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Análisis
Batacazo de las izquierdas en Portugal: ¿Quién dijo que en la oposición se vivía mejor?
Cansado de aguantar a sus socios de izquierdas, a finales del pasado año el socialista António Costa daba un ultimátum al Bloco y el Partido Comunista: o apoyaban sus presupuestos o habría adelanto electoral. Un adelanto del que serían culpados y que pesaría como una pesada losa sobre sus espaldas de cara a las elecciones. Las izquierdas no podían tragar con unas cuentas que el Partido Socialista no había querido negociar, así que tuvieron que votar en contra y asumir el coste ante la opinión pública de ser considerados los responsables de la desestabilización y de unas elecciones anticipadas e inoportunas en mitad de la sexta ola de la pandemia y de una espiral inflacionista sin precedentes.
Aunque los sondeos daban hasta el pasado domingo un empate técnico entre los socialistas y la oposición de derechas, probablemente en la recta final se produjo un vuelco inesperado. Ante el temor al regreso de los conservadores al poder, ahora con la extrema derecha como aliada, muchos votantes del Bloco y bastantes, algunos menos, del Partido Comunista Portugués, decidieron taparse la nariz y votar al PS. Resultado: mayoría absoluta para el PS.
Desde el parlamento, sin movilización social de respaldo, los comunistas y el Bloco ni han podido condicionar la acción de de Costa ni han tenido tanta libertad y autonomía como cabía esperar
¿Quién dijo que desde la oposición las izquierdas iban a tener más libertad y autonomía que en un gobierno con un partido social liberal? Esta era la hipótesis de las izquierdas lusas y de los defensores de esta estrategia en España, que se opusieron al rumbo pro-gobierno que Pablo Iglesias imprimió con fuerza en 2019 a Unidas Podemos. Oposición útil con las manos libres tanto para pactar como para criticar al gobierno por la izquierda, evitando así las contradicciones en las que se incurriría compartiendo mesa y mantel con ministros de perfil tan conservador como Grande Marlaska, Escrivá, Nadia Calviño o Margarita Robles. Sin embargo, el espejo portugués arroja una imagen mucho menos atractiva de lo que era el ejemplo para una parte de la izquierda española. Desde el parlamento, sin movilización social que haya podido respaldar sus propuestas y su presión al PS, los comunistas y el Bloco ni han podido condicionar la acción de de Costa ni han tenido tanta libertad y autonomía como cabía esperar. Así, cuando ha querido, el primer ministro los ha chantajeado para luego deshacerse de ellos.
El espejo portugués
La “jerigonza” o el “Gobierno a la portuguesa” fue puesto entre 2015 y 2019 como el ejemplo para la colaboración entre el PSOE y las izquierdas españolas. Buena parte de lo que un día se llamó “el espacio del cambio” estaba por ello. Pactar con Pedro Sánchez, pero sin entrar a gobernar. Así lo hicieron ambos partidos en 2018 con el pacto político y presupuestario que siguió a la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy. Sin representantes de UP en el Consejo de Ministros, el PSOE apenas cumplió una de las promesas, subir el Salario Mínimo, y cuando pudo buscó una excusa para convocar elecciones y reforzar su mayoría. Lo consiguió en abril de 2019. Agitó el miedo a la ultraderecha, pilló a Unidas Podemos con el pie cambiado, sumida en sus conflictos internos post Vistalegre 2, y le pegó un buen bocado a la coalición de izquierdas. ¡Alehop! El PSOE había vuelto por la puerta grande.
No todo el mundo veía las cosas igual en el seno de UP. Pablo Iglesias siempre desconfió de las bondades del modelo portugués, como comentaba este lunes en la tertulia de Radio Catalunya al hilo de las elecciones en el otro estado ibérico. El líder de Podemos quería estar en el lugar en el que se hace la magia y se decide lo que al día siguiente saldrá en el BOE. En 2019 tensó la cuerda al máximo con un Pedro Sánchez que volvía a fantasear con una política de pactos con Ciudadanos. Por aquella el presidente hacía guiños al Ibex35, buscaba su reconciliación con los poderes fácticos que lo habían expulsado de Ferraz y decía que no dormiría tranquilo con ministros de Unidas Podemos en el Gobierno. Podemos atravesaba momentos complicados y muchos en el partido morado no veían arriesgarse a una nueva repetición electoral. Tampoco IU, los Comunes y Anticapitalistas, que siempre se han sentido muy identificados en el Bloco portugués. También en Más País decían aquello de que lo importante son las políticas y no los sillones, recordando a esos concursantes de televisión que dicen que no han ido al programa para ganar dinero, sino “pasar un buen rato divirtiéndose y haciendo nuevos amigos”.
