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Crisis económica
Alemania asume la gestión de la crisis en pleno auge del euroescepticismo
La incertidumbre se extiende por todos los países de la UE. Las previsiones económicas muestran un derrumbe del Producto Interior Bruto sin precedentes. Las sociedades europeas se muestran desconfiadas hacia la capacidad de la Unión de cambiar el rumbo de la crisis.
Angela Merkel, en su larga retirada de la arena política, y Emmanuel Macron fijaron el pasado lunes la fotografía de la concordia europea ante la crisis derivada del coronavirus. La canciller alemana, que desde hoy, 1 de julio, asume la presidencia europea durante seis meses, marcó línea junto a su homólogo francés: intentó seducir a los mandatarios de los países frugales (Suecia, Países Bajos, Dinamarca y Austria) con la idea de que el fondo Next Generation, de 750.000 millones de euros, revertirá en el mercado interno de los países más reacios al acuerdo.
La unidad mostrada por los líderes de Francia y Alemania tiene un importante carácter simbólico. A falta de que el fondo sea aprobado y de que sus primeros frutos lleguen a los países que más han invertido en detener la destrucción de empleo durante la pandemia, España e Italia, fundamentalmente, el mensaje de Macron y Merkel es que la Unión Europea puede permanecer unida en 2020, un año que iba a ser difícil por la consecución del Brexit y que va a poner a prueba la composición de la UE en su base fundamental: la unión monetaria.
El anuncio de ayer, 30 de junio, de que la UE abrirá las fronteras conjuntamente a personas procedentes de 15 países para la temporada turística, ha servido para recuperar la idea del espacio Schengen, en cuarentena desde el día 12 de marzo. Las críticas a Schengen, no obstante, son muy anteriores al covid-19 y se incrementarán a medida que se incrementen los efectos de la alerta climática y empeore la situación económica en África, un continente que afronta la peor crisis económica desde los años 70, según declaró el FMI ayer mismo.
A mediados de este mes debe tener lugar la negociación del Plan de Recuperación para Europa Next Generation, y esa será la prueba del aguante de las estructuras comunes ante los embates de la crisis económica. Los cuatro “frugales” pujarán para que el fondo de recuperación esté condicionado a más ajustes económicos. El 27 de mayo, la Comisión Europea confirmó que la intención es que dos terceras partes de ese monto de 750.000 sea en forma de “subvenciones” y el tercio restante, 250.000 se otorgue a través de créditos.
Encabezados por Mark Rutte, primer ministro neerlandés, y envueltos en alardes de severidad en la persecución del mercado electoral xenófobo, los frugales optan por reducir la cantidad que recibirán los Estados “a fondo perdido”. Italia y España, con 81,8 y 77 mil millones de euros respectivamente, serán los países más beneficiados por el primer tramo de ayudas. El argumento para convencer a los frugales es que el hundimiento de las economías de Francia, Italia o España afectará a los principales mercados de las exportaciones danesas, suecas, austríacas y holandesas.
En cualquier caso, la UE se ha mostrado lenta a la hora de poner en marcha los paquetes más importantes de ayudas, y el porcentaje del PIB destinado a medidas de rescate durante la crisis es muy inferior a lo que han destinado países como Estados Unidos, Japón o Australia.
Deterioro de la imagen de la UE
Con su propuesta del fondo de recuperación, el eje franco-alemán quiso solucionar la papeleta de la demanda italiana de mutualización de las deudas, una propuesta que finalmente no contó con el apoyo del Gobierno de Pedro Sánchez, y, al mismo tiempo, lanzó el mensaje de que se avanza hacia un momento “hamiltoniano”, en referencia a Alexander Hamilton, la efigie del billete de diez dólares estadounidense, e impulsor de la unión de los Estados Unidos precisamente como consecuencia de la mutualización de las deudas de la guerra civil.
El informe Las políticas de la pandemia en Europa: cómo el virus ha cambiado el punto de vista de la población, publicado en junio por el European Council of Public Relations (ECPR) muestra, sin embargo, que esa idea de un momento fundacional de la Unión Europea no se corresponde con la realidad del continente. Tras una encuesta en base a 11.000 entrevistas, sus autores, Ivan Krastev y Mark Leonard, concluyen que los sentimientos de pertenencia a la UE se basan en una concepción de que aun conviene estar en los 27 y no tanto en la confianza en el proyecto europeo.
