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Catalunya
Entre los cortes de luz y el abandono en el sector oeste de Figueres
Un grupo de vecinos del barrio del Culubret de Figueres (Girona) exige una solución a los cortes de luz que sufren desde hace una década. Según datos del Ayuntamiento, el mes de noviembre hubo 90 cortes de electricidad en el Culubret. Endesa y fuentes policiales achacan los cortes a la sobrecarga por cultivo de marihuana, mientras que el Consistorio sostiene que la situación es más compleja.
Basilia, a la que todo el mundo llama Basi, hace cincuenta años que vive en el barrio del Culubret de Figueres, un barrio de casas bajas unifamiliares y algún bloque, donde parece que el tiempo se ha parado. Las calles conservan el asfalto a duras penas, las alcantarillas, escasas, no lucen por su buen mantenimiento, y la basura se acumula en la calzada. Pero, a Basi, lo que le altera los nervios son los cortes de electricidad que aguanta desde hace diez años, problema que se agrava en los días de invierno, cuando es frecuente que la temperatura baje de los cinco grados. “Un invierno hubo un día en el que estuve más de ocho horas sin luz. Yo soy mayor y tengo frío. Voy a poner el radiador y se me va la luz a los diez minutos”, explica esta mujer de 70 años, sentándose con una linterna en el pequeño sofá de su casa, donde vive sola desde que enviudó dos años atrás. “Mi hijo quiere que me vaya del barrio, ¿pero a dónde voy? ¿Malvendo el piso? Aquí está mi vida”, sostiene.
Como Basi, más de una veintena de familias del barrio del Culubret, en el sector oeste de Figueres (Alt Empordà, Girona), sufren cortes de luz reiterados. A veces se acumulan cuatro y cinco episodios en un día, que imposibilitan poner lavadoras, calentar la casa, ducharse o mantener las insulinas. Solo en el mes de noviembre ha habido 90 cortes en el barrio. La cifra anual supera las 340 averías, frente a las 148 del año anterior, según los datos proporcionados por el Ayuntamiento. Cortes que también se producen en el colindante barrio de Sant Joan, aunque no hay indicadores fiables de este último porque los vecinos no suelen avisar a los técnicos para que cambien los fusibles. Mientras el centro de Figueres se adorna con las luces de navidad, esta parte del municipio continúa siendo una zona oscura junto a la estación del AVE, en el límite de la ciudad.
Maribel Fernández cuenta que vivir sin luz le ha provocado un trastorno de ansiedad. “Llevo dos años con medicación. Antes de medicarme, cuando se me iba la luz, lo primero que hacía era ir al váter a devolver”, explica esta vecina del Culubret. Ahora duerme con una luz encendida para mitigar la ansiedad, gracias a un generador que la mujer apaga a media noche, “cuando ya he conseguido echar un sueño”. Maribel estuvo dos meses de baja de la fábrica en la que trabaja.“Esto te rompe la vida”, determina Manoli, quien tiene a su padre de 81 años a cargo, al que necesita triturar la comida antes de irse a trabajar. “Cuando salgo de casa desenchufo la lavadora y la nevera, porque me da miedo que se rompan si se va la luz. Voy a tener que denunciar a Endesa si pasa algo”, advierte. “Con esto del covid hay que ventilar pero se nos queda la casa helada”, dice Enrique Reina, también vecino del barrio.
La alcaldesa de Figueres, Agnès Lladó (ERC), en el cargo desde 2019, corrobora el conflicto que relatan los vecinos: “Hay familias en situación de desesperación por los cortes. Por ejemplo, en el barrio viven padres separados con custodias compartidas, y hay niños que no quieren ir a casa de uno de los progenitores, lo que supone un problema de convivencia interno y una situación emocional crítica”.
“Llamamos a Endesa y le dijimos que si pasaba algo la responsabilidad iría a la compañía, y desde entonces la residencia no se ha vuelto a quedar sin luz”
Para Maribel Suárez, presidenta de la Asociación de Vecinos, “este año ha sido mortal”. “Antes se iba dos o tres horas, pero cuando volvía sabías que no volvería a irse. Ahora no, ahora hay vecinos que se levantan y ya no tienen luz”, explica. “En cincuenta años no se ha hecho cambio de líneas, ninguna reparación como dios manda”, añade.
