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Las colas del hambre forman parte del paisaje de algunos barrios de ciudades alemanas. El fenómeno no es nuevo, pero se está viendo agravado por una inflación que ha llegado al 7% y que hace que muchas familias en precario tengan que verse obligadas a mendigar alimentos en los llamados Tafel, bancos de alimentos.
Esa organización comenzó en 1993 a repartir alimentos a personas necesitadas que no llegan a fin de mes. Funciona gracias al trabajo voluntario y a la donación de víveres que, en muchos casos, terminarían en el contenedor de la basura. Cada año reparten unas 265.000 toneladas de alimentos y sus usuarios son personas en paro, refugiados y trabajadores con bajos salarios.
“El aumento de los precios tiene una gran repercusión en nuestro trabajo”, explica a El Salto Jochen Brühl, el Presidente de la organización Tafel. “La demanda aumenta porque muchas personas no pueden permitirse comprar los alimentos”, explica. El alza del precio de la energía y de los carburantes también supone un grave problema para esta organización, que ayuda a alrededor de 1,6 millones de familias, porque los alimentos que reparten tienen que ser transportados y refrigerados. Para poder recibir la ayuda de las Tafel hay que poder demostrar con documentos que se carece de medios. “En el caso de los refugiados ucranianos solo se les pide el carnet de identidad”, asegura.
Las donaciones “han disminuido de forma masiva”, explica Brühl. “Para nuestros voluntarios es muy frustrante no poder ayudar a personas en apuros y tener que rechazarlos”
Las Tafel, sin embargo, “tan solo pueden repartir los alimentos que reciben como donaciones y ello solo con la ayuda de voluntarios”, explica Brühl. “Es por ello que no nos consideramos responsables del mantenimiento, sino que únicamente tratamos de facilitar un alivio económico a nuestros usuarios”. Es decir, no hay algo así como un derecho a ser atendido por las Tafel: “Somos una ONG y no parte del sistema estatal”.
Al parecer, a los gobiernos regionales se les olvida y “en los últimos tiempos estamos observando que los ayuntamientos envían a refugiados a las Tafel hasta que son registrados”, lamenta. Es por ello que muchos de los puntos de reparto se encontrarían “al límite de sus posibilidades”. Otro problema adicional es que las donaciones “han disminuido de forma masiva”, explica. “Para nuestros voluntarios es muy frustrante no poder ayudar a personas en apuros y tener que rechazarlos”.
Listas de espera
En Cáritas no tienen mejores noticias. Una de sus portavoces, Mathilde Langendorf, explica a El Salto que el aumento de precios ha llevado a un aumento de las solicitudes de ayuda para manejar las deudas, en especial las relacionadas con la pobreza energética. “Las listas de espera son cada vez más largas”, asegura. También explica que estas situaciones de precariedad afectan cada vez más a personas empleadas que tienen bajos ingresos “y no solo a los que reciben prestaciones”. Asimismo, sus propias instalaciones se están viendo afectadas por la inflación, ya que Cáritas en Alemania tiene residencias, hospitales, guarderías y ofrecen ayuda a domicilio. “Es cada vez más complicado cubrir los gastos”, dice Langendorf “y es por ello que nos estamos viendo obligados a reducir nuestros servicios como hacer la compra a personas necesitadas, porque no podemos asumir el coste de la gasolina”.
Y nos explica ejemplos que ilustran de lo que habla. La Tafel en el municipio de Calw en Baden-Würtember, de 23.000 habitantes, ha visto cómo han aumentado en 130 las peticiones de ayuda en los cuatro primeros meses del año. “Eso son más de ocho familias a la semana, de las cuales un tercio provienen de Ucrania y los otros dos tercios son familias que no consiguen pagar los alimentos”.
“Estamos asistiendo a una repercusión masiva del coste de la guerra y del rearme en las personas y ello se traduce en una inflación galopante de los precios de la energía y de los alimentos”, explica el presidente del Partido Comunista Alemán
En Aichach en Baviera (20.000 habitantes) se habría doblado el número de solicitudes, de forma que han tenido que dejar de admitir a nuevos clientes. “El aumento de los precios de la energía y de los alimentos están poniendo en apuros cada vez a más personas en Alemania”, explica la portavoz de Cáritas, “y también son hogares que hasta ahora no se consideraban como pobres, pero que ahora tienen que contar cada euro”. La política estaría aplicando medidas “con buenas intenciones, pero que en ocasiones no llegan al núcleo del problema, dejando fuera grupos importantes como es el caso de los y las jubilados y jubiladas”.
El gobierno alemán de coalición de socialdemócratas del SPD, verdes de Die Grüne y neoliberales del FDP planea un aumento de 20 euros al mes para los menores cuyos padres reciben ayudas, así como el pago de una ayuda única por valor de 200 euros. Este tipo de medidas no son un tabú en Alemania: el 24 de marzo, el Gobierno aprobó que los trabajadores reciban un pago único de 300 euros para compensar los gastos extra por la energía.
