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Análisis
El Norte global ignora la “tormenta perfecta” que se cierne sobre el Sur Global
Se avecina en estos momentos una «tormenta perfecta», producto de diversas dinámicas y decisiones, varias de ellas realmente deliberadas, cuya amenaza hace planear una enorme devastación sobre el Sur global, que probablemente se ensañará con los más pobres y los más vulnerables.
El prolongado declive de la globalización
La era de la globalización ha tenido consecuencias dispares, incorporando de forma desigual los mercados nacionales de trabajo, bienes e incluso algunos servicios al mercado mundial. Ha terminado gradualmente, acelerando su tendencia de un modo mucho más pronunciado tras el prolongado periodo de estancamiento mundial registrado tras la crisis financiera global de 2008, todavía conocido como la Gran Recesión, durante el cual los bancos centrales occidentales recurrieron a políticas monetarias no convencionales, entre la que destaca fundamentalmente la «flexibilización cuantitativa», para mantener a flote sus economías. Pero las condiciones más laxas de endeudamiento azuzaron el incremento de la financiarización y la contracción de más deuda en lugar de propiciar la recuperación y mucho menos desarrollo sostenible. El final de la era de la globalización no ha significado, sin embargo, un simple retorno al statu quo ante. La mayoría de las economías han sido transformadas irreversiblemente por la liberalización económica tanto a escala nacional como internacional y lo han sido con persistentes nefastas consecuencias.
Las subidas concertadas de los tipos de interés decretadas por los influyentes bancos centrales occidentales han demostrado ser una herramienta innecesaria, inapropiada y roma
Las presiones del mercado en pro de la austeridad fiscal incrementaron su eficacia por las condiciones y el asesoramiento impuestos por de las instituciones financieras internacionales, lo cual condujo inevitablemente a profundos recortes del gasto público, que han dejado poco espacio para las inversiones públicas susceptibles de contribuir a la recuperación de la economía real.
Las subidas de los tipos de interés aceleran el estancamiento
La doctrina Wolfowitz acuñada en 2008, en las postrimerías de la presidencia de Bush Jr, fue revisada por el gobierno de Obama para lanzar la segunda Guerra Fría. La pandemia de la Covid-19 y los dos últimos años de guerra y sanciones han agravado las perturbaciones por el lado de la oferta, exacerbando la inflación «avivada por los costes». Algunos precios se han disparado debido a la manipulación oportunista del mercado por parte de inversores y especuladores, así como por el concurso de intervenciones deliberadamente perturbadoras para obtener ventajas políticas. El Estado de derecho, incluso los antaño sagrados derechos de propiedad, se ha sacrificado por razones de conveniencia política, socavando especialmente la confianza depositada en los Estados.
Por esta razón las subidas concertadas de los tipos de interés decretadas por los influyentes bancos centrales occidentales han demostrado ser una herramienta innecesaria, inapropiada y roma concebida para lidiar con el comportamiento de la demanda en una situación de lucha contra la inflación, ¡que ha sido impulsada principalmente por factores por el del lado de la oferta! En lugar de abordar la inflación provocada por alteraciones de la oferta interviniendo sobre esta, el incremento de los tipos de interés ha reducido el gasto privado y público, provocando la disminución de la demanda, del empleo y de los ingresos en gran parte del mundo. En Estados Unidos, los sucesivos presidentes habían mantenido una situación de pleno empleo desde que Obama heredara la crisis financiera mundial de 2008. Excepcionalmente, su banco central, la Reserva Federal estadounidense, tiene el doble mandato de mantener el pleno empleo y la estabilidad financiera. En todo el mundo, las subidas deliberadas y concertadas de los tipos de interés de 2022 y 2023 han demostrado ser contractivas, contrarias a los intereses de los trabajadores y lesivas para el empleo.
El Sur Global tiene las manos atadas
Los responsables de las políticas públicas del Sur global se hallan realmente constreñidos por sus circunstancias. Expuestos a los mercados mundiales y con limitados instrumentos de política fiscal y monetaria a su disposición, se hallan atrapados por los sesgos procíclicos de las políticas aplicadas. El Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras internacionales suelen exigir condiciones de austeridad fiscal a cambio de ofrecer cualquier tipo de mitigación de las condiciones del crédito proporcionado. Así, los gobiernos receptores se ven sometidos a restricciones del gasto en lugar de proporcionárseles el supuesto alivio crediticio. Peor aún, muchos países se han impuesto por vía legislativa restricciones de gasto innecesarias, en teoría para mejorar la credibilidad fiscal de sus gobiernos. Los bancos centrales supuestamente independientes han agravado aún más las restricciones de la política monetaria. Estos bancos centrales responden principalmente a los intereses financieros internacionales y nacionales, más que a las prioridades políticas nacionales.
