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Acaba de cumplir 25 años y ha estudiado Periodismo. Tras su paso en prácticas por varios medios de comunicación, decidió volcar lo vivido en un libro, El becariado, que está en revisión para su posible publicación por la Universitat de València.
¿Que cuentas en El becariado?
Hablo de una juventud que ha cumplido con todos los requisitos que le habían dicho que tenía que cumplir: ir al colegio, estudiar secundaria, ir a bachillerato, sacar buenas notas, estudiar una carrera, sacar buenas notas en la carrera y, después de todo eso, llegaría al mercado laboral y el capitalismo actual supuestamente primaría ese esfuerzo y le daría un trabajo con el que poder desarrollar una vida estable: se podría independizar de casa de sus padres, tendría una casa, conocería al amor de su vida, se casaría y tendría hijos.
Pero no funciona así.
Somos la primera generación desde la II Guerra Mundial que vive peor que sus padres, pese a que las oportunidades de estudiar son muchísimo mayores. Creo que el becario es la persona que representa todo este fracaso del sistema económico, productivo y social en el que la meritocracia es una absoluta mentira. El becario, como la juventud en general, sufre precariedad, inestabilidad. Tiene estudios superiores y, pese a ello, tiene un salario malo, menos responsabilidades. Y, además, existe una desigualdad de oportunidades porque, pese a que ser becario tiene cierto estigma, no todo el mundo puede ser becario.
Porque te tienen que mantener mientras.
Claro, una persona que sea de Salamanca, que sea de Zamora, de Mérida, de Granada, de donde sea, si quiere venir a Madrid a hacer prácticas en un gran medio se tiene que pagar un piso en Madrid, y no todas las familias pueden permitirse sufragar eso cuando el becario recibe una ayuda de 300 euros, si la recibe.
Supongo que este proyecto de El becariado parte de tu experiencia personal. ¿Cómo viviste tú las prácticas?
Uno de los capítulos del libro comienza con una conversación que es verídica. Recuerdo perfectamente volver en el metro de un acto en verano con otra compañera que me preguntó hasta cuándo estaba de prácticas, y le dije: “Hasta septiembre, pero igual después me matriculo de una asignatura en la universidad para buscar otras prácticas, o en un máster”. Me preguntó si había posibilidades de que me contrataran y le dije que no, pero que me habían dicho que, como becario, podía tener una plaza. Y es lo que me pasó. Hice prácticas en verano, continué haciendo prácticas durante el curso, luego se me pasó el contrato a falso autónomo, pero me matriculé para poder seguir haciendo prácticas.
¿En medios de comunicación?
Sí. Estuve en El Mundo. Al principio obviamente te revisan los textos y te guían. En ese sentido sí se preocupaban por la calidad del producto y por la persona en sí, pero a las ruedas de prensa te mandan sin nadie, y tampoco sabes si eso es bueno o malo, porque, si no te dan responsabilidades, es una mierda. Pero hay muchos medios que tienen un puesto de becario constante de ocho horas al día, es una persona que podría trabajar y en su lugar hay un puesto de becario. En un medio deportivo en el que también estuve un mes y medio no pagaban nada y tenía que tener coche. Me trataban como un trabajador más, pero sin cobrar.
¿Cómo valoras tu experiencia de prácticas?
Siempre está la duda de si te plantas o no, porque si te plantas no puedes avanzar. Al final, lo que quieres cuando estás acabando la carrera es hacer prácticas porque. Aunque en clase se enseñan muchas cosas, donde se aprende de verdad es en una redacción. Y es la pescadilla que se muerde la cola, cuando vas a un sitio piden experiencia, y para tener experiencia has tenido que estar gratis en varios sitios. Yo creo que el becariado es la nueva mili.
¿Actualmente estás trabajando?
Sí. He de decir que, pese a mis críticas, al final las prácticas me sirvieron para entrar en el mundillo y que me saliera un contrato. El problema es ese, que yo sé que existe desigualdad de oportunidades, y en el fondo yo soy un afortunado porque todas las prácticas las he hecho en Valencia, donde viven mis padres. Me han podido mantener y ahora he podido dar el salto.
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Comparto en mucho su experiencia, yo también soy afortunado porque no he estado mucho tiempo de prácticas, en mi vida 3 veces y no más de 6 meses en total, pero en todas las empresas ha sido lo mismo, o te encajan para que hagas cualquier cosa o te tratan como a uno más pero sin cobrar y pagando, que ayudas cuando las hubo en mi caso tardaron mucho en llegar.
Hombre, habrá que empezar aprendiendo o te pasará como a Rodríguez Zapatero cuando no encontraba sitio para la foto.
Una corrección importante: la primera generación que vive peor que sus padres tiene ahora sobre 40 años y no 25. Aunque entiendo que la realidad familiar del autor sea esa. El informe Petras encargado por Felipe Gonzalez ya lo dijo hace mucho. Pero claro, aquello se archivó. ¿Porqué será?