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Transcurridos los primeros días tras la declaración del estado de alarma por parte del Ejecutivo en relación con la pandemia del covid19, puede ser el momento de realizar una breve e inicial reflexión sobre la posible modificación de los hábitos de consumo producida bajo las específicas e inusuales circunstancias de confinamiento que estamos viviendo.
Durante los primeros momentos, todos fuimos testigos de la formación de largas colas a las puertas de los supermercados y de cómo un número significativo de personas hacían acopio de determinados productos ─pasta y legumbre, jabón y desinfectante de manos, papel higiénico y otros─, de una forma que podría parecer irracional. Se ha hablado mucho estos días del por qué de dicho comportamiento; las explicaciones han ido desde la inexperiencia previa hasta la sensación inicial de pánico, pasando por la memoria, más o menos cercana, de un pasado de carencias y racionamiento.
Para tener una idea más certera de las posibles causas de este tipo de comportamiento, se llevó a cabo una encuesta online entre los días 14 y 17 de marzo, esto es, entre la primera y cuarta jornada de vigencia del estado de alarma. A ella respondieron un total de 205 personas, principalmente de Barcelona y Madrid, pero también de otros puntos de la geografía del Estado. El objetivo, principal era encontrar posibles diferencias de conducta en función de variables relacionadas con el sexo, la edad, el nivel de estudios, la clase social y otros, manejando hasta un total de 22 variables distintas. Siendo conscientes de las limitaciones y sesgos que este tipo aproximación puede tener, aún así se determinó que la encuesta podría arrojar algo de luz sobre el proceder de los distintos grupos sociales.
Los resultados nos han mostrado que, aunque nos encontramos viviendo un acontecimiento singular, la gran mayoría de los encuestados (un 79,5%) continua llevando a cabo sus compras en el lugar habitual. Además, se manifiesta una cierta promiscuidad a la hora de elegir el tipo de establecimiento, esto es, no realizamos la totalidad de la compra en el mismo tipo de sitio, sino que alternamos en función, por ejemplo, de las características del producto que estemos buscando. Esto es así, a nivel general, en un 70% de los resultados, aunque es posible ver diferencias remarcables en función de la clase social de pertenencia (Figura 1).
De este modo, las clases altas (considerando éstas aquellas con ingresos superiores a los 55 mil euros/año) alternan su visita a los diferentes tipos de establecimientos en un 90,9%, mientras que conforme bajamos en la escala de renta, esto es clases medias (entre 55 y 17 mil euros/año) y clases bajas (menos de 17 mil euros/año), los consumidores son más proclives a abastecerse únicamente en supermercados, pasando del 0,0% de las primeras al 17,4% para la segunda y el 29,5% para la tercera de las categorías. Es decir, conforme más bajo es el nivel de ingresos del consumidor, más se apuesta por superficies que priman el precio y la disponibilidad de los productos. Es curioso señalar aquí como son únicamente las clases medias las que mantienen su consumo en mercados y cooperativas de consumo, un 1,5 y un 2% respectivamente.
La encuesta nos muestra que Mercadona es la principal empresa a la cual nos dirigimos para abastecemos, hasta un 19,1%, evidenciando, de esta manera, que las imágenes y el protagonismo alcanzado por este supermercado a lo largo de los últimos días se encuentra justificado. Así, según un informe elaborado por la consultora Kantar WorldPanel para el año 2019, Mercadona fue el líder indiscutible de su sector, manteniendo un 25,5% de la cuota del mercado español, cifra esta no muy alejada del mencionado 19,1% que nos muestra la encuesta realizada.
Se ha hablado mucho estos días, también, del protagonismo alcanzado por la compra online. No obstante, los resultados de la encuesta nos indican que el 82% de los usuarios confía en el comercio tradicional frente a las compras virtuales. Este hecho no se ve significativamente alterado en función de la renta anual de los consumidores, aunque sí dependiendo del nivel formativo alcanzado (Figura 2.). Así, aquellos encuestados con niveles de estudio post-universitarios realizan únicamente el 14,7% de las compras online, mientras que aquellos con estudios secundarios suponen el 27,7% y el grupo con estudios primarios hasta el 50%.
