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Editorial
Pasar a la ofensiva
Este verano hemos asistido a la enésima vuelta de tuerca de la gestión neoliberal del Partido Nacionalista Vasco a cuenta de la emergencia climática. Por desgracia, el verano más caluroso y seco de la historia no ha propiciado debates en torno a la prevención forestal, el modelo urbanístico o la gestión del agua. Por el contrario, las restricciones de agua en algunas comarcas —con la reserva de Urdaibai como ejemplo superlativo— no solo no han favorecido la transición hacia una gestión racional, sino que están acelerando la construcción de nuevas infraestructuras que favorecerán el negocio del agua a manos de multinacionales españolas y consultoras afines al PNV.
No podemos perder de vista que el problema a revertir con urgencia es el gran proceso privatizador a gran escala de las últimas décadas. Tras años sin realizar inversiones locales para resolver el déficit hídrico, provocado en gran medida por la turistificación, pretenden ahora que la sequía de este verano apuntale el proyecto de canalización de las aguas del Zadorra a todo el territorio de Bizkaia, contra el sentido común, contra la directiva marco europea en la materia y contra una planificación cabal del ciclo integral del agua. Un despropósito solucionista en toda regla.
“Además de un debate invernal entre las fuerzas de izquierda, debe iniciarse la impugnación del régimen vasco desde el antagonismo y no desde el pactismo”
A estas alturas, es evidente que las soluciones de las élites autóctonas a la crisis social y ecológica del capitalismo pasan por nuevos arreglos de mercado, facilitadas por la gestión caciquista avant la lettre. Ante su esperado fracaso, que asoma con fuerza y se antoja inevitable, las fuerzas de izquierda deben articular soluciones distintas para imaginar una Euskal Herria nueva que emerja sobre las ruinas ambientales del neoliberalismo. Debe convertirse en un hervidero de propuestas innovadoras, de trabajo estrecho con los movimientos sociales, elevando así un desafío destituyente a la tecnocracia para construir una propuesta política que articule estas fuerzas y presente una alternativa política común.
Esa debe ser la preocupación, no los posibles pactos entre Elkarrekin Podemos, EH Bildu y el PSE para echar al PNV del poder. Los primeros carecen de la estructura e iniciativa suficiente para llevarlo a cabo. Por su parte, la debilidad orgánica de los abertzales es creciente y su incapacidad para atraer a amplios sectores del pueblo vasconavarro más que evidente. Y qué decir de los socialistas, quienes tienen demasiados intereses cruzados con los decadentes nacionalistas. Desde esas coordenadas es comprensible que la juventud comunista se vuelva contra la política institucional, pero también es evidente su incapacidad para desplegar una visión socialista que trascienda, desde la complejidad y la diversidad, al trabajador industrial del siglo XIX. Ante esta tesitura, además de un debate invernal entre las fuerzas de izquierda, debe iniciarse una medida cautelar: la impugnación del régimen vasco, una competencia virtuosa desde el antagonismo, no desde el pactismo con quienes nos llevan sin duda al abismo.