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Cine
Benalmádena, cincuenta años de transgresión y lucha a través del cine
La Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena nació hace medio siglo para abrir una ventana similar a la que ofrecían otras ciudades costeras como San Sebastián o Cannes.
En una España sumida en el oscurantismo de la dictadura, una ventana a la libertad se abrió al sur del país. Nos situamos en la localidad malagueña de Benalmádena, donde su alcalde franquista, Enrique Bolín, con clara intención de posicionar a su pueblo en el mapa turístico internacional, aprovecha la coyuntura económico-geográfica de la Costa del Sol a finales de los años 60 para poner en marcha un proyecto similar al que ya estaba desarrollándose en otras ciudades costeras como San Sebastián o Cannes.
Buen clima, precios asequibles y una efervescente vecina, Torremolinos, formaron el caldo de cultivo perfecto para que en 1969, con Manuel Fraga como Ministro de Información y Turismo, y tras varios encuentros y reuniones con la Asociación de Cine Clubs de España y su presidente, Luis Mamerto López-Tapia, formularan el proyecto de la Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena (SICAB), asumiendo este último la dirección del festival en sus dos primeros años de existencia celebrados en el hall del Hotel Alay.
En su afán por contentar estratégicamente al pueblo, Bolín involucró al sector hotelero en el festival, hasta el punto de incluir en la Junta Directiva de la SICAB a los directores de los principales hoteles del lugar para que sintiesen esta semana como algo de todos los benalmadenses. Así, mientras el ayuntamiento asumió la parte económica y logística del festival, su por aquel entonces director, Luis Mamerto —ya consagrado en el panorama del cine internacional— mantuvo el contacto con directores de otros festivales y distribuidores de todo el mundo, alcanzando en la segunda edición (1970) la participación de más de 20 países y su particular carácter transgresor.
La década de los 70 trajo consigo el controvertido cese de Mamerto por diferencias políticas, quien será sustituido por el crítico y escritor catalán José Luis Guarner para la III Edición. En este marco comienzan a sentarse las bases organizativas y de internacionalización de la SICAB, trasladándose las sesiones al Palacio de Congresos y Exposiciones de la Costa del Sol, aunque con un recién estrenado equipo organizativo que durará una sola edición por el descontento unánime compartido con Bolín, que les llevará a dimitir junto a Guarner semanas después de finalizar la tercera edición.
Diamante pulido para la batalla
Corre el año 1971 cuando Julio Diamante asume la dirección de este festival herido de muerte por una razón de peso: la lucha por la libertad de expresión. Diamante, que a sus 20 años había sido secretario general del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes, hizo de la disidencia un modo de vida. Para el director, la SEMANAUTOR fue “una plataforma en la lucha por la libertad de expresión no solo en España, sino en cualquier parte donde esta fuera perseguida” y una verdadera batalla contra la censura, “pero no exclusivamente la ejercida por los censores de cortar planos o secuencias —apunta Diamante— sino a la practicada por la propia industria cinematográfica o la que impedía el ejercicio creativo”.
De igual manera, el equipo permanente conformado por Elena Sáez como ayudante de dirección y Luis Sarasate como secretario general junto con Diamante, entendía que la línea de la Semana debía dedicarse “al cine que resultaba marginado por cuestiones de procedencia, sociales, morales, sexuales o de estilo”.
Un hecho que permitió a las espectadoras de Benalmádena situarse en la cúspide de la vanguardia cinematográfica y tener la oportunidad de disfrutar de películas inéditas, conocer la obra de cineastas provenientes de todo el planeta (Bergman, Rohmer, Tarkovski o Fassbinder) gracias a la cuidada selección de ciclos donde también “presentaron por primera vez a los países del África negra, se proyectó cine chicano y se trataron las obras del argentino, Fernando Birri o de un todavía desconocido, Jim Jarmusch”, recuerda su director.
También se abrieron puertas al cine del Este, al japonés de Imamura u Oshida y pusieron el acento al realizado por mujeres, a través de ciclos especializados en clave femenina como el dedicado a la productora y actriz sueca, Mai Zetterling.
Durante las 14 ediciones que Diamante dirigió el festival convivieron con el régimen franquista, fueron testigos de la muerte de Franco —fallecido durante el desarrollo de su séptima edición— y asistieron a la Transición y entrada de la Democracia, que paradójicamente resultó ser la etapa más inestable del festival hasta su ocaso en 1989.
En aquellos años donde las libertades sufrieron el frío yugo de la censura, Benalmádena probó de las mieles democráticas con procesos de votación popular en los que el público era partícipe a la hora de otorgar el Premio Niña de Benalmádena o burlaron a los censores con astutas artimañas como pasar las piezas más controvertidas a la hora de la siesta, cansar a los censores con la proyección de muchas películas en un mismo día o no coger el teléfono a los embajadores de países bajo regímenes dictatoriales, hasta que se hubiese proyectado la película que sacaba a la luz alguna realidad que no les interesaba mostrar en sociedad.
