Barrios
Tras la dimisión de Ayuso y su gobierno, el sur se prepara para otra semana de insurrección

Con la dimisión de Ayuso y su gobierno concluye una semana de revuelta que quedará registrada en la historia de Madrid. Vecinas y vecinos de la red de zonas liberadas advierten de que este es solo el principio de su proyecto.

Sarah Babiker
Corresponsal en la zona liberada de Usera
21 sep 2020 21:00

Ayer sábado 26 de septiembre Isabel Díaz Ayuso hizo la intervención más corta ante los medios de toda su trayectoria política. A diferencia de otras ocasiones no hubo ruedas de prensa pospuestas una y otra vez, ni textos que leer apoyados en el atril. “No puedo más, dimito”, dijo ante las cámaras de televisión de los medios madrileños, estatales e internacionales. Segundos después, sus asesores la veían desaparecer por el pasillo, dejando escapar un suspiro de alivio que el micrófono registró. No hicieron falta ni cinco minutos para que internet se plagara de memes haciendo chistes sobre suspiros de alivio y comunidades autonómicas pandémicas. 

“Lo bueno si es breve, dos veces bueno”, valora sobre las declaraciones de la ahora ex presidenta, desde el comité confederado de información, Consuelo B, maestra infantil y vecina de Carabanchel. Las integrantes este comité no dan abasto para responder a todos los medios interesados en relatar una semana en la que una revuelta, también breve, ha alterado el paisaje de la ciudad de Madrid y los municipios circundantes de una manera vertiginosa, una historia cuyos propios protagonistas no logran del todo explicarse.  

“Yo no te puedo hablar en representación de todos, porque justamente lo que estamos haciendo aquí, una vez más, es pensar más allá de la representación. Pero sí que te puedo explicar lo que me movilizó a mí, y contártelo desde el convencimiento de que procesos muy similares se dieron en mis vecinas y vecinos. Y creo que esto, ya de por sí, es muy significativo”, reflexiona esta educadora infantil. 

El pasado domingo 20, un día antes de que se hiciera efectivo el confinamiento, Consuelo B. acudió por primera vez a una concentración en su barrio, Carabanchel. Llevaba meses indignada

El pasado domingo 20, un día antes de que se hiciera efectivo el confinamiento, Consuelo B. acudió por primera vez a una concentración en su barrio, Carabanchel. Llevaba meses indignada: “Primero cerraron las aulas y tuvimos que cuidar a los peques en casa sin sacarles ni a dar una vuelta en su carrito y hacer como si aquello fuera medio normal. Después la Comunidad de Madrid suspendió el contrato con mi empresa y me fui al ERTE”, ahora está en el paro, la escuela infantil para la que trabajaba no ha podido reabrir por las pocas matrículas dado el descontrol sanitario de la ciudad. “Llevaba meses enfadada y triste. Cuando el domingo fui a la manifestación de mi barrio y vi a tantas vecinas y vecinos juntos, de todas las edades, de todo tipo, recorriendo por fin nuestras calles, mientras tantos otros aplaudían desde las ventanas, sentí que se me quitaba un peso de encima”.

Consuelo B. Tiene razón, no está sola en sus percepciones respecto al domingo 20. “Me pasé tres horas sonriendo, más de lo que lo he hecho en estos últimos meses. Cuando acabó la concentración y me di cuenta de esto, no pude evitar echarme a llorar. El lunes 21, al ver los coches policiales controlando a la gente en el puente de Vallecas se me cayó el alma a los pies. Por eso no me voy a olvidar nunca de lo que pasó el martes 22”. Así vivía Miriam B., vecina de Vallecas, el principio de la revuelta en los barrios confinados. Para esta enfermera la caída de Ayuso es lo de menos, lo importante es lo que le ha pasado al vecindario, a la gente. “Yo el martes sentí que ya habíamos ganado¨.   

