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Colonialismo
Gemma Parellada: “No contarla bien es una forma de seguir dominando África”
Circulamos con petróleo nigeriano, tomamos chocolate en polvo de Costa de Marfil y nos comunicamos con móviles de coltán congoleño, pero hacemos creer que es África quien depende de Europa. Así lo ve Gemma Parellada, periodista especializada en África.
Circulamos con petróleo nigeriano, desayunamos cacao de Costa de Marfil y nos comunicamos con móviles de coltán congoleño, pero hacemos creer que es África quien depende de Europa. Así lo ve Gemma Parellada, periodista especializada en África que se define como “nómada” en este continente.
Actualmente reside en Costa de Marfil y es corresponsal para varios medios, entre ellos El País, Catalunya Radio y CNN español. Ha trabajado desde 2006 como reportera en varios países de África subsahariana y vivió seis años en Sudáfrica. Señala a los medios como culpables de “contar mal” todo un continente y ser, así, responsables de las guerras que se libran en suelo africano pese a llevar firma de Europa.
Se dice que el periodismo debe informar con rigor y objetividad, ¿se cumple esta máxima en el caso de África?
No, en el caso de África no se cumple ni con el rigor ni con las normas mínimas y de la ética y el buen hacer del periodismo. Nos hemos acostumbrado históricamente a falsear el continente por intereses económicos históricos evidentes y nos parece que el colonialismo está muy lejos. Sin embargo, seguimos dentro de las mismas dinámicas de poder entre Occidente y el continente africano, y la información es una herramienta de poder muy fuerte que se sigue usando. Siempre digo que no es que no tengamos guerras en Europa, ahora sino que las hemos exportado, esa ha sido nuestra fórmula de desarrollo. Y una de las fórmulas en las que hemos conseguido seguir ejerciendo una dominación en ese continente es no contándolo bien, alimentando un desconocimiento tal que hemos hecho creer al público que no tenemos nada que ver con África y sin embargo estamos constantemente conectados.
Cada minuto, cada cosa y cada paso que hacemos en nuestra vida desde una llamada telefónica, a trabajar en nuestros ordenadores, o poner petróleo en los coches está vinculado a esta continente, pero nos hacen creer que África sigue lejos y no tenemos que ver con ella. Eso es un suspenso monumental de los medios de comunicación.
¿Qué historias te piden y qué historias echas en falta que te pidan como periodista en África?
Las historias que quieren publicar los medios tradicionales, incluso también los más nuevos y alternativos, están vinculadas con drama. Ya no solo diría con conflictos, porque los conflictos hay que cubrirlos. Pero no es tanto el qué sino el cómo se trata el continente y cómo se tratan esos conflictos. Nos quedamos en las versiones más superficiales, en esa historia simplificada de héroes y villanos: en África tenemos Mandelas y tenemos Pistorius. Tenemos a Joseph Kony, los líderes rebeldes estos milicianos terribles caníbales o los superhéroes. Es como si no hubiera nada más entre estos extremos, como si no existieran emprendedores, intelectuales, académicos, artistas… el 98% de las sociedades. Eliminamos del relato a gran parte del continente y esa es un manera clarísima de vulnerar a la realidad del continente africano.
Cuando estás en un contexto tan duro como la República Democrática del Congo, escuchas relatos terribles. Pero lo que una ve es los centenares, miles de mujeres que cada día se levantan para combatir
¿Cómo se trasladan estos tópicos a las mujeres?
Igual que pasa con la mayoría de población, lo que se ha hecho es seleccionar a una parte de manera que solo se da voz a las víctimas. Se ha creado esa imagen de personas vulnerables que no tienen recursos para combatir, de seres pasivos a los que les suceden cosas. Nunca aparecen esas mujeres activas que se unen, que luchan, sobreviven y que son lo que una se encuentra cuando una vive y circula por el continente.
