We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Consumo
Consumiendo felicidad
En el Día Internacional del Consumidor nos planteamos si el consumo realmente sirve para conseguir la felicidad, o todo lo contrario.
Cuestionarnos la forma en que entendemos el consumo es la pieza clave para poder conocer a fondo su relación con la felicidad. Si hoy, en una buena parte del mundo no somos capaces de entender la felicidad sin vincularla a nuestro sistema de producción y consumo debemos intentar profundizar acerca de cuáles son las herramientas que utiliza este sistema para hacernos creer que cuanto más participemos en él, más felices seremos.
Algunas claves para lograr esa felicidad
En primer lugar crea falsas necesidades que, como sabemos, a medio y largo plazo no nos aportan bienestar. El efímero momento de satisfacción que genera la compra mantiene una espiral constante de insatisfacción.
Utiliza determinados mantras, como ‘vive más deprisa’, ‘ve más lejos’, ‘siéntete más joven y… más guapa’. Impone un único estereotipo de persona que no está al alcance de todos y todas y que alimenta nuestra inseguridad. Potencia nuestros complejos para así vendernos sus productos milagrosos. El vértigo del consumismo, la obsolescencia de los productos y la inmediatez de las tecnologías nos alejan cada vez más de los ritmos de la naturaleza y también de los procesos más lentos que articulan una comunidad.
Mercantiliza nuestra vida. Todo es susceptible de compra y venta, menospreciándose así el papel de la comunidad y los valores de la cooperación, lo colectivo y la solidaridad, que precisamente serían los secretos del éxito de nuestra especie.
Crea el síndrome Diógenes de lo nuevo. Acumulamos objetos y experiencias compulsivamente que provocan el que nada nos parezca suficiente. Para disfrutar de nuestro ocio vamos sumando una tras otra actividades mercantilizadas en lugar de priorizar la socialización, la participación, la creación o la amistad. Nos obliga así, a contar con ciertos ingresos, a trabajar más para gastar más, y….poder volver a empezar.
El Consumo nos inocula individualismo y competitividad, los gérmenes perfectos para que no seamos felicesLlama constante al hedonismo. Nos inocula individualismo y competitividad, los gérmenes perfectos para que no seamos felices. Las redes sociales esconden personas que se sienten solas pero que a cambio tienen muchos ‘likes’.
Con estas pistas sobre que canales utiliza este modelo de consumo actual seguimos avanzando en la relación consumo-felicidad y nos plantemos la siguiente cuestión: ¿cuáles son los factores más importantes cuando hablamos de felicidad?
A pesar de que la felicidad es un concepto influido por factores culturales, existe un cierto consenso en que depende de la satisfacción de necesidades humanas finitas y generalizables. El filósofo chileno Max-Neef las engloba de la siguiente manera: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, identidad, conocimiento, y libertad. Basándonos en estos factores podemos contestar a la pregunta anterior: para ser feliz es importante alcanzar un mínimo nivel económico pero debe ir acompañado de una redistribución de la riqueza. Cuando una parte de la sociedad acumula buena parte de las riquezas mientras la mayoría vive en la pobreza se generan graves conflictos en los que todos y todas acaban sufriendo.
Los estudios longevos de Grant y Terman, concluyen que la calidad de las relaciones sociales es el principal ingrediente para lograr la felicidad. La paradoja de Easterling nos explica que el nivel de riqueza es importante hasta un determinado punto, superado éste la felicidad no solo no aumenta sino que puede disminuir. Nuestras neuronas espejo facilitan el entendimiento, la solidaridad y la cooperación con los demás, como nos muestra el científico Giacomo Rizzolati. El ser humano es altruista por naturaleza y según estudios de Michael Tomasello es el propio entorno cultural el que modifica el comportamiento hacia el individualismo.
Teniendo en cuenta todo lo que acabamos de ver claramente el consumismo nos aleja cada vez más de la felicidad…pero ¿Qué podemos proponer para poder vivir en una sociedad más respetuosa con el entorno, constructiva, colaborativa, justa y en definitiva, feliz?
¿Qué podemos proponer para poder vivir en una sociedad más respetuosa con el entorno, constructiva, colaborativa, justa y en definitiva, feliz?
Desde ecologistas en acción iniciamos el camino hace unos cuantos años mediante la reivindicación del ‘Dia sin compras’, jornada que saca a la luz la trastienda del consumismo y en este Día Internacional del Consumidor os proponemos lo siguiente:
Entender y priorizar las verdaderas necesidades humanas promoviendo una cultura de colaboración con las personas en sintonía con la naturaleza. Desmitificar las falsas necesidades y evitar la mercantilización de lo que realmente vale la pena. Participar en proyectos colectivos de consumo, que aporten valores de equidad y sostenibilidad ambiental. Como ejemplo, las propuestas IPC (Ingenios de producción colectiva).
Establecer relaciones duraderas y plenas en comunidad, minimizando el sentimiento de soledad y los problemas derivados de ella, centros sociales o bancos de tiempo. Dedicar tiempo a los cuidados, especialmente hacia aquellas personas más vulnerables –mayores, infancia, con diversidad funcional, migrantes- fomentando así relaciones desde la equidad de género, la horizontalidad y el respeto.
Antiespecismo
“Comer es un acto económico, ético y político”
Cultivar satisfacciones a medio y largo plazo como la amistad, aficiones, el aprendizaje de habilidades…es decir, ir construyendo vidas plenas. Potenciar nuestra ecodependencia construyendo modos de vida sostenibles y en disfrute con la naturaleza.
El consumismo y el modelo de producción del que deriva no solo no nos hace más felices sino que nos aleja de lo que realmente son las necesidades humanas, provoca una desconexión cada vez mayor entre el entorno y nuestra especie y dificulta las relaciones interpersonales duraderas. La cooperatividad, la sintonía con la naturaleza, la equidad entre las personas y en definitiva, el avance como especie será una realidad si priorizamos nuestras verdaderas necesidades, dejamos de mercantilizarlas y dedicamos nuestros esfuerzos a cooperar, equilibrar la riqueza y cuidar nuestro entorno en lugar de expoliarlo. Cultivar nuestras vidas intensa y constantemente con espacios de cuidados, aficiones no monetizadas y trabajando sobre la ecodependencia nos permitirá distanciarnos de la cultura del consumo sin límites, y a cambio nos irá aproximando a la felicidad real, la que podemos sentir y compartir, y que no necesita ser anunciada en un ‘spot’.