Carta desde Europa
Todas las apuestas están abiertas

En la vida real, como siempre sucede en Europa, cuando las cosas se ponen serias, la acción contra el coronavirus se ha producido a escala nacional.

Wolfgang Streeck

Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.

Todos sus artículos en El Salto.

24 mar 2020 06:42

El coronavirus ha sorprendido a Europa insuficientemente preparada, pero, ¿cómo podría haber sucedido de otro modo? Tan solo hace unas pocas semanas, poco después de las denominadas “elecciones europeas” de 2019, la grey de Bruselas todavía se estaba preguntando sobre lo que significaba para la vida real, más allá de los nuevo cuatro “presidentes/as”, el resultado de las mismas. Hemos asistido también al habitual forcejeo sobre el presupuesto, ahora tras el Brexit: el 1% del PIB como en la actualidad o el 1,049% como proponía la Comisión, el 1,074% de acuerdo con lo sugerido por el presidente del Consejo, el 1,114% según lo demandado por los países beneficiados por los “fondos estructurales”, o el 1,3% (¡!) propuesto por el “Parlamento”. (El gasto público medio de los Estados miembros de la UE es el 45,6%). Ahora que la economía global parece que se encamina hacia la próxima recesión, parece imposible incluso estimar el denominador, por no hablar del numerador, del futuro ratio de gasto de la UE.

Otra cuestión, ahora casi olvidada, fue lo que los responsables de relaciones públicas de la nueva presidenta de la Comisión, von der Leyen, han denominado el “Green Deal”: un ejercicio que consiste en presentar convenientemente maquilladas partidas del viejo presupuesto, en particular las incluidas bajo la rúbrica de la Política Agrícola Común (PAC), como nuevo gasto dedicado al medioambiente. Se han realizado también preparativos para la próxima ronda de negociaciones sobre el Brexit, planeadas para que concluyan en verano, durante los cuales vimos a Francia y al “Parlamento” presionando para conseguir los términos más humillantes posibles para el Reino Unido, incluida la obligación de aceptar la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo para solventar las disputas comerciales, lo cual constituía un intento meramente camuflado de derribar al gobierno de Boris Johnson blandiendo la amenaza renovada de un “Brexit duro”.

Y, además, se debatió sobre si la UE debía hacerse cargo de los mil quinientos menores (se dijo que preferiblemente niñas) no acompañados y enfermos procedentes de los campos de refugiados griegos para distribuirlos entre sus países miembros, lo cual constituye un notable acto minimalista de caridad diseñado claramente para que periodistas y opinión pública olviden el fracaso de la UE a la hora de efectuar contribución constructiva alguna para el logro de la paz en Siria, por no mencionar Libia, arrojada al caos por la intervención militar franco-británica.

Después llegó el virus y la política de la UE entró en algo similar a un estado de coma del cual es incierto cuando despertará. Como último signo de vida, la Comisión, presionada por Francia y Alemania, insistió en que los países mantuvieran sus fronteras abiertas, a pesar de las preocupaciones que ello suscitaba en términos sanitarios. Mientras las autoridades sellaban una ciudad como Milán y decidían segregar a los niños y niñas de sus abuelos y abuelas, se ordenaba a los Estados miembros que no se aislaran unos de otros para mantener la “solidaridad europea”. Por supuesto nadie hizo caso.

Los países quedan abandonados, pues, a su propia suerte y a sus propios recursos para combatir la depresión inminente

Incluso Alemania, a pesar de la vidriosa retórica pseudointernacionalista de Merkel, ha incrementado los controles en sus fronteras con, entre todos los países, Francia para gran consternación de Macron, quien cree en “una Francia soberana en una Europa soberana”, simbolizada por el libre movimiento francés a través del Rin. En el mundo onírico de Macron y Bruselas no pueden existir, cueste lo que cueste, frenos en el circuito, cortafuegos, mamparas que dividan el sagrado mercado interno, incluso frente a un desastre como el covid19, que puede convertirse en la peor crisis de salud pública registrada desde la gripe española acaecida exactamente hace cien años.

