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Contigo empezó todo
Cuando Alcoi fue París
Huele a petróleo. El Ayuntamiento ha sido sustituido por un Comité de Salud Pública dirigido por unos cuantos obreros. Muchos pobres van armados. El Ejército amenaza con tomar la ciudad.
Como estamos en julio de 1873, parece que estamos inmersos en una de las incontables revueltas decimonónicas de París. Sin embargo, por ningún lado vemos la Catedral de Notre Dame, la Ópera o el Arco del Triunfo. Esta vez no es París, ni Moscú, ni Barcelona la ciudad rebelde. Alcoi ha hecho la revolución.
La ciudad en un país cambiante
España sigue siendo un país basado en el campo, pero la Revolución Industrial que lleva tiempo desarrollándose en Europa se empieza a imponer en algunas partes de su geografía. Alcoi es una de las ciudades donde más se nota el cambio. Un tercio de sus 30.000 habitantes trabaja en la industria, sobre todo en las empresas textiles, seguidas por el sector papelero. El “progreso” no se nota demasiado en las familias obreras. Niños, mujeres y hombres procedentes del campo compiten entre sí para ofrecer su fuerza de trabajo a los nuevos barones de la industria. Las jornadas laborales llegan a alcanzar las 18 horas por salarios de 12 a 16 reales al día. Los niños mayores de seis años y las niñas mayores de ocho trabajan la misma jornada que los adultos por menos dinero. La ciudad no da abasto para acoger tanta mano de obra, y la sobrepoblación empeora aún más las condiciones de vivienda e higiene. Dos de cada cinco niños alcoyanos no llegan a celebrar su quinto cumpleaños.
Los cambios también se han empezado a notar en el plano político. España se ha vuelto republicana en febrero, y la I República zozobra entre las diferentes facciones republicanas, lo que en este mismo verano provocará el estallido de la Revolución Cantonal. La mayoría obrera urbana y rural no es inmune a las transformaciones, y en su seno se van forjando las diferentes alternativas proletarias, cada vez más autónomas respecto al republicanismo burgués con tintes sociales. Solo hace cinco años que Giuseppe Fanelli llegó a España, y el socialismo antiautoritario que preconizaba ha prendido con fuerza, principalmente en Catalunya, Levante y Andalucía. Aunque los marxistas se han impuesto en el Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores de 1872, no ocurre lo mismo en España, donde la Federación Regional Española (FRE) se mantiene contraria a la tesis de participar en el Estado que busca destruir. De primeras, la Federación cuenta con 29.000 afiliados. La mayoría catalanes, pero con algunas otras localidades con importante masa social. Entre ellas, una ciudad del sureste peninsular que ya ha vivido revueltas cíclicas contra el “progreso” que les trae el capitalismo en auge: Alcoi, cuya sociedad local queda encargada de coordinar la Federación. Los internacionalistas de la ciudad cuentan con 2.000 efectivos, así como con militantes destacados de poco más de 20 años de edad, como el maestro Severino Albarracín, el albañil Francisco Tomás Oliver, el fundidor Vicente Fombuena o el ajustador Miguel Pino.
Días de huelga y fuego
El 7 de julio la plaza de toros de Alcoi está hasta los topes. La Comisión Federal de la FRE ha convocado una asamblea, que acuerda iniciar al día siguiente una huelga general en la localidad. El objetivo es un importante aumento salarial y la reducción de la jornada laboral hasta las ocho horas. El día 8, la ciudad está paralizada. El 9, los fabricantes rechazan las reivindicaciones. Entra en escena el alcalde, Agustí Albors, autodenominado “neutral” hasta este momento. Hijo de un industrial, ha sabido hacer carrera en el republicanismo federal. Como es común entre los ricos progresistas, la democracia dura hasta que amenaza al dinero. Albors solicita la intervención del Ejército. Los internacionalistas plantean entonces que Albors dimita y le sustituya una Junta Revolucionaria. Al alcalde la idea le gusta tan poco que llega la sangre. Ordena a la guardia municipal disparar contra la multitud que se agolpa frente al Ayuntamiento, causando dos muertos y varios heridos.
La masa no solo no se arredra, sino que se enfurece. Hace acopio de todas las armas disponibles y decide que Alcoi es suyo. Son detenidos decenas de propietarios, a quienes se va liberando a cambio de un rescate que sirve para sufragar la huelga
La masa no solo no se arredra, sino que se enfurece. Hace acopio de todas las armas disponibles y decide que Alcoi es suyo. Son detenidos decenas de propietarios, a quienes se va liberando a cambio de un rescate que sirve para sufragar la huelga. Las antorchas iluminan la ciudad, dando nombre a los acontecimientos: es la Revolució del Petroli. Arden varias fábricas. Queda el Ayuntamiento, donde Albors se ha hecho fuerte junto a un grupo de guardias. Tras un asedio de 20 horas, el edificio es también pasto de las llamas. La maña que el alcalde ha mostrado durante su carrera profesional no es suficiente para que salga con vida.
Albors es sustituido por un Comité de Salud Pública, presidido por Albarracín, que gestionará la ciudad durante tres días. Llegan las tropas y el poder obrero no opone resistencia, con la condición de evitar represalias. El Estado no cumplirá su palabra y hasta 1887 no saldrán los últimos revolucionarios encarcelados. Las derrotas de Alcoi y del movimiento cantonal jalonarán la progresiva degeneración de la República hasta su extinción a finales de 1874. Vendrán tiempos duros para los internacionalistas pero, emancipada ya su clase de la tutela de la clase media, pronto resurgirían con otras formas organizativas. Las tejedoras, los albañiles, las criadas, los ferroviarios… habían visto con sus propios ojos que ellos podían gestionar una ciudad, aunque solo hubiera sido por tres días. Habían visto que Alcoi podía ser París.