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Carta desde Europa
¿Europea? ¿Defensa?
El compromiso de Merkel de alcanzar un 2% de gasto en defensa es anterior a la llegada de Trump a la Casa Blanca y se formuló, bajo presión estadounidense, por la totalidad de los miembros de la OTAN en las cumbres de 2002 y, de nuevo, en 2014.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
Recientemente, Angela Merkel se comprometió a aumentar el gasto de defensa alemán del actual 1,2% al 2% del PIB. Aunque no precisó cuándo se alcanzaría ese objetivo, ello supondría un salto de gigante, que se halla, además, fundamentalmente en desacuerdo con la opinión pública alemana y que contradice la posición de su socio de coalición, el Partido Socialdemócrata.
Entonces, ¿por qué asume Merkel ese compromiso? Hay quien piensa que se trata tan solo de palabras vacías, características de su repertorio, calculadas para contentar a Trump y a los militares alemanes en estos momentos. Pero no olvidemos que el compromiso del 2% es anterior a la llegada de Trump a la Casa Blanca y que se formuló, bajo presión estadounidense, por la totalidad de los miembros de la OTAN en las cumbres de 2002 y, de nuevo, en 2014.
Suponiendo que Alemania siga adelante casi duplicando su presupuesto de defensa, ¿por qué lo haría? Como todas las decisiones políticas importantes, esta probablemente apunta a diversos objetivos al mismo tiempo, que no tienen por qué ser necesariamente compatibles entre sí. En primer lugar, la idea parece apuntar a que la OTAN mantenga a Rusia bajo control, mientras Estados Unidos se prepara para luchar con China por la supremacía en el nuevo orden capitalista mundial.
No olvidemos que una de las propuestas de la “reforma” francesa es una estructura militar europea independiente de la OTAN, es decir, de Estados Unidos
Últimamente China se ha mostrado mucho más activa en la política global, como debe hacer cualquier gran potencia capitalista. Su objetivo parece ser construir una periferia de Estados clientelares que aseguren su acceso a las materias primas y a mercados de exportación rentables. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, también conocido como Iniciativa del Cinturón y la Carretera, es solamente una manifestación del nuevo expansionismo chino, que se extiende a áreas consideradas como propias por Estados Unidos, como sucede con el Mediterráneo oriental.
Mantener a Rusia comprometida mientras se encuentra sometida a la presión de China y Estados Unidos convertiría a los miembros europeos de la OTAN en auxiliares de la cada vez más impredecible potencia hegemónica estadounidense. Pero también hay otro ángulo para contemplar esta realidad, que tiene que ver con el hecho de que Francia ya está gastando ese mágico 2% en defensa.
Gran parte de ese gasto se destina, sin embargo, a mantener la fuerza de disuasión nuclear francesa, que no sirve de gran cosa a la hora de defender el dominio francés en África occidental o para asegurar la influencia francesa en Oriente Próximo, si es que queda algo de ella. Para Francia, el hecho de que otros países europeos incrementen su gasto de defensa puede ser de gran ayuda a la hora de construir una periferia específicamente francesa en la cornisa meridional del Mediterráneo contra las ambiciones estadounidenses y chinas mediante su europeización, como parte del proyecto de Macron de una “Francia soberana en una Europa soberana”.
La promesa de dedicar el 2% del PIB alemán al gasto de defensa puede ser una concesión a las demandas francesas de optar por la “refundación de Europa”, que al final saldría más barata que un presupuesto separado para la eurozona. No olvidemos que una de las propuestas de la “reforma” francesa es una estructura militar europea independiente de la OTAN, es decir, de Estados Unidos. Si esto ocurriera, pronto podríamos ver a tropas terrestres alemanas, polacas y de otros países europeos interviniendo en África para luchar contra el “terrorismo” en nombre de la seguridad europea.
Como alternativa a este escenario, Europa podría intentar mejorar sus relaciones con Rusia, prestándole ayuda para obtener la tecnología avanzada que precisa para asegurar su desarrollo económico a cambio del acceso, por ejemplo, al petróleo y al gas natural rusos, esto es, no estadounidenses. La lucha contra el terrorismo podría dejarse en manos de la policía, lo que ahorraría mucho dinero. Esos recursos ahorrados podrían invertirse en ayudar a los países pobres para que puedan protegerse de la presión destructiva de los regímenes comerciales y financieros patrocinados por Estados Unidos. Quizá, incluso, sería posible construir un tercer polo “eurasiático” en el capitalismo multipolar emergente tras la conclusión del “siglo americano”.
Al equilibrar, por un lado, a China y, por otro, a Estados Unidos, ello podría asegurar un mínimo de paz al menos a los pueblos de Europa y, tal vez, incluso también a otros. ¿No sería esto algo que valdría la pena considerar cuando hablamos de una verdadera política de seguridad europea?
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