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Coronavirus
El blues del papel higiénico: covid19 y las despensas a prueba de pandemia
Tener la despensa “a prueba de pandemia” se ha convertido en la norma.
La preocupación sobre el apocalipsis inminente tiende a ser la partera de lo absurdo. La fiebre de acopio de reservas que ha enganchado a varias poblaciones en respuesta a la epidemia del coronavirus (COVID-19) ha tomado varios aspectos graves. Tener la despensa “a prueba de pandemia” se ha convertido en la norma, lo cual sugiere que la acumulación de reservas durante la crisis puede ser un precursor de delitos menores.
En EE UU, el precio del jabón de manos ha subido un 73% desde el 22 de febrero. Un informe Nielsen sobre estas tendencias dice con aire sombrío: “Los consumidores a lo largo de todo el mundo están acumulando suministros de emergencia según aumenta la preocupación de que el coronavirus se pueda convertir en una pandemia global”. Pero el objetivo de esas compras va más allá de esos suministros, y estas incluyen “productos alimenticios básicos, incluyendo conservas, harina, azúcar y agua embotellada”. Productos básicos no alimentarios también forman parte del comportamiento de compra, kits de primeros auxilios incluidos.
En esta lista de la compra, un artículo ha ganado en importancia. Una visita a varios establecimientos comerciales en Australia —al menos en las ciudades— ofrecerá al cliente estanterías de papel higiénico vacías. El fenómeno le pareció a la BBC lo suficientemente divertido como para emitir una imagen de un rollo de papel gastado con la pregunta “¿No se te mete el miedo en el cuerpo?”.
El responsable australiano de Sanidad, el doctor Brendan Murphy, puso su granito de arena, aunque de manera algo oficiosa, al sugerir que los rollos de papel higiénico gastados no son de temer. “Estamos tratando de convencer a la gente”, dijo en una intervención ante los parlamentarios australianos, “de que llevarse todo el papel higiénico de las estanterías de los supermercados probablemente no es algo proporcionado ni sensato que hacer en este momento”.
Este golpe de fiebre dio pie a que un periodista veterano de la radio pública australiana emitiera un recordatorio cortante: “La mayoría, si no todo, el papel higiénico, está fabricado en Australia. NO es importado”, tuiteó un cascarrabias Michael Rowland. “Los fabricantes están redoblando la producción para reponer las estanterías esquilmadas por el pánico comprador. Australia no se va a quedar sin papel higiénico. Así que a calmarse todo el mundo”.
Para nada todo el mundo. En los medios sociales, la naturaleza viral del COVID-19 es tendencia junto con otra difusión viral: el hashtag. Estos incluyen, a fecha de hoy, #toiletpapergate, #toiletpapercrisis y #toiletpaperemergency.
Los límites en el número de rollos se han impuesto en algunas cadenas de supermercados. La cadena Woolsworths ha puesto un límite máximo de cuatro rollos para, en palabras de su portavoz, asegurar “que más consumidores tienen acceso a los productos”. El limite “ayudaría a afianzar los niveles de existencias mientras los proveedores redoblan la producción y las entregas locales en respuesta a una demanda más alta de lo habitual”.
Un participante de un grupo de Facebook dejaba claros sus sentimientos ante todo el asunto. “Pues me acerqué a Woolies (en Perth)”, escribía una preocupada Amy Bainbridge en ‘Mamás que presupuestan y ahorran’, “y me encontré con qué hay un límite de cuatro rollos de papel higiénico durante esta ‘crisis’. Nuestra tienda solo tenía unos pocos paquetes de cuatro rollos de marca Kleenex a siete dólares, con los que me tuve que conformar para apañármelas con seis niños”. Un grupo de Facebook de madres que compran en Aldi rebosaba indignación. “El pánico comprador causa histeria”, observaba un miembro furioso. “La gente que de verdad necesite estos productos no podrá conseguirlos debido a esta locura”.
En Hong Kong, el hurto de papel higiénico ha irrumpido de manera muy pública. Tres hombres enmascarados se llevaron el pasado mes papel higiénico por valor de unos 1.600 dólares
Puede que sea tentador tomarse este asunto como un rasgo idiosincrático de los australianos, pero otros países afectados por el Covid-19 también se han apuntado a esta compra compulsiva de papel higiénico. Durante el pasado fin de semana, los compradores cayeron sobre Costco, WinCo y Fred Meyer en Oregon (EE UU) tras escuchar que en el área de Portland se habían encontrado casos de Covid-19. Según David Dunstan, encargado de la tienda de alimentación WinCo de la localidad de Tigard, los patrones de compra parecían extraños. “De verdad, solo están almacenando, preparándose para el fin del mundo”.
En Japón, los lavabos para clientes están llenos de lenguaje amenazante, con promesas de castigos para quienes roben papel. Los baños públicos se han cerrado. El país ha caído, escribía un corresponsal hiperbólico del Financial Times, “en una depravación a lo El señor de las moscas”. Un país orgulloso de su lavabos públicos familiares y multifuncionales, envidia del mundo, está viendo su imagen mancillada. Las autoridades, del primer ministro Shinzo Abe para abajo, no son tenidas por creíbles. “En este asunto”, según la visión de un consumidor relatada por el Financial Times, “no podemos confiar en Abe. Dice que Japón es autosuficiente en papel higiénico, pero cualquiera puede ver que las tiendas están vacías”.
En Hong Kong, el hurto de papel higiénico ha irrumpido de manera muy pública. Tres hombres enmascarados se llevaron el pasado mes papel higiénico por valor de unos 1.600 dólares hongkoneses, unos 600 rollos en 50 paquetes en la localidad de MongKok. “Es un acto sin sentido. Estamos en shock”, explicó a la prensa un cariacontecido portavoz de la cadena Wellcome. El hecho de que los artículos robados fueran papel higiénico no condujo necesariamente a una valoración indulgente del juzgado. “Ya sea dinero o papel higiénico”, opinó el abogado Albert LukWai, “esa no es la consideración más importante para el juzgado”.
Ya se trate de atracos, pánico comprador ola emergencia de despensas a prueba de pandemia, el fenómeno del coronavirus forma parte en sí mismo de otros varios brotes. “El comportamiento irracional de los consumidores”, nos dice de manera poco original Allen Adamson, de la escuela de negocios Stern de la Universidad de Nuevas York, “hará seguramente más daño que la propia realidad”. La reacción al Covid-19 amenaza con frenar el crecimiento económico, cortar las cadenas de suministro y perpetrar una escasez de artículos de primera necesidad. Pero, lo que resulta más inquietante, ha alimentado una sospecha soterrada contra los demás humanos y contra las autoridades.