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Donostia
El Palacio Bellas Artes de Donostia desaparecerá para convertirse en alojamientos turísticos
El Palacio Bellas Artes de Donostia, el cine más antiguo de España que aún queda en pie, se transformará para dar paso a alojamientos turísticos. La empresa Sade (Sociedad Anónima de Deportes y Espectáculos), propietaria de la construcción, mantendrá solo un 20% de la fachada, lo que ha provocado las críticas de la asociación patrimonialista Áncora y de los propios vecinos donostiarras. El icónico edificio, construido en 1914, se une a la lista de otros inmuebles con un importante valor arquitectónico demolidos en los últimos años, como Miracruz 19, en el barrio de Gros, o Villa Zerutxo, en Aldapeta.
El antiguo cine se convertirá en un alojamiento turístico de 84 habitaciones con tres plantas de parking subterráneo robotizado. La empresa Sade reformará el interior del inmueble manteniendo las fachadas y su característico chaflán, donde destinará las tres primeras plantas a usos hosteleros o comerciales, aún por determinar. Además, los propietarios repondrán la cúpula que fue derruida, asegurando que “el Bellas Artes volverá a ser el edificio singular y emblemático que fue”. La empresa invertirá 5,6 millones de euros en una obra que durará dos años.
La propuesta de alojamientos turísticos de la empresa Sade requiere la modificación de la fachada, que apenas conservará un 20% de la original. “Hay toda una serie de alteraciones muy importantes y que no constituyen una intervención respetuosa sobre un edificio con unos valores tan relevantes”, denuncia Fernández-D´Arlas, presidente de Áncora. En ese sentido, lamenta también que el Ayuntamiento de Donostia no haya tomado la decisión de expropiar y cuidar el inmueble para destinarlo a usos culturales.
“Hay toda una serie de alteraciones muy importantes y que no constituyen una intervención respetuosa sobre un edificio con unos valores tan relevantes”, Fernández-D´Arlas, presidente de Áncora
La asociación patrimonialista Áncora defiende mantener el edificio y ha organizado diversas manifestaciones en contra del derribo. Su presidente recuerda que hasta ahora ninguna de las corporaciones municipales se había atrevido a firmar la demolición ante la fuerte oposición vecinal. “Las construcciones históricas están para ser usadas, pero si las propuestas son de tipo lucrativo o especulativo se producen tensiones extremas entre los intereses de un propietario particular y la defensa de un interés general”, explica a Hordago Fernández-D´Arlas. El futuro del Bellas Artes lleva 30 años pendiente de un hilo, sin que se llegará a un acuerdo, y desde Áncora consideran la decisión ahora adoptada un fracaso, ya que en otras ciudades, como Bilbao, hay edificios similares que se han reconvertido para usos culturales, como, por ejemplo, el Kafe Antzokia.
Una esperanza cautelar
En octubre, y tras un recurso de la asociación Áncora, el juzgado contencioso administrativo número 3 de Donostia decidió, al poco de iniciarse, que se suspendieran de modo cautelar las obras del Bellas Artes. Sin embargo, el juez reclamó 4 millones de euros en un periodo de 10 días para que las obras se mantuvieran paradas, cantidad que corresponde al coste necesario para mantener sus fachadas sujetas con hierros y garantizar la seguridad de la construcción durante todo el procedimiento judicial. Según el juez, con el fin de “evitar su colapso, dada la situación de ruina del edificio”. Por su parte, la asociación Áncora ya señaló que no podría abonar esta cantidad y la Sade ha reiniciado los trabajos tras un mes y medio de suspensión.
La suspensión cautelar de la reforma se produjo porque, si los jueces decidieran finalmente la anulación de la licencia, podría suceder que cuando se dictase sentencia el interior del edificio estuviese ya derribado. La empresa Sade calculó en 878.283 euros el daño emergente por no poder disponer del capital inmovilizado, a lo que añadió otros 603.202 euros por los gastos de mantenimiento mientras están paradas las obras. En esa cantidad se incluye el montaje del andamio, una marquesina, una grúa, los impuestos por la ocupación de vía pública y otros gastos.
En el Pleno municipal del 21 de octubre de 2021, la concejala de Obras y Proyectos, Duñike Agirrezabalaga, aseguró que el Ayuntamiento no tiene capacidad para hacerse con la propiedad del edificio en ruina sin desajustar su presupuesto. De haberlo hecho, en su opinión, hubiera supuesto “hipotecar el presupuesto de inversiones durante años”. También puntualizó que adquirir el Bellas Artes sería “vender el coche para comprar gasolina”. Una postura, la del Ayuntamiento de Donostia, que contrasta con la de otras ciudades referentes, como Barcelona, donde el ayuntamiento compra inmuebles para darles usos municipales. Una de las últimas adquisiciones de Ada Colau ha sido la antigua sede de la editorial Gustavo Gili, construcción representativa del racionalismo catalán. El nuevo edificio comunitario se convertirá en el Centro de Cultura y Educación de Barcelona.