Según Lladó, los cortes son motivados por una sobrecarga producida por el cultivo indoor de marihuana , frecuente en los barrios del Culubret y Sant Joan, “pero también porque la instalación no es la correcta, es caduca”, y además hay familias que pinchan la luz por necesidad. La alcaldesa señala que, “en el último mes, los cortes se han incrementado mucho porque ha habido una bajada del amperaje de los puntos de Endesa para evitar que el transformador se queme”.
En junio de 2019 hubo dos oleadas de calor y cayó toda la luz en el Culubret, donde está la única residencia geriátrica pública de la ciudad, con más de cien personas. “Llamamos a Endesa y le dijimos que si pasaba algo la responsabilidad iría a la compañía, y desde entonces la residencia no se ha vuelto a quedar sin luz”, explica Lladó. El Consistorio está estudiando emprender acciones legales contra la empresa si no garantiza suministros. “Tenemos un problema de inversión de la distribuidora”, puntualiza la alcaldesa. Algo que también denuncian los vecinos de los barrios de Font de la Pólvora, en Girona, o en el sector norte de Granada. En el momento de publicación de este artículo, Endesa no ha respondido a las preguntas de El Salto.
En la zona oeste de Figueres, a lo largo del año 2020 se han regularizado 15 familias que cometían fraude eléctrico. Con tal de que las personas en situación de pobreza energética se acojan al bono social, el Consistorio ha desplegado el programa Connecta’t. “Muchas veces se defrauda porque se desconoce que como familia vulnerable tienes este derecho con un informe de servicios sociales”, apunta Agnes Lladó.
La Ley 24/ 2015 catalana de medidas urgentes para afrontar la emergencia en el ámbito de la vivienda y la pobreza energética prohíbe dejar sin suministro a un hogar sin comprobar si tiene una situación de vulnerabilidad
La Ley 24/2015 catalana de medidas urgentes para afrontar la emergencia en el ámbito de la vivienda y la pobreza energética prohíbe dejar sin suministro a un hogar sin comprobar si tiene una situación de vulnerabilidad. En diciembre de 2019, la Generalitat de Catalunya impulsó un convenio para que las compañías eléctricas asumiesen el 60% del coste del suministro por pobreza energética y la deuda acumulada de las familias vulnerables desde 2015, que suma 25 millones de euros. Una iniciativa que ha quedado encallada por falta de acuerdo entre el Govern y Endesa, que solo está dispuesta a hacerse cargo del 50% de la deuda.
Cifras del Consistorio indican que en los últimos meses se han detectado 99 fraudes eléctricos en el sector, frente a los 104 de todo el año 2019 y los 178 del año anterior. En 2018, Endesa abrió 1.118 expedientes en Figueres. “Estamos trabajando para que se pongan cajas individuales en algunas casas, haciendo una sectorialización”, explica la alcaldesa. Así, en caso de haber un corte por sobrecarga no se queda toda la calle a oscuras. “No sabemos cuando van a estar todas las cajas puestas, no nos dicen nada”, sostiene Maribel Suárez. El Ayuntamiento ha presupuestado 60.000 euros para 2021 con el objetivo de ayudar a las familias con averías, partida que está pendiente de aprobación definitiva.
Pero los cortes de luz no son el único problema de este sector de Figueres.
Un barrio arrinconado
“Aquí estamos como siempre, toda la vida igual”. Una mujer de unos sesenta años mira con recelo a los periodistas que se le acercan, sentada en la puerta de su casa en el barrio de Sant Joan. No quiere hablar de los cortes de luz. Tampoco opina sobre el estado del barrio, en el que ha vivido toda su vida. No va a hablar de nada. “Yo de eso no entiendo, que te lo cuenten los viejos”, despacha pronto.
Entre julio y noviembre del año 2020 ha habido seis entradas judiciales a domicilios en el sector oeste de Figueres, según datos de los Mossos de Esquadra. En esas operaciones se han incautado 975 plantas de marihuana y se han detenido a seis personas de los barrios del Culubret y Bon Pastor, aunque cuando se nombra el delito siempre sale el barrio de Sant Joan. “El gran problema de los cortes lo tenemos en el Culubret pero es verdad que hay familias que tienen cortes y no lo denuncian, con una connivencia reiterada con un hecho delictivo”, declara Agnès Lladó. “La luz se va en muchos sitios del sector”, indican desde el Servicio de Mediación Comunitaria. Pero no hay datos del índice global de averías ni fraude en el sector oeste de Figueres.
