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Capitalismo
¿Socialismo para cuándo?
Sanidad, educación, pensiones, paro, subvenciones públicas, infraestructuras y un montón de servicios que garantizan un mínimo de calidad de vida a nuestra sociedad y que tenemos asumido que están garantizados son los que en definitiva permiten a muchos afirmar que “el capitalismo no será perfecto pero es el mejor sistema posible”.
Pero imaginemos por un momento que tenemos que vivir en una sociedad realmente capitalista. Irán a la escuela solamente los niños cuyos padres lo puedan pagar, se curarán solamente los enfermos que puedan pagar sus medicinas, morirán aquellos que tras un accidente o enfermedad grave no tengan dinero suficiente para pagar sus tratamientos, las personas mayores que no tengan ahorros no tendrán pensión y seguirán trabajando hasta morir, el transporte público no existiría y cada carretera por la que circulásemos tendría un peaje, incluso ir a un parque, a la montaña o a la playa podría privatizarse y solo estar disponible para los que puedan pagarlo.
El Estado no se metería en el “libre acuerdo” entre empresario y trabajador por lo que no existirían derechos laborales, ni límites a la duración de la jornada laboral ni salario mínimo, tampoco regulaciones ambientales ni de ningún tipo ni derechos del consumidor. No existirían ayudas públicas de ningún tipo por lo que ante situaciones como las provocadas por la Covid-19 o la reciente Dana en València cada uno se ocuparía “libremente” de lo suyo sin que el estado intervenga, quien no tenga medios para sobrevivir pasará a mejor vida y si sus familiares tampoco tienen dinero para un entierro y despedida dignos tampoco podrán acceder a esto. Es el dinero quien manda. ¿Alguien realmente desea vivir en un sistema capitalista?
Evidentemente si de un día para otro cambiásemos a un modelo realmente capitalista, el conflicto no tardaría en aparecer. Es el síndrome de la rana hervida: si se pone repentinamente a una rana en agua hirviendo saltará inmediatamente, pero si está en agua tibia y se va calentando poco a poco no percibirá el peligro y se cocerá hasta la muerte. Y es así como van degradando todos los servicios públicos, todo aquello que hace al capitalismo soportable va menguando de forma lenta y progresiva para beneficio de los que quieren hacer negocio con absolutamente todo, aunque eso implique la muerte de seres humanos.
Y frente a esto, hay otros modelos para organizar la economía y la sociedad que son demonizados. Modelos que garantizan un mínimo de calidad de vida a todos y medidas que son fácilmente aplicables, modos de vida que desearíamos pero a los que tenemos miedo.
¿Cuántas medidas socialistas, de esas que nos gustan a todos, podría aplicar el estado con 20.000 millones de euros?
40.000 millones de euros, tras pagar nóminas a sus trabajadores, impuestos y todo tipo de gastos, es lo que les quedó de beneficio a cinco empresas en España en 2023. A los cinco grandes bancos. ¿Acaso renunciarían a su negocio si ese beneficio se redujera a la mitad? ¿Cuántas medidas socialistas, de esas que nos gustan a todos, podría aplicar el estado con 20.000 millones de euros? ¿Podría regalar el estado una vivienda a cada joven que finalizase sus estudios y quiera independizarse? ¿Podría la educación ser realmente gratuita y que todas las carreras universitarias acogiesen a todas las personas que quisiesen cursarlas? ¿Podría haber una renta básica universal? ¿Podría haber supermercados públicos con los productos de primera necesidad a precios simbólicos?
Cambiar el sentido común y perder el miedo a los cambios puede ser el primer paso para una vida mejor
España pierde más de 6.000 millones de euros cada año por la evasión fiscal de grandes fortunas y multinacionales. ¿Por qué no vamos a por ese dinero y lo usamos para vivir todos un poco mejor? ¿Por qué permitimos que los grandes supermercados ganen cientos de millones cada año pudiendo usar ese dinero para abaratar nuestras compras o mejorar los salarios de sus trabajadores? ¿Por qué se le tiene miedo a la palabra socialismo?
Los cambios pueden empezar solamente con perder el miedo, con cambiar el sentido común. Que deje de parecernos algo normal el trabajar 40 horas cada semana solo para sobrevivir y poco más. Tener claro que nosotros, la clase trabajadora, los pobres, los que no nos queda más remedio que trabajar, estamos soportando a una lacra de millonarios que ganan millones cada año gracias a nuestro trabajo, no al suyo. Que quien más tiene no es porque se lo ha ganado, es porque lo ha heredado. Que podríamos vivir mejor pero se empeñan en hacernos creer que no. Que el capitalismo no es bueno. Que hay que quitar completamente del mercado la vivienda, la sanidad, la educación o las pensiones y eso traerá consecuencias positivas. Cambiar el sentido común y perder el miedo a los cambios puede ser el primer paso para una vida mejor.