El 22 de septiembre todo el vecindario de los barrios confinados salió con unas cuartillas y celofán en sus bolsillos, bolsos y mochilas. Quien más quien menos se desvió hasta la frontera invisible de desigualdad —que gracias al gobierno de la comunidad se había convertido en un límite bien visible— buscó una pared, una farola, un árbol y ahí pegó un cartel manufacturado en el que ponía: “¡No vamos a ser vuestro gueto!”. A primera hora de la tarde no había edificio, mobiliario urbano o ventana de casa limítrofe que no luciera su cartel. Las fachadas de San Fermín, o Puente de Vallecas abrían los telediarios. 

Paco B., activista de la PAH y vecino de Ciudad Lineal cuenta así cómo se fraguó la idea. “Primero pensamos en poner pintadas la noche del lunes, antes de que iniciara el confinamiento en las que se pudiese leer: wellcome to the ghetto. Pero algunos vecinos no entendían a qué venía escribirlo en inglés, y otros, más experimentados en graffitis nocturnos, objetaron que como acción no era muy factible en cuanto poco discreta”. La discusión la zanjó una pragmática vecina jubilada, experimentada en todo tipo de manualidades con su nieta: “Papel y boli, mucho más democrático”.

La idea se extendió pronto en los grupos de whatsapp de madres y padres y las listas de correo de las AFA, la tarde del lunes 21 de septiembre, mientras las autoridades pensaban que la población confinada ya habría asumido la situación y trasladado su enfado a las conversaciones en los bares, que para algo se habían quedado abiertos. En las casas de Almendrales, Comillas o Portazgo los escolares dejaba de lado las tareas y se concentraban en la producción masiva de folios y cartulinas en los que niños, empleadas del sector servicios, desempleados y adolescentes hartas, estampaban su rebeldía en irregular caligrafía.

“La sensación de formar parte de algo justo, superador, un vínculo social que trasciende edades, género, procedencia, es una gran activadora de movimiento”

“Está acción, en principio cuasi pueril, fue determinante para lo que pasó el día después”, analiza Amanda García, antropóloga urbana. “La sensación de formar parte de algo justo, superador, un vínculo social que trasciende edades, género, procedencia, es una gran activadora de movimiento”. Encontrar la propia agencia, el reconocimiento de la capacidad de respuesta y resistencia, es una forma de recuperar un capital simbólico como sujetos que las representaciones hegemónicas de los medios y los cargos públicos intentan negar, según explica esta especialista.

Gladys S, tiene 14 años, y pasó una tarde de domingo hermosa, recorriendo su barrio para terminar frente al hospital 12 de Octubre festejando con sus vecinos y vecinas el verse por fin la rabia, aunque no las caras, responder ante tanta humillación. “Primero me sentí señalada como persona de origen migrante, después me sentí señalada como adolescente, y por último me sentí señalada como vecina de Usera, yo tanto señalamiento no lo soporto más”, dice esta estudiante de un instituto del Zofio. Cuando a la noche vio en las noticias que Telecinco achacaba las movilizaciones en los barrios a Podemos acabó de reunir la indignación necesaria para hablar del tema en su aula. Ellos aún no estaban al tanto de la acción del martes, pero se sentía mucha agitación en las aulas, cuando la tarde del 22 vieron el revuelo causado por los carteles, los grupos de whatsapp empezaron a echar humo.

“Más que la acción en sí y su repercusión mediática, lo decisivo fue la torpeza de las autoridades y la complicidad de los empleados del servicio de limpieza”, considera el sociólogo Carlos del Puerto. Después de que policías municipales y nacionales, guardias civiles y militares enviados a la zona se negaran a despegar los carteles dado que consideraban que esa no era su labor, fueron los empleados de las empresas municipales de mantenimiento, y los de las subcontratas de limpieza, enviados a dejar las paredes como estaban, quienes se negaron a hacerlo. “Por conciencia”, narra Horacio P, trabajador al que mandaron a Parla y que se plantó ante la orden. “Todos los vecinos salieron a aplaudirnos a los balcones, nunca he vivido nada más emocionante". Lo que pasó quedó registrado en las redes, y en las ventanas de todos los barrios confinados salió la gente a aplaudir y corear “¡Ayuso dimisión!”.