“Figueres se encuentra a 30 km de la frontera con Francia. El gran cliente de la droga es francés, porque allí el tráfico está muy perseguido”
La historia de marginalidad de la zona viene de lejos y el foco se sitúa en el barrio de Sant Joan. Construido entre los años 60 y 80, y habitado en gran parte por población de etnia gitana desplazada desde otros puntos de la ciudad en diversas operaciones urbanísticas, Sant Joan se ha convertido en uno de los principales barrios con estigma de Catalunya. Los cultivos, las redadas y detenciones, y los tiroteos entre clanes ocupan las noticias de sucesos. Algo que también ha ocurrido con el Culubret. El pasado mes de septiembre, los Mossos dispersaron a un grupo de vecinos pegando tiros al aire, después de perseguir un vehículo en el que, finalmente, encontraron una caja de cannabis. Hoy, las miradas de desconfianza hacia el extraño vuelan por estas calles.
“Figueres se encuentra a 30 km de la frontera con Francia. El gran cliente de la droga es francés, porque allí el tráfico está muy perseguido”, explica la alcaldesa. En Francia la pena por traficar con marihuana son 20 años de cárcel, frente a la máxima de 15 años del Estado español. “Tenemos que encontrar una solución de país: o se legaliza o se aumentan las penas, pero no podemos ser el huerto de maría de Europa. Y esto no pasa únicamente en Figueres”, apunta Lladó. Actualmente, el Ayuntamiento se presenta como acusación particular cada vez que se produce una incautación.
Sin embargo, el tráfico de droga no explica por sí solo el abandono institucional de estos dos barrios del sector oeste, en el que abunda la suciedad, las calles hundidas y las infraestructuras eléctricas deficientes, destacando esto último en el Culubret, barrio de los años 50 donde no hay instalación de gas ciudad. La plaza de cemento Juan Xibecas está desierta y los coches en doble fila dificultan el paso a otros vehículos. Una escuela junto a los bloques de protección oficial es uno de los pocos equipamientos del barrio de Sant Joan.
Dolores señala las bolsas de basura que se acumulan a pocos metros de su casa en la calle Doctor Fleming. “Mira, cariño, yo el año pasado trabajé en la Brigada y estas calles estaban muy limpias”, cuenta esta vecina de Sant Joan. “Ahora hace días que no recogen, dicen que están de huelga pero la basura ya estaba aquí antes. Nos han quitado dos contenedores este año”, explica, mientras su padre sale de la casa vecina, alterado. “¡Yo soy gitano pero no soy un guarro! ¡Que vengan a limpiar!”, exige el hombre.
Varias calles del Culubret ofrecen una estampa similar. "Es el barrio más sucio de todos”, considera Dolores. Tampoco ayuda el estado del alcantarillado, que suele embozarse y propicia las plagas de ratas. “¿Has visto esto?”, comenta Hayat, señalando una alcantarilla rota en la calle Francesc Gimeno. “Cuando llueve el agua nos entra en la casa”, apunta esta mujer, natural de Marruecos. “Estamos abandonados”, remarca.
Juan (nombre ficticio) opina que “aquí solo vienen a poner multas”. “Ahora me han quitado 80 euros, porque hay muchos coches y no puedo andar así que aparco mal, y me han dejado sin lo que tenía para comer hasta el día 25 que cobro la pensión”, cuenta apoyado en su cachaba en un banco de la calle Avinyonet, a caballo entre Sant Joan y el Culubret. “No hacen nada desde hace treinta años, solo decir que tienen que tirar las casas”, añade señalando una hilera de viviendas de ladrillo visto propiedad de Incasòl, construidas a finales de los años 80 para realojar a las familias de un asentamiento barraquista, que fue derruido de la noche a la mañana. “Dicen que van a echar a los gitanos”, menciona otro vecino sentado en el mismo banco. “Aquí está la estación y quieren tirar todo esto”, puntualiza. Juan asiente y refuerza a su compañero: “Quieren hacer un barrio para ricos, porque ésta es la mejor zona de Figueres, la más alta”.
En abril de 2015, el Ayuntamiento de Figueres derrocó una de las 44 casas unifamiliares del barrio de Sant Joan, argumentando que parte de los inquilinos incumplían los contratos con la Agència Catalana d’Habitatge. La entonces alcaldesa del municipio, Marta Felip (CiU), declaró que el objetivo era “dignificar el barrio” y permitir “la normalización del espacio”, pese a que la operación no formaba parte de ningún plan de ordenación de la zona ni estaba avalada judicialmente. Aunque el Consistorio aseguró que las casas desaparecerían en los meses siguientes, no ha vuelto a tumbarse ninguna vivienda. Por ahora, no hay previsión al respecto.
