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Agresiones sexuales
Universidades y acoso sexual: ‘cum laude’ en silencio
La primera versión del estudio de Pikara Magazine #AcosoEnLaUni, publicada en abril, arrojaba 236 casos de acoso sexual y laboral. Desde entonces, universidades que se negaron a aportar datos han accedido a cumplir la Ley de Transparencia y hoy se cuentan 275. Pikara Magazine y El Salto publican una actualización de este informe en el que se repite una constante: muchos abusos siguen en la sombra.
Ana Vidu fue una de las primeras en denunciar en España el acoso sexual que sufría por parte de su profesor desde que empezó sus estudios universitarios. Junto a ella, unas trece personas más decidieron organizarse para denunciar a un catedrático de la Universidad de Barcelona que no paraba de acosarlas a través de correos electrónicos con un alto contenido sexual en los que incluso las citaba en su domicilio para allí intentar abusar sexualmente de ellas.
Era el año 2011 y poco o nada se hablaba de los casos de acoso que sucedían en las universidades españolas. En aquel momento, en la Universidad de Barcelona no existía un protocolo al respecto, a pesar de que son obligatorios desde la aprobación de la Ley de Igualdad en 2007. Hoy, aunque ya existe esta herramienta para velar por una comunidad universitaria libre de violencias, la institución no facilita el número total de casos que ha abordado, aludiendo a que “hasta ahora no existía un registro formal”. Diez meses ha tardado en dar esta respuesta a Pikara Magazine.
No es la única universidad que mantiene una cierta opacidad a la hora de contar el acoso ocurrido dentro de sus instalaciones. De hecho, cinco universidades de las 50 públicas del Estado español que han sido contactadas para realizar esta investigación no han aportado información. Huelva, Cádiz, Jaén, Pablo de Olavide y la Internacional de Andalucía han dado el silencio como respuesta.
En total, en España se han registrado, al menos, 275 denuncias, quejas y/o avisos por acoso, tanto sexual como laboral, a estudiantes, a compañeras de trabajo y a personal de administración, como desvela la investigación de Pikara Magazine. La recogida de datos, que desarrolló entre enero y abril de este año, arrojó en un primer momento 236 casos. Tras la publicación de la investigación periodística en abril, universidades que en un primer momento no colaboraron decidieron responder a las reiteradas peticiones de información, apoyadas en la Ley de Transparencia. Por ello, la actualización de los datos ha sumado 39 casos más.
La mayoría —102— son por acoso sexual, mientras que 73 son por acoso laboral. De los 100 casos restantes no se conoce la categorización, al no ser especificada por las universidades. Y esto solo es la punta del iceberg, porque, según el estudio de hace cuatro años Las violencias sexuales en las universidades: cuando lo que no se denuncia no existe, un 24% de las estudiantes ha manifestado sufrir acoso sexual en el ámbito universitario. Sin olvidar que no todas las personas afectadas se atreven a denunciar. Si lo hacen, por cierto, les espera un largo camino de trabas, obstáculos y señalamientos por parte de la institución, del profesorado y de los compañeros.
“La universidad protege a los acosadores más que el resto de la sociedad”, declara Ana Vidu. Sus estudios en la carrera de Sociología en la Universidad de Barcelona comenzaron en 2007 cuando se cruzó por primera vez con el catedrático: “En primero de carrera me empezó a mandar correos y eso me incomodaba porque al principio no sabía si eso era normal”, recuerda. Entre los mensajes remitidos a la Fiscalía en la denuncia multitudinaria constaban frases como “me encanta cómo eres y cómo puedes ser”, “te he llevado en el bolsillo del pantalón”, “si sigues miedosa puedo darte un buen spanking [azote]” o “estuviste muy bien en la presentación pero tengo que decirte que te movías mucho y de forma muy sinuosa”. Vidu no ha detallado cuáles fueron dirigidos a ella. Además, el catedrático llegó a citar en al menos dos ocasiones en su domicilio a un estudiante y, bajo la excusa de un masaje, le agarró el pene.
>Vidu intentó cambiar sus clases al turno de tarde. “Será peor si te cambias de grupo” fue lo que le dijo una de las profesoras. “No le sorprendió lo que le contaba”, relata ahora con indignación. No era la única que estaba aparentemente acostumbrada a aquellas situaciones. La anterior decana de la facultad de Economía y Empresa reconoció en los juzgados que “ya en 1987, siendo estudiante de Sociología, se sabía que el catedrático siempre elegía alguna chica que era su preferida y que la tutelaba”, admitió. “Siendo decana sí he tenido conocimiento indirecto de algunos casos”, reconoció.
DIFICULTAD PARA DENUNCIAR
“No denunciamos por miedo a represalias”, afirma una alumna, testigo de una supuesta agresión física por parte de un profesor a dos compañeras y que prefiere mantener el anonimato para no entorpecer el proceso de investigación que se está realizando. A las oficinas de Igualdad universitarias llegan todo tipo de avisos: frases hirientes, vejaciones, humillaciones, denigraciones a las mujeres durante las explicaciones, espionajes en los lavabos, palabras fuera de contexto en una tutoría, propuestas de sexo indebidas...
