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Argentina
Elizabeth Gómez Alcorta: “Milei quiere volver a 1921 con la derogación de la ley del aborto”
Elizabeth Gómez Alcorta es una abogada, defensora de los derechos humanos y feminista argentina. Durante la mayor parte de la presidencia de Alberto Fernández (2019-2023) encabezó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. Renunció a su cargo en octubre de 2022 ante la represión brutal a una comunidad mapuche y el trato inhumano posterior contra un grupo de mujeres detenidas durante ese operativo.
A lo largo de su carrera participó en juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura argentina, siendo uno de los más relevantes el que se hizo contra los directivos de la compañía de automóviles Ford. Se trató de un hito en materia judicial por la condena a cómplices civiles del terrorismo de Estado.
Esta exministra de Mujeres, Género y Diversidad renunció a su cargo en octubre de 2022 ante la represión brutal a una comunidad mapuche y el trato inhumano posterior contra un grupo de mujeres detenidas
Es también defensora de la dirigente social Milagro Sala, presa política del Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), detenida por el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. Y ahora asumió la defensa de Nahuel Morandini, un docente universitario, detenido por publicar en sus redes sociales una ironía contra el ahora ex gobernador de la misma provincia.
En esta entrevista aporta su mirada respecto a los primeros meses de la presidencia de Javier Milei en Argentina, cuáles son las posibilidades de que se consolide este experimento de extrema derecha y las resistencias sociales y políticas que han ido surgiendo. Asimismo hace un análisis de lo conquistado por el movimiento feminista durante los últimos años y cómo está siendo amenazado por un gobierno que las eligió como “principales enemigas”. Porque, según Gómez Alcorta, en la actualidad “no hay discurso más integral por la igualdad y por la vida que el feminismo”.
¿Qué análisis haces de estos primeros dos meses de gobierno?
Fueron 70 días muy intensos. Muy atípicos en relación a lo que suele suceder con esos primeros 100 días que se dice que suele haber de “luna de miel”, que es incluso un momento en el que la oposición no juega el mismo rol que va a jugar el resto del mandato.
La particularidad que tiene Milei y su hermana [Karina Milei, secretaria general de la Presidencia], que son quienes gobiernan, es una impronta muy mesiánica que uno podría pensar que tiene cierto fundamento. Es un proyecto político que se formó dos años atrás y previo a llegar a la presidencia tenía solo dos diputados en el Congreso. Ese salto tan cualitativo y cuantitativo hizo que tomara una estrategia que es atípica: venir como gobierno a plantear un proyecto de Estado y de país totalmente distinto.
Eso se tradujo en un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) con 600 modificaciones a leyes y normativas; y un proyecto de “Ley Ómnibus” que tiene una infinidad de temas. Esas dos iniciativas son híper diversas en su contenido —desde desregular la ley de alquileres a privatizar los clubes de fútbol, de reformas al Código Penal a modificar la ley de glaciares—. Cuando una las ve así parecen un mapa desarticulado, pero en realidad los dos son la presentación de un proyecto político que entiende que el mercado tiene que cumplir un lugar preponderante y que muestra un enorme desprecio —lo voy a poner en estos términos— por la vida. Como feminista no lo puedo decir de otra manera.
Esa particularidad que tuvo al inicio, que uno podría decir que forma parte de la osadía que tiene Milei, afecta a muchísimos sectores. Entonces se pelea con los ambientalistas, con los clubes de fútbol, con los sindicatos, con el Poder Judicial (porque hace modificaciones que los afectan y para mí es una de las pocas cosas buenas que tiene el proyecto), con la educación pública, etc.
Entonces esto es lo singular de lo que estamos viviendo: la inmensa resistencia. Fragmentada, hay que decirlo. Porque cada uno sale a tratar de dar la disputa en los tribunales primero, para que lo que los afecta del decreto sea suspendido. Y después la negociación en el Congreso para pelear por su sector.
Sin embargo esta lucha, aunque fragmentada, parece haber dado sus frutos con la suspensión de partes del DNU y la caída de la “Ley Ómnibus”.
