Argentina
Leandro Barttolotta: “La política le habla a pueblos imaginarios”

Sociólogo, docente e integrante del Colectivo Juguetes Perdidos, Leandro Barttolotta es coautor del libro ‘Implosión. Apuntes sobre la cuestión social en la precariedad’ (Tinta Limón, 2023).
Leandro Barttolotta, coautor de ‘Apuntes sobre implosión. La cuestión social en la precariedad’ (Tinta Limón, 2023).
Leandro Barttolotta, coautor de ‘Apuntes sobre implosión. La cuestión social en la precariedad’ (Tinta Limón, 2023).

@cevaldiez

La Plata (Argentina)
8 feb 2025 06:00

La ultraderecha en el poder en Argentina, con el presidente Javier Milei a la cabeza, obliga a navegar otras profundidades. La irrupción de Milei “y las fuerzas del cielo” habla de otra cosa. Sin ir más lejos, de un profundo cansancio, indiferencia y decepción, de mayorías populares, con una política que no los interpela.

Para Leandro Barttolotta, coautor junto a Ignacio Gago de Implosión. Apuntes sobre la cuestión social en la precariedad (Tinta Limón, 2023), esta nueva realidad exige una investigación profunda antes que diagnósticos rápidos. Barttolotta nació en Quilmes (Provincia de Buenos Aires) en 1983 y allí vive. Es sociólogo, trabaja como docente y es integrante del Colectivo Juguetes Perdidos, un espacio de investigación creado en el año 2007 cuyos integrantes realizan talleres —abiertos y optativos— con jóvenes y actores comunitarios de diversos barrios del conurbano bonaerense.

Haces una diferenciación entre lo que fue el estallido social del “que se vayan todos” de 2001 y el proceso de implosión social actual, que tiene que ver más con un “no me jodan más”. También dices que el estallido es una excepción, pero que la implosión es la normalidad.
Lo de la implosión apunta a la cuestión social en la precariedad y a desarmar el sistema de expectativas políticas, un imaginario que se plantea el interrogante de cuándo estallará, o por qué no estalla. Es una pregunta que se empezó a hacer con los primeros efectos del Gobierno de [Mauricio] Macri, volvió a aparecer en las primeras semanas de la cuarentena por la pandemia y reapareció con la llegada de Milei. Lo que nos parece es que es una pregunta por lo ocasional, ya que cada vez que se plantea esa pregunta se omite la investigación de lo que efectivamente está sucediendo, lo que denominamos lo social implosionando.

¿Y qué sería eso social implosionando?
Es la nueva forma que adquiere la conflictividad social, que parece silenciosa para cierta escucha política, y que tiene como especial característica que se devora a sí misma y emana pocas señales hacia afuera. La pregunta por el estallido alimenta más una profecía, pero no tanto una sociología, y hace que siempre se vaya postergando lo urgente, es decir, la investigación de la sociedad argentina en los últimos años, y del cansancio de sus mayorías populares. Un cansancio que tiene mucho de enigmático, porque no sabemos qué puede suceder con una sociedad cansada, intranquila, tomada por corrientes de impaciencia e inquietud.

Cuando la política se habla a sí misma, se aleja de esos umbrales de dramaticidad social de las mayorías populares en medio del ajuste

¿Qué sucede cuando la política no escucha lo que pasa en el mundo real? 
Cuando la política se habla a sí misma, se aleja de esos umbrales de dramaticidad social de las mayorías populares en medio del ajuste. La manera en la que aparece la sociedad para esa política que no escucha, es en forma de gráficos, encuestas, o a través de focus groups. Hay una imagen de la sociedad adaptada a las expectativas de esa política, y eso es un problema, porque ahí la sociedad aparece como un personaje que a veces está indignado o esperanzado, depende de la semana, codificado como un emoji, pero nunca investigado de verdad. ¿Qué pasa con los lazos sociales y con la sociabilidad en las instituciones? y ¿qué pasa con los cuerpos, con los trabajos, y con un montón de planos que inevitablemente tienen que romper con esa superficie de obviedad muy tomada por la visión de la pantalla? 

Algunos estudiosos de este fenómeno plantean que el avance de las ultraderechas, sobre todo en América Latina, responde más a cuestiones de índole sociocultural, antes que a variables de la economía; y que esto incluye una disputa de sentidos con las derechas más tradicionales, ¿qué piensas sobre esto?
Nosotros solemos decir que lo que ocurrió con Milei es un fenómeno que se explica mucho más haciendo una genealogía de la precariedad de la Argentina, y por ese ajuste de guerra que fue la inflación contra las mayorías populares, que fue haciendo crecer cierta orfandad política. Por eso es que siempre remarcamos que, antes que una crisis de representación, lo que hay es una crisis de percepción, es decir, que no se pudo registrar el malestar. Y cada vez que en Argentina no se investigó en profundidad, y no se tuvieron en cuenta los efectos de la inflación, se generó una caja de Pandora de la que han salido, a lo largo de la historia, diferentes escenarios dramáticos e inéditos, cargados de letalidad. 