Es probable que fuera del gobierno Podemos hubiera implosionado en tantas tendencias y conspiraciones como grupos de Telegram. La entrada en el gobierno aportó cohesión
Diciéndolo de un modo hiperbólico, la repetición electoral de noviembre de 2019 fue algo así como las Tesis de Abril de Pablo Iglesias. El secretario general, desde una posición inicialmente minoritaria, logró arrastrar a toda la coalición a una operación extremadamente arriesgada: ir a unas nuevas elecciones para forzar al PSOE a admitir a UP en el Gobierno. La cosa tenía algo de ruleta rusa, pero Iglesias contaba con una ventaja con respecto a sus homólogos portugueses: la unificación en UP de la vieja y la nueva izquierda española. La confluencia en UP, otra controvertida apuesta de Iglesias, permite a este bloque negociar unido con el PSOE. En Asturies sabemos lo que es que las izquierdas ganen por separado unas elecciones y que no sirva para nada. En 2015 la suma de Podemos e IU superó al PSOE en las elecciones autonómicas, pero con ambas formaciones enfrentadas y sin una coordinación, el gran beneficiado fue Javier Fernández, el de la gestora socialista. ¿Lo recuerdan?.
UP sin embargo contaba con una desventaja respecto al Bloco y el Partido Comunista, y eso probablemente también pesó en que Iglesias se jugara el todo por el todo en 2019. Frente a la solidez de los dos partidos portugueses, con dirigentes, cuadros y militantes inasequibles al desaliento, capaces de resistir una larga travesía por el desierto, la precariedad orgánica y militante de UP, y sobre todo de una formación tan líquida, digital y volátil como Podemos, convertía al Gobierno de coalición en el imprescindible puerto refugio para reparar el barco. Es probable que fuera del gobierno Podemos hubiera implosionado en tantas tendencias y conspiraciones como grupos de Telegram. La entrada en el gobierno aportó cohesión y puso coto a las tendencias autodestructivas, aunque haberlas haylas. La izquierda es así.
Gobierno “a la española”
La presencia de ministras y ministros de UP en el Gobierno de España ha supuesto un contrapeso a la tendencia liberal del PSOE en la gestión de la crisis económica provocada por la covid-19. También algunas discretas reformas progresistas, con todos sus límites, las primeras en una década que va en la línea de recuperar derechos y no de perderlos. Sin embargo, por encima de unas leyes y reformas que han llegado al BOE muy diluidas por las presiones del PSOE, a día de hoy el gran logro que UP puede exhibir de su presencia en el gobierno son los buenos datos de empleo, fruto entre otros motivos de una inteligente aplicación de los ERTE por el Ministerio de Trabajo, con condiciones a las que se opuso la CEOE (y, suponemos, la comisaria Calviño) como la prohibición de despidos durante seis meses si la empresa quería acceder a ayudas públicas.
Los otros éxitos de la presencia en el Gobierno de coalición tienen que ver con la creación de figuras públicas, Yolanda Díaz es el caso más destacado, y la apertura de debates políticos, las macrogranjas por ejemplo. ¿Podría haber hecho eso UP desde el Congreso de los Diputados, con una derecha hiperventilada hegemonizando la oposición política, social y cultural al Gobierno? Es dudoso.
Pintan bastos para las izquierdas en una Europa en la que la impugnación parece haber cambiado de bando: de los movimientos sociales contra el neoliberalismo, a las extremas derechas contra la democracia y la diversidad. Nadie en el Viejo Continente está asaltando los cielos en febrero de 2022, así que el gobierno parece un buen lugar para guarecerse del chaparrón, resistir y tratar de seguir, al menos, marcando una agenda alternativa tanto a la ofensiva de unas derechas radicalizadas como a las recetas social-liberales de un centro izquierda, que sin contrapesos tira, como la cabra, al monte. El futuro, ya lo sabemos, es un lugar incierto.