El DNU, salvo algunas partes que fueron declaradas inconstitucionales —centralmente lo vinculado a los derechos laborales—, está vigente y eso es algo que pareciera que pasa inadvertido. No tanto quizás el tema del aumento a las prepagas de salud y los alquileres, porque son dos cuestiones que sobre todo a la clase media la hacen implosionar.
Fue una derrota y muy importante la caída de la “Ley Ómnibus”. Porque demostró su poca capacidad en términos de intervención legislativa y la enorme dificultad para hacer alianzas
Pero es un triunfo del Gobierno hasta ahora la vigencia de este decreto. Queda ver qué pasará en el futuro y qué dirá la Corte Suprema que tiene obligación de intervenir y está demorando para ver qué pasa en la escena política.
Como contracara, sin lugar a dudas fue una derrota y muy importante la caída de la “Ley Ómnibus”. Porque demostró su poca capacidad en términos de intervención legislativa y la enorme dificultad para hacer alianzas. Un gobierno no puede gobernar sin eso, porque no tiene ni uno de los 24 gobernadores —todos en masculino porque son todos varones—. Necesita aliados y mientras algunos intentan construir esos vínculos Milei dice cualquier cosa, acusó al Congreso de ser un nido de ratas, etc.
En el interín estuvo el paro, que como huelga no fue muy masiva, pero tuvo una inmensa movilización, y es el paro más rápido que se hizo en Argentina a un gobierno en los últimos 70 años. Y lo hace la Confederación General del Trabajo (CGT), que no es fácil de sacar a la calle.
Es cierto que parte de los proyectos tocan el corazón del sindicalismo y pocas cosas uno podría pensar que obligan si o si a la central sindical a movilizarse.
Todo esto viene acompañado por una inflación que duplica la que dejó el Gobierno pasado —que ya era altísima—, con una buena narrativa de parte del Gobierno porque logran todo el tiempo justificar lo que pasa: que si la inflación fue del 25% es un buen dato porque si no hubiera sido de 15.000%. Tienen esta cosa, que es del mismo modo que se manejaron siempre, de ser un gobierno de las fake news. Son buenos en eso y tienen replicadores muy importantes en las redes sociales. Esa es su arena y son efectivos.
Porque aunque va cayendo su imagen, una parte muy importante de quienes lo votaron siguen sosteniéndolo y acompañándolo. Siguen sintiendo orgullo de que sea él quien los represente. Me gusta ponerlo en estos términos porque hay algo muy del orgullo que hace mucho tiempo no pasaba.
Habrá que ver cuánto puede durar eso en condiciones en que la vida material se vuelve muy difícil. Pero no soy de aquellos y aquellas que creen que se dio vuelta un reloj de arena para la caída del gobierno. No lo subestimaría de ningún modo, ni su alianza con Mauricio Macri. Y tampoco subestimaría la vocación que tiene una parte importante de la población de sentirse representado por alguien totalmente distinto; que les habla, porque Milei le habla a la gente, después de que durante muchísimo tiempo sintieran que la política no les hablaba.
Fuiste introduciendo un poco el tema pero te quería preguntar si con este plan económico y el proyecto general que proponen —como decías— en el DNU y la “Ley Ómnibus”. ¿Ves posible una estabilización del gobierno a mediano plazo? ¿Bajo qué condiciones es posible?
Hay algunas cuestiones que creo que está subestimando Milei, por ejemplo con el recorte absoluto de las entregas de comida a los comedores populares. Pero pienso que es más falta de conocimiento y expertise, que de una cuestión ideológica.
En un país como el nuestro donde tenemos una de cada dos personas pobre, casi dos de cada tres niños en la misma situación y con un músculo histórico muy ejercitado de salir a reclamar (del modo que sea), creo que es el mayor problema que tiene el gobierno si no lo soluciona en el corto plazo.