“Resulta muy difícil denunciar estas situaciones en el ámbito académico. De un lado está el contexto laboral. Nadie tiene muy claro su futuro, hay mucha incertidumbre acerca del qué será de mí mañana y, en esta situación de clara explotación, las mujeres llevan las de perder. Supongo que se hace como si nada hubiera pasado y elegantemente se aprende a evitar al probable acosador. Difícilmente un esclavo denuncia a su amo. Pero, por otra parte, hay un contexto social claramente machista con el que toda mujer debe aprender a lidiar y que fomenta y naturaliza este tipo de situaciones”, afirma en una entrevista publicada dentro del especial #AcosoEnLaUni de Pikara Magazine Laura Llevadot, profesora de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona e investigadora en la Universidad de París 8.
Finalmente, Vidu decidió dejar pasar lo sucedido y terminó su carrera. Pero, en 2011, durante la presentación de su trabajo final de máster —precisamente titulado Redes de solidaridad: movilizaciones estudiantiles contra la violencia sexual en las universidades—, se volvió a cruzar con el mismo catedrático porque era parte del jurado evaluador. “El mismo día que deciden quién van a admitir al máster me dijo ‘me acuerdo de ti, de primero’”, rememora. Entonces trató de salir de aquella espiral del silencio y mostró un correo electrónico del catedrático a su profesor de máster y fue este quien denunció por ella. Según cuenta Vidu, la Comisión de Igualdad desestimó su caso y solo fue reabierto cuando la Universidad de Harvard pidió explicaciones al ver que en los mensajes constaba la firma de la institución estadounidense.
Cuando llegó el caso a los juzgados de Barcelona, las conductas ya habían prescrito. Aun así, el informe de Fiscalía recalcó tres cosas importantes: que los hechos “tendrían cabida dentro del acoso sexual”, que podría haber sido condenado a penas de prisión si no hubieran prescrito, y que, tal y como reconoce la decana, esta conocía “indirectamente” casos desde 1987. “Los profesores prefieren mantener esa estructura de poder y los alumnos aprenden a ser fieles a los catedráticos”, denuncia Ana Vidu.
Preguntada la Unidad de Igualdad de la Universidad de Barcelona en diversas ocasiones sobre el número de casos sucedidos en su institución, la respuesta, obtenida diez meses más tarde del primer intento, ha sido inespecífica: no cuentan con datos totales porque “hasta ahora no existía un registro formal”. Y solo aportan dos casos de activación del protocolo: “Una vez el año pasado y otra vez en el presente año”.
Los protocolos, que no existen en todas las universidades, son una herramienta que trata de acompañar a la persona afectada en todo el proceso y que se suele activar tras una denuncia, siempre y cuando lo consideren oportuno los integrantes de la comisión formada al respecto. Las investigadoras consultadas coinciden en que los protocolos de actuación son muy disuasorios, por la burocracia y porque no hay, aparentemente, un sistema sancionador manifiesto.
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No solo la respuesta de la Universidad de Barcelona no ha sido clara, sino que la propia universidad trató de premiar a principios de octubre al catedrático otorgándole una medalla de oro por su trayectoria. Solo se retractó cuando se denunciaron en redes sociales estos hechos. “Al tratarse de un acto graciable, y teniendo en cuenta los antecedentes que constan en el expediente del Dr. de Miguel, este rectorado ha decidido no otorgar la medalla de la UB de acuerdo con el firme compromiso adquirido con la comunidad de tolerancia 0 a cualquier forma de acoso”, dijo en un tuit la universidad catalana. Preguntada sobre ello, la Unidad de Igualdad se ha remitido a este ‘comunicado’.
“Las universidades obligan a las chicas a matricularse con profesores acosadores”, lamenta Vidu frente a estos hechos. “Hay muchas resistencias a poner el acoso sexual sobre la mesa de verdad, a aceptar que entre el profesorado, por ejemplo, puede haber acosadores; hay un cierto silencio cómplice”, incide la investigadora Esperanza Bosch Fiol. Según sus palabras, el acoso sexual no tiene que ver con el sexo sino con el poder. Coincidente es la opinión de Llevadot: “La universidad, como la mayor parte de instituciones actuales, mantiene una estructura patriarcal que ha heredado históricamente y que costará trabajo cambiar”. El informe de la Fiscalía del citado caso recalca la posición de superioridad del catedrático y recoge cómo calificaba de una forma generosa a algunos alumnos a los que acosaba con el objetivo de reforzar una especie de “lealtad” y dificultar así la denuncia.
Casi todas las afectadas han sido mujeres y los acosadores, hombres. Tras el acoso, son ellas las que padecen las secuelas: baja autoestima, sentimiento de asco, problemas de concentración e incluso el querer dejar la asignatura.
