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15M
Víctor Sampedro: “Los consensos y demandas del 15M siguen presentes y lo triste es que no se enteran ni sus supuestos representantes partidarios”
El 15 de mayo del año 2011 muchas cosas cambiaron en este país. A caballo de una crisis económica creciente y de una crisis de expectativas para varias generaciones, algo hizo crac en el interior de muchas personas, decididas a no aguantar ni una derrota más y a no aceptar los viejos consensos y estructuras que habían dominado la política del Estado en los 35 años anteriores. Después de las primeras manifestaciones, mucho más masivas de lo esperado, llegaron las ocupaciones de las plazas, las asambleas y los grupos de trabajo, los encuentros personales y las epifanías; incluso hubo quien en esas plazas se encontró a sí mismo. Fueron muchas las cosas que pasaron en las siguientes semanas y que siguieron pasando en los años siguientes: en lo social, en lo partidario y en la forma de relacionarse con la sociedad y de construir hegemonía.
Este sábado se conmemoró el décimo aniversario del inicio del 15M, una efeméride que oscila entre la nostalgia, la celebración, el desprecio y la voluntad de enterramiento. Varios años después del inicio del 15M, las dinámicas partidarias que aspiraban a representarlo y a traducir sus demandas se impusieron sobre el propio movimiento, ligando cualquier análisis sobre los logros y la vitalidad del 15M a los logros, vitalidad y coherencia de estas estructuras partidarias surgidas en su estela.
Le pedimos a Víctor Sampedro (Viveiro, Lugo, 1966), catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), una valoración del poso dejado por el 15M en esta primera década de historia y sobre la propia celebración del pasado sábado 15 de mayo, diez años después.
¿Qué queda del 15M? ¿Qué poso dejó en nuestra sociedad? ¿Está vivo?
La gente da por enterrado el 15M o hace unas evaluaciones muy cortoplacistas, con baremos sobre todo electorales y partidarios que no se ajustan al movimiento, al sujeto político. Eso le permite a alguna gente decir que el 15M ya no existe y a otros valorar que sí hubo un cambio importante —del bipartidismo al multipartidismo y de los gobiernos monocolor a la obligación de gobernar en coalición— pero que ya se ha incorporado, que ya está amortizado.
Los intelectuales, la academia y los medios muestran una vez más que España es una trituradora de ilusiones y de imaginación política
Estas visiones analizan el 15M con unos criterios que no tienen nada que ver con la filosofía y la imaginación sociopolítica que despertó el movimiento. Los intelectuales, la academia y los medios muestran una vez más que España es una trituradora de ilusiones y de imaginación política. El 15M fue una explosión de imaginación y de autoconvocatoria ciudadana para resistir a unas políticas de austeridad y unas instituciones muy poco transparentes y nada participativas. Son retos que continúan pendientes y hay frentes de cambio social e institucional que así lo muestran.
Esas visiones cortoplacistas suelen centrar demasiado la mirada en la valoración del éxito o del fracaso a nivel partidario. ¿En qué medida el 15M se puede medir por la actuación de las estructuras partidarias que crecieron apelando al movimiento?
El 15M dijo desde el comienzo “nuestros sueños no caben en vuestras urnas”, ese era una de sus señales de identidad. El 15M rechazaba la etiqueta y la reducción electoralista y por lo tanto no puedes juzgar únicamente con resultados electorales un sujeto político que se está definiendo de esta manera.
En segundo lugar, “vamos lentos porque vamos lejos”; el 15M no era cortoplacista y por lo tanto no se puede ver en este corto plazo la materialización de una explosión de movilización y de deliberación colectiva como fue el 15M. En tercer lugar, el 15M era transversal, estaba presente con parecido nivel de apoyo en todas las categorías sociales y demográficas, era un consenso crítico, nuevo y masivo. Esa transversalidad derribaba muchas de las identidades previas a lo largo de todo el espectro político.
El 15M rechazaba la etiqueta y la reducción electoralista y por lo tanto no puedes juzgar únicamente con resultados electorales un sujeto político que se está definiendo de esta manera
En cualquier caso, en las elecciones de hace dos semanas en la Comunidad de Madrid, Más Madrid y Unidas Podemos han obtenido 34 escaños, frente a los 24 del PSOE, un sorpasso clarísimo. Es difícil hablar de un fracaso de las estructuras nacidas del 15M a la vista de estos resultados.
¿Qué amplitud tenía ese consenso? ¿Todas las personas que participan o apoyaban el 15M concordaban en un programa de actuación?