Después, si puede estabilizar o no, no sabría decirte. Hizo un ajuste enorme y habrá que ver si apunta o no a dolarizar. En los últimos días hay algunas cuestiones que hicieron pensar que sí, entraron dólares por la cosecha, incluso la carta que escribió Cristina Kirchner. Después otros analistas y economistas dicen que no es así, como Alejandro Bercovich.
Más allá de esto, creo que en algún momento tiene que poder satisfacer la expectativa de la gente que lo votó. Después, si eso se resuelve con la macroeconomía, con parches o dolarizando, no lo sé. Pero necesita estabilizar algunas cuestiones de la economía, centralmente la inflación que impacta por todos lados. Va a depender de eso, de colmar la mayoría de las expectativas.
Venimos de una fuerte desilusión, una ruptura de expectativas respecto a un gobierno propio y condiciones materiales muy difíciles
Está claro que la pérdida de poder adquisitivo es brutal y nada indica que en lo inmediato ni siquiera se estabilice. Con una economía informal cada vez mayor y sin ninguna intención de generar un consenso para la fijación del Salario Mínimo, Vital y Móvil que es un piso muy básico; o con los docentes a quienes les negó una paritaria salarial nacional y por lo que no comenzará el ciclo lectivo ahora en marzo.
Es un modo de ejercicio del poder sin intención de buscar acuerdos, incluso con sus propios aliados. Me parece que ahí tiene algunas dificultades.
Cómo decías, las primeras respuestas y reacciones al gobierno fueron sectorizadas. El movimiento obrero, formal e informal, ha sido el más dinámico en estos primeros meses. ¿Cómo ves a esa oposición más social/corporativa y a su vez a la oposición política/institucional, principalmente el peronismo que parece no tener un liderazgo claro?
Si pudiera decir que es lo positivo que hizo Unión por la Patria [el frente político liderado por el peronismo que gobernó el país entre 2019 y 2023] es no romperse. ¿Es poco? ¿Es mucho? Bueno, hay que recordar que en 2015 cuando ganó Mauricio Macri, en cuestión de minutos estalló por los aires el armado del peronismo. Entonces no me parece un dato para aplaudir, pero sí para destacar.
Se mantiene junto un frente político que fracasó como coalición cuando gobernó. Y este es quizás el dato más importante. Primero porque nos condujo a esta realidad, pero además fue un fracaso en términos de coalición, no funcionó internamente. Por eso se podía pensar que al dejar el gobierno podría haber habido alguna ruptura y eso no sucedió. Por lo menos hasta ahora.
Y es importante porque, tras la caída de la “Ley Ómnibus” y que ahora parece que se va a discutir tema por tema, es un piso alto los 99 diputados de Unión por la Patria, que si estuviera fragmentada sería mucho más difícil de enfrentar.
Es cierto que no hay una conducción clara y recién ahora apareció la vicepresidenta con una carta, pero se mantiene la unidad.
Después respecto de lo sectorial creo que estamos en condiciones malas en general en el campo popular porque venimos de una fuerte desilusión, una ruptura de expectativas respecto a un gobierno propio y condiciones materiales muy difíciles que no se pueden desarticular respecto a la capacidad de la militancia. Sin embargo entiendo que esos sectores hoy encabezan la oposición, claramente.
[Con la derogación de la ley del aborto, Milei pretende] volver a antes de 1921, porque este proyecto era más restrictivo que el que elaboraron y sancionaron —todos varones— hace más de un siglo
Y creo que se viene un marzo en donde estas oposiciones sectoriales se van a ir pasando la posta. Se viene el 8 de marzo y a los infinitos ataques discursivos a las mujeres y disidencias, hay que sumar el desfinanciamiento y vaciamiento de las políticas públicas de género, que era una conquista muy grande del movimiento feminista.
Además, el día que se retiró la “Ley Ómnibus”, frente a la derrota evidente porque no tenían los votos, hubo un hecho extraño: se presentó un proyecto firmado por diputados de La Libertad Avanza para volver atrás con la legalización del aborto. Pero no volver a 2020 cuando se sancionó la ley, si no volver a antes de 1921, porque este proyecto era más restrictivo que el que elaboraron y sancionaron —todos varones— hace más de un siglo.
