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Andalucía
La caída del régimen del 82
Cuando hablamos de la caída del régimen del 82 hablamos de la caída de varias cosas. En primer lugar una forma de entender Andalucía, una forma de entender la izquierda de orden y un tiempo político que podemos llamar la década de la impugnación que se dio entre 2008-2018.
Ya nadie duda de que la época es distinta. Las elecciones Andaluzas, la serie de conversaciones que dejan abiertas y las sensaciones en los cuerpos nos dictan ya que estamos dentro de un nuevo tiempo político, tanto en Andalucía como en el resto del Estado. Se cierra lo que vamos a llamar el largo gobierno del 82, que no es gobierno, sino un proceso de construcción institucional en el que la forma-partido (PSOE-A) construye instituciones desde su economía política interna (redes clientelares, negocios de partido, financiación pública al servicio de las maquinarias de partido…). Esto es lo que tan acertadamente el profesor Isidoro Moreno llama partido/país o régimen/partido. Este fenómeno que llamamos largo gobierno del 82 ha operado estructuralmente en Andalucía, pero también en Extremadura o Castilla La Macha, en todo lo que sería el espacio hegemónico del sur.
El ciclo progresista se ha cerrado. Los territorios donde el “cambio político” operó en la alianza entre Podemos y los sectores críticos y opositores del PSOE no han sumado cuantitativamente ni cualitativamente más que los territorios donde lo hizo el régimen del 39 y el largo gobierno del 82 (Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha). Una nueva cultura política progresista fundada en lo urbano, en las clases medias, la cultura universitaria, mediática y digital que, por lo demás, ha dejado fuera a los sectores rurales, población envejecida y los movimientos sociales, sindicales y populares más importantes del conjunto del país.
Se cierra la posibilidad de un PSOE que pueda mediar con Cataluña y se cierra un PSOE capaz de acelerar las medidas sociales y legislativas que reformaran un país constitucionalmente añejo y rancio
Se cierra por una parte el largo gobierno del 82 en el que el PSOE era la gran ligazón entre las clases populares y las oligarquías, por un lado, y, por otro lado, el dispositivo que traducía Andalucía y Cataluña a los ritmos políticos del Estado español. Se cierra un PSOE como elemento mediador en los grandes conflictos sociales y de clase del país. Se cierra la posibilidad de un PSOE que pueda mediar con Cataluña y se cierra un PSOE capaz de acelerar las medidas sociales y legislativas que reformaran un país constitucionalmente añejo y rancio. La carta a la que Podemos le había jugado toda la baraja no ha sido as. No queda otro as, salvo seguir asegurando que la jugada era y es la oportuna. Defender que se trata de llevar al PSOE a la zona de cambio, sin entender que ese anclaje al PSOE ya lleva el barco mar a dentro, perdiendo toda visión con la costa. Ahora navegamos mar a dentro, sin rumbo, sin tierra a la vista, sin brújula. Guiados por un horizonte dibujado por las grandes corporaciones mediáticas que son técnicamente los órganos de expresión de masas de este largo gobierno del 82.
¿Pero por qué se desintegra el PSOE en Andalucía? Esta sería una de las grandes preguntas que dará una de las grandes respuestas para explicar el nuevo tiempo político tanto a izquierdas como a derechas. La pérdida de su señal identitaria andalucista a cambio de un profundo españolismo rancio y unionista, su derechización en la cuestión económica articulando pactos con las grandes corporaciones bancarias, la pérdida de un proyecto para Andalucía más allá del proyecto autonomista de la transición, la falta de una importante renovación interna ante los casos de corrupción que ha sufrido el partido, la falta de auto-crítica. No hay ninguna gran razón, pero si una constelación de razones, para entender la caída del régimen del largo gobierno del 82.
¿Pero qué es lo que ha caído con el régimen del 82? Cuando hablamos de la caída del régimen del 82 hablamos de la caída de varias cosas. En primer lugar una forma de entender Andalucía, una forma de entender la izquierda de orden y un tiempo político que podemos llamar la década de la impugnación que se dio entre 2008-2018.