“Fue sin duda esa sensación de desborde la que definió lo que sucedió los días siguientes, desde la instauración de un nuevo ritual que implicó salir todos los días a las ocho a pedir la dimisión no solo de Ayuso, sino de todo el gobierno y por extensión de la oposición, así como de los distintos momentos de revuelta”, considera del Puerto. 

“Para la noche del martes estábamos hartas de ver policías, de oír los helicópteros sobre nuestras cabezas, de incursionar para trabajar en barrios donde la gente seguía con sus rutinas mientras nosotros caminábamos con miedo por la ciudad”

“Para la noche del martes estábamos hartas de ver policías, de oír los helicópteros sobre nuestras cabezas, de incursionar para trabajar en barrios donde la gente seguía con sus rutinas mientras nosotros caminábamos con miedo por la ciudad. Pero ver los carteles por todas partes, presenciar la dignidad de los trabajadores que se negaron a llevárselos, y el entusiasmo del vecindario en las ventanas nos hizo venirnos arriba”, cuenta Herminia H, empleada doméstica residente de Orcasur. Los retales de tela amarilla con el escrito confinado o confinada se vieron por primera vez, de manera aislada, en las manifestaciones del domingo. Pero el miércoles por la mañana se empezaron a ver por el metro, en los brazos de algunas personas. Esa misma tarde el fenómeno eclosionó, calles y transportes públicos se llenaron de personas con el distintivo.

A la noche las fuerzas de seguridad empezaron a identificar a las personas que lo llevaban, algo que no hizo sino acrecentar la indignación. “Estaba en mi barrio, que no está confinado, volviendo del trabajo a casa cuando vi a una pareja de policías pedir de muy malos modos la identificación a un hombre que llevaba el brazalete amarillo. El hombre mostró, cabeza en alto, con toda la dignidad del mundo, su dni y su salvoconducto. “‘¿Qué es lo que queréis, contagiar al resto de la ciudad?, eso es insolidario e irresponsable’, le recriminó uno de los agentes. ‘Si queréis nuestro trabajo y nuestros impuestos y no nos cuidáis, tendréis que aceptar también nuestros virus’, le contestó, casi le aplaudo”, cuenta María H. vecina de Malasaña.

Las ganas de aplaudir las contuvo pero buscó la mercería más cercana y aquella misma noche preparó brazaletes para ella y todas sus amistades. “Me sentía mal, como el personaje secundario de una película de nazis. Me acordé del famoso poema atribuido a Bertolt Bretch y me metí en una mercería cercana, hice brazaletes para mí y las mías”, relata esta diseñadora gráfica que afirma no hacer esto solo por solidaridad con los vecinos del Sur, sino porque le afecta, “vivo en un cuartucho sin ventana y pago 400€, es cuestión de tiempo que yo sea una vecina del Sur, los problemas del Sur son los problemas de todas, la desigualdad es un virus que lleva enfermando a la ciudad mucho tiempo’, afirma.  

Cuando el jueves Gladys S. volvió a su instituto, las chicas y chicos estaban tan hartos como dispuestos a responder. “La verdad los profesores también lo estábamos después de que nos hubiesen impuesto unos servicios mínimos del 100% para nuestra huelga”

