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Culturas
Las mujeres viejas de la tele están pidiendo a gritos la abolición de la familia
Hablar de mujeres viejas y ficciones es hablar de gerontofobia, de ausencia de narrativas y de cómo ellas son siempre más jóvenes que sus homólogos varones.
Que según se hacen mayores las actrices a nivel mundial son ofrecidas menos trabajos es un secreto a voces. No solo los personajes que interpretan aquellas mujeres que superan los 60 años suelen tener como eje de su personalidad precisamente eso, su edad, sino que son reducidas a un rol de madre o de abuela.
Según el estudio Frágiles, desaliñadas y olvidadas sobre los roles de las mujeres mayores en el cine de 2019, solo uno de cada cuatro personajes mayores de 50 años son mujeres. Además, el edadismo, entendido como el proceso de estereotipado sistemático y discriminación de las personas por su edad, lleva a que la representación de las mujeres mayores sea poco diversa y estereotipada. Entre algunos de los datos que recoge el estudio se encuentra que más de la mitad (56,9 %) de los personajes mayores de 50 años tienen un rasgo estereotipado, siendo lo habitual que tengan dos. Las personas mayores se muestran como testarudas (32,8%), malhumoradas (31,9%), físicamente poco atractivas (17,2%), nada de moda (17,2%), solitarias (15,5%), y físicamente inactivas (12,1%) entre otros rasgos.
Pese a todas estas barreras que nos pone la tele para ver y escuchar a mujeres mayores, sí que hay ficciones donde nos hablan y están pidiendo a gritos que abolamos la familia. Las chicas de Oro, Grace y Frankie y Señoras del Hampa son tres series que nacen en contextos sociales distintos y que, sin embargo, coinciden en tener un monólogo sobre el sacrificio, el arrepentimiento y el desamparo fruto de haber dedicado su vida al cuidado de la familia.
En la primera temporada de ‘Las chicas de oro’, ‘Grace y Frankie’ y ‘Señoras del Hampa’ hay una mujer vieja mostrando esa sensación de desamparo
Si Las chicas de oro (1985-1992) es la historia de la vida de cuatro mujeres, divorciadas o viudas, que comparten casa en Miami, Grace y Frankie (2015-2022) narra la vida de dos mujeres a las que pasados los 70 años sus maridos les confiesan que no son solo compañeros de trabajo, sino que llevan siendo pareja los últimos 20 años. Por su lado, Señoras del Hampa es la vida de un grupo de madres —y una abuela, la cual será la que más nos interese— del barrio madrileño de Carabanchel que pasan de conocerse del AMPA a ser cómplices de asesinato.
No es casualidad que en la primera temporada de las tres series haya una mujer vieja mostrando esa sensación de desamparo. En el caso de Las chicas de oro, Rose, el personaje interpretado por Betty White, realiza la siguiente reflexión: “Nos casamos, tenemos hijos los hijos se van y el marido se muere. ¿Tratan de ponernos a prueba? Una no trabaja tan duro, una no pasa por tantas penalidades para que al final la dejen sola. (...) Nuestras familias se han ido y estamos solas. Nos quedan tantos años por delante que no sé qué voy a hacer”.
Por su parte, Grace —Jane Fonda— realiza un monólogo muy similar: “Hice todo lo que había que hacer. Me pase más de cuarenta años dándole apoyo, he criado a sus hijas, hice la compra con su madre y me ocupé de todo para que él no tuviera que ocuparse de nada. Cumplí con todas las reglas, ¿por qué no me dijiste que había reglas? Eso no es justo”.
Por último, Amparo —Mamen García— en Señoras del Hampa, cuyo marido lleva años en coma, tiene un diálogo donde cada mensaje sobre el abandono es respondido desde el principal mandamiento de la buena abuela: la abnegación.
—Los hijos, toda la vida dándoselo todo y a la primera de cambio te apuñalan por la espalda.
—Es normal Concha, ellos tienen que hacer su vida.