Argentina
Argentina El Congreso argentino niega superpoderes a Milei para privatizar y recortar el Estado
Eso generó, como suele suceder, una reacción muy potente porque cuando una siente el acecho no sobre lo que está por venir, sino sobre lo conquistado, se abroquela.
Y lo mismo sucede con el 24 marzo, día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, una fecha para nosotras muy emblemática, frente a una narrativa muy fuerte de discursos negacionistas. En principio, vamos a volver a tener después de muchísimos años una única marcha.
Para quienes no sepan, el 24 de marzo en Argentina suele haber una movilización enorme pero que se divide en dos marchas. Primero una y después otra con sectores del movimiento de Derechos Humanos y sectores políticos diferenciados.
Esto habla del momento tan defensivo en el que estamos que lleva a que ninguna de las diferencias que se puedan tener sean de peso en este contexto.
Por eso considero que marzo a nivel sectorial va a tener un peso con el pase del movimiento feminista primero y el de derechos humanos después, para actuar como resistencia frente a lo que se viene.
Durante tu gestión al frente del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, el movimiento feminista argentino logró una serie de conquistas más importantes. La más relevante fue la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, pero también hubo otras como el cupo laboral travesti/trans o el Programa Acompañar. ¿Qué balance haces de esa experiencia?
El salto cualitativo y cuantitativo que dio el gobierno de Alberto Fernández creando un ministerio fue muy importante. Con un presupuesto que siempre pensamos que es poco, pero implicaba un avance y la tracción que llevaron esas políticas para las institucionalidades provinciales y municipales.
En Argentina hay 2.600 gobiernos locales y cuando comenzamos en 2019 había cerca de 400 que tenían un área de género. Cuando nos fuimos estábamos entre 1.800 y 2.000. Eso es algo que es difícil de ver, pero tiene incidencia directa en la vida de las mujeres, además de los temas legales como el aborto que sin duda es el más sustantivo.
Por su parte el Programa Acompañar es único en el mundo. Implica el acompañamiento económico durante seis meses, con un salario mínimo, vital y móvil, pero también psicosocial de las mujeres que están atravesando una situación de violencia de género. Para que nos demos una idea ese programa se creó a fines de 2021 y para fines de 2023 había acompañado a más de 320.000 mujeres en Argentina.
En Argentina hay 2.600 gobiernos locales y cuando comenzamos en 2019 había cerca de 400 que tenían un área de género. Cuando nos fuimos estábamos entre 1.800 y 2.000.
¿Cuál es la situación actual con este Gobierno que eliminó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad —subordinándolo al de Capital Humano— y tiene un discurso abiertamente antifeminista y antiderechos?
Todo esto, lo que implica la institucionalidad y las políticas públicas, quedó absolutamente desarticulado con una desjerarquización inmensa y, por ahora, con un presupuesto de cero. No se dio ni un alta más al Programa Acompañar por ejemplo, así que en los hechos quedó sin vigencia.
Esto, lamentablemente, es probable que se refleje en los números de femicidios. En Argentina se lograron bajar 15% los femicidios por primera vez en los años posteriores al programa. Eso habla de que más Estado es menos violencia. No hay ecuación más sencilla de explicar. Por eso ahora cuando el Estado retrocede, vamos a tener más violencia en todos los ámbitos.
En ese sentido, una cosa que me parece importante destacar es que, en esa “Ley Ómnibus” que es una ley sobre el tipo de sociedad que quieren, se tocaban dos leyes en particular. Una era la Ley 1000 días que fue de la mano del aborto, haciendo todo el camino juntas. Tiene además una particularidad que, en ambas cámaras del Congreso, fue votada por unanimidad.
Es una normativa que plantea acompañar a las personas gestantes y sus hijos e hijas en los primeros años, cuando están en situación de vulnerabilidad. El Gobierno de Milei proponía sacar el concepto de personas gestantes, dejando solamente a las mujeres, pero refiriéndose a ellas como madres. Esa idea supone un lugar de tutela para las mujeres, cuyo lugar en la sociedad sería ese.