Cuando el jueves llegó a dar clase el alumnado estaba efervescente, cuenta María G, profesora de Filosofía de un instituto de Carabanchel. “La verdad los profesores también lo estábamos después de que nos hubiesen impuesto unos servicios mínimos del 100% para nuestra huelga, así que nos hizo bien, mucho bien, ejercer de correas de trasmisión y usar nuestras redes para que no hubiese centro educativo de barrio confinado que no estuviese al corriente de lo que estaba por pasar”,  a las 12 del mediodía del 24 de septiembre columnas enteras de alumnas y alumnos seguidos de sus profesores y profesoras salían de sus institutos y avanzaban hacia el centro, sobrepasando los límites de las zonas confinadas ante la mirada desconcertada de los cuerpos de seguridad. Antes de que pudieran reaccionar, volvieron sobre sus pasos y retornaron a sus centros educativos. “La felicidad”, rememora María G. “Yo nunca había visto a mi alumnado tan feliz. Daba igual que todos tuviésemos la boca tapada con nuestras mascarillas, la chavalada sonreía con los ojos, con esa manera de andar de pronto tan impetuosa, sonreía con todo el cuerpo”. 

Podemos decir, considera Hugh Peters, politólogo del instituto de investigación World Unexpected Revolutions especializado en la península ibérica, que lo que ha pasado en Madrid en esta última semana es una doctrina del Shock desde abajo a la que las autoridades no han sabido responder. “Entre los carteles artesanales, las masas de estudiantes, los trabajadores mostrando orgullosos y a pesar del riesgo sus condición de confinados, la gente saliendo a las nueve a sus ventanas a aplaudir, y la involucración de movimientos sociales muy activos en los últimos tiempos como las feministas, el antirracismo y la juventud contra el cambio climático se creó una energía política inesperada, impugnatoria pero también constituyente de algo nuevo. Sin todos estos actores emergiendo y articulándose no solo contra Ayuso si no también por objetivos comunes, por los barrios, por la dignidad, por el futuro, no podríamos explicar lo que pasó el viernes”, señala Peters.

Es cierto, según hicieron saber fuentes policiales y militares tras los hechos que sucedieron al mediodía del 25 de septiembre, que nadie se esperaba el movimiento de los institutos en los barrios no confinados. “En realidad, tras la que liaron los compas confinados el jueves nos daban un poco de envidia, supongo que también echábamos de menos los Fridays for Future”, cuenta Diego P, alumno de primero de bachillerato de un instituto de Moratalaz. Así que al ver las barreras policiales que se extendían para intimidarles, fue cuestión de horas que el alumnado de los institutos no confinados se pusiera en marcha hacia la frontera.

Encerrados en un sandwich estudiantil, con móviles de particulares y cámaras de medios enfocando el momento, cargar era difícil, sin embargo el nerviosismo entre las fuerzas de seguridad aumentaba y el estudiantado, adolescentes con poca experiencia en movilizaciones, empezaba a inquietarse. “Fue cuando vimos llegar a un montón de feministas, megáfono en mano, y grupos de antirracistas, acostumbrados a mirar cara a cara a la policía sin miedo, cuando nosotras también nos armamos de valor y nos quedamos ahí”, cuenta Mohamed K. estudiante de un instituto de Vallecas. Las calles no tardaron en llenarse de gente de todas las edades, con sus mascarillas y una distancia de seguridad no de dos metros, pero al menos muy superior a la que se guarda en algunas líneas de metro. 

Yen Ch., vecina de Usera y activista antirracista cuenta emocionada el momento en el que toda aquella gente se decidió a marchar hacia la puerta del Sol. “Veníamos viendo las movilizaciones en las redes del movimiento antirracista, movilizaciones en las que después de todo muchos y muchas estamos tomando parte desde el principio pues nosotras también somos vecinas, también somos clase obrera, también gente a la que nos preocupa la sanidad pública. Estábamos debatiendo sobre cómo sumarnos como colectivo desde hacía días. El viernes dejamos de debatir y nos sumamos”. Cuenta Yen que mientras cruzaba el puente sobre Madrid Río se sentía mejor que nunca, “sabía que esa gente era mi gente, no por ser racializada o por ser de Usera, sino porque era la gente que no aguantaba más la situación y estallaba, era la gente digna, no era una cuestión de identidad sino de pertenencia”, subraya esta veinteañera estudiante de Antropología. 