En la vida real, como siempre sucede en Europa, cuando las cosas se ponen serias, la acción se produjo a escala nacional. El Banco Central Europeo tuvo que admitir que había disparado su última bala cuando hace algún tiempo redujo a cero sus tipos de interés. Los países quedan abandonados, pues, a su propia suerte y a sus propios recursos para combatir la depresión inminente. El gobierno alemán, en una decisión sin precedentes, se comprometió públicamente a la concesión de crédito ilimitado a bajos tipos de interés para las empresas que tuvieran problemas; el argumento para renunciar efectivamente a la sacrosanta regla del presupuesto equilibrado ha sido que la exitosa consolidación fiscal lograda permite al Estado alemán asumir tanta deuda como haga falta para sostener la economía alemana: “Y créannos, será suficiente”. Otros países, muchos de ellos ya intensamente endeudados, seguirán esta senda; lo que ello significará para la economía política europea, la Eurozona y el sector financiero se aclarará posteriormente cuando la crisis, quizá, se haya superado.

Entre los fracasos más nefastos de la UE, que afirma representar “el mayor mercado del mundo”, se cuenta el no haber aprendido la lección de las precedentes dos epidemias del corona, la Sars, y la gripe aviar

En estos momentos, los países europeos luchan para mantener sus sistema sanitarios preparados para atender al creciente número de personas que requieren y requerirán cuidados intensivos durante varios meses si no durante un periodo de tiempo más largo. En algunos países, los sistemas de salud nacionales se están demostrando enormemente inadecuados y aquí la UE entra de nuevo en escena, porque durante las últimas décadas ha ejercido una incesante presión sobre los Estados miembros para que estos redujeran su gasto público y su gasto médico y para que abrieran el sector sanitario a la inversión privada y los mercados competitivos. Ahora resulta obvio que la reducción del gasto público impuesta por el paradigma neoliberal puede destrozar los recursos redundantes por encima y más allá de las necesidades actuales, recursos públicos que son esenciales no solo para enfrentarse con las emergencias de salud pública.

Entre los fracasos más nefastos de la UE, que afirma representar “el mayor mercado del mundo”, se cuenta el no haber aprendido la lección de las precedentes dos epidemias del corona, la Sars, acontecida hace diecisiete años, y la gripe aviar, registrada pocos años después. Aparentemente, de acuerdo con un reciente artículo publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, que no es desde luego un periódico socialista, el desarrollo de las vacunas eficaces contra este tipo de enfermedad no es lo suficientemente rentable para la extraordinariamente rentable y altamente globalizada industria farmacéutica.

Ningún esfuerzo parece haberse realizado por parte de los gobiernos europeos, por no hablar de la UE, para que la producción y el almacenamiento de la vacuna contra la próxima crisis del corona, que los expertos sabían que era inevitable, constituyera una condición sine qua non para acceder al mercado europeo. Por otro lado, los componentes esenciales del tipo de medicinas que son ahora necesarias no se producen en la actualidad en Europa, dado que la industria farmacéutica ha reubicado su producción en, de entre todos los lugares posibles, China (donde la producción se detuvo debido a la misma enfermedad para cuyo tratamiento estas sustancias son necesarias).

La revolución neoliberal hizo que la gente olvidara que el cuidado sanitario es una infraestructura que debe mantenerse como un servicio público en vez de organizarse como una máquina de hacer dinero. Los gobiernos y las organizaciones internacionales incumplen sus obligaciones básicas si no logran garantizar la producción en el ámbito nacional, independientemente de las frágiles cadenas de producción global, de las medicinas y del resto de componentes necesarios para combatir epidemias como el covid19.

Los paralelos con el fracaso registrado a la hora de regular de nuevo la industria financiera global después de 2008 para hacerla más responsable ante las necesidades de la gente real de los países reales son terrorífica y sangrantemente evidentes; no únicamente puede repetirse la crisis del corona en cualquier momento, sino también la crisis financiera y quizá ahora pueden desenvolverse conjuntamente, siendo causada esta última por la primera.

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