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Opinión
Aún queda todo por hacer
Difícil la situación que dejamos en 2023 para desear que este nuevo año, 2024, sea feliz y pacífico. El nuevo gobierno de coalición puede tratar de vendernos los avances sociales logrados y los futuros, la realidad no apunta hacia una mejora de nuestra vida, más bien lo contrario. Apunta hacia una agravación social debida a la situación inestable provocada por la multiplicidad de los conflictos entre las grandes burguesías capitalistas imperialistas compitiendo entre ellas, con único objeto el de consolidar sus propios beneficios en detrimento de los del adversario.
Los gobiernos, a pesar de sus ademanes, tienen poco poder sobre el desarrollo de la crisis económica o la política mundial. Y todos aquellos, que pretenden poder actuar, sobre la crisis y las desigualdades que esta genera, en realidad, por mucho que sean legitimados por las urnas, no tendrán ningún poder. De hecho, basta con saber que en el planeta la riqueza individual más extravagante de algunos se codea con la pobreza de la inmensa mayoría de la población.
Es más, el poder está concentrado en manos de la gran burguesía capitalista, que domina el mundo mediante un sistema plagado de contradicciones que ni siquiera ella misma puede resolver. El capitalismo no es sólo la explotación y todo lo que deriva de dicha explotación, sino también la amenaza permanente de guerra; la continuidad de la competencia llevada a cabo por medios militares.
La burguesía incapaz de dominar las contradicciones de su propio sistema, y la feroz guerra económica que se libran las distintas potencias conduce, más tarde o más temprano, a una guerra generalizada. Es a tal precio que los mercados financieros pueden descorchar el champán los finales de año, con los mercados bursátiles mundiales batiendo récords.
Lo que está ocurriendo ahora ya no es, o no sólo, una de las numerosas crisis económicas que con más o menos infortunio, (el infortunio es la suerte que el capitalismo reserva a la clase trabajadora), el capitalismo acaba resolviendo, sino una crisis profunda que atestigua, por si cupiese alguna duda, no solo de su putrefacción sino también de su incapacidad como clase dominante en controlar la sociedad que domina.
Actualmente, mientras que el ruido de sables pudiendo conducirnos hacia una nueva guerra mundial se acentúa, todos los partidos integrados en el sistema y defendiendo directa o indirectamente los intereses de la burguesía, no solo multiplican los llamamientos a la unidad del país, sino que implícita o explícitamente defienden la idea de que la situación exige —y más aún en caso de guerra— dejar a un lado la lucha de clases.
Actitud que deja claro cual es nuestra tarea: intensificar la lucha de clases que permitirá aguerrir a los miles de trabajadores y trabajadoras implicados en ellas, para, sino poder evitar la guerra que nos están preparando, llevar la nuestra propia, la que nos permitirá hacernos con el control de la sociedad.