Además habían incorporado en el proyecto que el Estado tenía que “salir a buscar” a las madres embarazadas. Me hizo acordar a El cuento de la criada. Y también la idea de que el Estado no se mete en temas de violencia porque proponían eliminar la idea de que esa ley se ocupaba del tema.
Una lógica que vuelve a privatizar la violencia de género, ya que deja de ser un tema público y por lo tanto del Estado; la idea del destino biológico de las mujeres como madres; la incorporación del concepto del “niño por nacer” que en Argentina no está en ninguna norma y obviamente tendría un efecto directo en la ley del aborto.
La lógica [del Gobierno de Milei] vuelve a privatizar la violencia de género, ya que deja de ser un tema público y por lo tanto del Estado; la idea del destino biológico de las mujeres como madres; la incorporación del concepto del “niño por nacer”
Esto lo traigo porque si vos en tus normas bases necesitás estas modificaciones, es porque tenés una idea para reformatear el lugar que tenemos las mujeres, las disidencias y el Estado. Entonces nosotras que trabajamos por la autonomía plena, en todos los sentidos —económica, social, política y la soberanía de nuestros cuerpos—, lo vemos como claramente antitético pero además como una prioridad de este gobierno.
Por eso lo que hicieron en estos primeros meses fue presentar su proyecto político que ni siquiera es conservador, es reaccionario. El proyecto de derogación de la legalización del aborto que finalmente quedó en la nada y buscaba retrotraer la ley antes de 1921, habla de una concepción profundamente reaccionaria.
¿Supone la victoria de La Libertad Avanza, un partido político fuertemente individualista, un avance de sus ideas a nivel social?
No sé si lo podría poner en un avance en la sociedad argentina. Pero si en el discurso público.
Sí creo que el triunfo de Milei se debe a la falta de respuestas concretas en la vida de la gente del sistema político, no sólo del último Gobierno, sino de la última década. Que no es que no se haya podido responder a ciertas demandas en clave de derechos, es como si estuviesen disociados. Hubo algunas conquistas importantes, pero en la materialidad de la vida, el horizonte era siempre para atrás y no para adelante.
Hay ahí algo muy fuerte de discursos que son sumamente importantes en el plano ético o estrictamente político, que no alcanzan cuando vos como proyecto político no das respuestas concretas de la vida de la gente. Si yo sé que el mes que viene voy a estar peor que ahora o el año que viene me va a costar más sostener la vida que tengo ahora, es muy difícil. A diferencia de lo que sucedió durante el ciclo progresista de comienzos de siglo, incluso es una cuestión de expectativas o de las esperanzas como dice Álvaro García Linera. Es decir que tengo la esperanza de que mí porvenir va a ser mejor que mí presente.
Hace una década que el sistema político no le ofrecía esa mirada sobre el porvenir al pueblo. Entonces no creo que hayan invertido sus posicionamientos ideológicos aquellos sectores que salieron masivamente a la calle por el aborto o cuando fue el “2x1”, que se trató de un fallo de la Corte Suprema que habilitaba la liberación de múltiples genocidas de la última dictadura y generó una inmensa respuesta en mayo de 2017. Fue algo histórico porque por primera vez una movilización popular modificó un fallo judicial en Argentina.
Esa inmensa parte de la población que salía a la calle a hacer esos reclamos éticos y políticos, no cambió su forma de pensar pero lo que pasa es que no alcanza con eso.
Y a la vez, a todo otro sector que no acompañaba o era indiferente ante esas batallas, frente a la crisis lo impactó un discurso de autoridad, de radicalidad. La izquierda, el progresismo, el peronismo en Argentina se quedó sin esa radicalidad, se domesticó. Entonces mientras seguimos haciendo estas cosas que son importantes, ampliando derechos, la gente no comía.
Si bien es cierto que los últimos gobiernos no cumplieron las expectativas y eso posibilitó el ascenso de una fuerza política “distinta”, también hay un corrimiento general del debate político y las cosas que se discuten.
