Afganistán
Afganistán 20 años después

El balance de los veinte años de guerra contra el terror, en el ámbito de la construcción de paz mundial, ha sido catastrófico.
La 10º División de Montaña de EE UU en Afganistán
La 10º División de Montaña de EE UU en Afganistán Wikipedia

Centre Delàs d’Estudis per la Pau

19 sep 2021 04:55

La vergonzante retirada de Estados Unidos y sus aliados de Afganistán tras veinte años de ocupación y guerra, en el mes de agosto pasado, ha sido tan explícita por vergonzosa que me resistía a pronunciarme, pues huelgan explicaciones sobre el desastre ocasionado por EE UU y la coalición internacional en ese país. Pero a pesar de no ser un experto en Afganistán, a renglón de los disparates que algunos analistas han lanzado sobre aquella guerra, he aquí mi opinión fragmentada en diversos puntos.

El primero es que el pueblo afgano se ha liberado de la ocupación de tres imperios, el de Reino Unido (1919), el de la URSS (1989) y ahora el de Estados Unidos y sus aliados. Esto demuestra que la sociedad afgana es muy refractaria a cualquier dominación extranjera y está dispuesta a luchar por su autodeterminación.

Estados Unidos armó y dio su apoyo a afganos y muyahidines venidos de otros países para luchar contra la presencia de las tropas soviéticas y el gobierno que con su apoyo allí se instaló. Se calcula que el costo de la ayuda militar de EE UU a aquellas guerrillas superó los 500 millones de dólares. Entre aquellos muyahidines, se encontraban Bin Laden y miembros de lo que más adelante sería Al-Qaeda que, tras derrotar a la URSS, retornaron a sus países orgullosos de haber derrotado a una gran potencia y dispuestos a continuar sus luchas contra aquellos otros países de “infieles” e imperialistas con presencia o control en sus propios países.

Estados Unidos y lo que se entiende como Occidente debe renunciar a imponer su modelo político a través del uso de la fuerza militar

Asimismo, tras los atentados del 11-S de 2001, Estados Unidos declaró la guerra al terrorismo y después de una declaración de Naciones Unidas que expresaba que EE UU tenía derecho a defenderse, aunque no se citaba a Afganistán como responsable; EE UU decidió invadir Afganistán a pesar de que entre los autores de los atentados no había ni un solo afgano y en su mayoría eran saudíes, bajo el argumento de que en Afganistán se habían cobijado Bin Laden y otros miembros de Al-Quaeda. La guerra contra el terrorismo la proseguirá EE UU posteriormente en Irak, Somalia, Libia, Siria y otros países con los desastres consiguientes por todos conocidos: cientos de miles (quizá millones) de muertes, entre ellos muchos civiles inocentes.

Otro punto importante es que la reacción de la guerra contra el terror de Estados Unidos y sus aliados no se hizo esperar, y múltiples facciones de muyahidines de carácter integrista, la más conocida Dáesh (Estado Islámico), lanzaron ataques contra la población civil y los intereses occidentales en muchos países de todo el mundo como represalia a los incesantes bombardeos que mataron a miles de civiles inocentes, un extremismo violento que también alcanza a Europa y EE UU.

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Es importante destacar que Estado Unidos y sus aliados no fueron a salvar a las mujeres afganas del integrismo talibán. Tampoco fueron a acabar con el cultivo del opio y su exportación. Su objetivo era acabar con Bin Laden y sus seguidores como venganza al ataque del 11S, por cierto, nunca esclarecido del todo. Tanto es así, que el cultivo del opio se incrementó y durante la ocupación aliada el 90% del comercio mundial del opio era de origen afgano. Y durante estos veinte años, con el apoyo de EE UU, se formaron diversos gobiernos en los que predominó una corrupción desaforada, se formó una policía y un ejército de 300.000 militares que desaparecieron en un solo día abandonando sus armas para regocijo de los talibanes.

Más de 170.000 muertos

El horror ocasionado por la intervención en Afganistán se constata con un balance en el que destacan entre 170.000 y 240.000 muertos, de los que se calcula que 50.000 eran civiles; mientras que de las fuerzas ocupantes murieron 3.600 personas. Además, se deben mencionar otros horrores, como centros de tortura (no se debe olvidar Guantánamo) y miles de asesinatos extrajudiciales que ocasionaron los abominables “efectos colaterales” para designar la muerte de inocentes. Además, están los costes económicos, que solo para EE UU han supuesto 2,2 billones de dólares sin contar otros efectos como la deuda.

Vergonzantes son las 17.000 toneladas de armas donadas por el gobierno de José María Aznar

España también se aprestó a formar parte de la coalición internacional militar que, tras una resolución de Naciones Unidas, llevó ayuda para “reconstruir” Afganistán, aunque su verdadera función siempre fue prestar ayuda militar a EE UU en la guerra asegurando la retaguardia del ejército estadounidense. Allí murieron 102 españoles, y se invirtieron 3.990 millones en la misión militar hasta 2020 (según mis datos recogidos en estos 20 años y aún falta saber el coste de 2021); y 525 millones en ayuda humanitaria prestada por la Agencia Española de Cooperación; más los insignificantes 4,59 millones en la Conferencia de Donantes para la reconstrucción.

Además, y muchos más vergonzantes, son las 17.000 toneladas en armas donadas por el gobierno de José María Aznar. Unos costes inútiles considerando el resultado final, que hubieran tenido un efecto más positivo si se hubieran destinado para el desarrollo de Afganistán.

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Así, el balance de los veinte años de guerra contra el terror, en el ámbito de la construcción de paz mundial, ha sido catastrófico, y la retirada de EE UU y de la coalición internacional en Afganistán es el retrato explícito del fracaso de intentar construir la paz por medio de la guerra. Fracaso que también es patente en Irak, Libia, Siria, Somalia, Mali, Yemen…, lugares donde las guerras allí impuestas solo han empeorado la situación de sus poblaciones. Un balance que obliga a repetir lo dicho en repetidas ocasiones anteriores: Estados Unidos y lo que se entiende como Occidente debe renunciar a imponer su modelo político a través del uso de la fuerza militar. La paz y los derechos humanos no se pueden imponer con un medio tan perverso y que produce tanto sufrimiento como es la guerra (paz negativa). La paz positiva solo se puede construir con el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos,

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