y por la de Sócrates en Portugal. Ahora, a ambos lados de la frontera se enfrentan a un escenario muy similar: reflujo de la movilización social, auge cultural y electoral de la extrema derecha y una socialdemocracia muy poco socialdemócrata. En un caso desde el Gobierno. En otro desde la oposición. Los socialistas ibéricos, de nuevo en el poder gracias al apoyo de las izquierdas españolas y portuguesas, y resistentes a revertir las políticas de ajuste aplicadas durante la crisis, piden un cheque en blanco a cambio de ejercer como muro de contención de los ultras. ¿Hasta qué punto tensar la cuerda? ¿Cómo evitar un chantaje permanente del socio mayoritario? ¿Realmente estar en la oposición permite siempre más libertad de movimiento? España y Portugal: tácticas diferentes, problemas parecidos.
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Quizás, la opción más sensata sea la de seguir haciendo oposición anticapitalista y revolucionaria, sin vender nuestros ideales. Porque visto lo visto, entrar en el gobierno significa caer en el reformismo y pasar a defender el sistema capitalista.
Lo que está claro es que la democracia liberal esta diseñada para mantener el libre mercado sea como fuere, y para ello impiden cualquier democracia participativa, redistribución o socialización por medio de sus medios de comunicación, policía y cultura capitalistas
Llamar a lo de Unidas Podemos "la solución más osada y avanzada" es una apreciación, cuanto poco, filantrópica del señor Boaventura.
A mí me parece más osado y más utópico negarse a aprobar los presupuestos reaccionarios del reaccionario Partido Socialista. A ambos lados de la frontera.