Cuando estás en un contexto tan duro como la República Democrática del Congo, en el este, la peor guerra del planeta en la que es considerada la capital mundial de las violaciones, evidentemente escuchas relatos terribles. Pero lo que una ve es los centenares, miles de mujeres que cada día se levantan para combatir. Hay abogadas, hay periodistas, hay activistas, hay cientos de mujeres que se unen y que buscan soluciones para protegerse y combatir una situación que es muy extrema.
Lo que define a esas mujeres en la fortaleza, es ese poder de combatir lo que tienen delante. Cuando pones el micrófono solo en los relatos más escabrosos de una violación, lo que estás trasladando es puro sensacionalismo. Y eso pasa mucho con la población africana en general, que no se da voz a los que piensan, a los que reflexionan, a los expertos... Siempre se busca a expertos de fuera para hablar sobre África. Damos la voz a los refugiados, a los desplazados, a las víctimas, y esa manera de seleccionar solo a una parte de la realidad es una manera de victimizar a toda una zona.
Se dice que la República Democrática del Congo es el peor país para ser mujer, ¿por qué?
En Congo es difícil manejar las cifras porque nadie ha contado los muertos y nadie podrá contar nunca las violaciones. Una sola mujer violada ya es una catástrofe, sin embargo Congo es uno de los peores países para ser mujer porque llevamos más de 20 años de guerra. La guerra ha destrozado todo el tejido social, las normas sociales básicas y eso significa que la impunidad está generalizada. Como en cualquier conflicto, cuando se caen todas las normas empezaron los grupos armados que utilizan la violación como un arma: empezaron lo milicianos, los soldados del ejército. Pero es que ahora ya son los civiles, porque han visto que uno puede violar a una mujer y no pasa absolutamente nada. No es que Congo sea peor por los congoleños, sino porque hay una guerra que es la peor del mundo y que no es congoleña sino mundial. Parece que es guerra lejana, un conflicto étnico que sucede en África pero hay medio mundo metido, muchísimos manos que están ahí dentro, tropas de muchos países, hay muchos intereses, Congo es una guerra mundial, no es una guerra congoleña.
Congo no es peor por los congoleños, sino porque hay una guerra que es la peor del mundo y que no es una congoleña sino mundial
¿Qué ejemplos de mujeres en resistencia conoces?
Caddy Adzuba es un claro ejemplo. Y tenemos a Justine Masika, que gestiona una asociación que se llama Sinergia de mujeres, de Kivu Norte. Cada ciudad y cada pueblo tiene su red de mujeres que se han organizado. Tenemos el ejemplo de Mama Masika, que falleció. Ella fue violada y también violaron a sus dos hijas en el mismo ataque del grupo armado, y lo que hizo es crear una casa donde acogía mujeres que habían pasado por los mimo. No tenían apoyo de nadie, se llamaba una “casa de escucha”. Ella las escuchaba y luego les daba un trocito de campo para que pudieran sobrevivir, además de acompañamiento psicológico y económico de la forma más simple y humilde, y aquello se convirtió en una red fundamental en Minova, que es una región donde el conflicto ha dado muy duro con algo tan simple como escucharlas, porque además las mujeres cuando son violadas muchas veces son rechazadas en la comunidad. Y la red de mujeres juristas que desde Goma, capital de Kivu Norte, que está dando acompañamiento jurídico a las mujeres, muchas de ellas menores, que han sido violadas. Como ellas hay centenares de mujeres.
¿Es la violencia sexual un tema de preocupación entre las mujeres de África?
Por supuesto, la violencia sexual es un problema grave pero que viene siempre conjuntamente con otros problemas sociales de vulneración, de invisibilización de la mujer. Cuando la mujer no tiene herramientas para construirse como ella quiere, el género masculino tiene vía libre para abusar de todas formas, porque el abuso físico no es el único con el que se puede abusar a una mujer. En zonas de conflicto siempre se acentúa porque el termómetro de los valores cae completamente, pero no solo son africanos, es un problema internacional y universal.
