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Coronavirus
Otra vez ‘sálvese quien pueda’
Efectivamente, pese a la incertidumbre de los especialistas sobre la evolución de la pandemia y la certidumbre sobre las consecuencias nefastas -en lo social y en lo humano- de adoptar planteamientos ideologizados para hacerle frente, los gobiernos (con el beneplácito de una buena parte de la población) se obstinan en seguir reaccionando en función de la ideología capitalista -priorizar la rentabilidad del Capital sobre la salud y la vida de la gente- en vez de hacerlo en base del conocimiento científico de las dinámicas sanitarias y medioambientales.
Una obstinación que raya en lo criminal, como lo prueban las cifras de las propias estadísticas oficiales del 13 de enero de 2022 en España, en donde se ha batido el récord de contagios con una incidencia de 3.128 casos por 100.000 habitantes y 123 muertes diarias, y en el mundo, con un total de 317 millones de casos diagnosticados y 5,51 millones de personas fallecidas.
Pero, 'curiosamente', es este estallido de contagios que -por traducirse en bajas médicas que comprometen la prestación de servicios esenciales y la dinámica económica- está incitando a los políticos a saltar a un escenario de gestión de la pandemia como enfermedad común. No solo para minimizar lo máximo posible su impacto en las bajas laborales sino también para obligar a la población a asumir el riesgo de la gestión individualizada de la pandemia/enfermedad.
Un cambio de estrategia justificado por una supuesta 'posible' evolución -vaticinada por algunos expertos- de la pandemia covid en endemia, como la gripe, gracias al ómicron. Pero 'olvidando' que la gripe ya causa anualmente 650.000 muertes y que la antropización de espacios donde antes no había presencia humana nos expone a nuevos virus que, junto a la mayor presión demográfica y la acelerada movilidad resultante de la globalización e hiperconexión del mundo, pueden contribuir a desencadenar nuevas epidemias globales. Además de que si algo nos enseñan estos últimos dos años de la pandemia Covid es la futilidad de la futurología, los límites de los modelos predictivos y la esterilidad de proclamar finales felices o catastróficos en base al simple deseo o temor.
Si algo nos enseñan estos últimos dos años de la pandemia Covid es la futilidad de la futurología, los límites de los modelos predictivos y la esterilidad de proclamar finales felices o catastróficos en base al simple deseo o temor.
Un 'olvido' que muestra -una vez más- que el ser humano es el Único animal que choca dos veces con la misma piedra. Por lo que no es ahora que, con dos o tres días de incidencia de nuevo a la baja, se aprenderá de lo vivido y se dejará de cumplir este axioma. Y más con las prisas de los gobiernos y de la mayoría de la población en volver otra vez a la normalidad del 'sálvese quien pueda' de la dinámica económica dominante, pese a conocerse su responsabilidad en la expansión de la pandemia.
Una normalidad que significa normalizar el riesgo del contagio y muerte por Covid. Y ello a pesar de que la única manera de acercarnos al final de esta pandemia -como no cesan de recordarlo la OMS y la mayoría de los epidemiólogos- es la reducción de contagios y la plena vacunación a nivel internacional.
Cabe decir, pues, que estamos asistiendo a un peligroso, paradójico e inquietante retroceso del sentido común y la racionalidad científica, frente al imperativo económico capitalista, que muestra hasta qué punto el pensamiento y el propio instinto de supervivencia están hoy en crisis y es necesario preguntarse ¿hasta cuándo tal inconsciencia?
No solo por la necesidad de ser conscientes de esta regresión, intelectual y política, para no volver a tropezar con la misma piedra, sino también para poder inventar nuevas categorías morales y políticas, que, además de poner la vida en el centro de nuestros valores, permitan enfrentar más eficazmente los peligros del mundo de hoy.
Una necesidad de más en más urgente porque la catastrófica realidad de las crisis sanitaria y ecológica que estamos viviendo, además de acentuar los desastrosos efectos -sobre los jóvenes y los más precarios- de la crisis económica y social que arrastramos desde la financiera de 2008, no deja otra alternativa que la práctica del apoyo mutuo y vivir en sintonía con nuestro entorno natural, como única posibilidad de evitar el riesgo existencial para la vida humana y el resto de especies y poder continuar la aventura/proceso que, de la biología a la cultura, nos ha hecho humanos.