Un derribo anunciado
En 2013, el arquitecto donostiarra Jonander Agirre inició ya una campaña contra la demolición del Bellas Artes en la que se recogieron más de 10.000 firmas. Para Agirre, la única forma de cuidar el Bellas Artes es comprándolo y dándole un uso cultural o municipal, como ocurrió con la antigua sede de bomberos, que ahora alberga oficinas. “Las quejas tienen que hacerse cuando sale el Plan General de Ordenación Urbana, que es cuando se permiten estos cambios”, enfoca el arquitecto. Asimismo, Agirre considera que este derribo se une a otras actuaciones que confeccionan “una ciudad de mala calidad”.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), organismo dependiente de la ONU, advirtió en 2019 con un dossier internacional de alerta al patrimonio sobre el peligro que corría el edificio. En ese documento solicitaba a las autoridades responsables que lo declararan Bien Cultural Calificado como Monumento, ordenarán su restauración y la reconstrucción de la cúpula que lo remataba, derribada por los propietarios. Un hecho que remarca el presidente de la asociación Ancora, ya que en España “nunca se había producido una alarma internacional de estas características”.
“Las quejas tienen que hacerse cuando sale el Plan General de Ordenación Urbana, que es cuando se permiten estos cambios”, Jonander Agirre, arquitecto
El Palacio de Bellas Artes fue declarado Bien Cultural con la categoría de Monumento en 2015, pero en octubre de ese mismo año la empresa Sade encontró una grieta en la cúpula y solicitó su derribo alegando que podría colapsar. Las autoridades se lo concedieron, pero dictaron la orden de que posteriormente fuera reconstruida de inmediato. A pesar de ello, la empresa derribó pero no reconstruyó nunca la bóveda, alegando su ruina.
En 2017, Sade logró también con sus recursos en los juzgados que el edificio pasara a tener una protección más débil, ya que el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco reconoció la situación de ruina del Bellas Artes y la Consejería de Cultura declaró que “no concurren valores suficientemente relevantes que justifiquen el mantenimiento a ultranza del inmueble”. En marzo de 2021, en el último Plan Especial de Protección del Patrimonio Urbanístico Construido, esa protección aún se rebajó hasta el grado C. Las construcciones a las que se les concede este nivel comprenden elementos construidos a los que se reconoce su valor individual y cuentan con partes que deben ser protegidas en su envolvente exterior. El Catálogo del Patrimonio Urbanístico Construido recoge seis niveles del A al F.
Desde su consideración de edificio permanente, en 1977, la empresa propietaria ha logrado reducir la protección del Bellas Artes hasta casi dejarlo sin ninguna. Fernández D-Arlas considera que esta desprotección se debe a las fuertes presiones de la empresa propietaria, “muy poderosa y formada por familias donostiarras muy bien posicionadas”. Una opinión que comparte el arquitecto Jonander Agirre, para quien “una compañía grande puede generar cambios en el plan”.
Defensa del patrimonio
La oposición en el ayuntamiento de Donostia es crítica con el derribo del Palacio de Bellas Artes y cree que detrás se encuentra la construcción de una ciudad basada en el modelo turístico. Para Aitzole Araneta, concejala del grupo municipal Elkarrekin Podemos, acabar con el Bellas Artes sería “una pérdida irreparable por el valor material e inmaterial del edificio”. Si bien hace dos años la concejala delegada de Urbanismo Sostenible descartaba la modificación del cine, Araneta explica que ahora el ayuntamiento no tiene intención de dar marcha atrás porque ya no tiene ataduras legales. “La solución es complicada y por ello tenemos que seguir movilizándonos”, concluye.
Desde el grupo EH Bildu, el concejal Ricardo Burutaran considera el derribo “un fracaso de las instituciones que responde a una victoria de la propiedad privada”. En su opinión, el mal estado en el que se encontraba el Bellas Artes se debe a que sus propietarios no han cumplido con sus obligaciones. En los últimos 6 años se han concedido en Donostia 45 licencias para hoteles y 1600 para pisos turísticos. “La zona centro de la ciudad, la Parte Vieja o Gros están cambiando y se ha producido un descenso de los empadronamientos en la ciudad”, analiza el concejal de EH Bildu. Burutaran señala que “la defensa del patrimonio corresponde al ayuntamiento y al Gobierno Vasco”. Sin embargo, son Áncora y los vecinos donostiarras los que luchan por mantener un símbolo de la ciudad.
“El derribo es un fracaso de las instituciones que responde a una victoria de la propiedad privada”, Ricardo Burutaran, EH Bildu
Inaugurado en 1914, el edificio fue diseñado por el arquitecto Ramón Cortázar y mantuvo su función de cine hasta 1982. Fue también sede del Orfeón Donostiarra desde su apertura hasta 1977. Ahora, la asociación Áncora propone que ese edificio sea la sede de la Filmoteca Vasca o de la Escuela de cine Elías Querejeta, ya que “cumple los componentes para albergar alguna de esas entidades''. En una de las ciudades referentes para la gran pantalla, con el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, los nuevos espacios como el Kursaal se han llevado todo el protagonismo que alguna vez tuvieron las salas Trueba, Astoria o Miramar.
El Palacio de Bellas Artes, inspirado en el Gaumont Palace de París, se construyó con la intención de que sirviese de reclamo publicitario y símbolo de progreso y modernidad. El inmueble aparece ya en el primer catálogo de patrimonio de Donostia, realizado por arquitectos de renombre como Rafael Moneo o Luis Peña Ganchegi. Hoy vive los que podrían ser sus últimos meses envuelto en una malla para evitar la caída de cascotes. De momento, la renovación sigue adelante y los defensores de su conservación, la asociación Áncora y los vecinos, consideran “difícil” ganar la batalla judicial y mantener vivo este símbolo de la ciudad.