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Opinión
Hackeados
Después de un año, de repente recuperamos las expresiones de las caras de nuestros vecinos, de nuestros compañeros de trabajo, de los viandantes, de los repartidores, que nos cruzamos a diario, todos somos peatones con cara, de alguna manera durante un año nos han hackeado las expresiones faciales del microcosmos que nos rodea fuera de los mas íntimos.
Posiblemente no seremos los mismos antes y después de este periodo de pandemia, de máscaras donde la comunicación no verbal de la mirada ha estado presente en nuestra cotidianidad pública y social.
Curiosamente la expresión hacker del inglés la RAE la castellaniza como jaquer palabra mueva: “1. Pirata informático 2. Persona con grandes habilidades en el manejo de computadoras que investiga un sistema informático para visar de los fallos y desarrollar técnicas de mejora”. En cambio, el verbo en castellano es igual a la amenaza en ajedrez a las piezas reales, que en inglés es Check. Pero si lo analizamos también hemos sido víctimas de un jaque o amenaza con las estrictas normas que por “nuestro bien” nos impedía movernos en la zona de confort habitual.
Decía Bécquer que:
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.
Pero no todo ha sido tan bonito, la mascarilla será el símbolo del recuerdo de esta época cuando la consigamos superar, pero para ello hay que dejar atrás la aporofobia y el proteccionismo interno del occidente neocapitalista versus al resto de la sociedad, contribuyendo de manera suficiente sobre el daño que el virus está causando sobre la población mas pobre y desfavorecida del planeta, que esas 875 millones dosis se multipliquen para poder erradicar de forma real el covid 19. No añadiendo un factor mas a la clase de individuos cuando la sociedad los categoriza.
En la calle ha sido fácil de mantener la aporofobia de forma discreta gracias a la mascarilla: con desviar un poco la mirada desaparecían las personas que no nos gustaban y, una vez más, eran invisibles
Esa aporofobia que en la calle ha sido tan fácil de practicar de forma discreta gracias a la mascarilla, cuando prácticamente con desviar un poco la mirada desaparecían las personas que no nos gustaban, una vez mas, eran invisibles. Este ha sido uno de los efectos del hackeo. Además casi se ha hecho un jaque mate a la visibilidad de los problemas no relacionados con el virus, alguno como la crisis climática, ha pasado a segundo plano mientras avanza despiadadamente sobre todo en esos mismos lugares y seres a los que les es ha complicado recibir vacunas o ayuda sanitaria, haya donde se suman los males: “Al navío desarbolado todos los vientos son contrarios”.
Por otro lado, cuando nos ha interesado hemos aprendido a reaccionar frente a las miradas de los otros: entrever, distinguir sus movimientos, las expresiones sociales de poder, de sumisión, de miedo o alegría, tristeza, intimidad... reconocer a través de los ojos anónimos que nos cruzábamos todo aquello que asociamos a nuestros congéneres habitualmente, cuando esa confluencia era próxima la reactividad pupilar de una frase o una noticia delataba la reacción de algo agradable sin la necesidad de percibir el resto de expresión facial o verbal.
Durante este tiempo nos han hackeado hasta las palabras, esas que tras un filtro perdían muchas veces los rasgos sonoros agudos que ayudan a comprenderlas
Durante este tiempo nos han hackeado hasta las palabras, esas que tras un filtro perdían muchas veces los rasgos sonoros agudos que ayudan a comprenderlas, la presencia, cuántas veces hemos repetido “perdona no te he entendido” y nadie se ha extrañado, cuantas veces esa mascarilla ha servido a lo que no ha interesado o querido entender, como posterior justificación frente a la pasividad de las circunstancias.
De alguna manera todas estas normas temporales cambiarán nuestra visión del mundo, casi todos hemos tenido una vida diferente a la de antes y seguro que también la de después de la pandemia, como aquellas que narraban nuestros abuelos de la guerra separándola del resto de sus vidas y que había variado sus costumbres. Nada que ver con la guerra civil o la dictadura, pero la mayoría de nosotros dentro de unos años hablará de la pandemia, de las anécdotas buenas y malas, las separaciones, los cambios de humor, la confianza y la desconfianza, el teletrabajo, las pérdidas de trabajo, los fallecidos, los aislamientos, una de ellas será la mascarilla, las miradas, su influencia en el contacto humano mejor dicho en el no contacto. Por cierto, cuantos silencios han llenado las miradas.
No sé si todos sabremos besar con la mirada, pero sí creo que en algunos momentos la utilizaremos para bien o para mal para hablar o para juzgar mucho mas que hasta ahora.
A través de las miradas hemos sentido defensa, protección, aprecio, cuidado, amparo, nos hemos sentido, contemplados, observados, la hemos utilizado para atisbar, otear, ojear, columbrar, leer, la hemos visto en los demás y en nosotros mismos analizando, averiguando, revisando, registrando, escudriñando, fisgando, curioseando, inquiriendo, pensando, pesada, estudiando, examinando, reparando, meditando, reconociendo, descubriendo, guardando, percibiendo, valorando, vigilando, obedeciendo, avizorada, oída, cauta viva, resuelta, a veces desconsiderada o iracunda... amando.
Cuántos silencios hemos percibido con las miradas ajenas y como los hemos entendido cuando hemos querido.
Hemos recuperado los rostros, como los añorábamos con sus sonrisas, muecas, burlas, gritos..., que ganas de vernos las caras, el hacker que ha pasado nos ha devorado parte de la vida, pero como mínimo ha dejado algunas actualizaciones en nuestro sistema.