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Cine
Tokyo Godfathers, la navidad que nos dejó Satoshi Kon
Satoshi Kon, uno de los directores más prometedores que tenía Japón, estrenó en 2003 una película que todas las Navidades vuelve a la memoria.
Probablemente esté en pocas selecciones de películas navideñas para estas fechas y, por supuesto, no la verás programada en televisión –ver películas anime en televisión generalista es una quimera a estas alturas, por desgracia–, pero Tokyo Godfathers (2003) es el necesario alegato del prematuramente fallecido director japonés Satoshi Kon por una historia irreverente y, a la vez, redentora y entrañable. Una navidad muy diferente al ideal que se suele vender, protagonizada por tres vagabundos y un bebé abandonado entre la basura.
La navidad es época de tradiciones, y a ella no escapa el cine, que como toda industria ha sabido rentabilizarla hasta la extenuación. Hay películas navideñas que ya son todo un clásico de estas fechas, la mayoría con su toque almibarado en consonancia con los buenos propósitos y el espíritu de compartir que nos impregna cada final de año. A todos nos vienen a la memoria obras desiguales como ¡Qué bello es vivir!, Solo en casa, Los fantasmas atacan al jefe, Love Actually, Pesadilla antes de navidad y un largo etcétera, una amalgama de cintas atemporales –sean más antiguas o más recientes– que se pasean por las televisiones estos días y en las que realmente no importa tanto si es buen cine o no, sino el recuerdo de momentos memorables compartidos con los seres queridos frente a la pantalla.Japón ha adoptado también esta parte de la cultura occidental, sobre todo en los últimos años, y aunque su tradición religiosa esté más ligada al budismo, es cada vez más habitual ver la iconografía navideña en el país del sol naciente, con sus abetos, sus luces en las calles, su Papá Noel con barba blanca y traje rojo, y sus regalos el 25 de diciembre. Esta mezcla de culturas y tradiciones puede chocar, pero un genio visionario como Satoshi Kon, que nos dejó películas anime para el recuerdo como Perfect Blue (1997), Millennium Actress (2001) y Paprika: detective de los sueños (2006) supo entender lo que era mezclar su definidísimo estilo realista y laberíntico, con esta festividad como telón de fondo, mucho humor negro y ciertas dosis de realidad social no siempre amable. Y sí, con esta mezcla explosiva consiguió crear no solo una muy buena película, sino todo un clásico navideño contracultural, revelador, casi revolucionario y en clave de rebelión frente a los clichés, sin perder esa chispa emotiva y un hondo calado por la fuerza de sus personajes.
¿Pero de qué va Tokyo Godfathers?
Pues la acción nos sitúa en plena ciudad de Tokio, pero no entre luces y brillo, sino entre la basura. Allí, en un vertedero, tres vagabundos –Gin, un borracho de mediana edad; Hana, un travesti en horas bajas; y Miyuki, una adolescente desubicada que ha huido del hogar– se encuentran en Nochebuena con un “regalo” que no esperan: un bebé abandonado. Pese a su intención inicial de devolverla a la policía, el sentimiento maternal de Hana aflora y deciden prolongar su acogida improvisada en un escenario imposible como es su vida callejera mientras buscan a la madre de la niña. Una búsqueda que les hará enfrentarse a sí mismos, a las razones que les llevaron a su mísera vida, y a las sorprendentes conexiones entre personas, así como la importancia del destino y la casualidad.En una de sus grandes especialidades, Satoshi Kon entreteje el argumento y las relaciones entre personajes, atando con convicción todos los cabos hasta hilar una trama que empieza pareciendo ligera, pero que forma una tela de araña con muchos recovecos en los que explorar todo un mundo, un retrato social y humano. Al director japonés no le tembló el pulso a la hora de mezclar la comedia que inunda todo su film con momentos dramáticos bien marcados, que golpean al espectador con fuerza.
Tokyo Godfathers es, en definitiva, una de las propuestas más exóticas de película navideña para ver uno de estos días de polvorones y turrón, pero también de las más interesantes y enriquecedoras a la par que entrañable y divertida. Y, por si fuera poco, un homenaje –siempre necesario– a su director Satoshi Kon, uno de los más talentosos del cine japonés, que falleció en 2010 con tan solo 46 años y una vida –y carrera brillante– que se vio truncada por la enfermedad.
Tokyo Godfathers es el contrapunto perfecto para cualquier navidad, y para cualquier cinéfilo inconformista.