Violencia sexual
“Las multinacionales del coltán arman a quienes violan a las mujeres”
En República Centroafricana, otro de los conflictos más graves que me ha tocado cubrir, saltaron los casos de soldados franceses en la misión de paz violando a menores, casos que se han reproducido en la misión de paz de la República Democrática del Congo, u otros casos más conocidos como una ONG. La violencia sexual no está vinculada a un país, está vinculada a un entorno de vulneración. Cuando se caen los muros y existe la impunidad, los hombres saben que pueden permitirse el lujo de violar sin consecuencias. Eso no es congoleño, no es de costa de marfil, no es de la República Centroafricana, sino de contextos donde no existe ninguna protección.
Has hablado de guerras exportadas, ¿cuánta responsabilidad tienen las potencias mundiales en la violencia de África?
No nos damos cuenta del poder que seguimos ejerciendo desde Europa y los occidentales en estos países. Hemos exportado las guerras porque somos nosotros los que somos dependientes de esos países, de sus recursos. Si vivimos conectados 24 horas desde nuestros teléfonos u ordenadores, si estamos usando los drones... es por el coltán que sale de la República Democrática del Congo, donde están los depósitos más importantes del mundo. Si circulamos con motos y coches es porque usamos petróleo nigeriano. Si damos chocolate en polvo cada mañana a nuestros hijos es porque en los campos de cacao de Costa de Marfil, primer productor del mundo, están trabajando cada día. Seguimos dependiendo de ellos, y a través de nuestro relato inverso hacemos creer que que dependen de nosotros: de nuestra ayuda, de nuestra cooperación, de nuestras ONG.
Si seguimos vinculados en esos conflictos pretendiendo no tener nada que ver, eso es cerrar los ojos a nuestra responsabilidad. Si en Congo, Costa de Marfil o República Centroafricana no existen instituciones y el tejido social, los gobiernos, son inexistentes es porque hemos participado a dejar que esto suceda. Creo que cada uno tiene que asumir la responsabilidad, no es eximir de la responsabilidad a los gobiernos locales, por supuesto, a población local, la población civil y los gobiernos locales tienen su responsabilidad, pero nosotros tenemos la nuestra. A lo largo de la historia nos señalamos los unos a los otros, los gobiernos locales dicen que es culpa de Occidente y Occidente dice que es culpa de los gobiernos corruptos, el caso es que estamos todos mezclados en esta responsabilidad y tenemos que mirarnos y ver cuál es nuestra responsabilidad.
Congo tiene la misión de paz más grande del mundo, llevamos dos décadas desplegados en la misión de paz que es un fracaso absoluto porque sigue siendo la peor guerra del mundo, entonces hay que parar, analizar qué estamos haciendo políticamente, económicamente, como consumidores, porque como consumidores tenemos un enorme poder.
Cuando sacamos los reportajes sobre el coltán, en ese momento en Europa no había ninguna regulación sobre el comercio de coltán. Es el mineral más preciado de nuestra era y no está regulado. Empecemos por las cosas más simples: si regulamos los tomates, cómo puede ser que el coltán y los elementos que procede de él no lo estén. Políticamente, económicamente, como consumidores podemos ejercer un impacto muy grande en lo que pasa al principio de esa cadena. Tenemos que parar y pensar dónde estoy y qué puedo hacer para cambiarlo, porque podemos hacer cosas para cambiarlo.
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Muchas gracias por tu aportación llena de honestidad, respeto al ser humano y a la justicia
Gema, me ha gustado mucho leer tu entrevista y me siento muy identificada contigo. He vivido 34 años en Rwanda, la mitad de mi vida, y he aprendido mucho de las mujeres africana, mis mejores amigas están allí.
Como siempre se habla de la victimizacion de la mujer como si los hombres k mueren y son torturados en ese conflicto no sufrieran...
Una gran entrevista que se ha hecho muy corta. Gracias por tu imprescindible trabajo, Gemma.