Quedaría pendiente por dilucidar si este hecho tiene que ver con cierta sensibilidad al respecto, ya sea política o social, con un factor como la edad, aunque la media de edad de los encuestados se halla mayoritariamente entre los 35 y 45 años, con una media 38,4, o responde a algún otro factor que ahora mismo no es posible vislumbrar. Destacar, por otro lado, que la gran mayoría de los encuestados, hasta el 53,2%, acude a abastecerse de productos dos o tres veces en semana, suponiendo hasta el 12,7% aquellos que realizan cada día esta actividad, hecho que podría responder o bien a prácticas habituales a la incertidumbre generada por el estado de alarma.
Mención singular tiene el caso, estos días, de la llamativa compra y acumulación de papel higiénico. El 91,7% de los encuestados señala no haber modificado su hábito de compra en relación a este tipo de producto durante los últimos días, hecho este que no se ve alternado por cuestiones de renta y sexo, aunque sí de edad (Figura 3).
Así, el 42,9% de los encuestados de entre 18 y 35 años manifiesta haber modificado sus hábitos, frente al 35,7% y el 21,4% de aquel grupo comprendido entre los 37 y 49 y los 50 y 66 respectivamente. A lo que, si sumamos los que han respondido “Tal vez”, demostraría que el comportamiento en torno a la compra del papel higiénico es una cuestión de edad, pero de edad joven.
Por último, para responder a la posible irracionalidad en la compra de este tipo de productos, una vez las imágenes de su acopio y escasez se volvieron altamente conocidas, virales, la investigación introducía una cuestión al respecto. Los encuestados respondieron masivamente desestimando dicho comportamiento, de forma que hasta el 63,9% negó rotundamente haberse dejado llevar por la sensación transmitida por los medios de comunicación a la hora de la compra de este producto.
Y, aunque existe una diferencia notable de comportamiento cuando vinculamos esta variable a la renta, hasta el 22,2% de las clases medias y bajas han incrementado la compra del mismo (Figura 4), la diferencia más notable se produce cuando interviene la variable sexo. Así, las mujeres han respondido más contundentemente al reconocimiento de la influencia de las imágenes, hecho que puede ser debido a tres factores fundamentales. Primero a que son ellas, mayoritariamente, las que se encargan de la compra en los hogares, en segundo lugar porque son también las encargadas de los cuidados en los entornos familiares que cuentan con personas vulnerabilizadas y, en tercer lugar, porque frecuentemente son las que tienen menos miedo a reconocer comportamientos sancionados socialmente.
En definitiva, nos encontramos en una situación en la que, aparentemente, no hemos modificado, en lo fundamental, nuestros hábitos de compra, sobre todo en aquello referido al lugar de realización, supermercados, tiendas especializadas, comercio tradicional, mercados de abastos o cooperativas de consumo. Sin embargo, sí que es posible observar cómo, conforme descendemos en la pirámide social, esto es, en la clase determinada en función de los ingresos, se mantiene una mayor disposición a comprar en los supermercados, establecimientos reconocidos por su competitividad a nivel de precios y la disponibilidad de productos.
Mercadona, siendo líder del sector del gran consumo, se nos muestra como principal referente a la hora de llevar a cabo las compras, algo que probaría el significado y la visualización alcanzada estos días. La compra, además, se sigue llevando a cabo de forma presencial y, aunque es posible que la virtualidad se vaya imponiendo conforme pasen los días, también es verdad que pueda suceder precisamente lo contrario; hacer la compra se presenta como una de las justificaciones posibles para abandonar temporalmente el encierro.
En relación a los productos de limpieza corporal y, en particular, al papel higiénico, aquel grupo que tiene a cargo personas dependientes, esto es, vulnerabilizadas como consecuencia de la edad y la clase, podrían haber sido las protagonistas de su acopio. Esto da cuenta del reposicionamiento de los cuidados en una situación como esta. La gente no compra papel WC por alguna especie de motivación irracional, sino que, más bien, actúa protegiendo a los suyos y a uno mismo. El tratamiento psicologicista que los medios hacen de este hecho intenta dibujar un escenario de irracionalidad y caos, pero no parece que este sea el dibujo real de la situación.
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Ya no hay paciencia para esto, ok?
no os bastó con que para vuestro 8M el gobierno permitiera durante la semana una apariencia de normalidad y atrasara las medidas hasta el 9M?