En el primer aniversario del 15M las encuestas mostraron que entre el 70% y el 80% de la población apoyaba las demandas del 15M: no a los recortes sociales, más transparencia, menos corrupción y más participación institucional. El 15M impugna el sistema de partidos, la ley electoral y la gestión económica del PP y del PSOE. Era un consenso que cuestionaba de raíz la cultura de la Transición, una cultura en la que la crítica del poder estaba vetada, en la que la oposición a la institucionalidad significaba una marginación. Era una impugnación no violenta, graduable y por lo tanto gestionable: si PP y PSOE hubieran incorporado algunas de estas demandas, lo mismo que las otras partes de la institucionalidad, desde los sindicatos mayoritarios a los medios de comunicación, el 15M no habría surgido.
¿En qué medida se puede considerar que se consiguieron las demandas que el 15M puso encima de la mesa?
El 15M construyó un sujeto y un espacio comunicativo nuevo y han sido muchos los logros conseguidos en participación y transparencia. Lo que tenían en común todos esos perfiles, militancias y generaciones tan diversas que coinciden en el 15M era la conciencia de tener la capacidad de funcionar como sujetos políticos y comunicativos de pleno derecho.
La relevancia del 15M fue negada desde el primer momento, lo mismo que la influencia que tuvo en muchos países, ya que el 15M llegó a ser la verdadera 'Marca España' del progresismo. En esos años España fue un laboratorio de innovación política. El 15M significó el retorno de la sociedad civil, el revulsivo de esa sociedad civil. La sociedad dijo que no aguantaba más las políticas de austericidio y que no le alcanzaba con una política protagonizada por profesionales que formaban parte de un duopolio. Los consensos y demandas generadas en el 15M siguen muy presentes y lo triste es que parece que no se enteran ni sus supuestos representantes partidarios.
¿Hay un exceso de nostalgia alrededor del 15M estos días? ¿Se piensa en él más como un elemento del pasado, un lugar feliz al que regresar de vez en cuando, en lugar de echar mano de sus enseñanzas?
El 15M no es un legado, no es una enseñanza para el presente, sino que está completamente vivo. Lo que pasa es que no está representado y no está articulado con toda la fuerza que podría tener. Me parece brutal que muchos que están celebrando el aniversario del 15M lo están enterrando al mismo tiempo. Lo que no se puede es caer en la nostalgia y en la melancolía, que es un error habitual de la cultura de la izquierda en España. El movimiento fue lo suficientemente alegre, vivo y energético como para poder percibir todo eso aun ahora.
No se necesita un 15M nuevo, se necesita simplemente ponerlo de nuevo encima de la mesa, porque ese consenso social contra el austericidio económico sigue existiendo
No se necesita un 15M nuevo, se necesita simplemente ponerlo de nuevo encima de la mesa. Porque ese consenso social contra el austericidio económico sigue existiendo, lo mismo que sigue existiendo un movimiento a favor de una mayor transparencia y de una transformación institucional, véase el caso de la Corona. Esto podría perfilar un imaginario nuevo que revitalizara por completo y de raíz la traducción política de aquel consenso, diez años después.
¿La actividad partidaria, protagonizada principalmente por Podemos, pero también por fuerzas de ámbito no estatal, con sus aciertos y errores, acabó por cooptar una parte de las energías del movimiento?
Desde que hubo una articulación partidaria todo empezó a enfocarse en lo que eran los objetivos, también legítimos, de la élite de Podemos. Los dirigentes de Podemos querían mostrarle a la izquierda de este país que se puede tener una representación institucional importante para después cogobernar. Y lo consiguieron. Si ya cumplieron su tarea, que dejen paso a nuevos liderazgos que retomen los objetivos. Nuevos liderazgos que ya existen, que son mayoritariamente femeninos y que están bien asentados en sus territorios, con una perspectiva federal, llámense Mónica García, Mónica Oltra, Ada Colau, Yolanda Díaz o Teresa Rodríguez.
Los liderazgos políticos del 15M hicieron una dejación de su responsabilidad a la hora de seguir traduciendo y actualizando el discurso del movimiento. Hubo también una impotencia por parte del propio tejido social; la cooptación que se produjo solo es posible si no existe un movimiento social potente. Imagina que aquí tuviéramos un movimiento obrero del campo como el MST brasileño: las élites políticas de Madrid no tendrían la capacidad de controlar verticalmente el diseño y la gestión de Podemos en todo el Estado.
¿Vox y la derecha populista de Ayuso son la mayor impugnación del programa del 15M en la medida en que, sobre todo, suponen una defensa del actual status quo y de las desigualdades sociales?
Vox y el destropopulismo que hoy encarna Ayuso y que se perfila como señal de identidad del PP a nivel estatal son la perversión mayor, más mezquina y antagónica a los presupuestos del 15M. Cuando aparecen unos grupos que tienen el poder, los equipos técnicos y el respaldo importantísimo de las instituciones políticas y de las instituciones mediáticas hegemónicas, ejercen como ventrílocuos perversos de las demandas del pueblo, usurpan la identidad de quienes representan y le imponen su guion. Son el destropopulismo que invoca la democracia, invoca la libertad e invoca el pueblo para precisamente degradarlos.