Es que en el escenario público nos corrieron la cancha inmensamente. Cuando tenés que salir a discutir porque es necesario sostener lo que conquistaste, ya no estás peleando para ir por más.
Esta narrativa que se instaló es muy antifeminista, porque nos han elegido como principales enemigas. Porque tenemos el discurso más democrático e igualitario que hay hoy en el mundo. En el escenario de crisis multidimensional en el que vivimos en el que el eje principal es la desigualdad y la pobreza, no hay discurso más integral por la igualdad y por la vida que el feminismo.
La izquierda, el progresismo, el peronismo en Argentina se quedó sin esa radicalidad, se domesticó. Entonces mientras seguimos haciendo estas cosas que son importantes, ampliando derechos, la gente no comía
De todas formas, el debate estaba corrido desde antes que llegara Milei. Nuestro propio gobierno y nuestro propio proyecto político empezó a esconder el feminismo abajo de la mesa porque entendía que no le servía. Hay muchos compañeros y probablemente algunas compañeras, que entienden que estuvo mal avanzar como se avanzó en materia de género y que parte de la reacción de esta derecha zombi es producto de eso.
Entonces hay debates que no son solo con esta derecha, si no también hacia el interior del campo nacional y popular.
Vamos a volver a retomar esto, pero antes me gustaría preguntarte por el caso de Nahuel Morandini, del cual tomaste recientemente su defensa. Si bien es un caso particular, se inscribe en un contexto de profundización de la represión y la criminalización de quienes manifiestan algún tipo de oposición.
Nahuel Morandini es un docente universitario, sin militancia política, que frente a un rumor de infidelidad de la esposa del ex gobernador de Jujuy, Gerardo Morales —que es el carcelero de Milagro Sala, ex candidato a vicepresidente en la última elección y presidente hasta diciembre 2023 de la Unión Cívica Radical— hizo una publicación en X (ex Twitter) sin dar el nombre propio de nadie y colocando todo en potencial. Por esa publicación estuvo preso desde el 5 de enero hasta el 26 de febrero con una imputación estrafalaria. Si bien fue liberado, la causa sigue abierta y puede ser elevada a juicio.
Según el Poder Judicial le generó lesiones psicológicas leves a la esposa de Morales, agravadas por violencia de género. Pero además, como suele suceder en las redes sociales, hubo otras publicaciones de otras personas que alegaban que producto de esta infidelidad la hija que tienen en común el ex gobernador y esta mujer, era hija de otra persona. Nada de esto fue dicho por Morandini, sin embargo le imputan a él haber afectado a la niña, a pesar de que él nunca la mencionó ni hizo alusión a ella.
Más allá de que es un caso único en términos de libertad de expresión, si creo que se inscribe en esta etapa y este momento político de la Argentina. Tenemos un presidente con un discurso profundamente violento, ineditamente violento. Con un manejo en redes sociales muy agresivo frente a cualquier persona que ose criticarlo, sean periodistas de derecha, artistas populares o dirigentes políticos.
Quien lo cuestione tiene la ira pública del jefe de Estado, no es que se lo guarda. Hay ahí una demostración de poder sin límites, absolutamente desproporcionada. Y lo que sucede con Morandini en relación a Morales, es exactamente lo mismo.
Se trata de una ironía que ni siquiera se podría denunciar como daños y perjuicios, por la jurisprudencia que hay en Argentina sobre la libertad de expresión. Nuestro país se inscribe en una historia muy vinculada a la jurisprudencia y el derecho de EE.UU. en el que la libertad de expresión tiene un rango de igual jerarquía que la vida y que la dignidad.
Pero estamos en una etapa de la violencia como herramienta de ciertos gobiernos y su ejercicio de la autoridad. Por eso también lo inscribo en el ataque a los periodistas y los trabajadores y trabajadoras de prensa durante la cobertura de los debates por la “Ley Ómnibus”. Por lo menos treinta y cinco fueron lesionados con balas de goma y gases por parte de la policía, de manera dirigida. No hay forma que en movilizaciones pequeñas como esas, sean tantos los periodistas heridos.