Para el partido de la izquierda, Die Linke, “el pago extraordinario planeado contra la pérdida de poder adquisitivo de las personas que reciben la ayuda de subsistencia es absolutamente insuficiente”, explica la portavoz para asuntos sociales del partido en el Bundestag a El Salto, Jessica Tatti. “En total se subirían un 2,5% las ayudas, 8,33 euros al mes en comparación con 2021”. Y este aumento “está por debajo de la tasa de inflación que fue de 7,3% en marzo y del 7,4% en abril”. La coalición en el Gobierno, para Tatti, “continúa con su política de crisis injusta a costa de las personas que necesitan más nuestro apoyo”. Su partido ha propuesto esta semana, por ello, elevar la ayuda mensual a 687 euros al mes, pero la gran mayoría del parlamento rechazó la propuesta.
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Según la doctrina del Tribunal Constitucional, las ayudas en Alemania están supeditadas a que su cálculo se realice en función de los costes reales de la vida, de forma que la persona tenga acceso a un mínimo vital digno. Es por ello que Die Linke está invirtiendo su tiempo y sus esfuerzos en calcular los costos para las personas que reciben ayudas, cuyo alquiler y calefacción en muchos casos es pagado por el Estado. “Los afectados, las organizaciones de ayuda, las asociaciones de parados y las Oficinas de asesoramiento para personas con deudas han dado la voz de alarma con toda la razón”, asegura Tatti.
Su partido también vio cómo se declinó su propuesta en diciembre de adaptar las ayudas a la inflación. “La coalición sabe por lo que están pasando los afectados y sabe qué tarea le ha encomendado el Constitucional”, remarca, “la inacción de la coalición es premeditada y con alevosía”. Aquellos que dependen de los pagos del Estado, enfermos, jubilados, parados, refugiados en fase de integración, “no pueden esperar hasta 2023 a que se adapten sus ingresos a la inflación”.
Aumento de las ayudas
Otra de las organizaciones de ayuda, la Diakonie de la iglesia evangélica, asegura en una nota de prensa esta semana que Alemania "necesita adaptar la ayuda existencial a la inflación” y que “las ayudas puntuales no bastan”. La organización pide que la ayuda se extienda a, al menos, los próximos seis meses. Su presidenta Maria Loheide asegura que “esos pagos puntuales y bonus tienen algo de limosna”.
Una encuesta realizada por su organización muestra que cada vez más familias no pueden comprar cosas necesarias a sus hijos como, por ejemplo, ropa de una talla superior. Hay más familias que tienen que hacer cuentas para poder seguir comprando alimentos a fin de mes. “La pandemia y los aumentos del coste de la energía y de los alimentos han agravado la situación de las personas que reciben ayudas o que trabajan en precario”, asegura la máxima responsable de unas 117 organizaciones en las que cooperan unos 700.000 voluntarios. Es por ello que también la Diakonie pide el aumento de las ayudas hasta los 630 euros mensuales.
“Estamos asistiendo a una repercusión masiva del coste de la guerra y del rearme en las personas y ello se traduce en una inflación galopante de los precios de la energía y de los alimentos”, explica a El Salto Patrik Köbele, presidente del Partido Comunista Alemán DKP. “Es la típica política de redistribución capitalista y es por ello que no resulta extraño que la pobreza aumente de forma masiva”. Para Köbele se trata de un gran escándalo, que en uno de los países más ricos de la tierra, el segundo del mundo y el primero de Europa en términos de número de millonarios, la pobreza aumente de esta manera. En este país con excedente de riquezas “la sociedad no es capaz de bajar la pobreza o acabar con ella, sino que aumenta: que personas pobres se vean obligadas a ir a pedir comida a las Tafel es una perversión”.
No es la imagen que tenemos de Alemania, la de las colas de reparto de alimentos. “La pobreza en Alemania a menudo no se ve a primera vista”, asegura el que fuera diputado de la ciudad renana de Essen. “En mi ciudad hay barrios donde la pobreza domina y las personas no tienen suficiente comida para poder alimentarse de forma saludable, sino que viven de alimentos que son baratos y poco saludables o bien tiene que ir a la Tafel donde reciben regalos en forma de alimentos que han sido descartados por los supermercados”. Para él se trata de “una forma institucionalizada de pedir limosna para poder llegar a fin de mes y tener comida”. Y recalca: “Es así. En Alemania hay personas que no tienen suficiente para comer”. El Estado “está ocupado en dedicar una fortuna extraordinaria de 100.000 millones para armamento, hay dinero suficiente pero no se utiliza para acabar con la pobreza sino para que las grandes empresas tengan aún más beneficios”, asegura Köbele, que no tiene muchas esperanzas: “Es algo que la Alemania imperialista actual seguramente no hará, sino que habría que obligarla, pero el movimiento obrero en estos momentos es demasiado débil”.