Al dispararse los costes del servicio de la deuda, los riesgos de crisis han aumentado considerablemente, especialmente en las naciones más pobres
Tras la liberalización monetaria y financiera de las últimas décadas, los países en vías de desarrollo están mucho más expuestos a sufrir crisis de deuda peores que las vividas durante la década de 1980. Entonces los gobiernos de América Latina, del África subsahariana y de otros lugares contrajeron una enorme volumen de deuda, principalmente de bancos comerciales estadounidenses y británicos. Después de que el presidente de la Reserva Federal estadounidense Paul Volcker subiera bruscamente los tipos de interés a partir de 1980, se desencadenaron graves crisis fiscales y de deuda, que paralizaron a muchos de estos gobiernos durante más de una década. El nivel de exposición a la deuda es hoy mucho mayor y sus fuentes son más variadas, destacando de modo significativo el endeudamiento negociado en los mercados financieros en detrimento de la deuda contraída en el seno de los diversos sistemas bancarios. Los gobiernos también han proporcionado garantías para que las empresas públicas se endeuden intensamente, pero lo han hecho de forma menos responsable que con la deuda soberana.
Nuevas divisiones en el mundo posunipolar
El momento de un mundo unipolar esbozado tras el final de la primera Guerra Fría conoció brevemente la hegemonía indiscutible de Estados Unidos. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desarrolló políticas para el Norte global en los ámbitos del comercio, la inversión, la tecnología, las finanzas, la fiscalidad y otras áreas vitales, normalmente a expensas del Sur global. Más recientemente, la «nueva Guerra Fría» o las actuales políticas geopolíticas, incluidas las sanciones ilegales, ha frustrado las aspiraciones de los países en vías de desarrollo de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de adaptarse al calentamiento global y a sus efectos y de recuperar una parte más justa de los ingresos mundiales procedentes del impuesto de sociedades a escala global. Dada la situación de crecimiento prácticamente nulo de la mayoría de las economías y los esfuerzos de muchos gobiernos por reducir las importaciones, las oportunidades de exportación se han vuelto más inciertas y limitadas, acabando con una de las premisas cruciales de la globalización. La persistencia de tipos de interés más elevados ha propiciado que incluso los operadores del sector financiero hayan abandonado su actividad en los países en vías desarrollo para «huir hacia la seguridad» proporcionada por los mercados financieros estadounidenses.
Al carecer del «exorbitante privilegio» de emitir el dólar estadounidense, que sigue siendo la moneda de reserva mundial, la mayoría de los países en vías de desarrollo carecen de todo espacio de maniobra monetario, fiscal y político. A diferencia de las naciones ricas, que se endeudan en su propia moneda, la mayoría de los países en vías de desarrollo siguen siendo vulnerables a los vaivenes de los tipos de cambio.
Los más pobres, cada vez más pobres
Con el «giro a Asia» decidido por Obama en 2009, que puso en marcha los esfuerzos de Estados Unidos para frenar a China, sus préstamos a los países en vías de desarrollo, incluidos los concedidos al África subsahariana, se han reducido a partir de 2016. A pesar de los mayores costes de endeudamiento, muchos de los países más pobres han recurrido a los acreedores privados. Pero las posibilidades de endeudamiento en los mercados privados de las naciones pobres se agotaron a partir de 2022, cuando la Reserva Federal estadounidense subió los tipos de interés bruscamente durante casi dos años. Al dispararse los costes del servicio de la deuda, los riesgos de crisis han aumentado considerablemente, especialmente en las naciones más pobres. Aunque no se debe obviamente a una conspiración contra el Sur global, existe una escasa preocupación por la situación de los más desfavorecidos en los países más pobres. Mientras tanto, la pobreza en estos países no ha disminuido desde hace más de una década. Con el aumento de las disparidades internacionales a expensas de los más pobres de las naciones más pobres, el deseo de emigrar sigue aumentando, aunque siga siendo inasequible para estos.
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La única manera de que generen su propio desarrollo es la desconexión de la deuda y los acuerdos de libre mercado o libre saqueo. La soberanizacion de los recursos naturales también se muestra indispensable.