—¿Y nuestra vida qué? ¿A quién le importa? Nos quedamos solas. Estamos solas. Y te aseguro que nadie nos va a devolver el tiempo. Ni el dinero.
—Eso es lo de menos.
—Qué pena, lo hemos dado todo y ahora nos quedamos tiradas. Por lo menos no nos han abandonado en una gasolinera (…). No te queda nada. Este café es una puta mierda, no vale nada, como nosotras.
Las tres series son ejemplo de lo que Anna Freixas, gerontóloga feminista, denomina ser cuidadoras sin contrapartida, mujeres que han dedicado toda su vida a los cuidados pero que no les son devueltos cuando los necesitan
A pesar de las grandes diferencias en las trayectorias vitales de los personajes y, sobre todo, de la diferencia de 30 años entre las tres series y el distinto contexto cultural, estos ejemplos están unidos por esa misma sensación de lo que Anna Freixas, gerontóloga feminista, denomina ser cuidadoras sin contrapartida, mujeres que han dedicado toda su vida a los cuidados pero que no les son devueltos cuando los necesitan.
Esta situación en la que la institución familiar ha marcado su proyecto vital hace que, cuando se desintegra, se replanteen el sentido de su dedicación a la familia. Sophie Lewis, teórica referente en la cuestión de Abolir la familia —título de su último libro— nos señala que “es un tabú manifiesto arrepentirse de la paternidad”; sin embargo, las mujeres de estas ficciones están poniendo sobre la mesa lo que muchas mujeres viejas en el día a día repiten a sus familiares más jóvenes: que sean libres, no se casen y no tengan hijes. Quizá no es tan tabú arrepentirse de la maternidad, quizá solo no estamos escuchando lo suficiente a quienes nos lo dicen.
Hablar de vejez y de abolir la familia es entender que la felicidad de Rose, Grace y Amparo está ligada a acabar con la estructura familiar, cuyas expectativas son tan elevadas que es imposible cumplirlas, da igual que cumplas todas las reglas. Hablar de vejez y de abolir la familia es romper con la creencia de que el parentesco, el amor y tener cosas ricas para comer están natural e inevitablemente ligadas entre sí, en palabras de Michèle Barret y Mary McIntosh, autoras de The antisocial family.
Hablar de vejez y de abolir la familia es entender que la felicidad de Rose, Grace y Amparo está ligada a acabar con la estructura familiar, cuyas expectativas son tan elevadas que es imposible cumplirlas
De hecho, no se trata de hablar de vejez en tanto que situación estática, sino de tomar lo que desde la gerontología crítica se ha denominado tomar una perspectiva de curso vital. Como explica la antropóloga y gerontóloga feminista Mónica Ramos, consiste entender la vejez tanto desde el contexto socioestructural como a través de los cursos y trayectorias vitales de las propias mujeres mayores. Y, precisamente por la importancia de ello, no hay que olvidar que en estas ficciones estamos ante mujeres blancas, cisheterosexuales y occidentales, y, por ello, todavía falta por ver en nuestras ficciones cómo son las vejeces de las mujeres que se salen de este perfil.
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Otra lección importante que nos dan estas series es ver quiénes y por qué acaban cuidándose entre sí. Al principio Grace y Frankie no se aguantan y se cuidan porque no les queda otra opción que vivir juntas. En el caso de Señoras del Hampa, lejos quedan de ser una familia elegida, es el azar y, sobre todo, la precariedad, la que les ha llevado a esa situación de necesidad mutua y eso también es importante: no solo nos cuidan las amigas. Todo el mundo merece la comunitarización de los cuidados, incluso la gente que no nos cae bien.
Parafraseando a Sophie Lewis: te entiendo, no solo te preocupa que tus hijes y nietes se enfaden si te ven con este artículo, es que resulta aterrador a nivel existencial imaginarse renunciando a la actual pobreza organizada, en favor de una abundancia que nunca hemos conocido y que aún tenemos que organizar.