“Como con la distancia de seguridad no todo el mundo cabía en Sol y éramos incontables, establecimos un sistema rotativo, por el cual cada rato largo la gente que estaba en Sol salía y entraba la que se repartía en los alrededores, quienes estaban cansados se iban a casa y volvían en unas horas o eran relevados por otra gente“, cuenta la activista feminista Samira H., y confiesa que no sabe muy bien cómo se organizó todo aquello, pero que de la tarde del viernes a la tarde del sábado, cuando Ayuso acabó por comunicar su dimisión, la plaza estuvo totalmente repleta. Y así sigue hoy domingo 27 de septiembre: “Nos hemos quedado aquellos que no vivimos en las zonas confinadas para preservar a quienes aún se juegan una multa por circular fuera de sus barrios. No nos vamos a ir hasta que no haya evidencia de que se han contratado los rastreadores y el personal sanitario y educativo necesario. Queremos ver los contratos”, afirma Samira.

“Lo importante es lo que pase a partir de ahora”, dice Manuela T. “Esta tarde iremos todas y todos a tomar nuestros parques, vamos a encontrarnos con las medidas de seguridad necesarias, pero coño, toca ya celebrar”

En las zonas liberadas del Sur hay euforia y al mismo tiempo prudencia. “Lo importante es lo que pase a partir de ahora”, dice Manuela T. “De momento vamos a festejar, esta tarde iremos todas y todos a tomar nuestros parques, bailaremos, haremos música, habrá cuentacuentos para las niñas y niños, vamos a encontrarnos con las medidas de seguridad necesarias, pero coño, toca ya celebrar”, afirma esta integrante de una asociación de baile desde Pradolongo.

“Si no se puede bailar no es mi revolución”, ríe Osvaldo I. con su crío en brazos mientras pasa a la periodista una circular con cinco puntos firmada por el Comité Confederado de Comunicación: ”Actividades revolucionarias para la semana 2. A) toma de espacios municipales y centros comerciales para ampliación de espacio educativo. B) Recogida colectiva de basura y desperdicios para depositarlos en la casa de apuestas. C) Paseo y disfrute en los parques, con cuidado y amor por tus vecinos. Si dejas basura no te multaremos pero te miraremos muy mal”. Osvaldo pregunta, mientras intenta contener a su revoltoso pequeño: “¿Te parece ingenuo? ¿Crees que antes o después nos vamos a llevar un palo, se va a ir todo al carajo? Es más que probable —se responde él solo— pero me da lo mismo, en este momento, ahora mismito, creo en todo y en todos los que han hecho posible esto”.


Los hechos narrados en este reportaje son, como imaginarán, en buena parte ficticios. Tampoco son reales las fuentes, ni la cronología. Lo que sí es muy verídico y muy real, es que hay mucha gente digna que no aguanta que esto siga como está. 

 

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#70927
28/9/2020 19:01

Menuda estupidez más enorme. Si de verdad pensáis que el buen pueblo madrileño, formado en su mayoría por grupos con intereses diferentes (cuando no contrapuestos) va a transformarse de repente en una mente-colmena imbuida por vuestros ideales de pseudoanarquismo de los mundos de Yupi, aviados estáis.

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#70677
24/9/2020 9:15

Los gobiernos son inútiles e incapaces en todas las crisis, abajo con ellos!

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#70550
22/9/2020 19:46

Cuidado con la trampa del levantamiento insurreccional !!! (Mucha policía, poca diversión... Un error, un error 🎶)...
Se me ocurren algunas formas para que el miedo, la incertidumbre y la inseguridad cambie de bando (ante todo recuerden que el coronavirus es un agente anti-capitalista, un aliado, la pandemia es el Capital)
* Redes de solidaridad y apoyo mutuo
* Komandos escupideros itinerantes (nocturnos y diurnos)
* Paralizar la producción y el consumo
* Apoyar directamente las reivindicaciones laborales (huelgas sanitarias y educativas)
* Inteligentia, objetivos claros y clandestinidad
* ...