Hay algo ahí que es muy prototípico de los regímenes totalitarios vinculado a la opinión. No puede haber libertad de expresión en los gobiernos totalitarios. Uno estudia los elementos típicos de estos regímenes y uno de ellos es la censura.
Por eso no creo que el caso de Morandino sea un caso aislado, por más que suceda en una provincia donde el Estado de Derecho, ya lejos y hace tiempo, fue roto.
El Gobierno de Milei, si bien tiene particularidades propias nacionales, se enmarca en un avance de opciones políticas, discursos e ideas de extrema derecha a nivel global: Vox en España, Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en EE UU, Giorgia Meloni en Italia. Y la contracara de eso es la ausencia de expresiones políticas progresistas, de izquierda, que tengan hoy ese tipo de potencia. Enzo Traverso sostiene en ese sentido que entramos al siglo XXI sin la toma de la Bastilla, ni del Palacio de Invierno. Que la izquierda no tiene un horizonte.
Creo que es así. Desde el “fin de la historia” decretado por el neoliberalismo, los proyectos de izquierda se quedaron sin la construcción de esas utopías que permiten luchar por un horizonte claro. Con todas las particularidades y críticas que una le pueda hacer.
En la década de 1970 se luchaba pensando que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y no era ilógico en ese momento. Hoy es mucho más difícil porque hay que saber andar a ciegas, lo que Álvaro García Linera menciona como tiempo liminar. Y además tenemos la responsabilidad de construir ese horizonte de proyección para los próximos 50 o 60 años.
Lo que sí está claro es que los proyectos progresistas en general se convirtieron en el último tiempo en proyectos condescendientes. Que piensan que el consenso los va a habilitar a sostenerse y tener un futuro. Pero incluso nuestros gobiernos empobrecieron al pueblo, lo cual es imperdonable para los progresismos. A la derecha si se le permite porque es parte de su historia, pero cuando nosotros hacemos eso es muy difícil transitar ese malestar colectivo.
Por eso creo que parte de lo que se debe hacer, no para derrotar a esas extremas derechas, pero al menos ser posibilidad nuevamente como proyecto político, es no tener miedo a la radicalidad de las propuestas. No como narrativa, que es parte de lo que viene sucediendo.
Si hablamos de la educación pública pero esta es de poca calidad, la narrativa se disocia. Si hablamos de la salud pública como un imperativo, pero tenemos que esperar siete meses para conseguir un turno, no sirve esa narrativa. Porque en realidad lo que estoy haciendo es privar de derechos.
¿Qué sucede con esa masa de población que ya no es un asalariado, que es informal o se crea su propio trabajo? No es una proporción menor de la clase trabajadora y no está ni siquiera en la narrativa.
Si realmente suponemos que el Estado tiene que dar una respuesta a estas cosas, es imposible si no se piensa a partir de ciertas reformas estructurales. Reformas vinculadas al sistema impositivo, a la redistribución de la riqueza, al modelo de producción. Y eso da miedo. Hablar de esas cosas al progresismo en nuestro país le da terror. Hablas de expropiación e inmediatamente te dicen que eso es piantavotos [que hace perder votos]. Como si esa lógica no hubiera llevado a que nos gobierne Milei.
Nuestro mejor candidato fue Sergio Massa, entonces no solo perdimos la radicalidad. A pesar de la excelente campaña que hizo y la increíble cantidad de votos que sacó. Pero perdimos y estamos acá en este grave retroceso.
Dependerá de nosotros si seguimos en esta puja que se da en toda América Latina donde ningún proyecto político logra tener hegemonía. Pero veremos, eso es el por ahora.
Por eso creo que no hay que tener temor a la radicalidad y a pensar propuestas concretas para los problemas concretos. Eso implica salir del ámbito de la narrativa y hacer una distribución de la riqueza que parece que en Argentina, hace mucho tiempo, no hay proyectos dispuestos a decirlo, enunciarlo y hacerlo.