El informe Juntos en el trauma muestra que la mitad de la población española considera que su visión de la UE se ha deteriorado como consecuencia de la acción o inacción europea en este periodo. En Italia, país en el que el eje eurófobo es más fuerte y tiene dos expresiones políticas de ultraderecha, la Lega y el emergente Fratelli de Italia, hasta un 58% de la población declara que su imagen de la UE ha empeorado en estos tres meses.
Otro informe del ECPR sobre la misma encuesta incidía en la sensación de que la Unión Europea ha sido inoperante durante la crisis sanitaria del coronavirus. Solo en Portugal más de la mitad de la población (el 59%) ha respondido que las instituciones europeas han sido el mayor apoyo para su país durante la crisis. Un 48% de la población alemana, el 39% de la sueca y el 33% creen que “nadie”, es decir ni instituciones ni otros Estados han aportado ayuda durante los meses de mayor incidencia de la pandemia.
Un incendio potencial
Bajo esa suspicacia de la población, incluso en países eurófilos como España, la toma de posesión de la presidencia hoy sitúan a Merkel en el último gran momento de su carrera política. “La pandemia ha mostrado cómo de frágil es la UE”, ha declarado recientemente la canciller alemana. Además del programa Next Generation, pendiente de aprobación, la UE ha posibilitado que los Estados miembros hagan uso de la cláusula de flexibilidad del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que les permitiría desviarse de las reglas fiscales en materia de déficit, gasto y deuda pública.
Por encima de la retórica, la pandemia ha mostrado también la fragilidad de las cadenas de suministro global. Varios países han iniciado un debate público sobre la reindustrialización y el fortalecimiento de sectores estratégicos, un argumento que enarbolan los diyers, que es como se llama a los partidarios de recuperación soberanista. La siguiente oleada de la batalla arancelaria planteada por Donald Trump —que afecta a sectores dispares como la cerveza, el whisky o las olivas— añaden más tensión sobre el mercado europeo.
Varios elementos dificultan sobremanera las expectativas de recuperación de los estados-miembro. El citado Brexit y la reelección o de Trump —el general de las guerras comerciales y del neoproteccionismo— son menos volátiles que la perspectiva de un rebrote de la pandemia. Las expectativas económicas ante ese posible rebrote y la posible toma de nuevas medidas de confinamiento y parada de la economía en las sociedades europeas dificultan cualquier estimación sobre el comienzo de la recuperación económica.
Las estimaciones publicadas ayer por el Banco de España en su informe anual muestran un escenario de riesgo con una caída de hasta el 15% del PIB. Sin embargo, incluso en ese escenario, España tiene cierto margen en su nivel de deuda pública para incrementar su gasto social de emergencia. El apoyo de la UE contra posibles ataques especulativos, algo que no se produjo durante la crisis de deuda de 2012 y que, en el caso de Grecia, fue, al contrario, visto como una oportunidad para el castigo de la coalición Syriza y del conjunto del país, será clave en un escenario de destrucción de empleo, caídas del PIB por encima de dos dígitos y necesidad imperiosa de financiación.
No obstante, el mandato de Merkel durante seis meses no resolverá el principal problema del Gobierno: la necesidad de recaudación fiscal, subrayada por el Banco de España en el informe del 30 de junio, pero eludida por el Gobierno en las conclusiones de su pacto de reconstrucción. En un contexto de crecimiento, si bien tímido, del euroescepticismo representado por Vox, sucursal del trumpismo en España, las palabras de Merkel suenan bien para un Ejecutivo que, no obstante, no ha mostrado ninguna prisa para empezar a recaudar lo suficiente para cubrirse las espaldas ante lo que viene, si es que eso es posible.
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VOX no es euroescéptico. Está encantado con el Pacto de Estabilidad, la política económica de la UE es extrema derecha pura y dura. Pero tranquilos, aquí la gente seguirá pues como con el P$oE...votando a sus verdugos. Y luego dirán que la democracia burguesa es incompatible con el neoliberalismo. Me parto...
Qué buen artículo, bien documentado y sin comentarios sesgados, dejando libertad al lector y no jaleando simpleces. Periodismo serio