La universidad que más casos ha registrado ha sido la de Granada (65), cuyo protocolo contiene dos vías de actuación que permiten abordar de manera integral el acoso en las aulas. Le siguen en número de casos la Universidad del País Vasco y la Universidad Autónoma de Barcelona, con 23 cada una. Nueve universidades aseguraron, según los datos recopilados a principios de año, no haber registrado acoso: la Politécnica de Catalunya, La Rioja, León, Lleida, Extremadura, Las Palmas de Gran Canaria, Valencia, Zaragoza y la Politécnica de Madrid.
“Si hay más casos es porque las víctimas confían en una institución para denunciar”, declara Vidu. Ante las cifras, o la ausencia de ellas, tanto Bosch Fiol como Ana Vidu se muestran escépticas: “Es como si un bombero dice ‘no tenemos fuego que apagar’”.
Las reacciones de las universidades
La reacción de las universidades es diversa según el caso: se desestima, se abre expediente disciplinario al acosador, se traslada lo sucedido a la Fiscalía y, en contadas ocasiones, el agresor acaba condenado. En la Universidad de Vigo un alumno denunció a un profesor por acoso sexual, pero no se admitió el caso a trámite “al no detectar indicios objetivos de situación de acoso”. En la catalana Pompeu Fabra, un profesor que acosaba a una alumna fue sancionado con una amonestación por falta leve; la universidad no ha aclarado en qué consistía, pero a ella le dirigía frases como “no te hace falta hacer ejercicio” o “cuando apruebes la asignatura ya lo celebraremos como es debido”. En la de La Laguna, una alumna denunció a su profesor por acoso sexual y la universidad trasladó el caso al Ministerio Fiscal. Mientras que en la Universidad de Sevilla una sentencia condenó a un profesor a prisión por acosar a una profesora y a varias becarias.
Otro caso que se encuentra en pleno proceso de investigación data de 2015, cuando una estudiante japonesa vino a hacer su pasantía en la Universidad de Burgos. Poco duró. Se marchó sin decir nada a nadie. No contó que un profesor la había supuestamente acosado. Los datos obtenidos por este medio indican que no se activó el protocolo contra el acoso en este caso. La directora de la Unidad de Igualdad, María Isabel Menéndez Fernández, sostiene que en los daros aportados había un error y que “sí se activó el protocolo, pero el caso se desestimó” y que, además, “la Unidad de Igualdad no tuvo conocimiento y esta alumna no hizo ningún trámite dentro de la universidad en España, la denuncia la puso en Japón”.
Una red de autodefensa
Ante el silencio y la falta de respuestas contundentes, las estudiantes tratan de organizarse. Así es como Vidu, hoy especializada en violencia y acoso en las universidades, creó en 2013 una red de solidaridad junto al resto de personas afectadas. Un lugar de encuentro denominado ‘Red solidaria de víctimas de violencia de género en las universidades’ que trata de cubrir el hueco que las instituciones académicas no abordan. Tras las cuentas de Facebook y Twitter, una treintena de personas se organizan para atender a cada afectada que se pone en contacto con la red. “Cuando nos escriben normalmente te lo quieren contar y ya. A partir de ahí preguntamos qué necesita la persona. A veces nos piden consejo sobre si denunciarlo o contarlo”, explica al ser preguntada sobre el trabajo de la red. Además, frente al papel que realizan algunas unidades de igualdad reclama la necesidad de que existan “personas comprometidas, no serviles”, y un apoyo que les diga, al menos, “yo sí te creo”. A esta red han acudido estudiantes de universidades de toda España y de países como México, Chile y Argentina.
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Cuentan las expertas y las afectadas que las estrategias de defensa ante el acoso en las universidades son diversas: ir en grupo a las tutorías, dejar la puerta abierta de los despachos, esperarse las unas a las otras. Ante el caso de un alumno acosador en la Universidad del País Vasco, las alumnas pintaron mensajes de aviso en los baños con el número de teléfono para mantenerse avisadas las unas a las otras. Y en la Universidad de Burgos, la asociación Acción En Red ha publicitado por diversas facultades un cartel donde indican a quién acudir en caso de acoso.
Hemeroteca Diagonal
Falta de reacción ante el acoso sexual en las aulas
El caso de una estudiante de la Universidad de Granada pone sobre la mesa la falta de activación del protocolo de actuación ante el acoso sexual.
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Interesante trabajo sobre Acoso en la Universidad de Pikara Magazine!
Impotencia es lo que se siente, cuando por ejemplo un profesor de la Universidad de Burgos lleva varios casos de acoso sexual a varias alumnas y continua indemne y sin ninguna consecuencia.
Porque él sigue tan tranquilo, pero las víctimas siguen sufriendo todavía!!!!!
"el catedrático llegó a citar en al menos dos ocasiones en su domicilio a un estudiante y, bajo la excusa de un masaje, le agarró el pene"
Para que luego digan que hay alguien a salvo de estas cosas, esta claro que selectivo con el sexo no era y era bisexual
Si era Bisexual o no, es irrelevante. Se están planteando malas prácticas por parte de Profesorado / Catedráticos en los que se aprovechan de su posición de poder para ejercer acoso. Y esa actitud es la que es impresentable, y aún más en espacios como son las Universidades donde la inteligencia, la crítica y la independencia deberían ser prioritarias.