“Es una zona muy estigmatizada y criminalizada y nos cuesta mucho mostrar las acciones positivas, como la inserción laboral de las mujeres de la comunidad gitana o la mejora de un 11% del absentismo escolar”
En el sector oeste de Figueres se concentra el mayor índice de población vulnerable y los pisos más baratos. Datos de 2018 indican que en los cinco barrios de la zona están empadronadas 3.988 personas, que representan el 8.62% de la población del municipio. Más de un 20% de los vecinos son población inmigrada. Servicios sociales tiene 491 expedientes abiertos aquí, donde hay un 30% de absentismo escolar. El 58% de los beneficiarios del PIRMI, la renta mínima de inserción de la Generalitat, son vecinos de etnia gitana y el 80% de ellos tiene una situación crónica de pobreza económica, según el Plan Estratègico del barrio de Sant Joan (2018-2021), que describe todo el sector. La cifra de exclusión social se sitúa en el 33%. Los barrios de Sant Joan y el Culubret, en los que viven 700 familias, son los únicos de Figueres que cuentan con un plan de desarrollo comunitario contra la exclusión.
“Es una zona muy estigmatizada y criminalizada. Si buscas en internet “barrio de Sant Joan-El Culubret” salen siempre noticias de impacto negativo, y nos cuesta mucho mostrar las acciones positivas, como la inserción laboral de las mujeres de la comunidad gitana o la mejora de un 11% del absentismo escolar”, afirman fuentes del Servicio de Mediación Comunitaria, que hace de puente entre la administración y la comunidad. “No suele haber conflictos entre los vecinos pero esto es el barrio de los gitanos y muchos habitantes de Figueres no lo han pisado nunca, no lo conocen”, señalan.
Según el Servicio de Mediación, se está trabajando en planes de participación de la comunidad gitana, que hasta el momento no han existido. “Hay una deuda de reparación histórica con el pueblo gitano, que es necesario abordar'', remarcan desde el servicio. Inik, promotor educativo de los alumnos de nueve centros de la ciudad, explica que Sant Joan está arrinconado y que al colegio de la zona ahora solo asisten niños gitanos y marroquíes. “Es un barrio gueto. De toda la vida, cuando decimos que vamos al centro decimos que vamos a Figueres, porque somos de Figueres pero no nos sentimos”. “Hay cosas que mejorar, como en todos sitios, pero también se ha dejado el barrio de lado y llega un momento en que el barrio dice: vamos a encerrarnos”, expresa Inik.
La alcaldesa Agnes Lladó reconoce que no ha habido ni una inversión en más de quince años en los barrios de la zona. “No se ha hecho nada. Ni arreglar una farola. Ni, por ejemplo, está contemplada en la contrata de limpieza como algo específico, y solo se hace con una brigada de buenas prácticas”, apunta. “Estamos trabajando para que en junio de 2021 haya la aprobación inicial del Plan de Ordenación Urbanística Municipal (POUM), que prevé una renovación urbana de la zona norte-oeste, con una mejora de las calles y de la iluminación, y una proyección de la necesidad en materia de vivienda. Acciones que también quieren abrir más el barrio, porque es un sector pensado de tal forma que te encuentras muchos puntos oscuros y espacios que son un cajón de sastre”, ilustra Lladó, quien asevera que sin implicación de la Generalitat y el Estado no se podrá hacer una intervención social integral. El POUM vigente es del año 1983.
"Tenemos que tocar los problemas sociales y urbanísticos conjuntamente, con un plan como el que se hizo en la Mina”, sentencia la alcaldesa. “Barrios como estos te los encontrabas en los años 80 en el Área Metropolitana de Barcelona, pero ya quedan muy pocos. Aquí, esa inversión que se hizo, no ha llegado, y la necesitamos. Además, el sector oeste es la única zona por la que la ciudad puede continuar creciendo, ya no tiene más territorio”, revela.
Hoy, sin embargo, el principal problema a solucionar en el que coinciden el Ayuntamiento y parte de los vecinos de estas calles abandonadas y con mal nombre siguen siendo los cortes de luz de los barrios del Culubret y Sant Joan, de Figueres. Cortes de luz que Basi sobrelleva desde hace diez años en el piso en el que ha construido su vida.