Las economías del Estado español han desarrollado el subdesarrollo para que Andalucía sea la despensa energética, de mano de obra agrícola y cultural del resto del Estado español
Cae una forma regionalista y subdesarrollada de entender Andalucía como el territorio empobrecido a desarrollar mediante la solidaridad territorial de la que el PSOE-A era la salvaguarda. Una Andalucía infantilizada, inferiorizada, disfuncional, que solo se mantendría en los estándares del estado gracias a un partido que la hormonaba con ayudas y con subvenciones. Andalucía es de las regiones más ricas de España en cuanto a las llamadas commodities. Entendiendo en un sentido económico amplio como commodities también la tierra cultivable y cultivada, el sol de uso agrícola, pero también de uso energético y de uso turístico, las costas, una cultura musical y popular que ha sido construida como mercancía a extraer. Andalucía tiene un problema de subdesarrollo, efectivamente, pero debemos comenzar a comprender que el subdesarrollo también se produce. Las economías del Estado español han desarrollado el subdesarrollo para que Andalucía sea la despensa energética, de mano de obra agrícola y cultural del resto del Estado español. El PSOE ha sido el gestor, el manigero que ha administrado el subdesarrollo.
Cae una forma de entender la “izquierda de orden” que es aquella que ante la posibilidad de incidir en mayorías mediante los mecanismos que un Estado poco democrático permite, prefiere incidir en el padre nuestro político de nuestro tiempo “solucionar los problema de la sociedad”, “poner las instituciones al servicio de la ciudadanía” antes que llevar a cabo verdaderos debates de fondo sobre política de Estado o proyecto de país. Lo que ilusionó a las masas sociales en la transición con el PSOE y en esta última media década con Podemos ha sido que ambos albergaban una nueva idea de país, un nuevo proyecto de sociedad en algún modo radicalmente distinto y que ambos además prometían implementar su nueva idea de país sin conflicto alguno. El mismo miedo al conflicto que la sociedad española tiene, sabedora que ante la ausencia de una concepción de lo que es nacionalmente España, las izquierdas en el conflicto siempre sucumben ante las derechas. Por tanto cualquier izquierda que en el Estado español tenga cierta idea de gobierno, pasa primero por la superación social de la dictadura. La democratización del Estado español, la superación del franquismo, el debate sobre monarquía o república, la extirpación de la corrupción política, la derogación de la Reforma laboral, y toda la serie de legislaciones que anudan a ciertas izquierdas a las estructuras de poder de la dictadura.
La única plaza que ha quedado sin tomar ha sido Andalucía, territorio de un régimen que no era el de 78 sino el del 82
Cae también y se cierra un tiempo político en el Estado español, se cierra lo que podríamos llamar la década de la impugnación en la que multitud de sectores y agentes sociales impugnaron radicalmente el régimen del 78, la monarquía, el Ibex35, el régimen de partidos, la democracia representativa y lucharon desde distintas trincheras, frentes y lugares por construir un proceso constituyente. Todo este conglomerado complejo de actores que compusieron el bloque de impugnación ha sido llamado el bloque del cambio, o la nueva política. La única plaza que ha quedado sin tomar ha sido Andalucía, territorio de un régimen que no era el de 78 sino el del 82. El nuevo ciclo que se abre deja ya herido y en la cama al régimen del 78, con las fuerzas progresistas más heridas que nunca, una extrema derecha con una representación parlamentaria casi asegurada en el conjunto del Estado, en el Congreso de los diputados y en el resto de instituciones autonómicas. Un monarquía que apenas se sostiene, con escasísima legitimidad, una serie de conflictos abiertos que hacen sangrar al país tales como el fortalecimiento del feminismo y el recrudecimiento de la violencia machista o el autoritarismo del Estado y el empoderamiento del soberanismo. Ante el surgimiento de VOX veremos a las fuerzas del cambio negociar con Ciudadanos para volver al status quo, que les daba seguridad y existencia. Veremos a más de una y de uno rezar mientras rueda por la cuesta, hay virgencica, virgencica, déjame como estaba.
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