La SEMANAUTOR, a la que su director acuña como “la batalla de Benalmádena” fue un pulso continuo con las instituciones. De hecho, el que fuera uno de los precursores del festival, Enrique Bolín, años más tarde, concretamente en 1978, da órdenes de no continuar con la celebración de este festival, por lo que Diamante y su equipo deben buscar nueva institución patrocinadora para la continuación del mismo, el cual resistirá un año más en el Palacio de Congresos de la Costa del Sol.
Así, la siguiente edición será en 1981 —tras un paréntesis de un año— pasando a ser competencia económica de la Diputación de Málaga y viéndose obligado a trasladarse a los Multicines América de la capital. Un viraje que, para Diamante, resultó ser “un auténtico disparate por cuestiones de espacio, infraestructura y falta de especialización de los trabajadores del lugar”, prestaciones totalmente cubiertas en Palacio de Congresos de la Costa del Sol, habitual lugar de encuentro, que finalmente provocó diferencias con la institución provincial.
Los años 80 aproximaron la etapa más inestable de la Semana, pues bregar con las instituciones no fue tarea fácil, máxime si estas ya no se conformaban con dar la subvención sino que pretendían formar parte de la organización, asunto que a Julio Diamante no parecía importarle siempre y cuando “no pretendieran cambiar la línea del festival”.
Para entonces se había creado la Asociación Civil Centro Cultural Semana Internacional de Cine de Autor, integrada por personas de todo tipo de pensamiento pero simpatizantes con la línea del festival y a través de la cual se solicitaron las subvenciones que asumieron la Diputación, el Ayuntamiento de Benalmádena y el Ministerio de Cultura en la última edición (1982) antes del parón de tres años que sufre el festival.
La SEMANAUTOR vuelve en 1986 herida de muerte, previa exposición en el Parlamento Andaluz de los problemas con los que se encontraron para su celebración, donde resuelven por unanimidad la inminente continuación del mismo. A partir de ese momento se entra de nuevo en una baraja institucional en la que el festival vuelve a la capital de Málaga bajo el nombre de Semana Internacional de Cine de Autor y que a pesar del brío de Julio Diamante y su equipo permanente, la insostenible situación institucional hace que en 1989 se celebre su decimoséptima y definitiva edición.
Una ventana a la libertad con medio siglo de historia
Cumplidos 50 años del surgimiento de la SICAB, un espacio retrospectivo se habilita en Málaga para recordar y homenajear aquel festival de carácter transgresor y contestatario que marcó a dos generaciones. Una ventana a la libertad, 50 años de la Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena surge de la voluntad de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Benalmádena, a través del fondo local de la Biblioteca Pública Arroyo de la Miel, por resaltar la transcendencia que tuvo la SEMANAUTOR y dar a conocer este oasis democrático y cultural, hasta ahora desconocido para muchos.
Sus comisarias, María Sánchez y Candela Montero, mantuvieron entrevistas con diferentes personas implicadas en la Semana y de aquellas conversaciones sacaron en claro cuatro conceptos comunes: “transgresión, resistencia, libertad y censura”. Asimismo, explican que los documentos cedidos por la biblioteca creaban un discurso expositivo por si solos, lo que finalmente les llevó a entender que “tanto Diamante como su equipo entendían la Semana como una forma de lucha en sí misma” sumergida en un truculento entorno de represión y atentado contra las libertades.
Esta revisión de la SEMANAUTOR consigue mimetizarse también con el sentido colectivo de aquellos años, pues las comisarias incluyen en su equipo de trabajo a otros dos jóvenes, que sin vivir aquellas décadas de lucha y subversión, han contribuido en plasmar la esencia del festival a la actualidad. Para ello, el escenario expositivo realizado por el arquitecto Álvaro Carrillo y la aportación conceptual del diseñador gráfico Fernando Cienfuegos, cuyo trabajo con las comisarías se ha centrado en dos premisas básicas: “la ventana” contenida en el propio nombre de la exposición y el concepto de vacío que desde una perspectiva actual, suscita el hecho de que “un evento cultural tan valioso y necesario dejara de ser financiado hace tres décadas”.
Una ventana a la libertad muestra “la idea contestataria” alejada del clásico homenaje conmemorativo, dotando a la exposición de un carácter duradero en el tiempo con el fin de evocar la contienda cultural que supuso la Semana y propiciar, a su vez, esos espacios de encuentro de los que hablaba Diamante entre las personas que pudieron disfrutar del festival y las nuevas generaciones que lo van descubriendo a través de esta sugerente ventana.