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Actualidad
La savia nazi de la hipótesis comunista
“La negativa a servir es un deber sagrado”
(Maurice Blanchot)
A veces los hechos políticos del presente tienen un anclaje remoto en momentos del pasado que vuelven bajo formas insospechadas. La extraña alianza de populismos de derecha e izquierda como recambio al bipartidismo que conspiró desde el poder para cargar la crisis sobre los trabajadores puede tener que ver con esa histórica. Hablamos del pacto de gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga en Italia, uno presuntamente progresistas y otro resueltamente xenófobo pero ambos descaradamente euroescépticos. Algo parecido en la distancia al votar juntos para impedir la despenalización de la eutanasia en Portugal de comunistas y conservadores. También cabría mencionar la pionera coalición en el ejecutivo griego de Syriza y Griegos independientes, el primero radical de izquierdas y el segundo ultranacionalista. Lo que sigue es un intento de indagar sobre esta confluencia ideológica poscomunista-posfascista en los planteamientos teóricos de algunos intelectuales sustentadores de la vigencia del “comunismo” bajo forma de “hipótesis".
El pasado 2017 fue un año pródigo en efemérides comunistas. El centenario de la Revolución Rusa; el ciento cincuenta aniversario de la publicación del primer tomo de El Capital de Marx; y los cien años de la aparición del libro Estado y la Revolución de Lenin, fueron algunos de sus jalones más importantes. Tres puntales del santoral revolucionario que monitorizaron las perspectivas emancipatorias del “corto siglo XX”. Teoría y praxis en una misma dinámica causa-efecto para transformar la faz del mundo que no nos gusta. En vez de contentarnos con analizarlo, según la famosa cita de Carlos Marx, el factótum intelectual de todo esto cuyo bicentenario se cumple este 2018.
Sin embargo, si a las pruebas nos remitimos, el resultado de esas propuestas dista mucho de desear.
Aquel “socialismo real” del Bloque del Este, que se pretendía por el mismo precio epistemológicamente “científico”, terminó en una mezcla de tragedia y esperpento
Lo que fue y no hubo quedó en evidencia tras la caída del muro de Berlín en 1989 y el hundimiento por implosión espontánea de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dos años más tarde.
Hoy de aquellos vientos solo sobreviven los experimentos de Corea del Norte, la Cuba de la dinastía Castro y la China de los dos sistemas, ultracapitalista por fuera y ordocomunista por dentro. Porque en la esfera política donde durante más de ochenta años anclaba el núcleo duro del socialismo de Estado, destinado a troquelar la civilización del “hombre nuevo”, hoy se instalan algunos de los gobiernos más reaccionarios de Europa.
Con un complemento “interclasista” añadido: todos ellos comulgan con los populismos fachas, confesionales y xenófobos surgidos frente a la crisis desatada por el neoliberalismo financiero.
Ayer fue el pacto Hitler-Stalin que iniciaría la Segunda Guerra Mundial, ninguneado por cierta historioagrafía cuando el Tercer Reich rompió su alianza militar con el Kremlin. Y hoy tenemos, mutatis mutandis, el emparejamiento empático de biografías como la de Marine le Pen y Vladimir Putin. Tan socorrida la primera por el segundo gracias a la ayuda de los bancos de los oligarcas en la órbita de Moscú que un reciente congreso del Frente Nacional (FN) se clausuraría al grito de ¡Viva Rusia!
Viene todo esto a cuento del intento de rearme ideológico que un grupo de intelectuales están propalando para relanzar las luchas anticapitalistas en base a la doctrina del gurú del nacionalsocialismo Carl Schmitt. Es lo que predican en algunos de sus textos gentes como el ex maoísta francés Alain Badiou y el que fuera candidato a la presidencia de Eslovenia por el partido Democracia Liberal Slavoj Zizek. Con el concepto de “la hipótesis comunista” estos pensadores tratan de reactivar una línea de acción social capaz de batir al imaginario capitalista, hoy sin rival en la realpolitik. Un más allá del familiar “comunismo literario” cuñado por Jean-Luc Nancy para reformular el concepto de comunidad a partir de la idea del ser-con, que se definía por su “inoperancia”.
Para ello vuelven a las fuentes del “comunismo auténtico” como si el “comunismo histórico” hubiera sido una anomalía que no interesa tener en cuenta. Igual que algunos teólogos pretendían que se podía conocer la existencia de Dios a través de la razón, los abanderados de “la hipótesis comunista” estiman que se puede reiniciar “el asalto a los cielos” como si los hechos del pasado y sus cicatrices sobre el presente carecieran de importancia. Se trata de un “negacionismo de izquierdas” que entronca con el descubrimiento del principio schmittiano amigo-enemigo como arma de movilización de masas.
Ese quien no está conmigo está contra mí del filósofo nazi es la peana fundante de la estrategia de los nuevos tribunos comunistas.
Pero también de sus compañeros de viaje en la causa anticapitalista procedentes del populismo xenófobo, que lo entienden como doctrina de aplicación universal. Contra el adversario político pero también frente a los intrusos que, como los emigrantes económicos, aspiran a prosperar en tierra extraña sin renunciar a sus tradiciones. Si en su momento Hegel dio lugar a una derecha y una izquierda que cimentó ideologías antagónicas, ahora nos encontramos como el legado de un Carl Schmitt que ofrece soluciones políticas indistintamente a derecha e izquierda, aunque la avanzadilla teórica la esgrimen viejos y nuevos marxistas bajo la divisa de la “hipótesis comunista”.