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#70541
22/9/2020 16:50

Hay que asumir que la izquierda hispanomadrileña solo da para relatos de ficción como este. Buneo, miento: también vale para perder contra Ayuso, poner a Gabilondo de oposición y dejarse robar y perder desde los tiempos del tamayazo y ponerse de perfil cuando existen movimientos que cuestionande verdad el r78.
Comunidad de Madrid delenda est.
Decrecimiento obligatorio de madird ciudad ya.

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#71258
2/10/2020 13:08

La izquierda institucional hispanomadrileña. La izquierda madrileña, el pueblo, sigue en la calle, donde siempre ha estado. Vallekas é molto.

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#70535
22/9/2020 15:56

He llorado. Ojalá fuera real

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#70563
22/9/2020 21:46

Ya puedes ir despertando, ja ja ja ja

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#70528
22/9/2020 13:23

Porque no hicisteis un relato asi con el gobierno de coalicición y su mala gestión?

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#71259
2/10/2020 13:10

Porque si el relato tuviera ruedas, sería una bicicleta.

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#70508
22/9/2020 11:33

Únete y firma: para que Ayuso y su equipo de gobierno se desplacen en transporte público.
http://chng.it/QkP74QjF

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#70507
22/9/2020 11:32

Si no llega a ser por Pablo Iglesias e Irene Montero esto acabaría en un apartheid. Tenemos que luchar todes a tope por que de esta salimos más fuertes. Si se puede!

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8
#70525
22/9/2020 13:00

si recemos a dios para que 2 seres nos salven del infeirno, menos idolatría no estará mal

7
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#70505
22/9/2020 11:16

Será alguna de éstas la chispa que incendie la pradera? Estaremos preparadas y dispuestas?

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#70504
22/9/2020 11:15

Todas las fechas de este artículo están mal, es un desorden cronológico absoluto. Hoy es 22 de septiembre. Comenta hechos ocurridos el 27 de septiembre, arranca el relato el 26, etc. Corregir

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#70511
22/9/2020 11:51

Ja ja ja ja ja ja ja, es el comentario más absurdo que he leído en mi vida, ni aunque haya sido de broma.

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#70517
22/9/2020 12:03

¿Es posible que haya alguien tan patán que no se haya dado cuenta tras leerlo que se trata de un relato de ficción ?. Como es imposible ser tan zote , doy por supuesto que se trata del comentario de un menor de edad, probablemente de un menor de 9 o 10 años de edad, al menos de edad mental. LOS MENORES DE EDAD NO ESTÁIS AUTORIZADOS A PUBLICAR COMENTARIOS.

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#70496
22/9/2020 10:06

Creo que sería más sencillo, más justo y más democrático, para quien esté tan convencido de que la izquierda constituye la mayoría social en la Comunidad de Madrid, ganar la próxima vez las elecciones autonómicas . Por el momento, a callar. La mayoría de investidura y, con ello, la legitimidad de Díaz Ayuso en la Asamblea de Madrid ( cámara mucho más representativa , por otro lado, de la realidad electoral que el Congreso de los Diputados) fue claramente superior a la de Sánchez.

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#70499
22/9/2020 10:42

Quememos los libros!

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#70500
22/9/2020 10:43

lo más sencillo, justo y democrático sería que ayuso y sus compinches hivieran su trabajo de manera sencilla, con justicia social y de manera democrática... pero darle pistolas eléctricas a los maderos subvencionados y llamar al ejército a controlar un virus es a todo lo que llegan, saltandose la sencillez, la justicia y la democracia... más currar y menos robar, corruPPtos!

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#70515
22/9/2020 11:58

A ganar las elecciones o a callar ... Lo realmente insoportable para la izquierda madrileña es ser plenamente consciente de que la realidad que muestran las encuestas y estudios demoscópicos es que la mayoría de la derecha sería mucho más holgada si hoy se celebrasen nuevos comicios en la Comunidad de Madrid. Con una particularidad : PP + VOX estarían al borde de de conseguir ya la mayoría absoluta, sin la necesidad del concurso de Ciudadanos.

