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Contigo empezó todo
¿Dónde está Nin? Ni en Salamanca ni en Berlín
A finales de junio de 1937, las paredes de Barcelona plantean una incógnita. Trazados de pintura roja interrogan al viandante y, sobre todo, al Estado republicano: “¿Dónde está Nin?”.
La pregunta se refiere a Andreu Nin, máximo dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) e importante figura de la izquierda en España y, sobre todo, Catalunya.
Bajo algunas de las pintadas, rápidamente aparece una calumnia disfrazada de respuesta: “En Salamanca o en Berlín”.
Sin embargo, Nin no está oculto en ninguna ciudad controlada por el bando fascista internacional. Sigue en territorio republicano. Eso sí, lo hace en forma de cadáver, merced a la larga mano de Iósif Stalin, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Un revolucionario independiente
Nin, nacido en Vendrell (Tarragona) y maestro de profesión, pasó a interesarse pronto por la política y el periodismo. De joven militó en el federalismo catalán, pero el desarrollo del movimiento obrero, tanto catalán como internacional, le hace cambiar el enfoque. Pasa por el PSOE de manera fugaz antes de, atraído por las enormes huelgas, integrarse en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). La central sindical pierde a cientos de militantes en ejecuciones extrajudiciales durante esos años. En marzo de 1921 el secretario del Comité Nacional, Evelio Boal, es también asesinado y el cargo recae en Andreu Nin, quien a su vez está a punto de morir en un atentado.
El triunfo bolchevique en Rusia provoca rupturas dentro del movimiento obrero internacional, y Nin, tras el rechazo de la CNT a quedarse en la órbita moscovita, abandona el sindicato. Viaja a Moscú, donde trabaja para los dirigentes Nikolái Bujarin y León Trotski, y después por toda Europa a sueldo de la Internacional Sindical Roja. Cuando los líderes bolcheviques desatan la batalla por la sucesión de Lenin, este catalán que ya domina el ruso como para traducir a Dostoyevski, Tolstoi o Chéjov se posiciona junto a la Oposición de Izquierda encabezada por Trotski. Incluso hoy se sigue identificando erróneamente a Nin como “trotskista”. Es cierto que colaboró o coincidió con el político ruso en ocasiones, pero también tuvo agrias desavenencias con el mismo durante su vida y su carrera política no se basó en seguir al viejo bolchevique. En todo caso, el ascenso de Stalin obliga a Nin a dejar la URSS en 1930.
De vuelta en España, trabaja junto a otros como Gorkín o Maurín en una tarea casi imposible: abrir un espacio para el leninismo antiestalinista en un movimiento obrero dominado por la socialdemocracia y el anarquismo, así como por el crecimiento de su rival estalinista, el Partido Comunista de España. En 1935, varios grupos hacen nacer el POUM.
Tras el aplastamiento popular del golpe de estado en Barcelona en julio de 1936, Nin ocupa cargos en las instituciones catalanas, marcadas por la tensión entre el proceso revolucionario desde abajo y la supervivencia del viejo estado capitalista. Primero forma parte del Consell d’Economia y en otoño del 36 es nombrado consejero de Justicia de la Generalitat.
Enemigo de Franco, perseguido por la URSS
La política soviética de persecución del opositor, a todo trapo en la URSS, se traslada a España. Nin ni siquiera consigue acabar el año dentro del Govern, al conseguir el Partido Socialista Unificado de Catalunya una remodelación sin el POUM. Sin embargo, el aislamiento institucional no era suficiente para los esbirros de Stalin. En primavera de 1937, sobre todo tras la contrarrevolución en Barcelona contra las bases cenetistas, la propaganda sube de tono. Nin y los demás líderes del POUM son acusados directamente de conspirar junto a Franco. La Batalla, órgano del partido, es suspendido el 28 de mayo.
Las hostilidades alcanzan su clímax el 16 de junio, cuando Alexander Orlov, jefe de la policía secreta soviética en España, ordena al coronel Antonio Ortega, director general de Seguridad, que detenga a la cúpula del POUM sin conocimiento del Gobierno de España. Nin es separado de los demás y, con la participación del agente soviético Iósif Grigulévich, trasladado a Valencia y luego a Alcalá de Henares. Según la información disponible, fue asesinado en algún punto entre la ciudad complutense y la capital de España.
Días después, los secuaces de Moscú seguían propagando impunemente que Nin se había cambiado de bando. Gran aficionado a la literatura, seguro que Nin habría valorado la historia inmediata de Orlov. Solo un año más tarde, el responsable de las purgas estalinistas en España huía hacia Estados Unidos para escapar de las nuevas purgas impulsadas por Stalin.