¿A qué escenarios te referís?
Al Rodrigazo [un plan de ajuste implementado en 1975], sin ir más lejos, o a lo que ocurrió con la hiperinflación en los 80 y comienzos de los 90; todo ese terror hiperinflacionario tuvo un efecto que quedó en las memorias de las mayorías populares y que realmente constituye un drama popular. El efecto de la inflación —que en su momento denominamos como “ajuste de guerra” y que fue un pasaje a una etapa de “ajuste criminal” contra la vida—, es la hipermovilidad de los cuerpos y la hiperexigencia, es tener que hacer cada vez más cosas. Una figura que apareció hace unos años, es la de trabajadores registrados con régimen salarial formal y que, sin embargo, están empobrecidos, no llegan a fin de mes y entonces tienen que buscar otras maneras de generar ingresos. Todo ese cansancio, con un cuerpo tan movilizado, y con una rutina en permanente cambio, casi no tiene minutos de economía de la atención para dedicarle a una política que se habla a sí misma. Hay algo que nos parece clave, y es que, a diferencia de otros momentos históricos, la desocupación o el desempleo creciente, no va acompañado de lo que en otro momento se denominaba ociosidad forzada, sino que es una desocupación con aumento de la ocupación y de la movilidad.

Una sociedad cansada es una sociedad que no regala representatividad, pero tampoco gobernabilidad. La inflación sigue siendo alta, y se intensificó la búsqueda de ingresos porque los salarios no alcanzan

En su momento, y en relación más a esa disputa de sentidos, vos señalabas que es necesaria una lectura más compleja de lo que sucede. En concreto decías que “hay que escuchar primero, para poder tratar de pensar nuevas palabras, nuevas categorías, y nuevos lenguajes, que muerdan un poco más en lo que está pasando, que aquellos lenguajes políticos que muchas veces de manera inercial, o de modo automático, reproducimos porque tenemos muy incorporados, pero que son ineficaces.”

Hace varios años trabajamos en un libro llamado La sociedad ajustada esta cuestión de cómo fueron cambiando de manera profunda los imaginarios populares y ciertas interpretaciones sobre lo público. Pero lo que nos parece más urgente es pensar en ampliar y ensanchar el imaginario y el lenguaje político. Es decir, tener dispositivos de escucha de lo que está sucediendo que no sólo traten de pescar palabritas que se transformen luego en tags, y que sirvan de insumo para encuestas o focus groups, sino que traten de romper y perforar ese nivel de conversación pública más audible que atraviesan mucho las redes sociales, y tratar de escuchar murmullos, silencios, susurros, etc.

Nos parece que hay todo un plano que hay que escuchar, en donde sí se pueden expresar un montón de sufrimientos y problemáticas sociales, y que no necesariamente se pueden traducir fácilmente a una palabra o a un emoticón, como estamos acostumbrados por esta lógica de la encuesta. De lo contrario, se diagnostica rápidamente a la sociedad, y se dice “la sociedad está acompañando a Milei y está esperanzada”, y luego de un mes, se dice “la sociedad ahora está indignada”. Antes que eso, hay que tratar de escuchar: ¿qué es lo que está sucediendo?, ¿a quién se quiere interpelar?, ¿desde dónde? Si no, sigue siendo la Política —con mayúscula— pensándose a sí misma; o la academia, pensándose a sí misma; o la intelectualidad, pensándose a sí misma; y no se pone el punto de vista en la sociedad y, sobre todo, en sus mayorías populares. Ese es el desafío, tratar de hacer una sociología anímica más que una sociología nómica, de lo qué pasa con los cuerpos populares; nos parece que ahí hay como un agujero negro.

¿Qué lectura haces de este supuesto “veranito” del Gobierno de Milei, que tiene que ver con haber frenado la escalada inflacionaria, que, como señalabas, es una de las peores pesadillas de los argentinos?
Una sociedad cansada es una sociedad que no regala representatividad, pero tampoco gobernabilidad. La inflación sigue siendo alta, y se intensificó la búsqueda de ingresos porque los salarios no alcanzan; y todo esto no puede hacer pensar que se trata de un gobierno exitoso, porque si hay algo que caracteriza a lo social implosionando es que, tomados por este tipo de cansancio, no se sabe bien cuáles son sus efectos. Esto es un error de apreciación que deviene de mirar a la sociedad a través de la encuesta, y con pensarla sólo desde la dimensión electoral; y entre el calendario electoral y las mayorías populares, hay un abismo. Tenemos que investigar cuáles son los efectos en las mayorías populares de este ajuste criminal, sin hacer la traducción de eso únicamente al plano de la disputa ideológica; porque eso termina siendo productivo al gobierno, y funcional a ese régimen de obviedad. Nos quedamos como encandilados en eso que resplandece, y en una discusión ideológica con mucha centralidad en una política que no conmueve, y no renueva sus imaginarios. Mientras tanto, se están dando en las mayorías populares transformaciones irreversibles, pero únicamente se piensa lo que sucede con ellas en años de elecciones, e invocando a pueblos imaginarios.

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