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#70523
22/9/2020 12:58

Las encuestas dicen justo lo contrario, mintiendo no eres muy bueno.

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#70562
22/9/2020 21:46

Es evidente que estás equivocada, ja ja ja ja, confundes el sueño con la realidad. 25 años largos hace ya que la izquierda no ostenta el poder en la Comunidad de Madrid, desde 1995, y tiene toda la pinta la cosa de que váis a tener que esperar como mínimo otros 25 años más.

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#70587
23/9/2020 9:30

la sombra de los sobres y las paguitas en B es muy alargada, amigo lacayo, aparte de tamayazos y demás golpes a la democracia

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#70612
23/9/2020 13:27

Sencillamente, democracia, patán.

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#70613
23/9/2020 13:28

Tan simple como ganar en las urnas. Díaz Ayuso es la Presidenta ideal para la Comunidad de Madrid básica o exclusivamente por la rabia insuperable que os genera. Impagable ...

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#70676
24/9/2020 9:12

Cuéntanoslo cuando confinen madrid y tengan que cerrar todos los negocios y vuelta a empezar con lo de hace 6 meses por inoperancia y pasotismo de la cam y el gobierno, mentecato

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#70572
22/9/2020 23:52

Ganar elecciones no te da derecho a matar gente...o por lo menos , te encontrarás con la ira de la gente de cara. Esto de a callar que habéis perdido las elecciones es tan de esclavo que me da vergüenza leerlo

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#70611
23/9/2020 13:26

Pues calla, esclavo.

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#70615
23/9/2020 13:32

Besa por donde pise Isabel Díaz Ayuso y lame sus tacones si te da ese privilegio ... mientras, espera arrodillado en silencio.

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#70495
22/9/2020 9:57

Esquizofrenia total.

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#70487
22/9/2020 1:52

No me hace ninguna gracia que intentemos situaciones inexistentes. Ya que no tenemos reacciones de este tipo, al menos trabajemos desde la realidad actual, para dar algún paso adelante. De lo contrario solo sumamos decepción y abatimiento.

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#70557
22/9/2020 20:51

qué te parece acumular rabia? solo espero que llegue el día que la rabia acumulada de miles se desborde

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#70634
23/9/2020 17:09

Busca ayuda; 23vé al psicólogo.

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0
#70485
22/9/2020 1:37

Maravilloso ejercicio movilizado

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#70481
22/9/2020 0:11

Brillante tratado sobre una movilización y agitación popular que por muy lejano y utópico que pueda parecer, solo nosotros, el pueblo trabajador, somos los encargados de lograrlo unidos!

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#70474
21/9/2020 22:33

Madre mia

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Laboral Los convenios colectivos del País Vasco tienen la jornada anual más baja y los de Canarias, la más alta
La jornada anual varía muy lentamente desde que el Ministerio de Trabajo tiene una serie histórica, apenas 22 horas desde 2001. El País Vasco aventaja en 49 horas a esa media estatal en los convenios colectivos firmados.

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Ideadestronyingmuros desarrolla temas sobre feminismo, alternativas de vida al capitalismo y también sobre movimientos migratorios, con una fuerte posición transfronteriza.
En el margen
Francisco Godoy Vega “El ojo del blanco es como el ojo de Dios: es abstracto, es superior y puede verlo todo”
Doctor en Historia del Arte, Francisco Godoy Vega forma parte del colectivo de arte colaborativo Ayllu. Este activista antirracista aborda las consecuencias del supremacismo blanco. En 2023 publicó el libro ‘Usos y costumbres de los blancos’.
Laboral
Laboral Xavier Minguez: “Ni la rabia contra la empresa ni el orgullo de éxito de una huelga son solo tuyos”
Xavier Minguez es profesor de psicología social y análisis de resolución de conflictos en la UPV/EHU y ha realizado para el sindicato ELA la investigación ‘Un acercamiento psicosocial a la huelga’.